domingo, 14 de julio de 2013

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Otras formas de magia

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  Scor vino a buscarme a mediodía, después  de comer. Queria llevarme con él al  Londres muggle, para pasear por la gran ciudad. La idea de pasar tantas horas con él hizo que me sintiera más feliz que nunca. Desde el Callejón Diagón salimos al Caldero Chorreante y tras tomar unas cervezas de mantequilla, salimos a Charing Cross. La gran ciudad me habria devorado de no ser por la seguridad que me proporcionaba su mano. No estaba acostumbrada a caminar por Londres,pero con él, todo es diferente. Estuvimos toda la tarde deteniéndonos en tiendas, comprando cosas sin importarnos su utilidad, felices de cada cosa que veíamos en los escaparates, parándonos en cada esquina a besarnos sin que nos importara cuanta gente nos estaba mirando, porque ni siquiera reparábamos en que hubiera gente. Londres puede ser muy grande o estar lleno de gente, pero estaba vacio porque el mundo está deshabitado: solo estamos él y yo. El resto da igual.

 Estuvimos sentados en una terraza tomando un refresco que yo no había probado nunca y que a él le gusta mucho. Me contó cosas de su  familia y me habló un...
poco de sus aficiones. Después, fuimos al Hyde Park, estuvimos besándonos hasta que los labios nos dolieron en una explanada cercana a uno de los lagos. Y luego me llevo a cenar a un restaurante informal porque, según él, no llevaba la ropa adecuada para uno que conocia y que, según él, me encantaría. Después de la cena, volvimos al Callejón Diagón. Blair había salido y teníamos la  casa para nosotros solos. Pero... ¿Qué mas daba, si teníamos su habitación, que era el centro de nuestro pequeño gran mundo?. Una vez nuestros cuerpos se torturaron el uno al otro, hayando finalmente la paz en el del otro. Hicimos el amor, dando rienda suelta a nuestros  placeres, y alcanzando el alivio a la sed que teníamos el uno del otro.

 Pero... ¿acaso existe la saciedad absoluta entre dos personas que se necesitan? La necesidad que los humanos procesan por sus seres amados  es como el hambre de los seres condenados por la oscuridad, que jamás se sacian.

 Salgo del baño. Llevo puesta tu camiseta y me queda enorme, pero me encanta sentirme vestida con tu ropa. Vuelvo a la  habitación y camino hasta la cama. Él sonríe al verme.

   -Vaya, que bien te sienta -me dice-

   -No tan bien como a ti. Además, me queda enorme -me tumbo en la cama, bocabajo, a tu lado, con los codos sobre el colchón-

   -Si, te queda un poco grande si pero no importa. Sigues estando preciosa.-Besa mi mejilla suavemente.

 Sonrío.

   -Por cierto... Tengo que contarte algo que olvidé decirte ayer.

 Él se tumba sobre el colchón, quedando bocabajo a mi lado. Sonríe:

   -Te escucho

 Apoyo mi frente en mi mano, manteniendo el codo clavado en el colchón y con la mano libre acaricio su espalda desnuda

   -El viernes hay una mascarada en el pueblo en el que vivo.

   -¿Si?-Abre los ojos sorprendido.-¿Una mascarada? Eso suena estupendo Ever.

   -Si, lo es. Pero... -paso por mi dedo por la línea de su columna marcada en tu tersa y blanca piel-.

   -¿Pero...? -pregunta, interrogándome con la mirada.

 Encojo mis hombros

   -Qué no se que hay que ponerse en esos bailes...

   -Ehhh... Pues ahora mismo yo tampoco sé como se llaman...-Hago una mueca-.

   -Pero... ¿Cómo son? -pregunto, con curiosidad- Seguro que has estado en docenas de mascaradas en tu mansión.

   -Son preciosos y tienen vuelo vamos más bien llevan un cancán.-me mira.-Estarás preciosa con uno de ellos

 Levanto una ceja, poco convencida

   -Pareceré un saco de patatas... -sonrío- ¿Me ayudarás a elegirlo?

 Enarca una ceja.

   -¿Un saco de patatas? Voy a tener que reñirte por decir tales chorradas. Claro que te ayudaré a elegirlo.
 Sonrío

   -¿Debo esperar a que me digas que vas a ser mi pareja de baile o debo darlo por hecho? -revuelvo su rebelde pelo-.

   -Debes de darlo por echo.-Te guiño un ojo mostrándote una sonrisa ladeada.

 Siento los efectos de tu sonrisa en todo mi cuerpo

   -¿Tienes hambre? -te pregunto.

 Chasca la lengua contra el paladar diciendo no de este modo mientras niega.

   -¿Tú si? -me pregunta.

 Giro, tumbándome en la cama bocarriba, flexionando las rodillas. Me bajo la camiseta cuando se me sube porque no llevo nada debajo

   -Me has abierto el apetito... -sonrío.

   -¿Si?-Gira sobre sí mismo quedando de lado. Apoya la mano en su mejilla contemplándome.-Hay chocolate en la cocina... ¿Quieres?

   -Me encantaría... -susurro.

   -Dame cinco minutos.-Dice incorporándose. Se pone de pie vistiendo sólo la ropa interior y abandona el dormitorio.

 Yo sonrío cuando se va. Miro a mi alrededor y me pellizco para comprobar que todo esto, no es un sueño. Pero no lo es y sonrío para mi misma al darme cuenta de que a veces la realidad, puede superar los sueños.

 Al poco vuelve, con algunas tabletas en la mano. Cierra la puerta y se acerca a la cama.

   -Mira, te he traído tres.-Los deja sobre la cama.-Chocolate con leche, chocolate blanco y chocolate del fuerte.

   -Mmmmm -me paso la punta de la lengua por los labios sentándome en la cama con las piernas cruzadas bajo mi misma. Cojo la tableta de chocolate blanco y retiro el papel, partiendo una onza con los dedos y llevándomela a la boca- Qué bueno...

 Se sienta en la cama frente a mi y coge también una onza de chocolate.

   -Dime que es tu favorito.-se lleva la onza a la boca.

 Asiento enérgicamente con la cabeza mientras paladeo el chocolate, dejando que deshaga en mi lengua, contra el paladar

   -Lo es.

 Gira la onza de chocolate con la lengua en el interior de su boca de forma sensual provocando así que se deshaga más rápido. Traga saboreando el exquisito sabor y parte otra onza.

   -Adivina cual es el mío.-se lleva la onza a la boca.

   -El chocolate con leche -digo, partiendo un trozo de este y llevándomelo a la boca, acercándome más a ti- Si acierto, ¿me das algún premio? -arqueo una ceja.

 Sonríe y espera a que el chocolate se derrita en el interior de su boca, cuando lo hace, dice:

   -Tal vez pero sólo si aciertas y acabas de fallar.-Parte otra onza de chocolate y la lanza al aire atrapándola con los labios después.

 Río cuando hace eso. Cojo el chocolate blanco, parto dos onzas y me meto una en la boca. Con la otra hago un gesto, indicándole que la voy a lanzar hacia arriba

   -¿Este? -la lanzo-

 La atrapa hábilmente entre sus labios y con ella entre ambos, responde:

   -Este.-me guiño un ojo y con ayuda de su lengua adentra la  onza de chocolate en su boca. Cierra los ojos y se muerde el labio, saboreándolo.

   -Mmmm.

 Te apunto con el dedo y disparo cerrando el ojo izquierdo como si apuntara

   -Bang. He acertado. ¿Y mi premio?

 Pasa la punta de su lengua por sus labios.

   -¿Un beso de chocolate?

 Hago como que me da un escalofrio, cierro los ojos y espero mi beso de chocolate.Noto como se acerca y sus labios contra los míos, su lengua cálida abriéndose paso entre mis labios. Entreabro mis labios mientras mi corazón empieza a latir con fuerza y más deprisa, sintiendo la caricia de su lengua. Durante unos segundos puedo disfrutar de la calidez del interior de su boca, apreciando en esta el sabor al chocolate blanco. Cuando se aparta, oigo su voz mientras que yo mantengo los ojos cerrados:

   -¿Le ha gustado a lady Slytherin su beso de chocolate?

 Abro los ojos, relamiendo mis labios

   -Gustar es una palabra demasiado pequeña... No le hace justicia -parto un trozo de  chocolate puro y te miro- ¿Cuál es mi animal favorito? -te pregunto, y meto el chocolate en mi boca.

   -Emmmm.-Se queda pensativo durante unos instantes.-Los hurones.

   -Te vas a quedar sin premio, Malfoy -continúo saboreando el chocolate-

 Se rasca la nuca y me señala:

   -Los gatos, son los gatos, ¿a qué si?

 Río divertida negando con la cabeza

   -No hay premio.

   -Bueno aunque no haya premio, ¿puedo seguir probando? A la tercera va la vencida, ¿no? -Sonríe traviesamente.

 Resoplo

   -Bueno... Inténtalo -murmuro, y cojo otro trozo de chocolate, esta vez, blanco.

 Se queda pensativo durante unos instantes. Luego me mira decidido:

   -Caballos, los caballos.

 Sonrío. Saboreo lo que queda de chocolate en mi boca y asiento con la cabeza. Él resopla:

   -Bufff que alivio.-Ríe levemente.

   -Vale, por haber acertado a la de tres... Te daré premio...

 Me guiña un ojo.

   -Cuando quieras y el que quieras.

 Me muerdo el labio con gesto travieso. Después elevo una ceja, y tiro de la camiseta quitándomela y tirándosela al pecho. Me tumbo en la cama

   -¿Te sirve este?

Noto como me mira, recorriendo mi desnudez con sus ojos, sedientos de mí.

    -¿Cómo no iba a servirme? -se muerde el labio.
   -Es un premio con trampa -susurro, sintiendo mi piel arder- Porque no solo ganas tú... -extiendo los brazos pidiéndote que se acerque.

 Sonríe pícaramente y se tumba sobre mí.

   -Es un premio para los dos, ¿no? -susurra sobre mis labios.

 Atrapo sus labios mientras mis piernas le dejan espacio sobre mi cuerpo, el suficiente para tener su cuerpo todo lo cerca del mío que las leyes fisicas me permitan. Rodeo su espalda con mis brazos y saboreo sus labios, encontrando en ellos el dulce sabor del chocolate

   -Si... Para los dos.

 Sonríe sobre mis labios y roza estos con la punta de su lengua.

   -Disfrutemos del premio ganado entonces -susurra, haciéndose paso entre mis labios con su lengua, buscando la mía.

 Mis manos vuelan por su espalda, ascienden hasta su pelo, suave y revuelto por nuestra pasión anterior, aún húmedo por el sudor que provocó esta. Mis labios calientes contra los suyos, tiemblan mientras que su lengua juega con la mía al mismo tiempo que yo con la de él. Parece mentira que aún no haga ni un mes de que le besé por primera vez, me siento tan cómoda al hacerlo que parece como si llevara haciéndolo toda la vida. He aprendido perfectamente los movimientos de su lengua y como responder a estos, a abrir los labios todo lo que puedo para dejarle paso, aguantando la respiración todo lo que mis pulmones me dejan para dejar todos mis sentidos en ese beso, y liberando después mi oxígeno en un gemido que muere en su boca.

 Mi cuerpo desnudo busca el suyo debajo de él. Levanto mis caderas y las muevo, sintiendo en mi sexo su erección a través de los calzoncillos. El roce hace que un pequeño pero virulento placer me arranque un gemido y abro más los muslos para sentir más el roce de la tela de sus calzoncillos en la parte más sensible de mi cuerpo. No deja de besarme mientras su mano derecha encuentra mi pecho. Las yemas de sus dedos se clavan en este, los mueve con precisión, en su palma, mi pezón se estremece, y siento como se endurece, y como todas las terminaciones nerviosas de este, reaccionan, devolviendo a mi cuerpo un lento escalofrío de placer que humedece aún más el secreto rincón entre mis muslos.

 Mis manos descienden por su espalda, se pierden bajo la goma de su ropa interior, encontrando sus nalgas. Las aferro con fuerza, apretándole más contra mí, sintiendo más fuerte ese pecaminoso roce. Aparto mis labios de los suyos, echando la cabeza hacia atrás y dejando en el aire un largo gemido. Mi cuello queda expuesto a su boca ardiente, le muestro la sangre que fluye ardiente bajo la latente vena de mi cuello, pidiéndole que me muerda cual si fuera una criatura nocturna que debe saciarse con mi sangre, y él, que ya entiende el lenguaje de mi cuerpo, lo hace. Siento su lengua ardiendo rozando mi cuello, una húmeda caricia que me eriza el vello de la piel, y mis manos aprietan más sus nalgas, y mis caderas se mueven de nuevo contra su erección, buscando más placer.

 Siento sus labios ascender por mi cuello, por mi mandíbula y acaban en mi oído. Succiona entre sus labios el lóbulo de mi oreja, y eso me excita más, sobre todo cuando sus dedos pellizcan mi pezón y yo arqueo mi espalda, elevándola del colchón.

 Se aparta de mí, casi bruscamente, arrodillándose entre mis piernas separadas. Flexiono las rodillas observando el bulto señalándose bajo su ropa interior. Me muerdo el labio con ganas y mis manos aferran mi almohada, a ambos lados de mi cabeza. Veo como se baja los calzoncillos y no me pierdo ni un detalle de su excitado sexo, sintiéndome cada vez más excitada al verlo.

 Coge mis caderas con sus manos, elevándolas, mientras me estremezco, aferrando fuertemente la almohada. Veo como se ayuda de su mano para penetrarme, aún de rodillas sobre la cama, mientras que con la otra me sostiene firmemente. Dejo un largo gemido de placer al sentir como se hunde en mi, como si fuera una espada de fuego que, torturándome, atraviesa mi cuerpo hiriéndolo de una dulce e inevitable muerte. Cierro los ojos buscando mi respiración, aferrándome aún con más fuerza a la almohada, y vuelvo a abrirlos cuando él alcanza la máxima profundidad de mi cuerpo. Le miro a los ojos. Aquella postura me habría avergonzado hacía algunos meses, con solo imaginarla. Pero ahora, me resulta placentera y excitante. Puedo ver todo su cuerpo y él el mío, y ambos podemos contemplar lo que ocurre entre nuestros cuerpos, la unión entre estos, convirtiéndolos en uno solo. Siento sus manos en mis caderas, mueve estas al ritmo de sus movimientos, y yo me dejo hacer, arqueando mi espalda, gimiendo cada vez más alto, sintiendo como el placer crece con cada embestida de su cuerpo dentro del mío. Disfruto del movimiento de sus caderas, hacia delante y atrás, entrando y saliendo de mí, de su gesto pasional y lascivo clavando sus ojos en los míos, mordiéndose el labio lujuriosamente, mientras el sudor le empapaba la piel y humedece su pelo...

 Suelto la almohada para aferrarme al cabecero. Siento como todo mi cuerpo tiembla, como se estremece por el gozo que él me proporciona. Cierro los ojos un instante, conteniendo la respiración, echando hacia atrás la cabeza.

 Los sonidos de sus gemidos y los míos, mi respiración y la suya, los muelles de la cama y el ligero golpeteo del cabecero contra la pared, hasta casi puedo percibir mis latidos, el pulso latiéndome bajo la piel. Todo se centra en el ese terremoto sexual que tiene lugar entre mis muslos. Sus gemidos se hacen cada vez más fuertes, y me llenan de placer, un placer que cada vez aumenta más. Abro los ojos para mirarle, todos sus músculos tensos por el esfuerzo, brillando por el sudor que recorre su piel. Arqueo más mi espalda cuando noto que mi placer está a punto de alcanzar su límite, contengo la respiración para alargar el gemido cuando este llegue, siento mi cuerpo temblando, el sudor recorriéndome la piel... Siento las pulsaciones en mi interior cuando, por fin, alcanzo el placer máximo y el orgasmo sacude todos mis músculos, venciéndome. Dejo un gemido en el aire, un largo y placentero gemido, mientras que mi cuerpo cae vencido y derrotado, aún sujeto por sus manos, elevado por las caderas para estar a la altura de las tuyas. Le miro y veo su orgasmo en sus ojos, como los movimientos se vuelven más violentos y finalmente acaban, mientras que un gemido se prolonga en su garganta mientras se muerde el labio, casi un gruñido. Poco a poco se va relajando, veo el sudor recorriendo su torso, el mismo que moja su pelo, se deja caer, sentándose sobre sus talones, aún sin soltar mis caderas, su pecho sube y baja al frenético ritmo de su respiración. Apenas transcurren unos segundos cuando me sonríe y vuelve hacia mí, posándose sobre mi cuerpo aún tembloroso por el placer. Le envuelvo con mis brazos mientras busca mis labios para besarme, abrazándole, atrayéndole contra mí, con fuerza, apretándole tan fuerte como me permiten mis fuerzas...
Muerdo su hombro, luego lo beso. Sabe a sal por el sudor. Sonrío y sigo besándole, su cuello sudoroso y latente, alcanzo su oído.
   -No me dejes nunca...
 Vuelve el rostro para mirarme. Aún en sus ojos puedo ver los efectos de nuestra pasión. Sonríe y dice mi nombre para responderme.
 Yo sonrío, y le beso.

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