Capítulo 1: "A veces Nunca es lo mismo que Siempre"
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Me llamo Ever. Ever Dawson.
Todas las historias comienzan con un nombre. Es curioso, porque no siempre los nombres determinan las historias, a veces son las historias las que determinan el nombre. Pero puede que un nombre sea lo más importante que tiene una persona y por eso casi todo el mundo comienza sus historias con un nombre. La mía, no solo comienza con un nombre. Comienza con una medida de tiempo, si es que "Nunca" se puede definir como medida de tiempo.
El diccionario define "Nunca" como "En Ningún momento; Jamás" Tal vez ese sea entonces la definición correcta de mi nombre: en ningún momento. Jamás.
Mucha gente se ha quedado sorprendida cuando me han preguntado mi nombre...
y yo les he dicho "Ever". ¿Será porque al mismo tiempo les estaba diciendo "En ningún momento; jamás"? A veces se lo tomarían como una broma.
Pero después de todo un nombre no define a una persona. La persona, o su historia tras ella, es la que define al nombre.
¿Os habéis planteado alguna vez lo curioso que es que lo más importante que tenemos sea nuestro nombre y que nunca lo elijamos nosotros mismos? Yo si. Un nombre es lo más importante que una persona tiene, lo más tuyo que tendrás jamás. Y en cambio, nosotros no lo elegimos.
El mío, lo eligió mi padre.
Toda historia comienza por un nombre, pero debería comenzar por un origen. El mío comenzó en un pequeño pueblo del Oeste de Inglaterra, donde mi padre nació en el año 1981. Fue el único hijo de una familia con pocos recursos, demasiado pocos, tal vez, nacido de padre mago y madre muggle. Mi padre fue tan pobre cuando era niño que ni siquiera tuvo juguetes. Desde pequeño se pasaba la vida mirando a los demás niños que jugaban en la plaza, fijándose en los juguetes que estos sacaban a la calle para jugar. Mi padre jamás sintió envidia por esos niños, tan solo admiraba esos juguetes con los que él siempre soñaba. Se decía a si mismo que cuando fuera mayor, se dedicaría a fabricar juguetes y ningún niño viviría sin ellos.
Cuando terminó sus estudios en Hogwarts y después de la Segunda Guerra Mágica, consiguió trabajar en la fábrica de juguetes del condado, en calidad de aprendiz. Allí aprendió todos los secretos del mundo de la juguetería.
Poco a poco, decidió probar fortuna. Viajó por toda inglaterra, visitando ferias y vendiendo sus propias creaciones, juguetes originales, algunos de ellos mágicos, tan hermosos que conseguían el deleite de niños y adultos. Se fue haciendo sitio en el mundo, no solo en el mundo mágico, también en el mundo muggle.
Llegó a Godric's Hollow y con la pequeña fortuna que había hecho, compró un local y la vivienda superior.
Esa fue la Juguetería Dawson. Y pronto se hizo famosa en el valle
La Juguetería era a los ojos de los niños muggles una juguetería como cualquier otra, en la que el vendedor arreglaba o restauraba juguetes rotos o viejos. Para los niños magos, un paraiso. El escaparate estaba encantado para que los juguetes mágicos permanecieran ocultos a los ojos de los muggles. Y los magos podían ver las preciosidades que fabricaba mi padre.
Tal y como se prometió siendo niño, ningún niño del pueblo se quedó sin juguetes. Si había algún niño que no tenía recursos para comprarse uno, él se lo regalaba.
Edward Dawson fue muy querido en el pueblo en poco tiempo. Con los años, ya se había ganado el cariño de todos los habitantes del valle.
Algunos años después, una forastera llegó al pueblo. Se quedó a dormir en la única posada del pueblo y coincidió con ella un par de veces. Poco o nada sé de ella. Ni siquiera su nombre. No sé como entablaron conversación ni como llegaron a encontrarse pero los dos acabaron teniendo una relación. No duró mucho, aunque para mi padre debió ser una eternidad. Dicen que el tiempo depende de para quien pase, y para los enamorados pasa muy deprisa, aunque a veces demasiado despacio.
Aquella mujer desapareció un día de la misma manera que apareció: de repente. Al parecer estaba de paso por Godric's Hollow, y que nunca llegaba a un lugar para quedarse. Pero casi nueve meses después de irse, volvió.
Mi padre me encontró en la puerta de casa. Aquella mujer me había dejado allí, dentro de un cesto, bien arropada aunque desnuda, desnuda incluso de nombre. Cuando se encontró a la recién nacida en el cesto, no pudo ni imaginarse que esa niña que lloriqueaba inquieta dentro de ese cesto, era su propia hija, pero estoy segura de que lo sintió.
Aquella mujer había dejado una carta.
Nunca he visto esa carta, aunque sé que mi padre la conserva. Cuando me cogió en sus brazos sollozando, dejé de temblar.
-Nunca te dejaré sola, pequeña... Nunca.
Me dijo.
Me pregunto si por esa frase, me llamó Ever. Siempre me lo he preguntado, pero no sé por qué, nunca se lo he preguntado a él.
Mi padre siempre me dijo que Nunca, es lo mismo que siempre. Que da igual decir "No me iré nunca de tu lado" que "Me quedaré siempre contigo". Y yo le creo.
Y así empieza mi historia. Sin nombre, dentro de un cesto en la puerta de mi casa, hasta que recibí uno: Nunca.
Porque a veces, "Nunca", significa lo mismo que "Siempre"
Todas las historias comienzan con un nombre. Es curioso, porque no siempre los nombres determinan las historias, a veces son las historias las que determinan el nombre. Pero puede que un nombre sea lo más importante que tiene una persona y por eso casi todo el mundo comienza sus historias con un nombre. La mía, no solo comienza con un nombre. Comienza con una medida de tiempo, si es que "Nunca" se puede definir como medida de tiempo.
El diccionario define "Nunca" como "En Ningún momento; Jamás" Tal vez ese sea entonces la definición correcta de mi nombre: en ningún momento. Jamás.
Mucha gente se ha quedado sorprendida cuando me han preguntado mi nombre...
y yo les he dicho "Ever". ¿Será porque al mismo tiempo les estaba diciendo "En ningún momento; jamás"? A veces se lo tomarían como una broma.
Pero después de todo un nombre no define a una persona. La persona, o su historia tras ella, es la que define al nombre.
¿Os habéis planteado alguna vez lo curioso que es que lo más importante que tenemos sea nuestro nombre y que nunca lo elijamos nosotros mismos? Yo si. Un nombre es lo más importante que una persona tiene, lo más tuyo que tendrás jamás. Y en cambio, nosotros no lo elegimos.
El mío, lo eligió mi padre.
Toda historia comienza por un nombre, pero debería comenzar por un origen. El mío comenzó en un pequeño pueblo del Oeste de Inglaterra, donde mi padre nació en el año 1981. Fue el único hijo de una familia con pocos recursos, demasiado pocos, tal vez, nacido de padre mago y madre muggle. Mi padre fue tan pobre cuando era niño que ni siquiera tuvo juguetes. Desde pequeño se pasaba la vida mirando a los demás niños que jugaban en la plaza, fijándose en los juguetes que estos sacaban a la calle para jugar. Mi padre jamás sintió envidia por esos niños, tan solo admiraba esos juguetes con los que él siempre soñaba. Se decía a si mismo que cuando fuera mayor, se dedicaría a fabricar juguetes y ningún niño viviría sin ellos.
Cuando terminó sus estudios en Hogwarts y después de la Segunda Guerra Mágica, consiguió trabajar en la fábrica de juguetes del condado, en calidad de aprendiz. Allí aprendió todos los secretos del mundo de la juguetería.
Poco a poco, decidió probar fortuna. Viajó por toda inglaterra, visitando ferias y vendiendo sus propias creaciones, juguetes originales, algunos de ellos mágicos, tan hermosos que conseguían el deleite de niños y adultos. Se fue haciendo sitio en el mundo, no solo en el mundo mágico, también en el mundo muggle.
Llegó a Godric's Hollow y con la pequeña fortuna que había hecho, compró un local y la vivienda superior.
Esa fue la Juguetería Dawson. Y pronto se hizo famosa en el valle
La Juguetería era a los ojos de los niños muggles una juguetería como cualquier otra, en la que el vendedor arreglaba o restauraba juguetes rotos o viejos. Para los niños magos, un paraiso. El escaparate estaba encantado para que los juguetes mágicos permanecieran ocultos a los ojos de los muggles. Y los magos podían ver las preciosidades que fabricaba mi padre.
Tal y como se prometió siendo niño, ningún niño del pueblo se quedó sin juguetes. Si había algún niño que no tenía recursos para comprarse uno, él se lo regalaba.
Edward Dawson fue muy querido en el pueblo en poco tiempo. Con los años, ya se había ganado el cariño de todos los habitantes del valle.
Algunos años después, una forastera llegó al pueblo. Se quedó a dormir en la única posada del pueblo y coincidió con ella un par de veces. Poco o nada sé de ella. Ni siquiera su nombre. No sé como entablaron conversación ni como llegaron a encontrarse pero los dos acabaron teniendo una relación. No duró mucho, aunque para mi padre debió ser una eternidad. Dicen que el tiempo depende de para quien pase, y para los enamorados pasa muy deprisa, aunque a veces demasiado despacio.
Aquella mujer desapareció un día de la misma manera que apareció: de repente. Al parecer estaba de paso por Godric's Hollow, y que nunca llegaba a un lugar para quedarse. Pero casi nueve meses después de irse, volvió.
Mi padre me encontró en la puerta de casa. Aquella mujer me había dejado allí, dentro de un cesto, bien arropada aunque desnuda, desnuda incluso de nombre. Cuando se encontró a la recién nacida en el cesto, no pudo ni imaginarse que esa niña que lloriqueaba inquieta dentro de ese cesto, era su propia hija, pero estoy segura de que lo sintió.
Aquella mujer había dejado una carta.
"Mi querido Edward:
Esta niña es nuestra hija. No tiene nombre, porque no soy digna de dárselo, pues no
voy a quedarme con ella. Lo hago por ella, no por mí.
No estoy preparada para ser madre, pues ni siquiera lo estoy para ser un ser humano.
Cuida de ella"
Nunca he visto esa carta, aunque sé que mi padre la conserva. Cuando me cogió en sus brazos sollozando, dejé de temblar.
-Nunca te dejaré sola, pequeña... Nunca.
Me dijo.
Me pregunto si por esa frase, me llamó Ever. Siempre me lo he preguntado, pero no sé por qué, nunca se lo he preguntado a él.
Mi padre siempre me dijo que Nunca, es lo mismo que siempre. Que da igual decir "No me iré nunca de tu lado" que "Me quedaré siempre contigo". Y yo le creo.
Y así empieza mi historia. Sin nombre, dentro de un cesto en la puerta de mi casa, hasta que recibí uno: Nunca.
Porque a veces, "Nunca", significa lo mismo que "Siempre"
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