lunes, 8 de julio de 2013

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Noches que quieres que no acaben nunca

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Hay algunas noches que quisieras que nunca terminaran. Anoche fue una de esas noches.


Hay algunas personas que consiguen que cada cosa sencilla se conviertan en algo inolvidable. Él es una de esas personas. Cada minuto con él es mucho más que un minuto, porque es capaz de alargar a 61 segundos cada minuto de mi vida, o de convertir en 61 minutos cada hora de mi vida. Me pregunto si también hará posible que un día tenga veinticinco horas, la semana ocho días, los meses treinta y dos días, y los años 366 días, aún cuando no sea un año bisiesto, cuando compartamos nuestra vida juntos. 


¿Cómo es posible que alguien pueda haber conseguido sacar la mejor parte de mi? Antes solo había conseguido ser yo misma con mi padre, con Arya, o con Liesel. Pero él apenas es un desconocido todavía. Lo es todo aún sin saber casi nada de su vida. He vivido aprendiéndome de memoria cada uno de sus gestos y cada uno de sus movimientos, los nombres de las personas con las que más se relacionaba, pero todavía no sé cual es su color favorito o el pensamiento feliz gracias al cual toma forma su Patronus.

Y sin embargo y a pesar de eso, no sentí vergüenza al desnudarme delante de él, de darle placer con mis labios y con mi lengua, beber su clímax sin miedo a fallar...
o a equivocarme, porque con él no me da miedo equivocarme. Me daba igual fallar, o no saber hacerlo bien, aprender mientras que él aprendía, dejarme llevar por la presión de sus manos entre mi pelo, los movimientos de sus caderas, y el ritmo acelerado de las mismas mientras que mi corazón se disparaba al sentirme cada vez más excitada por sus gemidos y por los latidos de su placer en mi lengua.

Fue placentero recibir sus movimientos, sentir su ardiente sexo dentro de mi boca, su vaivén. deslizándose hacia dentro y hacia fuera de la misma, el torrente cálido que surgió de su interior cuando el orgasmo sacudió su cuerpo con un escalofrío que pude sentir en mis manos sobre sus caderas, mientras se le ponía la piel de gallina y el sudor se le enfriaba. Jamás me habría imaginado que podría saborear el placer de un hombre, notándolo tan agradable y placentero como si fuera un elixir extraño, surgido del placer de dos personas que están hechos el uno para el otro.

Después me sentí dichosa cuando supe lo que yo ya me imaginaba. Fui la primera. Jamás había estado con nadie lo suficientemente implicado como para dejar que explorara los límites insospechados del placer al rozar con su lengua la parte más íntima y secreta de su cuerpo. Había sido yo la privilegiada mujer que enseñó a aquél chico que habían codiciado tantas chicas, otra forma de placer.

Nuestros besos y caricias se prolongaron durante minutos. Me dejé llevar por sus manos, sus cálidas y suaves manos, moldeando mi cuerpo como si este fuera un pedazo de arcilla y él el maestro que le daba forma. Solté las riendas porque ahora era yo la que quería ser guiada por el camino de la locura y el delirio. Dejé que me tumbara sobre la cama y que me despojara de la ropa interior, que llevaba quemándome ya tanto tiempo. Sus dedos se perdieron en la cálida humedad entre mis muslos mientras besaba mi cuello y mis pechos, y apenas empezó a tocarme, sus dedos produjeron un lento y delicioso orgasmo en mi cuerpo torturado por la prolongada excitación. Me dijo al oído que sentirlo en las yemas de sus dedos le había gustado tanto como si lo hubiera sentido el mismo, y pude sentir en mis muslos, a través de su ropa interior, los efectos de mi orgasmo en su propia excitación.

Sonreí dichosa mientras se despojaba de esa ropa interior que tanto nos sobraba a ambos. ¿Qué clase de embrujo tenía que yo para que hiciera con el fin de mi placer el suyo comenzara? Apenas habían transcurrido trece minutos desde que su fuego se convirtiera en cenizas, y ahora como si de un fénix se tratase, había resurgido de nuevo. Había leído que muchos hombres necesitan más tiempo, pero que otros a apenas les bastaba dos minutos. Puede que a él le bastaran trece simplemente porque yo era la artífice de ese deseo, y me gustaba pensar que era mi embrujo el responsable de su imparable pasión.

Una vez más recibí la bendición de su cuerpo sobre el mío, ese momento único en el que no soy capaz de saber si el sudor que resbala por mi cuerpo es mío o de él. Ese momento inexplicable en el que apenas queda un milímetro entre su vientre y el mío, en que cada roce en mis inflamados pechos duele, en que cada gemido quema, en que cada instante es delirio, en que no sé que hacer con mis manos porque deseo tocarle toda la piel y no abarco lo suficiente con ellas.

Un momento único, cuando siento cada una de mis terminaciones nerviosas activándose al sentir cada milímetro de su ser al adentrarse en mi cuerpo, con lentitud, llegando a lo más profundo con un escalofrío, un gemido, una exhalación de aliento que se congela, con una fuerte embestida en la que no queda ni el más mínimo espacio entre su cuerpo y el mío porque quiere llegar a lo más profundo de mi y yo le ofrezco mi cuerpo tenso y roto por el placer para que llegue al límite.

Un momento único en el que cada movimiento es un delirio, un gemido, un segundo al rojo vivo, ambos nos bebemos nuestro aliento, nuestros gemidos, nos empapamos en sudor mientras nos rozamos sin dejar de mirarnos a los ojos para sentir ese placer también en nuestra miradas, ese momento único que se alarga, que quieres que dure mucho tiempo, pero en cambio, cuando estás disfrutándolo, deseas llegar al final para disfrutar de ese momento inexplicable en que el placer se convierte en un triunfo.

Y entonces ese momento llega... Y cuando llega notas esas cosas que ocurren en tu cuerpo aunque no sepas por qué suceden, y te sientes ésa persona que nunca has sido, y que se cree capaz de todo. Han transcurrido apenas once minutos, once minutos de gemidos, jadeos, de respiraciones y latidos descontrolados y todo acaba con un escalofrío de fuego que sacude todo tu cuerpo, 21 segundos en los que no existe nada más entre tú y esa persona que ha producido ese placer desmesurado que hace que sientas que tu cuerpo flote en una nube. 21 segundos en los que sientes como tu interior late, derritiéndose lenta y dulcemente, como el corazón se descontrola, la respiración se agita, la tensión muscular desaparece, y una paz infinita y una relajación desmesurada te convierte en la persona más feliz del mundo.

¿Felicidad? Felicidad es abrir los ojos en ese momento, cuando su placer termina unos pocos segundos del mío, ver sus ojos clavados en los míos, sus pupilas dilatadas, ver como se muerde el labio mientras que con una última y violenta embestida, y un gemido profundo en el que el aire abandona sus exhaustos pulmones, mientras vierte hasta la última gota de su delirio en mi interior. Felicidad es sentir sus latidos, su corazón alcanzando el punto más alto de su potencia, mientras sus músculos se relajan y cae exhausto sobre mi, posándose en mi pecho sin llegar a sentir la presión de su peso en mi cuerpo, pues aunque lo sienta, me agrada tenerle derrotado y vencido por causa de la guerra de mi placer.

Casi puedo sentirle frágil en ese instante en que su respiración busca la mía en mis labios. Protectoramente le abrazo, le beso, le disfruto...

¿Se puede ser más feliz que en ese momento en que oyes como te dicen al oído tu nombre y después un "te quiero"?

Si es posible que haya mayor felicidad que esa, yo no me la puedo llegar a imaginar.

Y así fue esta noche, una de esas noches que no quieres que acaben nunca. Sentir un escalofrío y como te arrancan una parte de ti cuando nuestros cuerpos se separan, aunque no lleguen a hacerlo del todo, porque los dos seguimos desnudos, abrazados sobre el colchón que ha bebido el sudor de nuestros cuerpos. Los dos estamos exhaustos y nos sentimos invictos, renacidos, invencibles.

No dejamos de abrazarnos y besarnos, y apenas nos decimos nada, porque ya nuestros cuerpos se han dicho todo en el lenguaje que mejor nos expresa: el del amor.

Fue hermoso ver como se quedaba dormido, taparle con la sábana cuando el sudor empezó a quedársele frío, rodearle con mis brazos protectora y posesivamente, sonriendo, esperando a que el sueño me visitara, encontrándome rendida y complacida entre esos brazos de los que no me quiero ir jamás.

Y así espero otra noche... Porque se que cada noche con él, supera siempre a la anterior.

[7 de Julio de 2023]

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