viernes, 8 de noviembre de 2013

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Luces del futuro

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La oscuridad es ése mundo incierto en el que nada es lo que parece. Sombras que se alargan y se extienden, cuyo significado solo lo puede entender la propia mente. Y para cada mente, para cada hombre, la oscuridad tiene una forma distinta. Su temor, su fe, su oscuridad o su conciencia. Todo depende del prisma con el que todo se mire. Anoche, observando las sombras acurrucadas en el dosel, pude ver la forma de mis propias sombras. Todas tenían el mismo rostro acechante y peligroso, ese rostro diabólico, macabro, que sonreía victorioso porque Ella, iba a ganar. 

La vida no es un juego entre negras y y blancas, sino un duelo entre la vida y la muerte, en la que, al fin, la muerte siempre acaba ganando. Pero... ¿hay que dejar que la muerte también gane cuando sabes cuando va a llegar, o hay que intentar impedirla que llegue y ganarle ese pulso al menos por ahora? 

Anoche miré a ese rostro afilado y cruel, ese rostro oscuro que sonreía diabólicamente, repitiéndome que por mucho que ahora fuera mío, su esposa final, sería ella. Fue en ese momento cuando decidí que no iba a dejar que la muerte me venciera ahora, ahora que por fin había cumplido mi gran sueño. Miré a la muerte imaginaria flotando sobre mi cama, con su espalda pegada al techo del dosel, entre las ideas temerarias y casi suicidas, venían a mi cabeza constantemente. Finalmente reparé en...
una absurda idea, inspirada por ésas películas muggles de acción que mi padre veía de vez en cuando, en las que tan fácil era dejar a alguien inconsciente.

Tras las clases obligatorias y comer con escaso apetito, pasé la tarde elucubrando planeas absurdos en los que me infringía a mi misma tal golpe que perdia la consciencia al instante. La posibilidad de matarme sin querer a mí misma estaba en el aire, pero no estaba dispuesta a verle morir. No aún. 

Fuera de Hogwarts, hace frio. Las estrellas ya se han encendido y es de noche. Llevo una mochila a mi espalda, mientras camino hacia un lugar lo suficientemente apartado en los terrenos, para no ser vista y encerrada en San Mungo por haber perdido la cabeza mientras intento machacarme el cráneo a mí misma. Una vez llego a un claro del bosque, cojo una botella de vidrio que he traído conmigo en la mochila. En las películas de acción siempre le dan a un sujeto un buen botellazo, la botella se rompe, y el susodicho queda inconsciente 

Me arrodillo en el suelo con la botella cogida por el cuello con la parte inferior en dirección hacia mí. Trago saliva y cierro los ojos antes de intentar darme el golpe, pero cuando este llega pierdo fuerza y acabo por causarme solo un dolor relativamente fuerte en la frente. Instintivamente, pierdo fuerzas cuando voy a asestarme el golpe. No saldrá... Así no Intento una segunda vez, pero no consigo nada más que dolor. Las lágrimas de rabia se apostan en mis ojos, pugnando por salir de estos. ¿Esto es todo, Dawson? ¿No vas a poder salvarle por no tener valor suficiente para darte un maldito golpe? Y entonces pienso en lo que quiero, en lo que necesito. Y de pronto, algo extraño e impropio en mí, tengo una brillante idea Saco mi varita del bolsillo de mi pantalón. Apunto a la botella de vidrio que descansa imperturbable y aparentemente inofensiva sobre el césped. Apunto hacia ella y murmuro:    

   -Wingardum leviosa... La botella comienza a levitar. Yo la dirijo usando mi varita, la elevo lentamente, manteniendo el pulso tembloroso que vibra en mi varita, sintiendo que todo, absolutamente todo, depende de mí, y de una absurda botella de vidrio. La sigo elevando más, una distancia lo suficientemente considerable para que al caer, aquella botella tenga la fuerza necesaria para hacerme caer. Mis ojos siguen su curso, brillantes de miedo, de emoción, de miedo. Tengo miedo a volver, miedo a ver ése futuro, a ahogarme en él porque su aire no existe, pero a veces es necesario ahogarse para volver a respirar. Cuando creo que la botella está lo suficientemente en alto, la dirijo hacia mí. Calculo la distancia mirando hacia arriba. Está justamente encima de mí. Solo bastará soltar la botella y esta impactará sobre mi cabeza. Puede que me deje inconsciente, que no haga nada, o hasta que me mate... Llegando a ese punto, tengo miedo, miedo a no abrir los ojos nunca más. Pero solo dejo que el amor me dé fuerzas, y que me ayude a ser valiente. Cierro los ojos un instante, tomo aire, armándome de valor, mantengo el hechizo y bajo la cabeza, mientras un leve susurro huye de mis labios:    
  
   -Que sea lo que Merlin quiera... En ése momento, suelto el hechizo y cierro muy fuertemente los ojos esperando a recibir el golpe... El cual tarda en llegar apenas unos eternos segundos después, en los que todo se vuelve una profunda oscuridad...


... Amorfa, silenciosa, escurridiza, latente. Una oscuridad que me abraza cándidamente, unos brazos que me sujetan, me atrapan, me impiden abrir los ojos, moverme, incluso respirar. Mis párpados permanecen cerrados, aunque yo grito interiormente por querer abrirlos. Escucho voces, voces lejanas, cercanas, voces que conozco pero que me cuesta reconocer. Dejo de sentir frío, el cual es sustituido por un cálido entorno, en el que percibo un olor que no he olido nunca. Me siento flotando, quieta, inmóvil, posada en algo mullido, cómodo, blando.

¿Es ésa la muerte, asi de placentera y cálida? No, la muerte tiene que ser fria y hostil... Las voces que escucho no pueden ser almas resignadas a vivir en un cielo en el que tal vez nunca han creído. Las voces que escucho son las de Rose y de Alhena.

Sigue lloviendo, Rose...
   -Digo apartando la cortina de la ventana para ver como el cielo parece llorar tan silenciosamente que hace daño. Me vuelvo para mirar a Rose.

   -Menos mal que no he dejado ropa tendida en casa -la mujer hace un intento de broma, levantando la comisura del lado derecho de su boca.
 Por mucho que su humor no se haya sofocado, hoy no le es posible ser la misma de  siempre. Bueno... Lleva tiempo sin ser la misma de siempre.
   - Pasará. Siempre pasa, Alhe.

"¿Dabney...?¿Rose...?" Quiero decir, pero no puedo. Mi cerebro sigue despierto, pero no mi cuerpo. Hablan de lluvia... Sí, lluvia, éso debe ser ese sonido melancólico y gris que escucho bajo sus voces, ésas voces que tanto he tardado en reconocer, no solo porque sean mucho más maduras, sino porque carecen de luz, de  alegría, de vida. Lucho por abrir los ojos, pero se mantienen cerrados

Con la cabeza gacha y los ojos cerrados me aparto de la ventana dejando ir la cortina de mis dedos. Se me antoja tan lejano como todo el tiempo que parece irse fugazmente aunque no nos demos cuenta.
   -Pasará... pero no siempre pasa... -Carraspeo aclarándome la garganta.

   -No hay tormenta que dure eternamente -insiste Rose. 
 Testaruda, se niega a resignarse al dolor, aunque éste habite en su pecho desde hace años. ¿Cómo navegas un mar de tiempo y lágrimas sin ahogarte? ¿Cómo plantas cara a la pérdida? Dejándote vencer no, desde luego. Hace una mueca cuando nota la enésima patada, y se pone una mano en el vientre.- Voy a sentarme... que no puedo más -se gira hacia el círculo que forman el sofá y las butacas, buscando un sitio libre para ella y su karateka interno. O interna, lo que sea

Son sus voces, sus voces, más tristes, más lóbregas... Pero son ellas. Intento abrir los ojos pero estos se  resisten, no ceden a mi voluntad...
   "¿Y esto es todo, Dawson?" Me digo a mí misma. "Has llegado hasta aquí y ahora... ¿Ahora vas a rendirte? De pronto pienso en Coraline Descher, en como se quedó en ese futuro  del que nunca regreso. Noto en mi pecho los latidos, frenéticos. Un zumbido en los oidos.
   "Despierta, Dawson. DESPIERTA" Y entonces, abro los ojos y miro a mi alrededor llenando de aire mis pulmones

Mis pasos lentos me llevan a postrarme al lado de la butaca en la que se ha sentado Rose. Pero entonces,  advierto un movimiento en el sofá en el que se acuesta Ever y  miro hacia allá intentando que, en mis labios tome forma el triste ademán de una tenue sonrisa que no llega a nacer cuando ya se ha roto.

Los ojos azules de Rose siguen la mirada de Alhena. Ella se las apaña un poquito mejor para sonreír, pero no es que sea el gesto más animado y brillante del mundo, a decir verdad.
   -Eh... -saluda desde la butaca, de la que se levanta con un leve gruñido de esfuerzo, para aposentarse en el brazo del sofá donde Ever dormitaba.- Buenos días... -por decir algo.- ¿Cómo te encuentras, Ev?

Las miro... Las miro y no doy crédito a lo que veo. Apenas puedo reconocer a Alhena Dabney y a Rose Weasley, en aquellos rostros tristes, hermosos, pero tocados por algo más fuerte que el tiempo. Me fijo en Dabney,  aquella con la que tanto he lidiado. Su melena negra ahora es rubia, y apenas la reconozco. Después miro a  Rose. Me percato de su vientre, lleno de vida. Tomo aire, mientras observo el lugar de un rápido vistazo. Es el mismo lugar de la otra vez, pero otra parte de la casa. Un salón modesto, sencillo, pero en el  que se respira el olor a hogar. Aun estupefacta por el cambio que he visto en ambas, me incorporo y siento  que estoy mareada. Respondo a Rose
   -No... No lo sé...

Siento cierto alivio al ver que Ever se ha despertado. Voy hasta ella al darme cuenta de que está mareada y de que Rose tampoco se encuentra muy bien para sostenerla si hiciera falta.
   -Quédate quieta, Ever... -Digo arrodillándome ante ella, dejando que mis manos se posen en sus rodillas y mis ojos puedan calmarle  esforzándome por sonreír. Miro a Rose y me siento segura estando con ella. Como siempre.

Sí, no te menees demasiado. Llevas dormida un buen rato -posa la mano en el hombro de su amiga, suave, dulce. Mucho más delicada de lo que alguna vez fue.
   -¿Tienes sed o hambre? Puedo traerte... -no, no puede- o mejor,  puedo pedir... que te suban lo que quieras.

Un escalofrío recorre mi cuerpo. Dabney me llama Ever. Rose me trata como nunca antes lo había hecho. Están  pendientes de mí porque estoy enferma de soledad y apenas me mantengo con vida... Me doy cuenta de que soy  todo lo que les queda de él, y que ellas son todo lo que me queda a mí. En ése momento en que tan arropada  me siento por sus miradas, caigo en la cuenta de que otra vez, mi padre no está a mi lado. Alarmada,  y con la angustia cerrándome la garganta, exclamo
   -¿Y mi padre? ¿Dónde está mi padre?

Me pongo en pie dejando escapar un suspiro. Le encuentro nerviosa y pienso que es por todo lo vivido en el día de hoy.
   -Ha salido, Ever... Tranquila... -Hago un gesto a Rose con las  cejas. Me preocupa el gesto de desesperación que puedo ver en su rostro.

La mano de Rose aprieta un poco más el hombro de Ever, buscado darle seguridad, tranquilidad y firmeza. La  mujer siempre ha creído que rezumaba esas tres cualidades por los poros de su piel. Pero hay momentos en los  que no está convencida de nada.
   -No te preocupes, volverá en seguida. Sólo espero que se haya llevado un paraguas, o volverá hecho una sopa -observa arqueando una de sus cejas cobrizas.

Su mano en mi hombro es firme, me inspira ése valor que no tengo, ni en ése futuro que ellas conocen y yo  desconozco. Observo a Alhena. Me mira con un cariño que me estremece. Siento alivio al saber que, al menos  mi padre no me habrá dejado. Miro alrededor. Hay alguien a quien hecho de menos en ése futuro al que he conseguido volver
   -¿Y mí...? -por alguna extraña razón la palabra se me atraganta y no puedo llegar a  decirla- ¿Y la niña? -os miro a ambas, esperando que me respondáis

Tomo aire antes de responder, sin aparatar la vista de Rose, extrañada por tanta preguntas. Pero también entiendo que pueda estar desorientada y aturdida por el consumo de tantas pociones calmantes. Siempre  intento convencerla de que las deje, como hice con mi madre hace ya algunos años, pero todo es en vano.
   -Estaba muy cansada... La hemos acostado... -Tomo asiento al lado de Rose que permanece junto a Ever, mostrándole su apoyo y su consuelo.

   -Ha tenido un día muy largo -excuso al pequeño ángel de ojos grises, la criatura que me parece un calco de su padre en algunas ocasiones.
 Cuando arruga la nariz o sonríe de forma torcida. Es como si le viera a él. Pero  él ya no está.
   -Thorstein quería quedarse con ella, pero le he mandado a casa. También estaba baldado.

"Un día muy largo para ella..." Me repito interiormente. Me doy cuenta en ése momento de que llevo puesto el  mismo vestido sobrio que la vez que me vi en ese mismo lugar. Un escalofrío sacude mi cuerpo al entender que hemos vuelto del funeral al que me dirigía la vez anterior. Antes había sol. Ahora el cielo también  está llorando. Miro a Rose, sintiendo lágrimas en mis ojos. ¿Thorstein? ¿Con ella? Pienso en que debe  tratarse de un hijo de Rose... Tomo aire y miro alrededor. No he llegado aquí para quedarme sorprendida  por cada cosa que escucho, para sentir como mi vello se eriza con cada cosa nueva que descubro. He llegado ahí para averiguar que pasó. De forma rápida me levanto, sintiendo que me tambaleo. Deben ser los efectos  de la poción cuyo frasco de color azul descansa sobre la mesa. Avanzo torpemente hasta la chimenea que  hay cerca. Quiero respuestas

Observo los torpes pasos de Ever causados por el mareo y siento un escalofrío. Acordarme de su pequeña  ahora, me hace pensar en Scorpius. No logro aparatarle de mi mente nunca, y menos hoy. Aunque no quiera  que ella se mueva mucho, prefiero mantener silencio por el momento y amenizar la conversación, si se puede llamar así.
   -Luyten también quería quedarse, pero le he dicho que se fuera con sus hermanos y sus primos. -Busco la mano de Rose, a mi lado.- Ya sabes cómo es de revoltosa... -Digo dejando que una débil risa me abandone.- Y si está con Thorstein y tu pequeña, no se quiere separar de ellos...

   -Los tres mosqueteros -o los tres puñeteros, según lo mucho que la líen. 
 Thorstein a veces protesta porque dice no sentirse cómodo con tanta niña pululando... pero luego no puede separarse de ninguna de las dos. Rose no puede evitar sentirse orgullosa... Porque en su hijo, en la hija de Albus y en la de Scorpius, ve a veces lo  que ellos fueron en su momento. Acaricia la mano de Alhena, apretándola un instante al sentir otra patada más. Suspira.
   -Me tiene frita. Frita, os digo -mira hacia su gran barriga con el ceño fruncido.- Para ya, demonios.

"Luyten..." Aquél nombre de estrella me recuerda a los Black. Es la hija de Alhena,y sonrío melancólicamente al saber que ellos tres, siempre estarán unidos, tanto como lo estuvieron sus padres. Con un nudo en la  garganta me detengo delante de la chimenea, en la que hay muchas fotos. Observo todas ellas, pero me fijo ante todo en aquellos niños. La primera foto a la que dirijo mis emocionados ojos, es la de ella, ésa preciosa niña, mi niña... Su niña. Una sonrisa se aparece en mis labios al verla de nuevo.

Junto a ella hay otra fotografía de una niña hermosa, de los característicos rasgos de los Potter y de los Dabney. 

Un escalofrío recorre mi cuerpo. La foto de aquella niña preciosa  está junto a la de otro niño en cuyos ojos también veo los de la niña, los ojos dulces de alguien que me  resulta tan dulce que me arranca una sonrisa al verle. 

Es tan parecido a Albus  que es imposible no darse cuenta de que es su hijo. Hay otra foto de una niña,  tan hermosa como dulce. Pero una de las cosas que más me estremecen, no es una foto, sino un dibujo  infantil, lleno de cariño, junto a la foto del niño. Al cogerlo y leer lo que pone las lágrimas ruedan por mis mejillas



   -Ever...
 Murmuro al verla en silencio, recorriendo con sus ojos todas esas fotos llenas de recuerdos que  yacen en la repisa de la chimenea. La mano de Rose, atada a la mía, me hace sentir a cada segundo que nunca será soltada y que siempre estaremos juntas. Todas y todos. Haciendo crecer con nosotros lo que tenemos. Cada tesoro amarrado a un pasado que se niega a perderse en los segundos presentes que, para  mi mejor amigo Scorpius, ya dejaron de avanzar hace mucho... El rastro frío de mis lágrimas me advierte  de que estoy llorando cuando una gota cae sobre vestido gris

Todo lo que son... todo lo que han dado bueno a este mundo está recogido en esas imágenes. Pequeñas luces que hacen la vida un poco menos oscura. Pequeñas luces que Scorpius nunca conoció. "Idiota... maldito idiota", se  repite Rose muchas veces a lo largo de los días. Pero no llora. Ya no, aprendió a dejar de llorar por él hace  mucho tiempo. La voz entrecortada de Alhena... el estremecimiento de Ever. Nada de eso le pasa desapercibido. Rose pasa un brazo por los hombros de su mejor amiga, siempre. Por mucho tiempo que transcurra, siempre será su mejor amiga.
   -Vamos, chicas... no me lloréis, que estoy hormonada y sabéis que cuando empiezo, no paro...

El dibujo tiembla entre mis manos. Scorpius Harry... Un nombre en su honor y en honor al padre de su padre. Mientras las lágrimas me ruedan por las mejillas, escucho las palabras de Alhena y de Rose. Sé que quiere  darnos fuerzas, pero tal vez ella tampoco tenga tantas como aparenta. Miro de nuevo a las fotos. Veo a mi padre, con el cabello más cano, a Arya, más mayor y hermosa que nunca, y a mi pequeña Liesel, veo a otro niño, un hermoso crío con el cabello castaño y los ojos de Rose.

Trago saliva y niego con la cabeza. No. No voy a permitir que él no los conozca. Me vuelvo hacia ellas y siento que en ése momento, la desesperación ya ha sustituido al dolor
   -¿Qué le pasó? -pregunto.

Esa pregunta, esos ojos desesperados... Casi puedo escuchar el palpitar de su desbocado corazón acelerado. Casi puedo sentir el mismo miedo que reflejan sus gestos. Casi puedo volver a vivir el horror de aquel día. Siento cómo mis lágrimas se han congelado en mis ojos; cómo mi mano ha aflojado su fuerza sobre la de mi mejor amiga.
   -¿Qué has dicho? -Le pregunto a Ever, confusa y preocupada a la misma vez.

   -¿Qué le pasó a quién? -la mente privilegiada de Rose, como siempre rápida, esta vez tarda un poco más en darse cuenta de que se refiere a Scorpius. Sus ojos azules se estrechan con extrañeza. Mira a Alhena. Y luego la espalda de Ever. Y a Alhena de nuevo. Y al fin, se detiene en ese cabello dorado que lleva corto tanto tiempo
   -¿Estás bien, Ever? -es decir, bien aparte del hecho del día que es hoy, claro... y de lo perjudicada que ha  de estar su mente por tanta poción calmante de las que Alhena y Edward han intentado apartarla.

No respondo a las preguntas, ni siquiera las escucho
   -¿Qué le pasó? ¿Por qué murió? -pregunto, mientras las lágrimas me ruedan por las mejillas y la desesperación acude a mis ojos- ¿Cuando murió?
 Miro a una y a otra, observando la preocupación que crece en sus ojos cuando digo eso, aún con el dibujo del pequeño Scorpius Harry en las manos temblorosas... Tengo que saber qué pasó y cuando si quiero evitarlo, y no  tengo otra manera de averiguarlo

Atónita, notando como la voz se queda atascada en mi garganta negándose a salir, vuelvo la vista a Rose encontrando en ella el mismo gesto impertérrito que a mí me mantiene muda. Me armo de valor para hablar aunque no sé qué decir.
   -Ever... ¿no lo recuerdas? -pregunto tratando de darle un sentido a todo.

Debe ser un efecto secundario de las pociones. Sí, porque si no, la pelirroja de rizos salvajes no ve cómo una mujer puede olvidar la muerte del padre de su hija. De su pareja, de su único amor. Abre y cierra la boca un par de veces, sin hallar más palabras que las que Alhena ya ha dicho. Las lágrimas de Ever parecen tan nuevas como lo fueron aquel fatídico día.
   -¿Seguro que te sientes bien? -tantea. Mira luego a Alhena, como queriendo hablarle con sus ojos de color azul cielo.

Niego con la cabeza. No, no pueden verme como una loca. No puedo permitirlo. Cojo a Rose de los hombros
   -Tenéis que ayudarme.. Tengo que salvarle... -miro a Alhena y voy hacia ella.
 Aún no he soltado el dibujo del niño y pongo mis manos en sus hombros
   -No puedo dejar que se muera... ¡Tenéis que ayudarme! -exclamo, mientras noto como algo cálido me resbala por encima del labio.
 La cabeza empieza a dolerme, el  mareo se acentúa. Noto el sabor metálico de la sangre que cae de mi nariz al resbalar por mi labio hasta mi boca... Me doy cuenta de que no me queda mucho tiempo. Desesperada, zamarreo a Alhena
   -¡TENÉIS QUE AYUDARME! -Sollozo desesperada mientras mi vista empieza a nublarse

La sangre que resbala por su piel me asusta casi más que su desespero. Su furioso movimiento en mi cuerpo no me importa. Mi única preocupación es ayudarla, sostenerla. Me pongo en pie, notando el frenético  latido bajo mi pecho.
   -¡EVER! -Grito, pues parece no escucharme. Entre mis brazos la sostengo, entre lágrimas y miedo.- ¡Está muerto, Ever. No puedes salvarle! 
 Su debilidad me hace pensar en su pérdida y  no puedo pensar en perderla a ella. Pero hoy se cumplen años de su muerte y, su dolor, es exagerado.
   -Hay que llevarla a San Mungo, Rose... -Digo entrecortadamente sin poder controlar el llanto.

Tanto grito y movimiento acabarán por despertar a la niña. Y Rose no quiere que su pequeña mariposa vea así a su madre. Ha intentado ser discreta. De verdad lo ha intentado. Pero cuando Ever la agarra de los hombros, en una súplica desesperada, cuando ha empezado a decir esas cosas... el rostro firme de la mujer se ha tornado en una máscara de confusión. ¿Salvarle? ¿A qué está jugando? ¿Cree acaso que a ellas no les gustaría haber podido hacer algo?
   -¡Ever, contrólate! -exclama Rose incorporándose.- Por los Nueve Mundos, ¿eso es sangre? -ahora la sangre nace por generación espontánea. Fantástico...- Sí -asiente con rotundidad a la sugerencia de Alhena.- Sí, sin duda... -la ayudaría a sujetarla, pero teme no poder con ella, ser más un estorbo que alguien útil.-  Será mejor... que vayamos con ella...

   -¡No! -suelto a Alhena, y retrocedo un paso- ¡No estoy loca! ¡No estoy loca!
 Me tapo los oídos porque no quiero escucharles decir que estoy loca. Cierro los ojos... No puedo mantenerlos abiertos. La sangre fluye por mi labio superior, llega a mi mentón, siento que todo se oscurece, se nubla. Quiero suplicarles que me ayuden, que puedo salvarle, que aun no ha muerto... Pero entonces siento que ya no tengo control sobre ese   cuerpo... Noto que mis piernas ya no me sostienen, que estas se doblan, pero no llego a tocar el suelo, y me pregunto si habré caído a ése extraño limbo o a los brazos de algunas de ésas dos mujeres abatidas  cuyos rostros se esfuman, se desvanecen, se pierden en la negrura del infinito sueño al que caigo... Oigo  sus voces lejanas... Cada vez más lejos. No quiero irme, no quiero dejarlas ir, no quiero que me dejen  ir... Pero me alejo. Me voy muy lejos. Tan lejos como es la distancia más larga entre dos personas: el tiempo... Ése tiempo infinito que me arrastra de nuevo hacia ese...

...presente en el que despierto, sin aire en los pulmones, sin voz en la garganta, sin fuerza en mi cuerpo. Respiro, llenando de aire mis pulmones, como si llevara mucho tiempo sin oxigeno. Las lágrimas me ruedan por las mejillas, y el sabor a sangre llena mi boca. Veo las estrellas rutilantes quemando el cielo a millones de kilómetros de aquí. Parecen burlarse de mí, de mi fracaso, de como he vuelto para regresar con las manos vacias. Sollozos desgarrados me queman la garganta. Me giro hacia mi derecha, encogiéndome de dolor y frio, mientras el llanto me consume el alma. La sangre cae por mis labios, ése síntoma de las Sibilas cuando estas se debilitan, y que he leido en ése libro de Von Dekem. Veo a mi lado la botella, entera, que ni siquiera se ha roto, pero que ha sido mi traslador hacia el futuro... Noto el dolor en la cabeza, donde llevo mi mano entre lágrimas, y percibo en mi pelo el pegajoso tacto de la sangre.

Lloro durante varios minutos hasta quedarme sin fuerzas. Fuerzas que necesito pero que estoy perdiendo. No encuentro la manera de averiguarlo. Morirá por mi culpa y yo no podré vivir para soportarlo...
Me levanto como puedo. Cojo la botella, la meto en la mochila. Llorando y débil, con un pañuelo en la nariz para tratar de detener la hemorragia que cada vez se va haciendo menos intensa. Cada paso hacia Hogwarts se me hace doloroso y eterno, y llego al castillo como puedo.

Atravieso las mazmorras con premura, tiritando de frío, con el pañuelo en la nariz, ensangrentado. Entro a la Sala Común cabizbaja. No quiero que nadie me vea así...

Justo en el momento en el que termino de bajar las escaleras y con el silencio de la sala común, veo entrar a Ever Dawson con un aspecto que me sorprende. Parpadeo un par de veces para ver si es real lo que veo o solo un producto de mi imaginación y frunzo el ceño acercando a ella.
   - ¿Dawson?

Oigo la voz de Farqahurson. O como se diga. Me aparto el pañuelo de la nariz
   -Sí, soy yo -exclamo. Mis ojos me escuecen, por causa del llanto

   -¿Estás...estás bien? -Menuda pregunta más estúpida he ido a hacer. 
 Pero lo siguiente que se me ocurría decir era un "vaya, que aspecto tan horrible tienes" y creo que eso es menos adecuado. Observo la sangre seca (y alguna más reciente) de su cara y me fijo en sus ojos, están hinchados y rojizos, pero doy por supuesto que puede ser del dolor
   -¿Como te has hecho esto?

Me llevo los dedos al cuero cabelludo. Me miro las yemas y están manchadas de sangre fresca
   -¿Has visto alguna vez una película muggle, de ésas en las que llega uno muy chulo y le rompe una botella de cristal a otro en la cabeza y este último se queda inconsciente?

Me encojo de hombros. ¿Que si he visto una qué? Sea lo que sea no. Pero lo de la botella lo he visto si
   -¿Te han dado con una botella en la cabeza? Por Salazar, y pensaba que yo era el único que se peleaba...

   -Peor que éso... 
 Me acerco al sillón más cercano, al que me dejo caer, frustrada, sin fuerzas. Como la nariz ya ha dejado de sangrarme, me pongo el pañuelo manchado de sangre en la parte superior de la cabeza
   -Me lo he dado yo sola... -te miro- ¿Y  sabes qué es lo peor? Que la botella no se ha roto. Y que no ha servido para nada... -cierro los ojos, abatida, echando la cabeza hacia atrás, apoyándola en el respaldo.

Le miro totalmente confuso. ¿Acaba de decir que se ha pegado ella sola un botellazo?
   -Espera... ¿me estás diciendo que tú sola  te has hecho esto? -señalo su cara y enarco una ceja. Soy insensible a veces, lo sé. Bueno a veces no, siempre.

   -Lo de la nariz no... Eso ha sido por otra cosa -murmuro, y vuelvo a abrir los ojos. Te miro. Dejo sitio en el sillón, por si decides sentarte a mi lado. Mis ojos se llenan de lágrimas- Pero si... Me lo he hecho yo sola. 
 Me toco la frente. Debo tener  un buen par de moretones, al tocarlos, siento dolor

Me siento en el hueco que me ofrece y suspiro
   -Bueno... -me rasco la nuca, se me da fatal esto pero, ella me ofreció hablar  el otro día. Supongo que ahora se hace eso- ¿Puedo preguntar el por qué?

Te miro con los ojos llenos de tristeza. No sé hasta que punto comprendiste lo que te dije sin querer aquél día frente a aquella vidriera en un pasillo del castillo
   -Tenía que "volver" -enfatizo- Saber más... Y para "volver" necesitaba quedarme  inconsciente... -Me humedezco los labios, en los que encuentro el regusto metálico de la sangre reseca en ellos- ¿Qué otra alternativa tenía?

Recuerdo la conversación de mantuvimos el otro día, yo no soy quien para juzgar a nadie, y menos a ella. La única persona que podría considerar mi amiga si yo tuviera de eso.
   -Hay otros métodos ¿sabes?

En aquél momento, no pienso en nada más que en lo que el muchacho me dice
   -¿Cómo que...? ¿Otros métodos para quedarse inconsciente? -exclamo. Siento que de nuevo, esas energías que he perdido al regresar con mis manos vacías, magullada y sin fuerzas para nada, reaparecen- Qué... ¿Q...Qué métodos? -pregunto.

   -¿Que tal vas en pociones?
 De nuevo otra pregunta estúpida hecha por mi. Si fuera bien en pociones supongo que habría recurrido a esa idea. O tal vez, sabe los efectos secundarios y por eso no quiere utilizarla aunque después de ver como se ha dejado la cara...

   -Tres Insuficientes, dos Aceptables, un Supera las Expectativas... -murmuro- Y este año voy camino de una T. -Me muerdo el labio-pensativa- ¿Es que hay alguna poción para quedarse inconsciente? -pregunto, incapaz de recordar ninguna con ése efecto,  en realidad nunca recuerdo el efecto de casi ninguna.

   -Bueno... -me muerdo la mejilla por dentro- hay una, sí... Pero es peligrosa y difícil de elaborar y puede tener efectos secundarios irreversibles. La poción de Muertos en Vida...

Ahora lo recuerdo. El año pasado tuve que elaborarla en una clase. Aquello era un repugnante caldo espeso, lleno de grumos y que olía a moco de troll
   -Farqahurson... -pronuncio de forma deficiente- Me he descalabrado a mí misma, ¿crees que me va  preocupar una poción con efectos secundarios...? -me detengo- ¿Qué efectos secundarios? -pregunto.

   -Si está mal elaborada puedes no despertarte. -contesto sin más, ese es el menos común pero el más grave

Trago saliva. No despertar... quedarme allí para siempre, en ése futuro del que quiero huir. Pero eso no es lo que más me  aflige, sino que esa opción tampoco será posible
   -Después de todo tampoco puedo usar esa alternativa... -te miro- No puedo hacer ésa poción porque no sabría hacerla... Y no tenemos ninguna manera de conseguirla.

   -Muy rápido te das por vencida... ¿y tu eres Slytherin? -enarco una ceja. 
 Incluso a mi me sorprende mi contestación. Pero si necesita la poción. Él es bueno en esa asignatura y bueno, saltarse las reglas siempre está bien.

Me encojo de hombros
   -Nunca me consideré una buena Slytherin... Nunca me consideré buena en nada, en realidad.
 Pero sus palabras me recuerdan que no puedo dejarme vencer. No quiero darme por vencida. No puedo dejarle morir. Te miro
  -Pero no puedo rendirme...-mis ojos arden, las lágrimas vuelven a asomarse a ellos, y me muerdo el labio porque no quiero parecer débil.

   -Yo puedo ayudarte. -respondo con sencillez y le miro. Pociones era lo único que sin esfuerzo, le salía bien.

Una renovada esperanza se abre paso en mí
   -¿Tú...Tú harías eso por mí? -pregunto, aliviada, emocionada, y agradecida, al mismo  tiempo que sorprendida.
 Han hecho falta siete cursos, para los dos, tras siete años respetándonos el uno al otro nuestro espacio, finalmente nos viéramos. Una sonrisa asoma a mi cara

Me encojo de nuevo de hombros
   -¿Y por qué no? si así dejas de darte botellazos... -le miro y le devuelvo la sonrisa, me sale automática, y aunque no me agrada eso, no le doy importancia, no ahora al menos- Serán 5 galeones. -bromeo, no sé bien  porqué, supongo que por intentar animarle.

Sonrío, tratando de aguantar mis lágrimas, para no mostrarme tan débil, manteniendo a pesar de todo mi orgullo Slytherin
   -¿Cómo puedo darte las gracias? -digo sin más porque me da igual los efectos secundarios que tenga esa maldita poción, además  del de mantenerme dormida para siempre

   -¿Y si pruebas con decir simplemente gracias? Me acabas de pedir que me salte las reglas, me doy por satisfecho -sonrío de nuevo y suspiro- deberías hacer algo con esa cara, Dawson. No creo que quieras dar explicaciones...

   -Gracias... -murmuro, emocionada- Después de todo, mi cara es lo que menos me importa. Lo que me importa es que... -en ése momento me gustaría coger tu mano, apretarla en la mía como muestra de agradecimiento, pero decido no hacerlo, porque te conozco- Vas a ayudarme a salvar la vida de alguien muy importante para mí... Y que nunca podré agradecértelo del todo. Intento que la voz no se me rompa- Porque nunca será suficiente...

   -No me des más méritos de los que merezco. Al fin y al cabo, no soy una buena persona. Ya hablaremos de como conseguir los  ingredientes... Será mejor que me marche a dormir -A intentarlo al menos. Sin ella me costará, estoy seguro. 

   -Mañana hablamos... -murmuro- Y no digas que no eres una buena persona. -Te miro, seria- Si no lo fueras, no me ayudarías. sentencio- Buenas noches, Farqahurson...


Sonrío con brevedad al escuchar mi apellido mal pronunciado
   -Buenas noches, Dawson. Sabes donde encontrarme.
Cuando Farqahurson se va, vuelvo a dejarme caer la cabeza en el respaldo del sillón. Suspiro, mientras recuerdo todo lo que he vivido. 

Mi  cabeza da vueltas, estoy mareada y no tengo apenas fuerzas. Me siento como si no hubiera dormido en años. Me pongo de pie, casi  arrastrándome hacia el pasillo para ir a los baños. Una vez allí me limpio la cara y la herida de la cabeza, aplico un poco de dictamo en ella, para cerrar la brecha, y un bálsamo a base de plantas naturales para los hematomas de la frente por los dos botellazos fallidos que me di antes de asestarme el golpe final. Con un poco de suerte, el emplasto hará que el hematoma no sea muy grande, y que no me salga chichón, aunque si no me ha salido ya, lo más probable es que no me salga. 

De regreso al dormitorio, pienso en todo lo que he visto allí Alhena y su melena rubia, Rose y su abultado vientre, la forma en que ambas me trataban, con tanto cariño, cuidando de mí, protegiéndome con tanta dedicación. Los rostros de los niños de las fotos, el dibujo del pequeño Scorpius Harry, su nombre, ese homenaje tan profundo y sentido... Ojalá me hubiera traído a mi presente ése dibujo que no solté en ningún momento, al caer al abismo del tiempo para regresar a mi tiempo. Pero ante todo, ése dolor, ése vacío, la inmensa herida que ha dejado en todo y en todos. Mi cuerpo se estremece al pensar en su ausencia, en como se siente, en como se respira. 

   "Diez años después, y aún la herida que le hiciste a todos, sigue sangrando..." 

Pienso, mientras que me dejo caer en la cama, cansada, tan cansada que ni siquiera me desvisto ni destapo la cama, me tumbo en ella, me encojo, me abrazo a Sonrisas, que aun sigue ahí porque Eithne aún no ha venido a buscarlo, y miro su foto en mi mesilla, iluminándole un poco con la varita que no suelto en ningun momento. 
    
   "Así de grande eres..." 

Concluyo para mis adentros, mientras que, observando su foto, los ojos se me cierran, la varita se apaga, y mientras pienso en las caritas llenas de luz de aquellos angelicales niños de las fotos, me hundo en un sueño que me abraza, rescatándome del mundo, llevándome lejos, sacándome de allí... 

Duermo en mi presente, pero  esta vez no despierto en mi futuro, aunque mañana, al despertar, ya será el futuro


Correspondencia de los iconos para seguir el rol













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