lunes, 9 de junio de 2014

0

Ternura

Posted in , ,
Me habría arrepentido toda la vida si le hubiera dicho que no. Y cuando me quité el camisón desprendiéndome de mi vergüenza y de mis complejos, y vi sus ojos llenos de deseo me convencí de que seguía siendo quien era para él… Su “nena”, la que más suspiros le había robado de noche, y quien más milímetros de piel le había tocado, visto y besado… Sus manos en mi deformada cintura me atrajeron hacia su tembloroso cuerpo, y desapareció la sensación de vértigo que tenía desde que me despojé de la red de la ropa entre mi piel y sus ojos.

Y cuando me subí a horcajadas sobre sus caderas y noté su excitación, empecé a perder el miedo, y a ganar confianza en mi y en él. Sus labios me ayudaron a propagar mi fuego mientras yo encendía el suyo, y en medio de esa tormenta de llamas mi vientre contra el suyo se encontraba calmo y silencioso, al contrario que mi pecho, en el que rugía un corazón que pedía a gritos fundirse con los latidos de su otro yo.

Jamás había sido tan tierno al tomarme. Me tocaba como si pudiera romperme al menor roce. Me besaba como si llevara dentro de mi un tesoro que pudiera sentirse ofendido con la menor brusquedad, y en cada beso sentía la verdad sagrada de una promesa hecha acto. Y así, al posarme sobre la cama, al posarse sobre mí… Todo fue tan tierno que moría a cada segundo que marcaba el reloj, moría en cada roce, en cada beso… Tan solo tuve que decirle un instante que tuviera cuidado cuando al posar su vientre sobre el mío oprimió este y la criatura que dormía dentro de este se estremeció como si se asustara y pude sentir ese instinto protector que ya vivía en mí desde que me había convertido en madre, pues lo era desde que me habían concebido a esa estrella, llevando mi mano a mi vientre, entre el suyo y el mío, mientras con la otra en su pecho le pedía que tuviera cuidado

Sé que en ese momento se sintió turbado. Que no supo si pedir perdón o apartarse y dejarlo todo como antes de empezar. Vi en sus enrojecidas mejillas la vergüenza al haberla sentido contra la piel de su bajo vientre, y por un momento su fuego se evaporó. Mi mano ascendió por su pecho hasta su cuello y su nuca. Le atraje hacia mí. “Tranquilo… Todo va bien…”, le calmé con un quedo susurro que destilaba en la profundidad de mi voz las ganas que tenía de sentirle dentro de mí. Ahora, sentir una, dos, tres pataditas inoportunas de la princesa durmiente cuya paz en su universo perfecto había sido perturbada injustamente, no lograría que me olvidara de que él, lo era todo. Y que siempre sería todo. Alcancé sus labios con los míos mientras recorría su sudorosa espalda con mis manos, hasta sus nalgas, llevándole hacia mí, con cuidado, y esperando a que su fuego regresara alimentado por las llamas del mío.

Jamás había sentido tanta ternura al ser tomada por él. Adentró en mi cuerpo como si este fuera un templo que pudiera profanar si en un momento dado empleaba demasiado brio… Ni siquiera hizo ruido, apenas un ronco gemido que se murió en mis labios, tan susurrado que pude sentielo más que oirlo… No quería despertar a nuestra princesa, de nuevo tranquila, quieta, ajena a nuestro amor, aunque estaba segura de que era capaz de sentir en su pecho el mismo amor que llenaba los nuestros

Fue tan tierno que logró emocionarme. Al moverse, al besarme, incluso al mirarme, empleaba tanta delicadeza que mi alma se rompió en pedazos. Tendido sobre mí sin apenas llegar a rozarme, me tocaba los pechos con cuidado, me besaba con ligereza, pero usando tanto amor al hacerlo que llegó a mi alma. Y yo quería alargar los minutos, rendirme a su placer sin alcanzarlo, no todavía. Morirme en aquel incendio de sudor y sangre caliente… Apenas la noté, aunque mi furor debió perturbar su calma y algunas señales de protesta llegaron desde el interior de mi útero, el cual sufrió un terremoto voraz en cuanto el placer, al arquear mi espalda y nacer en un gemido de mi ronca garganta, encontró su cenit y padecí el dulce tormento de un cálido orgasmo que tambaleó los cimientos de mi mundo… Mordió mi cuello sudoroso suavemente cuando él también cayó rendido al placer, el que vertió dentro de mí quedando exhausto sobre mi cuerpo, posándose con cuidado, manteniendo mi vientre a salvo.

Fue en ese momento cuando dentro de mí, aquella princesa durmiente empezó a moverse. Tal vez estaba ofuscada, tal vez quisiera decirnos en su lenguaje cuan disgustada se sentía por no haberla dejado dormir, o tal vez simplemente sintiera mi euforia, mi gozo, mi felicidad, y contagiada de ella, lo celebraba. Scor me miró al sentir ese contundente golpe, y azorado, sonrió cuando yo, sonriendo, le dije que esta había sido la experiencia más dulce de mi vida. No fue la única vez que hicimos el amor esa noche. Pero cada vez, fue única, e igual de tierna y hermosa…

0 comentarios: