Nacimiento de una estrella
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La pequeña "Carolina" es una muñeca que vino el pasado viernes a la juguetería. Le faltaba un ojo, tenía el pelo enmarañado y sucio, y una sonrisa que no podía percibirse. Ahora, mientras paso por la máquina de cose el lazo de tela de cuadros que estoy terminando, la miro, abrazando su osito de peluche y con ese tierno gesto de niña, y me doy cuenta de que ahora, ya es feliz. Corto el hilo con la tijera cuando acabo de coser el lazo, y se lo pongo con cuidado, ordenando su nuevo pelo con cuidado
Cuando termino, me pongo
de pie apoyándome en la mesa. He pasado una noche horrible, incómoda
y molesta, y apenas he pegado ojo. Con la muñeca entre mis manos,
salgo del taller, caminando despacio, poniéndome mientras tanto la
mano en el bajo vientre, donde noto un gran peso. Retiro la cortina
del escaparate y pongo a "Carolina" en este. Es tan bonita
y especial que estoy segura de que no tardarán en querer llevársela
a casa. De hecho, en ese momento, una niña de cabello color avellana
pasa con su madre de la mano, y tira de la mano de este. Atenuada por
el cristal, oigo su voz. "Mira papá, qué muñeca tan bonita".
El padre mira hacia el escaparate y sonríe cuando me ve. Yo le
saludo, devolviéndole la sonrisa. "Así es, Amy, es precisa.
¿Venimos luego a comprarla?" La niña asiente, y yo sonrío
mientras les veo alejarse. La mirada de la pequeña Amy al escucharle
decir a su padre que luego iban a venir a comprarla, es una de esas
cosas que hacen que, ser juguetero, te de docenas de razones para ser
feliz. Me yergo y vuelvo a echar la cortina del escaparate. Son algo
más de las nueve y media de la mañana. Hace apenas media hora que
he abierto, porque mi padre se ha ido muy temprano. Iba a ver una
pequeña feria que había empezado ayer en Ivybridge, sobre casas de
muñecas victorianas. Quería comprar algunos kits de luz, y de
montaje para hacer una casa. Siempre había querido hacer una gran
casa de muñecas, y decía que ahora era el momento perfecto para
hacerla. Mi padre siempre sabe acertar cual es el momento perfecto
para todo. Es lo que tiene ser él.
Voy hasta el mostrador y
ordeno los folletos publicitarios amontonados en un lado de este,
junto al expositor de yo-yós. Luego, bajo este,ordeno el cuaderno de
cuentas, el bolígrafo, y todas las cosas que mi padre tiene por ahí
de cualquier manera. Sonrío, mientras que miro a la puerta. Nadie
pasa a estas horas por la calle Autumn, incluso siendo esta la calle
principal, y menos ahora que ya ha empezado la escuela del pueblo, y
el curso en Hogwarts. Pecas mordisquea su hueso de nervio en la
puerta de la trastienda, en medio, como siempre.Comienza una larga
mañana, en la que, como siempre, apenas entra gente. Así que creo
que tendré tiempo para estar entretenida en el taller, haciendo los
cañones de estrellas, o reparando el helicóptero teledirigido que
la semana pasada, nos trajo Mike, el hijo del dueño de la
marroquinería. Me doy la vuelta, y camino despacio hacia el taller,
pasando por encima de Pecas, que sigue cómodamente tumbado
mordisqueando su hueso. Y es entonces cuanto antes de llegar a la
silla frente a la mesa del taller, siento como algo caliente y
resbaladizo, empieza a deslizarse por mis muslos.
Al principio, me siento
tan desconcertada, que llego a asustarme. Al sentir ese torrente de
líquido caliente abandonar mi cuerpo de forma tan precipitada y
repentina, creando un pequeño charco a mis pies que cada vez se va
haciendo más grande, no soy capaz de relacionarlo con lo que de
verdad es. Pienso, incluso, que no es posible que me haya orinado
encima. Con la mano entre mis muslos, como si pudiera frenar esa
imparable salida de líquido, me asomo para ver mis pies,
sorprendiéndome de como se va agrandando. Y es entonces cuando me
doy cuenta. No me he orinado encima, ni mucho menos: he roto aguas
Aquella certeza, me
tambalea por unos segundos. Siento que de pronto el mundo se hace muy
pequeño, o por el contrario, demasiado grande y yo demasiado
insignificante en medio de su inmensidad. Me apoyo en el mueble que
tengo más cerca, no solo porque tengo miedo de resbalar y tengo los
pies en medio de un charco de un líquido resbaladizo, sino porque
estoy absolutamente mareada. Haber roto aguas solo significa que mi
parto ha empezado... Algunas semanas antes de lo que esperaba. Llevo
mi mano a mi pecho, cogiendo aire despacio para no volver a sentir
ese dolor que ha estado toda la noche rondándome, y mirando
alrededor, como si no supiera ya que estoy absolutamente sola... Miro
a mi perro, que sigue como si nada hubiera pasado. Ojalá supiera
hablar y pudiera pedir esa ayuda que necesito pedir por mi, porque en
este momento, estoy tan aterrada que ni siquiera puedo moverme.
Había tenido molestias
en el bajo vientre toda la noche. No les di la menor importancia,
pues había leído que eran normales. No tomé en cuenta la sensación
de inflamación vaginal, ni la visible hinchazón de mi nariz y mis
labios... Generalmente, nuestros mayores se fijan en esas cosas
cuando alguien está en la fase final de su embarazo. Pero yo no
estoy en la fase final de mi embarazo. Hoy se cumplenexactamente
treinta y seis semanas de embarazo, y aunque había leído que era
normal que un parto se produjera a partir de la semana 37, y que a
partir de la 35 un bebé está totalmente formado como para nacer, no
dejo de sentir algo de temor. Primero de todo, porque al parecer, un
bebé no debe nacer hasta las cuarenta o cuarenta y dos semanas... Y
segundo, porque ahora que mi padre no está, que Scor está con sus
padres, y que nadie entra en esa tienda, estoy completa y
absolutamente sola.
-Maldita sea, Dawson...
¿Por qué siempre tienes que elegir los mejores momentos para todo?
Me digo en voz alta
mientras que me muevo despacio hacia la silla, sin apartar mis manos
de la pared y pisando con mucho cuidado para no resbalar, sintiendo
que parece que ya el líquido ha dejado de manar desde mi interior
-¿No te podías haber
esperado a otro momento mejor para ponerte a parir? -me digo, y
retiro la silla, sentándome despacio en ella.
Al hacerlo, noto que mi
cuerpo está extraño, incluso me parece ver que mi tripa parece un
poco menos grande. Tampoco sé si es obsesión mía, o si ahora
siento que me empieza a doler la tripa, una molestia semejante al
dolor menstrual, pero algo más intenso. Pongo las manos en mi
vientre, y cierro los ojos. Respiro hondo, pero no demasiado, para no
recibir de nuevo esa punzada. Suelto el aire despacio, y luego pienso
en que no debo preocuparme.
Mientras que el dolor se
va intensificando, noto como mi vientre se endurece. Pasan algunos
segundos más hasta que desaparece del todo, y entonces me doy cuenta
de que es una contracción. El parto ha comenzado y en ese momento,
de repente, mi miedo y mis nervios son sustituidos por una sonrisa,
una alegría indescriptible que llena mi pecho. Acaricio mi vientre,
y abro los ojos mirando mi redondeado abdomen cubierto por el vestido
blanco estampado con algunas florecillas rosas.
-¿Ya quieres venir, eh?
-susurro, sintiendo una emoción que me llena los ojos de lágrimas.
Mi hija quiere nacer... Y
por fin, hoy, veré su rostro. Siento un nudo en mi garganta. Sigo
acariciando mi piel, como si pudiera sentir la suya.
-Hoy por fin voy a ver tu
rostro... Por fin podré tomarte en mis brazos...-susurro, y me doy
cuenta de lo feliz que estoy, de que llevo casi nueve meses esperando
ese día, y que después de tanto esperarlo, el día que creía tan
lejano, era hoy.
Vuelvo a cerrar los ojos.
Mi vientre ha dejado de estar tenso y ahora noto que a pesar de que
el corazón me late de forma muy acelerada, estoy tranquila. Miro la
hora. Son casi las diez, y Scor debe estar con su padre en San Mungo.
Tenían previsto que Scor empezara a trabajar la próxima semana y
seguramente habría ido a que su padre le instruyera sobre como
funcionaban las cosas en el hospital, para estar preparado cuando
comenzara a ejercer. Tal vez si le llamo ahora solo le preocupe para
nada. La contracción ha sido corta, aunque intensa, y eso quiere
decir que esto solo ha hecho empezar, y que todavía me quedan muchas
horas por delante. Mi padre ya estará en Ivybridge, a la que se
había desplazado en el autocar muggle, y estará rodeado de estos
como para mandarle un Patronus, contando con que tampoco es muy
probable que en este momento encuentre ese momento de felicidad para
poder conjurarle. Con la ayuda de mis pies, me quito las sandalias y
veo que tengo todas las tiras de estas grabadas en mis pies, de tan
hinchados que los tengo. Decido descalzarme porque las suelas deben
estar manchadas de ese más de medio litro de líquido amniótico que
ha encharcado mis pies y de los que aún tengo mojados los muslos y
el vestido, y que principalmente está compuesto de la orina de mi
hija, y podría resbalarme. Descalza me siento más segura al ponerme
de pie, agarrándome a la mesa, y sintiendo que ahora al menos, no
parece que nada de vueltas a mi alrededor. He leído mucho sobre el
parto y sé que en la primera fase, las contracciones vienen hasta
cadamedia hora, y que mientras tanto se puede dormir, comer,
caminar... Así que salgo a la juguetería, y bajo las persianas,
echo el cierre y pongo el cartel de cerrado antes de que entre
alguien al que tenga que decirle "Lo siento, pero no puedo
atenderle porque he roto aguas y me he puesto de parto", y luego
voy a la trastienda de nuevo, donde cojo mi varita. Con un Evanesco,
hago desaparecer el charco del líquido amniótico, y después,
seguida de Pecas, subo a casa, despacio, sin hacer movimientos
bruscos, nerviosa, pero tranquila al mismo tiempo. Una vez en casa,
entro al cuarto de baño, y me aseo un poco, subiendo después a mi
habitación, donde me cambio de ropa, poniéndome un camisón cómodo.
Luego, me tumbo en la cama, de costado, y miro la hora, para vigilar
cuando me viene la siguiente
Mientras tanto, espero.
Canto en voz baja para mantenerme tranquila, sin dejar de acariciarme
el vientre, como si también quisiera tranquilizarla a ella. Y así,
pasan los minutos... Despacio.
Y entonces el dolor
vuelve. Es más fuerte que la vez anterior, muy intenso, que radia
hacia mi espalda. Es como un dolor fuerte durante la menstruación,
pero como multiplicado por tres o más. Cierro los ojos, sintiendo
como se endurece mi vientre otra vez, y cuento mentalmente hasta que
desaparece del todo. Unos cincuenta segundos de un dolor intenso, que
estoy segura de que debe ser una mínima parte de lo que vendrá
después. Mi vientre se relaja y yo respiro fatigadamente, dándome
cuenta de que había estado conteniendo la respiración todo lo que
he podido durante esos cincuenta segundos. Luego abro los ojos, y
siento que al respirar así, también siento el otro dolor. Miro la
hora. Son las diez y once minutos. Respiro con cuidado tan hondamente
como puedo sin llegar a hacerme daño en el costado y me relajo, a
pesar de lo difícil que es, a la espera de la próxima contracción.
La próxima contracción
aparece veintiséis minutos después. Dura más o menos lo mismo que
la anterior, pero parece ser más dolorosa, y una capa de sudor
empieza a cubrir mi piel. Aún así, sonrío, acariciando mi vientre
mientras el dolor se manifiesta. Quiero decirle a mi hija que estoy
aquí, que siempre, pase lo que pase, estaré aquí. Que desde antes
incluso de que existiera, yo ya la estaba esperando. Que no debe
tenerle miedo a nada, ni al miedo, ni al dolor, ni a la vida. Yo voy
a mostrarla el mundo cuando vea la luz, pero voy a protegerla de todo
lo malo que pueda haber en él. Sé que nacer debe ser aterrador, que
ahora mismo, debe estar asustada, porque todo su mundo se está
rompiendo y no sabe por qué está sucediendo todo lo que está
sucediendo, pero entonces yo la transmito un sentimiento: "No
temas. Estoy aquí. Siempre estaré aquí". Y así, tal vez, no
tenga miedo cuando venga al mundo al que está a punto de llegar.
-No tengas miedo...
Llevamos nueve meses siendo una misma persona. Ahora seremos tú y
yo... Pero seguiremos siendo un único ser... -murmuro con los ojos
cerrados mientras acaricio mi vientre-. Y yo voy a estar a tu lado,
siempre... Y te querré hasta que me muera... Y aun después de
eso... -siento las lágrimas arder en mis ojos-. Te seguiré
queriendo como nadie nunca podrá quererte...
Han pasado unas tres horas desde que
rompí aguas. Son casi la una de la tarde, y aunque no he estado así
durante todo el tiempo, estoy tumbada en la cama, de costado. Tengo
la piel brillante por el sudor, y mi última contracción ha sido
hace unos cinco minutos. La última contracción, se distanció de la
anterior unos quince minutos
Scor: Camino por las calles de
Godric's Hollow, en dirección a la casa de Ever una vez más. El sol
ahora calienta, debido a que es fuerte ver a mi amada Ever, pero esa
sonrisa se borra de mis labios, cuando veo la juguetería cerrada. Me
parece distinguir una hoja en la puerta de la misma, pero los
nervios son tales, que sin mirar, doblo la esquina, y llego a la
puerta trasera. Busco las llaves en el interior del bolsillo de mis
vaqueros, y entro, dejando que se cierre por la inercia de un
empujón, tras de mí, y subo con rapidez las escaleras, hasta la
casa, haciendo lo mismo con la puerta de ésta tras abrirla. La casa
está vacía, sabía que Edward se iba de la casa, pero ella tenía
que estar en la Juguetería.
-¿Ever? -Pregunto alzando la voz, y
sin más camino hasta su dormitorio. Abro la puerta asustado, y mi
corazón se relaja cuando la veo, tumbada en su cama, pero su mirada
no es la misma que vi ayer, y el sudor recorre su frente.- ¿Qué te
pasa?-Pregunto asustado y camino hasta la cama.-
Ever: Cuando te veo a entrar,
una sonrisa aparece en mis labios. Veo que estás asustado, por eso
trato de calmarte con esa sonrisa en la que manifiesto toda mi
emoción.
-Tranquilo, estoy bien... -murmuro.
Luego trato de buscar las palabras más correctas pero en cambio, me
doy cuenta de que no las hay-. Me he puesto de parto...
Scor: ¿QUÉ? -Exclamo dejando
los labios abiertos, y sintiendo que todo da vueltas en mi alrededor.
Llevo mis manos hasta mi cabeza.- Por Merlín...-Digo sintiendo un
profundo mareo que me hace cerrar los ojos.
Ever: Me doy cuenta de que te
has mareado. Me incorporo en la cama, semisentada.
-¿Te has mareado? Pero... Si estoy
bien, Scor...
Scor: Muevo la mano izquierda
tratando de restar importancia, y tras respirar muy profundamente,
abro los ojos.
-¿Cuánto tiempo llevas así?
Ever: -He roto aguas a las nueve
y media... Me están dando contracciones cada quince minutos, más o
menos... -sonrío-. Todavía nos queda mucho... -Justo en ese
momento, siento que el dolor empieza a manifestarse. Me encojo en la
cama, abrazándome el vientre, y sintiendo como este se endurece-.
Oh... Dios...
Scor: Tu gesto de dolor, me hace
sentir lástima, lástima de no poder compartir contigo tu dolor, ese
dolor que debería ser de dos, al igual que la criatura que ansía
venir al mundo. En ese momento, que te veo encogida tumbada en esa
cama en la que te leían cuentos de niña, esa cama en la que
creciste, trago saliva porque mis ojos se llenan de lágrimas, y
sonrío, acuclillándome frente a ti, y apartando las gotas de sudor
que resbalan por tu sien, con las yemas de mis dedos.
- ¿Estás tranquila, verdad amor mío?
Ever: Al ver la ternura con la
que me miras, tus ojos llenos de lágrimas, y la forma en que me
secas el sudor, sonrío en medio de de ese inmenso pero dulce dolor.
-Lo estoy... -te digo, con una sonrisa
complacida-.
Scor: Humedezco mis labios
tragando saliva nuevamente.
-La pequeña Cass quiere venir al
mundo... -Digo y apoyo mi mano sobre tu vientre.-Tenemos que ayudarla
a venir... -Beso tus labios suavemente.- Deberíamos ir a nuestra
casa, Ever. Allí hay más espacio.-Digo sintiendo que mis nervios
van en aumento
Ever: Asiento con la cabeza.
-Si... -Me incorporo y señalo algo
sobre una silla-. Coge eso, he preparado un pijamita y algunas cosas
para ella... -digo, mientras me siento en la cama, con esfuerzo.
Scor: Miro hacia la bolsa, y
asiento sintiendo mis ojos llenos de lágrimas. Tanto tiempo
esperando y ya ha llegado el momento. Me incorporo.
-Espera que voy a avisar a mis
padres... Necesitaré ayuda de mi padre.-Sonrío con tenuidad y saco
mi varita.
Ever: -Si, claro... -digo-.
Tienes que avisar a mi padre también, pero no le mandes un Patronus,
está rodeado de muggles... -busco mis zapatillas, porque no tengo
ninguna intención de vestirme y soy capaz de salir a la calle en
bata.
Scor: Sigo el vuelo del halcón
de luz, hasta que le pierdo de vista, y te tiendo la mano, para que
te levantes, a sabiendas de que no perderás el tiempo en vestirte.
-Vamos hacia el viaje más inmenso de
nuestras vidas... -Sonrío y agarro tu mano.
Ever: Sonrío, mientras me pongo
de pie contigo, y dejo que me rodees con tu brazo, para sentirme
segura mientras hacemos ese viaje tan inmenso, tan importante, el
viaje en el que todo cambiará para nosotros
Llegamos a la casa y Scor me acomoda en
la que será nuestra cama. Se ocupa de poner los suficientes cojines
como para que, en el momento intensas, pero lentas y pausadas. Draco
y Astoria llegaron poco después, y ella fue a buscar a mi padre, el
cual, al llegar, lloró de de emoción y de nerviosismo mientras me
abrazaba. Ahora, son las doce y veinte de la madrugada. Hace como dos
horas que las contracciones empezaron a ser más fuertes, y ahora
apenas se distancian cinco minutos. Aparte de los dolores del parto y
de todas las molestias que este conllevaba, respirar cada vez me
dolía más, pero yo seguía en silencio, sin decirle a nadie que
cuando respiraba hondo sentía como si estuvieran dándome una
puñalada en el pulmón. Ahora, tendida en la cama de costado,
encogida todo lo que puedo, aprieto la mano de mientras que siento
como llega otra contracción, hundiendo la cara en la almohada, y
emitiendo contra esta un sonido ahogado.
Scor: Aprieto tu mano
fuertemente, cada vez más nervioso, a sabiendas de que el momento
está próximo, tan próximo que se me antoja que el dormitorio en el
que nos encontramos, sobre la cama en la que tantas veces hemos hecho
el amor, y en el hogar en el que una estrella fue concebida, huele
ya a vida... Beso tu cabeza, sintiendo dolor al pensar que tú lo
sientes.
Draco: Cuando recibí el
patronus de mi hijo dándome el aviso de que Ever se había puesto de
parto, no sabía ni qué hacer. Pero, sin embargo, no tardé nada en
ir a buscar a Astoria e ir allí.Estar al lado de mi hijo en este
momento es lo que más me importa. Va a venir mi nieta al mundo y aún
no me lo creo... Y ahí está Ever, en la cama sufriendo unos dolores
que solo las mujeres pueden saber cómo son. Y entonces recuerdo el
parto de Astoria, cuando dio a luz a nuestro pequeño... Nuestro
pequeño... ¿Dónde quedó ahora? Ahora es un hombre. Un hombre que
siento que pierdo mientras le veo tan emocionado y cuidadoso con la
mujer de su vida. Y siento que algo se rompe dentro de mí... Y
siento que no puedo disimular. Yo que nunca pierdo la compustura, que
siempre muestro mi lado más amargo, trato de disimular mi
nerviosismo y mi emoción, pero no puedo.
Astoria: Fui a
buscar a Edward Dawson a Ivybridge en cuanto llegué a la casa de
Ever. Le encontré en una pequeña callejuela en la que había varios
puestos de juguetes. El pobre hombre cas se desmaya cuando le dije
que su hija se había puesto de parto. Ahora estamos dentro de la
habitación, sentados en unos de los sillones que hay en esta.
Mientras, veo a la muchacha, sintiendo compasión por el mal rato
que sé que está pasando.
Edward: Apoyo mi
mentón en mis nudillos mientras noto el sudor agolpado en la frente.
Miro a Astoria de soslayo y en ella imagino lo que podría ser si
Lyanna estuviera aquí.
Astoria: Pongo una
mano sobre tu hombro.
-Tranquilo, señor
Dawson. Ever es una mujer muy fuerte. Todo va a ir bien.
Edward: Sonrío
asintiendo, agradecido por ese gesto que la distingue como una gran
señora.
-Gracias señora
Malfoy...
Astoria: -¿Quiere
que vaya a buscar algo? ¿Un café o lo que necesite?
Edward: -No, estoy
bien. Solo necesito lo mismo que usted. Que esto acabe pronto y acabe
bien
Sonrio mirando su hermoso
semblante y en sus ojos leo la mirada de una futura abuela deseando
ver a su nieta
Ever: Aprieto la mano de Scor
con más fuerza, tanta que sospecho que pueda hacerle daño. Respiro
de forma contenida para no sentir ese dolor, al menos, no tan
fuertemente, y cuando la contracción va cesando, aparto el rostro de
la almohada. Tengo los labios secos, mucha sed, y molestias en las
piernas.
-Tengo sed...-susurro
Scor: Nervioso, trago saliva, y
cojo el vaso con agua que hay sobre la mesilla. Coloco una mano tras
tu nuca, y acerco el vaso a labios resecos.
-Bebe...
Ever: Siento que estoy mareada,
que estoy a punto de desvanecerme. Los dolores son intensos, los más
dolorosos que he sentido jamás y cada vez son más continuos.
Sintiéndome ayudada por tu mano en mi nuca, bebo agua, aunque algo
de ella se me derrama por la comisura izquierda de los labios.
Scor: -Oh...
Digo y sonriendo, dejo el vaso sobre la
mesilla de noche, secando con la yema de mi pulgar ese agua derramada
por la comisura de tus labios. Beso tu frente.
Ever: Dejo escapar una sonrisa,
al sentir como cuidas de mí. Vuelvo a dejar caer mi cabeza sobre la
almohada, sintiendo que no me quedan fuerzas, y que todavía me queda
mucho que hacer.
-Gracias...
Astoria: -Bueno,
es algo que cuesta un poquito -digo, recordando mi propio parto-. Yo
también tarde muchas horas en traer al mundo a mi hijo... -miro a mi
marido, de soslayo. Parece emocionado, y eso, me emociona a mí
Edward: Busco con
la mirada a ese hombre que por mucho que se haga el duro tiembla como
yo, aquel que fue un muchacho quisquilloso con el cual se peleaba
todo el mundo.
-Se está haciendo
eterno. Por cierto -Humedezco mis labios.- No la he dado aún las
gracias.
Astoria: -¿A mí?
-me señalo a mí misma, estupefacta.
Edward: -Si a
usted, por muchas cosas pero hoy se las daré por una en concreto,
por haber ido a buscarme -Miro a Ever, Scor la atiende con desmedido
cuidado y amor
Astoria: -No tiene
que dármelas por nada, señor Dawson -digo, cogiendo tu mano, la que
tienes sobre tu rodilla- Somos familia, no lo olvide -sonrío.
Edward: Aprieto
esa suave mano que aprieta la mia, una mano suave, cuidada, de un ser
humano magnifíco. Aprieto los labios
Astoria: -No me
ponga esa cara, señor Dawson -sonrío-. No le quiero ver triste.
Edward: -No estoy
triste, señora Malfoy, estoy emocionado de contar hoy con alguien
como usted
Digo emocionado y
sinceramente.
Astoria: Trago con
fuerza, porque ambos compartimos la misma emoción
-Y sabe que contará
conmigo toda la vida...
Edward: -Lo sé
desde hoy.
Scor: Miro a mi madre, al lado
del padre de Ever, ese segundo padre para mí, que tanto me ha dado.
Sonrío al verles, y trago saliva cuando miro a mi padre. Le veo
caminar de un lado a a otro, con el semblante serio, pero la mirada
emocionada, y eso me calma. Su presencia, lo hace, me hace sentir más
tranquilo y seguro.
-Ever... He de comprobar la dilatación.
Draco: Asiento con la cabeza a
las palabras de mi hijo sin dejar de caminar de un lado a otro y de
mirar ahora al suelo porque prefiero reservar las lágrimas para
cuando puedan ser lloradas.
Ever: Asiento con la cabeza.
Aunque es algo que me avergüenza incluso siendo tú quien lo hace,
me pongo bocaarriba, sintiendo que así estoy mucho más molesta.
Miro de soslayo a mi suegro. No quiero ni ver que mira también, si
lo hiciera, lo cual es muy probable, así que miro hacia otra parte.
Scor: Algo avergonzado por tener
que hacer algo así frente a mis padres, aunque sea por atender a un
parto, porque es mi novia, me pongo de pie, y me coloco de rodillas
en la cama. Introduzco ambos dedos y se me antoja que aún falta más
o menos un centímetro para que esté completamente dilatado, pero
decido asegurarme, por lo que digo.
-Papá, ven... Creo que aún falta un
poco...
Draco: Tomo aire deteniendo mis
pasos y apoyando las manos en los pies de la cama. Dedico un mirada
de soslayo a mi esposa y al juguetero, pues están sentados juntos.
Aún así, atiendo a mi hijo y vuelvo con avidez a él cuando me
llama.
-A ver... -Carraspeo antes de acercarme
al lado de la cama y apoyar mi mano en la rodilla de Ever para
comprobar la dilatación con mi mano diestra.- Un centímetro...
-Afirmo.
Ever: -Oh, Señor... -murmuro en
voz muy baja, con los ojos cerrados muy fuertemente, volviendo el
rostro para que no me vean la cara
Scor: Escucho murmurar a Ever,
aunque no logro entenderla. Me aparto después, y me siento de nuevo
a su lado.
-Ya falta muy poco, Ever, es ahora
cuando más tranquila tienes que estar.-Cojo su mano.
Ever: -Lo estoy, lo estoy...
-murmuro.
Pero es mentira. No lo estoy porque
estoy deseando que todo acabe, ver que está sana y salva y dejar de
sentir ese dolor en el pulmón que cada vez parece más persistente.
Siento las lágrimas llegar a mis ojos.
-Tengo miedo... -susurro, componiendo
una mueca de debilidad y temor.
Scor: En ese momento en el que
me dices esas dos palabras, todo a mi alrededor se derrumba un poco,
pues temo que esas palabras sean en verdad una certeza de una madre
que lo sabe todo, antes de que su hijo nazca. Aún así, trato de
infundirte calma, y sonrío con tenuidad.
-No temas, amor mío, todo va a ir
bien...-Acaricio tu rostro eliminando de éste los restos de sudor.-
Solo tienes que relajarte. Coger aire muy despacio por la nariz,
mientras haces listas de algo que te guste, y al llegar a una
palabra en concreto, deja ir ese aire, también muy lentamente.
Draco: Dejo escapar un soplido
cuando miro a Astoria queriendo encontrar en ella, tal vez, un poco
del sosiego que necesito aunque intente disimularlo. Me tiemblan las
manos cuando aparto el sudor de mi frente con el dorso y tomo asiento
lo más al filo posible de la cama.
Ever: -¿Una lista...?
-pregunto, pero mi voz se acalla cuando siento que otra contracción
llega.
Cierro los ojos con fuerza, e intento
no emitir ningún sonido. Pienso en cosas mientras inspiro por la
nariz hasta que el dolor no me permite continuar haciéndolo, y
pienso en estrellas. Cassiopea, Luyten, Miram, Alhena, Alzir... Luego
dejo que el aire se vaya escapando muy despacio, mientras que emito
un gemido, un quejido de dolor.
Scor: Tu gesto de dolor, hace
que yo también ponga un gesto de dolor, un dolor que me hace ponerme
cada vez más nervioso. Aprieto tu mano, y la suelto para ponerme de
nuevo los guantes como la vez anterior, para comprobar la dilatación
tras esta contracción que podría ser la última fase de transición
del alumbramiento.
Draco: -Bien. -Asiento con
firmeza y disposición recobrando de pronto toda la energía que
antes creía perdida. Pero no soy yo quien más la necesita, sino mi
hijo, a quien le aprieto el hombro con fuerza queriendo transmitirle
apoyo.- Estoy aquí...
Ever: Echo la cabeza hacia
atrás, y cojo dentro de mi mano un trozo de sábana. Gimo de nuevo,
de dolor, aunque no sé por cual de esos dolores. Sé que el del
parto es más fuerte, pero sé cual de los dos es el peor. Respiro
fatigadamente, porque me doy cuenta de que me cuesta respirar
Scor: Asiento a mi padre, y
pongo las manos sobre las rodillas de Ever.
-Nena, Cass está a punto de venir al
mundo... No olvides respirar como te he dicho. -Digo, y nervioso,
vuelto la vista hacia debajo, viendo como me tiemblan las manos.
Draco: -Bien.
Asiento con firmeza y
disposición recobrando de pronto toda la energía que antes creía
perdida. Pero no soy yo quien más la necesita, sino mi hijo, a quien
le aprieto el hombro con fuerza queriendo transmitirle apoyo.
-Estoy aquí...
Ever: -Dile a mi
padre que se acerque... por favor... -susurro con la voz
entrecortada, sintiendo miedo.
Me incorporo, apoyándome
en la cama, recostándome un poco más. Te miro a los ojos. Sé que
tienes miedo, y te infundo valor con una sonrisa.
-N...No tengas miedo...
Lo vas a... a hacer muy bien...
Scor: "Ojalá
no te equivoques", pienso pero te sonrío, y miro hacia donde
están mi madre y su padre.
-Edward, ven... -Miro a
Ever de nuevo y trago saliva.
La mano de mi padre sobre
mi hombro, me infunde valor, ese valor que aprendí de él cuando era
niño, o desde antes incluso de nacer. Recuerdo todo lo que he
estudiado tan recientemente, y me siento seguro de mí mismo, pero
ante todo me siento seguro de mi padre.
-Ever, se ha demostrado
últimamente que el momento más adecuado para empujar no es el que
te ordenemos nosotros, si no el momento en el que tengas la necesidad
de hacerlo... -Digo sintiendo que me tiembla la voz.
Edward: Humedezco
mis labios. Me fijo en Ever el momento se acerca.
-Creo que deberíamos
estar ahí junto a ella
Astoria: Miro
hacia la muchacha
-Vaya usted, señor
Dawson, usted es su padre...
Edward: Me pongo
en pie sin soltar su mano instándola a que se ponga en pie usted
también.
-Pero usted es de la
familia
Astoria: Me
emociono. Hoy va a llegar al mundo mi nieta, tu nieta. Asiento con la
cabeza.
-De acuerdo -me pongo de
pie.
Edward: Me acerco
sin soltar la mano de Astoria. Al llegar a la cama me siento en ella.
Me dirijo a mi hija.
-Ever, apoyate en mi...
Astoria: .Me quedo
de pie, junto a la cama. Estoy nerviosa y no puedo estarme quieta.
Contemplo la escena con absoluta emoción y antes de darme cuenta, ya
estoy llorando
Ever: Asiento a
Scor, mientras que tomo la mano de mi padre, que se sienta a mi lado,
junto a mí. Es en ese momento cuando viene de nuevo otra
contracción. Esta es, tal vez, más dolorosa que ninguna otra de las
anteriores. Aprieto la mano de mi padre y entonces, haciendo caso de
lo que me has dicho, empujo. Empujo con fuerza, conteniendo la
respiración, empleando en ese empujón la fuerza de todo mi cuerpo,
toda mi energía, todo mi dolor, e incluso toda mi rabia. No quiero
gritar ni tengo la necesidad de hacerlo, solo emito un gemido
contenido, ahogado, casi un gruñido, más por el esfuerzo que por el
dolor
Scor: Sintiendo
que me arden los ojos por la emoción, permanezco observándolo todo,
atento a todo lo que vaya a suceder.
-Vamos, lo estás
haciendo muy bien.-Digo tratando de infundirte calma, mientras
acaricio una de tus piernas.
Ever: Mantengo
toda la fuerza, siento una fuerte presión en mi cuerpo, sobre todo
en la parte baja de la espalda. Suelto el aire que contenía, y
siento como si este fueran cientos de alfileres en mi costado...
Emito un quejido de dolor, pero no digo nada, solo me quedo exhausta,
rendida, agotada, sujeta por el brazo de mi padre, que rodea mis
hombros. Jadeo, mientras que el dolor se va desvaneciendo, tras más
de un minuto quemándome las entrañas
Scor: Aparto el
sudor de mi frente con el dorso de mi brazo izquierdo, mientras noto
el pulso acelerado de mi corazón. En apenas unos minutos, ya estarás
aquí... A mi lado, después de todo este tiempo en el que te hemos
esperado mientras tú nos esperabas a nosotros, Trago saliva,
ansiando poder ver la cabeza de la que será mi primera hija.
Draco: -Le vendrá
bien que estéis a su lado...
Les digo a Astoria y a
Edward viendo como el juguetero le da la mano a su hija mientras ella
emplea todas sus fuerzas en traer a su hija al mundo. Es hermoso...
es hermoso ver cómo el fruto del amor se torna carne, cómo nace
cual si fuera una melodía... Y huele a vida, y se respira vida. Con
la mirada, temeroso de errar a causa de los nervios y la emoción de
ver por fin a la nieta que tanto me negué a querer, compruebo que
tengo todos los útiles necesarios.
Edward: Asiento a
las palabras de Malfoy. Siento el dolor que siente la care de mi
carne en cada momento, su sudor se mezcla con el mio. Su mano aprieta
mi mano y yo respiro a su ritmo y aprieto los labios a cada gemido de
dolor.
-Hija mía...Vamos
Astoria: Me fijo
en mi hijo. Médico, esposo y padre al mismo tiempo, de rodillas ante
ese inminente alumbramiento. Las lágrimas no dejan de brotar de mis
ojos.
Ever: Siento
nauseas. Los sudores son cada vez más intensos y a veces percibo
escalofríos. Tras la contracción, no hay apenas tregua: poco más
de un minuto después, o tal vez menos, no es fácil discernir el
tiempo en medio el dolor, este regresa. Siento como si mi cuerpo
quisiera abrirse, y tengo la necesidad de volver a empujar, como si
eso pudiera aliviar mi dolor. Haciendo fuerza con todo mi cuerpo me
echo hacia delante cerrando los ojos, mientras que mi cuerpo es
sostenido con la fuerza de mi padre, que está junto a mí, esa
fuerza que me ha sostenido siempre. Al tomar todo el aire que puedo
en mis pulmones siento el fuerte dolor que lo atraviesa, pero ya no
me importa... Solo hay un dolor que ocupa ahora todo mi tiempo y
todo mi espacio. Contengo ese aire para hacer más fuerza, para hacer
que mi hija salga de mí, porque siento la necesidad de enseñarle el
mundo.
Edward: Cuando
Ever empuja con todas sus fuerzas me echo hacia delante contra su
cuerpo y cuando las fuerzas por traer a su hija al mundo se agotan se
deja caer contra mi. Beso su cabeza, canturreo una canción que solo
ella oye, de su infancia. Miro Scor, es solo un crío esperando que
nazca su estrella
Astoria: Me fijo
en ese padre, en esa mujer, en ese hombre: mi hijo. Casi puedo verme
a mí misma, trayéndole al mundo a él
Draco: La
respiración agitada y los jadeos de la muchacha se escuchan en toda
la estancia y, a cada segundo que pasa, más ansías siento de que
el llanto de Cassiopea irrumpa con fuerza.
Scor: Me percato
de que la zona perianal está mucho más inflamada que antes, y es
entonces cuando me acerco un poco más, y logro distinguir algo...
Entre la oscuridad del cielo del que viene mi estrella, puedo
distinguir algo que se me antoja un cabello muy fino, y oscuro debido
a todo lo que desde el interior, viene con ella. Nervioso, humedezco
mis labios.
-¡Veo la cabeza!
-Exclamo riendo feliz, y miro a mi padre.- Dame el bisturí.- Digo
pues he de practicar una episiotomía.
Edward: Escucho a
Scor y sonrío. Una lágrima se desliza por mi mejilla. Beso la
cabeza de Ever
-Hija, ya viene...
Astoria: Vamos,
Ever... Tranquila... Lo estás haciendo muy bien -digo, mientras río
emocionada por lo que ha dicho mi marido
Draco: Me fijo en
el gesto de mi hijo, preocupado y espero atento a que hable, pues le
conozco lo suficiente como para saber que va a hacerlo.
-¡La cabeza! -Exclamo
entonces con una sonrisa que, en el momento en que me doy la vuelta
para coger el bisturí, me arrepiento de haber dejado escapar.
Pero tal vez no haya que
arrepentirse de las cosas que nacen sin que lo esperemos, como ese
milagro que ahora viene a mi cielo, brillando más que la mismísima
Cassiopea que ilumina las noches aún después de su último aliento.
Con un ligero temblor en en mi mano, le tiendo el bisturí a mi
hijo. No puedo creerlo, pero las lágrimas me nublan la vista y casi
temo errar cuando acerco la jeringuilla con la anestesia a la zona
perianal, agachándome para poder verlo.
-Recuerda, hijo... Corta
hacia un lado unos dos o tres centímetros. -Digo en el momento en
que empujo la aguja introduciendo la anestesia con suavidad.
Ever: Oigo
lejanamente tu voz. Oigo que dices que ves su cabeza, y yo no puedo
evitar llorar de emoción. La contracción cesa y y dejo de empujar,
cayendo de nuevo rendida sobre mi padre, que me susurra al oído que
ya viene. Ya viene... Viene y yo estoy deseando que esté entre mis
brazos. Por eso me da igual el dolor de ese maldito pulmón, me da
igual todo... Solo quiero que el dolor vuelva para volver a empujar
Edward: Miro a esa
madre que trata a mi hija con tanto cariño. Pienso en Lyanna en como
secaría el sudor de la frente de nuestra hija.
Astoria: Cubro mi
boca con mis manos, nerviosa, emocionada, esperando a que todo acabe
Scor: Asiento a
las palabras de mi padre, y tras tomar el bisturí entre mis dedos,
espero a que la pongo la anestesia local, para que la episiotomía,
no duela. Una vez lo hace, tras unos segundos, corto muy despacio el
periné, haciendo una pequeña incisión de unos dos centímetros,
hacia un lado tal y como me ha dicho mi padre, para evitar desgarros.
Ever: El dolor de
ese pinchazo, o la sensación de ese indoloro corte en mi carne, son
nada comparado con toda la emoción que tengo dentro de mí. Siento
a mi hija, puedo sentir su presión, su cuerpo, y tengo la necesidad
en mi cuerpo de que salga... Por eso, cuando llega el dolor otra vez,
me agarro con fuerza a la sábana, y con la otra mano aprieto la de
mi padre. Tomo un puñado de ese doloroso aire y aprieto los dientes
hasta sentir dolor de mandíbula. Empujo. Empujo con tanta fuerza que
me tiemblan las manos, que siento calambres en las piernas, mientras
ese indescriptible dolor ocupa todo mi cuerpo, sin dejar espacio para
nada más. El quejido contenido se alarga tanto como dura esa
contracción, todo lo que aguanto sin respirar, y luego mientras
suelto el aire, pienso en estrellas... Cassiopea, Luyten, Miram,
Alhena, Alzir, Liesel, Lyanna, Scorpius, Astoria, Draco, Edward...
Estrellas encendidas en mi vida, en el cielo de mi existencia...
Jadeo, y vuelvo a coger aire, empujando de nuevo con fuerza,
sintiendo que un gruñido me araña la garganta al hacerlo.
Draco: Ever
empuja. Empuja con la misma fuerza con la que lo hacía mi Astoria el
día en que nuestro pequeño vino al mundo. Sus gritos de dolor casi
me duelen también a mí y, ahí junto a mi hijo, contemplo cómo mi
nieta se abre paso en este mundo.- Vamos... vamos... -susurro
queriendo que sea un susurro que tenga la repercusión de un grito.
La misma repercusión del eco en el vacío. Y entonces, como si el
cielo me hubiera oído, puedo verla viniendo despacio a nosotros,
casi como si le costara, casi como si le doliera separarse de su
madre tanto como le duele a ella traerla a la luz. Y siento mis
lágrimas. Ahora más pesadas. Se congelan en mis ojos y es como si
me cegaran. Pero tal vez no sean las lágrimas las que me ciegan,
sino el resplandor de la luz de mi pequeña estrella. Porque también
es mía.
Scor: Y al fin la
cabeza de mi pequeña estrella, se deja ver, asomando muy lentamente,
hasta la altura de las sienes. Ahora puedo distinguir mejor, su
cabello envuelto en la vida de la que viene... De su cielo a nuestra
tierra, para alumbrarla desde más cerca. Sintiendo las lágrimas
que resbalan por mi rostro a causa de la emoción, apoyo mis dedos
con sumo cuidado en la cabeza de mi hija, para ayudarla a salir si
hace falta.
Ever: No dejo de
empujar, hasta que la contracción termina y me quedo sin fuerzas.
Rendida caigo sobre los brazos de mi padre. Siento que no puedo más,
que respirar cada vez me cuesta más, que el dolor en el pulmón es
cada vez más intenso, que todo mi cuerpo está temblando de
debilidad, empapado en sudor, que apenas percibo sensibilidad en mis
piernas... Pero no puedo rendirme. Siento que mi mano alrededor de
la sábana se queda laxa, y que las luces en el techo se hacen muy
blancas. Hago un gran esfuerzo por mantener los ojos abiertos, y poco
después de que el dolor se vaya, vuelve. Vuelve con ferocidad, con
intensidad, con fuerza, y yo saco fuerzas de donde ya no me quedan, y
me olvido de todo, porque lo único que quiero es darle mi vida
Edward: Siento el
cuerpo de mi hija contra el mio. Su cabello humedecido por el sudor
del dolor que trae una vida.
-Vamos Ever
Astoria: -Vamos,
hija... -digo a la muchacha, viendo su sufrimiento y sintiéndome
identificada con ella por ese dolor
Scor: Las lágrimas
inundan mis ojos al mismo tiempo que se desbordan, pero no me ciegan,
porque nada en este mundo podría cegarme ahora que mi propia vida
echa carne, llega al mundo, desnuda y temblorosa. Siento en mis
dedos, como su pequeña cabeza se desliza despacio, cuando Ever
empuja... Se me antoja una constelación que abandona a su estrella
para darle un mundo aún mejor que el maravilloso mundo que le ha
dado durante estos nueve meses. Ahora puedo ver su cabeza al
completo, colocada correctamente, mirando hacia debajo. La agarro con
suavidad aunque algo más fuerte, para girarla en el momento justo en
el que Ever, vuelva a empujar.
Draco: El tembloroso pulso de mi
hijo sosteniendo con suavidad en sus dedos la cabeza de su hija, me
hace llevar una mano a su rodilla para infundirle todo mi amor y toda
mi compañía para siempre. Aunque sienta que se me va un poco con la
llegada de Cassiopea a nuestro mundo. Y le sonrío tras mirar a mi
esposa a los ojos y sonreír con tenuidad al juguetero.
Edward: El rostro
de Scor anuncia la llegada al mundo de nuestro mundo. Sostengo a
Ever. Sufro con ella. Pienso en como seria su nacimiento. Cómo
lloraría o temblaría al nacer. El llanto me venceSigo canturreando
en voz muy baja, sintiendo el sufrimiento del cuerpo de Ever en el
mio, su fuerza, su agotamiento. El cuarto huele de una manera
extraña, pero a mi me huele a vida
Astoria: Lloro.
Lloro de emoción mientras contemplo la emoción en mi marido, en mi
hijo, en Ever, en Edward... Veo a mi hijo llorar porque está
naciendo su hija, y el llanto me abruma. Me recuerdo, cuando me le
dieron tembloroso y desnudo en mis brazos... Y siento que no hay
ninguna diferencia entre ella y yo en este momento, Me acerco a
Edward cuando le veo llorar y pongo mi mano sobre su hombro
-Tranquilo, señor
Dawson...
Edward: Miro a
Astoria. Con sinceridad la sonrío.
-Ya nace...Nuestra nieta.
Esta vez será el último
empujón. El cual traerá una estrella a nuestro mundo. Sonrío
emocionado a Malfoy. Hoy nos une nuestra estrella lo demás no
importa. Scor está trayendo al mundo a mi propia carne. Lloro
mirando lo que ya nunca dejaré de recordar
Astoria: Asiento
llorando
-Ya nace... -le susurro,
y miro a mi hijo, al que puedo ver por encima de las rodillas de
Ever, llorando. Siento el corazón latiendo con fuerza en mi pecho.
Ya llega ese momento... Al ver la sonrisa de mi marido y la de
Edward, lloro de emoción mientras sonrío
Ever: Siento que
está saliendo, puedo sentirlo, y aquello hace que la emoción, las
ganas de tenerla, sean más fuerte que todo dolor, que toda
debilidad. Respiro, fatigada, sin fuerzas, y miro a mi padre, al que
le sonrío con tenuidad, distinguiendo apenas su rostro borroso.
Luego miro a Scor. Lleno de nuevo mis pulmones de aire. Y entonces
empujo, con más fuerza que nunca, para darle esa fuerza que va a
necesitar toda su vida para enfrentarse a este mundo al que yo la
traigo en este instante, en medio de este dolor que simboliza esa
unión única, sagrada, universal, en la que una madre y su hijo son
una sola persona. Cerrando los ojos con fuerza, sigo empujando
mientras siento a esa criatura que ha estado en mi cuerpo durante
casi nueve meses, saliendo de mi cuerpo.
Scor: Y entonces
llega el momento. Con cuidado, con ternura, con desmedido amor,
tratando de no hacerla daño, giro muy despacio el cuerpo de mi
hija, al mismo tiempo que ella ansía nacer... Y entre mis manos
siento su pequeño cuerpo, cuyas piernas diminutas caen por la
inercia de ser arrancada del vientre de su madre. Mis manos tiemblan
ahora más que nunca, mis lágrimas lloran más que nunca... Ya está
aquí: mi primera hija, mi estrella, mi Princesa, mi tiempo, mi vida,
mi todo... Siento que soy yo mismo el que nace, porque en ella nazco
de nuevo. Tiro de ella, hacia arriba, y entonces la escucho... Llora,
llora porque ha nacido, llora porque ha abandonado la tierra en la
que ha crecido. Su llanto se escucha en la habitación, y tal vez en
los confines del mundo, porque es el llanto de una estrella. Lloro al
ver su pequeño rostro, sintiendo una dicha que jamás antes había
sentido, y entre un hilo de voz, logro decir mientras la observo:
-Feliz Cumpleaños,
Cassiopea. -Inmediatamente después, la deposito sobre el pecho de
Ever, llorando.
Draco: Cuando mis
latidos se desbocan, ya nada tiene más importancia que el tesoro que
mis ojos contemplan y que se lleva mis lágrimas con su llanto. Es
una estrella. Es una Malfoy. Preciosa, temblorosa, desnuda e
indefensa...
Astoria: Tiemblo
de emoción cuando tras escuchar el último gemido de Ever, su última
exhalación, sé que ya ha nacido
Edward: Ever cae a
mis brazos. Cassipoea ya está en el mundo.
Ever: Cuando
siento como nace, como abandona mi cuerpo deslizándose entre mis
muslos, saliendo de la tierra en la que ha morado por nueve meses,
siento que me quedo vacía... Pero solo cuando caigo rendida sobre mi
padre, puedo darme cuenta de lo equivocada que estoy: estoy más
completa que nunca. Ya no me acuerdo de ese dolor, ni de nada... Solo
me acuerdo de ella. Y entonces, aparece ante mis ojos, temblorosa,
llorando, diminuta... mi pequeña estrella, mi pequeño ángel.
Aquella a la que tuve entre mis brazos antes de que naciera, la que
había sido yo por treinta y seis semanas, la que había oído mi voz
desde su universo único e infinito... Cuando la veo, cuando Scor la
deposita sobre mi pecho, lloro porque ya la tengo entre mis brazos,
porque es la criatura más hermosa que he visto, y ante todo, porque
ha sido su padre quien la ha puesto sobre mi pecho... Sonrío,
mientras lloro, y poso mis manos sobre su espalda:
-Cassiopea...
Astoria: Las
lagrimas recorren mi rostro cuando veo a mi hijo con su hija en
brazos, poniéndola sobre el pecho de su madre. Yo, al verla, siento
una emoción indescriptible. Busco a mi esposo con la mirada
Scor: Tembloroso,
pero orgulloso como en mi vida lo he estado, me aparto de la cama,
sintiendo que me tiemblan las piernas, y tras coger una pequeña
manta que había traído mi madre, me siento a tu lado, y cubro con
cuidado la diminuta espalda, de la diminuta estrella que ya ha
encontrado su cielo, pues que mejor cielo en el que vivir, que en el
que moran en los brazos de una madre.
-Enhorabuena, mi
amor...-Digo llorando como si aún fuera un niño.
Ever: No puedo
dejar de mirar a mi hija, mientras lloro. Busco con mi mano su
pequeña mano, húmeda del interior de mi cuerpo, y cuando encuentra
mis dedos, ella cierra los suyos alrededor de uno de ellos, mientras
que llora con fuerza. Miro a Scor, sin poder dejar de llorar.
-Enhorabuena, cariño...
-susurro, y beso tus labios, antes de volverme a mi padre-. Papá...
Edward: Miro
a Ever cuando me dice papá. Beso su mejilla sudorosa
-Hija
mía....
Draco: Mi preciosa
nieta reposa en el pecho de su emocionada madre. Mi hijo tiembla y sé
lo que siente porque yo lo sentí con él. Cuando la arropa con tanta
ternura, me acerco a él rodeando su espalda con mi brazo.
-Enhorabuena, hijo mío...
-Digo antes de acariciar brevemente el pelo de la muchacha exhausta.-
Tenemos que cortar el cordón... -Tomo aire, pues lo necesito.
Edward:
Temblorosa, recién nacida, hermosa, así es la hija de mi hija: mi
nieta. Con mi mano temblorosa acaricio su pequeña manita
Scor: -Gracias, mi
vida...
Digo con una sonrisa,
bebiéndome mis propias lágrimas, y miro a mi padre. Veo en sus ojos
la misma dicha que todos experimentamos.
-Gracias, papá...-Lloro
aún más por la emoción, cuando veo que acaricia el sudoroso
cabello de Ever, y mientras acaricio la espalda de mi recién nacida
estrella, a través de la manta, miro a mi madre.
Astoria:
Enhorabuena, tesoros... -digo, echándome sobre ellos, para besar la
cabecita de mi nieta. Miro a mi hijo, y acaricio su mejilla. Miro a
mi marido- Has estado estupendo, mi amor...
Draco:
Niego con la cabeza.
-No... ha sido la madre y
mi hijo... -Le guiño un ojo a mi esposa volviéndome a Ever,
dispuesto a tomar a la niña, aunque casi me hiere arrebatársela.-
Ever, tienes que dármela... -Digo ya después de secar el rastro de
mis lágrimas.
Ever: Miro a mi
suegro cuando este me pide a mi hija. Sigue llorando, sobre mi pecho,
y bajo la manta con la que le ha arropado su padre, parece temblar un
poco menos Beso su cabeza, húmeda y cálida, y asiento con la
cabeza.
Draco: Con una
sonrisa muda de palabras, tomo a mi pequeña en brazos, porque
también es mía, y la envuelvo con la misma ternura con la que
recuerdo haber envuelto a Scorpius cuando le tomé por primera vez y
me alejo de ellos fijándome en su dulce rostro.
Scor: Miro a mi
padre sin poder dejar de llorar, al ver que enjuga sus lágrimas.
Siento dolor cuando apartan a nuestra pequeña de su pecho, pero sé
que estará en buenas manos.
Ever: Una sonrisa
permanece en mis labios mientras veo como Draco Malfoy, se aleja de
allí con mi hija en brazos. Miro a mi padre, y beso su mejilla. No
sé como darle las gracias por haberme convertido en quien soy: la
madre de Cassiopea Malfoy
-Gracias, papá...
-susurro, y luego me vuelvo a Scor.
Siento en mi garganta un
nudo, y siento que el llanto me supera. Recuerdo ese mundo en el que
Cassiopea nació en un mundo sin Scorpius Malfoy, y siento que ese
mundo que ya destruí, todavía me duele.
-Gracias a Dios que estás
aquí... -luego miro a Astoria-. Gracias a Dios que estáis todos
aquí... -sollozo, con la respiración aún jadeante, aún dolorosa.
Astoria: Me seco
las lágrimas, mientras rodeo la cama para acercarme a mi hijo, al
que rodeo con mis brazos al mismo tiempo que a Ever. Entre lagrimas,
beso las mejillas de ambos-. Enhorabuena, hijos míos...
Edward: Astoria
abraza a su hijo y a mi hija. Yo los abrazo también, y sostengo la
mano a Astoria agradecido.
-Felicidades hijos, es
preciosa.
Astoria: Sonrío,
sentándome al filo de la cama, cogiendo una de las manos de mi hijo.
Miro a mi esposo, pero en ese momento sé que debo dejarle con la
niña, a solas, pues está trabajando
Draco:
Es un ángel. O eso me parece cuando la sostengo y su peso me
recuerda que es real, porque casi parece un sueño. Con cuidado,
mientras su llanto sigue sin cesar, me siento con ella en la silla en
la que antes estaba sentado Edward y tomo la jeringuilla extrayendo
con precisión una muestra de sangre del cordón umbilical para poder
realizar las pruebas pertinentes. Un test que recibe el nombre de
test de coombs y que es necesario en casos en los que el bebé tiene
ascendencia muggle. Comprobaré los niveles del PH, el grupo
sanguíneo...Y todo es poco...
-Ssssh... no llores,
pequeña... -le susurro, tomando la pinza que coloco en el cordón.
Con fuerza, lo sostengo y lo corto.- Ya está... -Le digo como si
pudiera entenderme. Con cuidado, la envuelvo en la manta y acaricio
su suave mejilla.- Hola, Cassiopea... -Le digo sin poder evitar
sonreír.- Soy tu abuelo...
Scor: Miro a mi
padre con mi pequeña estrella, y casi se me antoja un sueño.
Recuerdo el miedo que pasé al principio, cuando pensaba que jamás
la aceptaría, y ahora le veo, con su nieta en brazos. Lloro aún
más y miro a Ever: mi Ever.
-Gracias a ti por
habérmelo dado todo, mi amor...-Beso tu mano.
Ever: Tomo aire
despacio, y trato de disimular el dolor en mi cara, aunque estoy tan
dolorida que parece imposible que alguien pudiera sorprenderse de un
gesto de dolor
-¿Está bien?
-pregunto,levantando la cabeza hacia donde está Draco con mi niña,
aunque lo he dicho en voz tan baja que ha sido imposible que me oiga.
Siento que tengo frío.
Scor: Mi padre,
observa anonadado a su nieta, y yo aún sigo llorando de la emoción.
-Claro que sí, Ever...
-Digo y me pongo de pie, caminando hasta donde está mi padre.
Astoria: Miro con
orgullo a mi hijo, mientras va hacia donde está su hija, y me pongo
más cerca de Ever. Tomo de la mesilla una toalla de tocador, y seco
con esta su frente y su rostro.
-¿Tienes frío, Ever?
Edward: Su gesto
maternal hace que piense de nuevo en Lyanna. Me levanto y arropo un
poco a mi hija, que aún debido al parto y la suciedad siente más
frio.
-Ahora te asearemos y te
sentirás mejor, hija mía.
Scor: Me acerco a
mi padre, aún tembloroso, y la miro:
-Es preciosa, ¿verdad?
Humedezco mis labios, y
me tomo la libertad de apartarla de tus brazos para llevar a cabo el
Test de Apgar, algo que se hace a todos los recién nacidos. En mis
brazos, pesa muy poco, pero su peso se me antoja enorme: tan enorme
como ella.
Draco: -Es una
Malfoy...
Digo orgulloso y feliz,
queriendo decir así que no me importa su sangre, que no me importa
nada más que tengo un hermoso regalo, entonces te tiendo a la
pequeña cuando te acercas y me pongo en pie, sin dejar de mirar su
rostro. Veo como la coge con cuidado y la tumba a los pies de la
cama. Yo me quedo a la espalda de mi hijo.
Scor: Cuando
escucho decir a mi padre, "es una Malfoy", con tanto
orgullo y tan feliz, me creo que estoy viviendo un sueño, y me doy
cuenta de que este es el día más feliz de toda mi existencia. Con
cuidado, la tumbo en los pies de la cama donde ha nacido, y compruebo
su respiración. Respira rápido y profundamente, para luego realizar
una respiración más pausada, en la que como todo recién nacido,
hace una pausa de unos 15 segundos.
Draco: Tomo mi
varita de mi bolsillo y, con magia, cierro la herida de Ever, pues
aún la tiene abierta y podría infectarse.
-Luego te haremos las
curas... -Le digo a Ever volviendo después los ojos a mi nieta y a
su padre.
Ever: Os miro a
ambos, complacida. No puedo evitar sentir un escalofrío al sentir en
los ojos de mi padre el vacío de la pena por la ausencia de mi
madre. Luego miro a Draco, que se acerca y cierra mi herida.
-De acuerdo -le respondo
cuando me dice que luego me hará las curas-. Enhorabuena, por
cierto... -le digo, con cierta sorna.
Astoria: Sonrío
por las palabras de Ever, mientras miro a mi marido.
Edward: Sonrio y
miro a Malfoy por si responde algo.
Scor: -Su
respiración es correcta, papá.
Después cojo el
estetoscopio, y lo deposito en la palma de mi mano para aportarle
algo de calor, pues está muy frío, y después lo dejo con cuidado
sobre su pequeño pecho, como si cualquier cosa pudiera hacerle daño.
Cuento sus pulsaciones... 180 latidos que se me antojan 180 promesas,
180 bendiciones, 180 regalos, 180 vidas, pues gracias a ella, podré
vivir por mil años, cuando mi historia pase de generación en
generación. Sus pulsaciones, también son correctas. Recuerdo la
postura de sus piernas al nacer, perfectamente flexionadas,
garantizando así un estupendo "tono muscular". Acerco a su
diminuta nariz, la yema de mi dedo, para provocar un pequeño
cosquilleo, que hace que gire el rostro y estornude, rompiendo a
llorar aún más fuerte, y arrancándome una sonrisa, al comprobar
que sus reflejos, también son estupendos.
Draco: Asiento con
la cabeza cuando mi hijo me refiere las pulsaciones de la niña y
confirmando que todo está bien.
Scor: Observo el
tono de su piel, pálido, con las mejillas sonrosadas, al igual que
el vientre, las palmas de las manos y pies, el color de sus
mucosas... Todo es perfecto. Cojo del maletín un colirio y estiro su
párpado superior con cuidado, para dejar caer sobre sus hermosos
ojos, una gota, algo que se debe de hacer a todo recién nacido.
-Todo está correcto en
este Test, papá. Recuerda pincharle luego la vitamina "K".
-Sonrío a Ever, y miro a mi padre, esperando a que termine de
comprobar conmigo, para proceder al que será el último
reconocimiento por hoy.
Draco: Tomo aire
asintiendo con la cabeza a las felicitaciones de Ever.
-Enhorabuena a ti...
-Digo prestando total atención a mi trabajo, pues debo comprobar
todo. Río cuando la pequeña estornuda y me dirijo a mi hijo.- Es
gracioso el estornudo, ¿a qué sí?
Pregunto sonriendo y
fijándome en la manera que tiene mi hijo de hacer las cosas. Se
parece a mí. Mucho. Y eso me enorgullece. Compruebo el color de la
piel del bebé, sus ojos y todo y asiento con seguridad.
-Todo va perfecto. Ahora
le inyecto la vitamina... -Tomo mi maletín, para prepararlo.
Scor: Río por las
palabras de mi padre.
-Sí, ha sido muy
graciosa cuando ha estornudado. -Sonrío mirando a mi hija, y me
dispongo a realizar el siguiente reconocimiento. He visto antes que
ha reaccionado ante el dedo de su madre cuando éste ha rozado su
mano, pero aún así, con desmesurado cariño y desmedida ternura,
apoyo mi dedo índice en la palma de su mano, sintiendo como sus
dedos se aferran con tanta fuerza a mi dedo que hasta se me antoja
que duele, un tierno dolor, donde conecto con mi hija por primera
vez, más de lo que podré hacerlo en mucho tiempo. Lloro de la
emoción, cuando interpreto en ese gesto: "No voy a irme nunca
de tu lado." Con cuidado, tomo a mi pequeña entre mis brazos, y
la vuelco despacio, poniendo mi mano sobre su vientre, cálido y
diminuto, comprobando que ésta, sin dejar de llorar, porque la estoy
molestando, agita las piernas en el aire. Sonriendo, la coloco de
nuevo sobre mis brazos, y acerco mi dedo a sus labios. Mueve la
cabeza buscándolo y lo atrapa, succionando suavemente.
-Tienes hambre, ¿eh?
Bromeo sonriendo a mi
hija, tomándola después por los costados, inclinándola con dolor
bruscamente hacia delante pues así lo requiere el reconocimiento.
Asustada, abre los brazos, reaccionando correctamente ante el
reflejo. Despacio, la siento sobre la cama, dejándola caer hacia
detrás sobre mis viendo como abre los brazos.
Draco: Mientras
dejo a mi nieta en manos de mi hijo, preparo la inyección de
vitamina K con la que haré posible evitar la enfermedad hemorrágica.
Pero no puedo perderme la visión de la pequeña agarrando el dedo de
su padre y miro un instante para grabar a fuego en mi memoria ese
dulce recuerdo. Y una sonrisa nace de nuevo. Con la inyección ya
lista, me detengo junto a mi hijo, enternecido por cómo atiende a su
niña queriéndola ya con su vida.
-Habrá que darla de
comer... -Digo pensando en dársela a su madre en cuanto terminemos.
Scor: -Sí, habrá
que darla de comer...-Respondo a mi padre con una sonrisa, y
tumbándola en la cama, rozo con la yema de mi dedo índice, la
planta de su pie izquierdo, viendo como ésta encoge sus diminutos
dedos reaccionando ante el estímulo. Giro su pequeña cabeza con
cuidado hacia un lado, escuchando su llanto.
-Shhh, ya termino, deja
de llorar, canija...
Ever: Cierro los
ojos. Siento que mis pechos están muy calientes, y noto hasta cierto
dolor en ellos
Astoria: -¿Te
encuentras mejor ya, querida?
Edward: Escucho
con atención.
-Creo que está muy
cansada
Ever: Estoy
bien... -susurro, con una sonrisa tenue en los labios-. Y muy
feliz...
Draco: No puedo
evitar reír. Cassiopea siente cosquillas y es tan diminuta que es
imposible no enternecerse.
-Está asustada... -Digo
escuchando su llanto.- Poco a poco reconocerás cada llanto y sabrás
qué quiere decirte...
Scor: Sonrío y
compruebo que inmediatamente, estira su brazo hacia el lado al que la
he obligado a mirar, flexionando el contrario, en el conocido como
"reflejo del espadachín". Tomo a mi pequeña bajo sus
axilas, riendo por su llanto.
-Acabas de venir al
mundo, y ya no me aguantas...
Astoria: Miro a
Edward, asintiendo a sus palabras y luego miro a Ever.
-Es normal que estés
cansada, y también que que estés feliz. Hoy es el día más
importante de tu vida
Edward: -De
nuestras vidas...-Beso la sien de mi hija.
Ever: Miro a mi
padre sonriendo.
-¿A que es preciosa...?
-me emociono solo de mencionarlo.
Astoria: Asiento
-Si que lo es... Se
parece mucho a ti.
Edward: -Si -Rio
mirando a Astoria.- Tiene tus mofletes -Señalo los tuyos.
Ever: -Oh, ella es
mucho más guapa que yo... -miro a Astoria, agradecida por sus
palabras, y cojo su mano-. Gracias por estar aquí...
Astoria: Niego con
la cabeza, emocionada
-Sois mi familia...
Edward: Agradezco
con la mirada las palabras de Astoria.
Ever: Me emociono.
Sonrío y aprieto su mano dentro de la mía. No dejo que la fatiga
que siento se me note. Y si se me nota, seguro que piensan que es por
el esfuerzo del parto
Draco: Esa es la
parte del reconocimiento que menos me gusta, al igual que el análisis
de la sangre extraída para la comprobación del hierro, las
vitaminas y las posibles enfermedades.- Bien... -Digo sonriendo
cuando la pequeña reacciona a la perfección.
Scor: La coloco
sobre el suelo, y veo que estira las piernas y el tronco, elevando la
cabeza hacia arriba, también correctamente. Después la elevo un
poco, deseando ver este último acto reflejo que tantas ganas he
tenido de ver, desde que me acepté que iba a ser padre. Dejo que
apoye un solo pie en el suelo, el derecho, y compruebo como sin dejar
de llorar, echa el izquierdo hacia delante, como si quisiera
caminar... Está sana, y está perfectamente.
Draco: Y me fijo
en ella. Eso es casi el primer paso. Un paso en el mundo. Un paso con
un llanto. Un paso que no duele, pero que ya comienza a doler porque
la vida duele...
Scor: Lloro de
nuevo por la emoción, y tras llevarla contra mí, beso su frente,
acercándome después a una báscula para recién nacidos que ha
traído mi padre, y depositándola en ella con cuidado.
Draco: No me
separo de mi hijo, ni cuando lleva a la pequeña a la báscula que he
traído. Estoy ahí. Y voy a estar siempre. Quiero protegerle con mi
vida, como juré que haría cuando le tomé en brazos por vez
primera. Como juro ahora que protegeré a mi nieta.
Astoria: -¿Quieres
que te traiga algo, muchacha?
Edward: -Si,
¿quieres un vaso de leche o algo hija?
Ever: -No, no
tengo hambre... Solo sed...
Astoria: Señalo
la mesilla junto a Edward.
-Creo que ahí hay un
vaso de agua...
Edward: Cojo el
vaso de agua y ayudo a Ever a incorporarse para acercar el filo de
cristal a sus labios resecos.
-Bebe hija
Ever: Con cuidado,
bebo un poco de agua. Siento que mi cuerpo tiembla de debilidad, y
que de vez en cuando siento calambres en mis miembros. Cuando dejo de
beber, te miro.
-Gracias...
Scor: Compruebo el
peso, y después la mido, llevándola de nuevo contra mí, y
caminando con ella hasta la cama donde se encuentra Ever. Sonriendo
la dejo con cuidado sobre su pecho.
-Pesa 2 kilos, 800
gramos, y mide 49 cm... Está perfectamente, amor mío- Miro después
al resto con una sonrisa orgullosa en mis labios.
Astoria:
Emocionada, miro a mi hijo, y alargo mi mano para acariciarle la
mejilla.
-Que bien te sienta ser
padre... Estás guapísimo.
Edward: Tiene el
guapo subido es verdad -Rio.
Ever: Sonrío,
sintiendo ese escalofrío cuando dejas a mi hija en mis brazos. Con
cuidado, la apoyo sobre mi brazo izquierdo, sintiendo su leve peso,
pero que tanta huella deja en mí. Las lágrimas ruedan por mis
mejillas mientras la miro, tan hermosa, tan dulce, tan mía. Miro a
Scor, con una sonrisa llena de lágrimas.
-Es tan guapa como su
padre...-susurro.
Scor: Miro a mi
madre y la sonrío, haciendo lo mismo después con Edward. Después
miro a Ever sin dejar de llorar aún por la emoción que me causa, no
solo el hecho de haber traído una estrella al mundo, si no a mí
estrella: nuestra estrella. La miro y acaricio la suave piel de su
mejilla.
-Sí, es preciosa... Y
creo que tiene hambre.-Te miro sonriendo.
Astoria: Miro a la
niña, contemplando sus sonrosadas mejillas.
-Si, eso parece, Ever...
Draco: Me siento
cansado... Y no quiero ni imaginar cómo se siente Ever. Exhalando mi
respiración, me permito la libertad de sentarme en la cama.
-Y... tiene los ojos
claros... -Comento orgulloso.- Todavía no está muy definido el
color, pero los va a tener grises...
Digo mirando a Astoria y
luego a mi hijo, alzando el mentón sonriente.
-Hay que lavarla en
cuanto coma y ponerla un pijama...-Le digo a la madre.- Y lo mismo
contigo... -Acaricio cuidadosamente la suave cabeza de la pequeña
estrella.- Y tienes que estar cómoda y en reposo, ¿de acuerdo?
Ever: -De acuerdo,
señor Malfoy... Muchas gracias -digo.
Estoy tan feliz, que hoy
soy hasta capaz de sonreírle. Luego miro a Scor.
-¿Puede comer ya?
-pregunto. Hace días que mancho mi ropa de lo que es conocido como
calostro, y ahora siento tanto calor en los pechos que deduzco que ha
debido de aumentar la cantidad.
Scor: -Claro...
Digo con una sonrisa al
ver la tuya, enjugo mis lágrimas, besando después tu mejilla, y
agarrando la mano de mi pequeña recién nacida estrella.
Astoria: Sonrío,
haciéndome a un lado por si necesitas un poco de intimidad para ese
momento.
Ever: Siento que
me emociono. Con cuidado, desabotono mi camisón y con cuidado de que
no se me vea el pecho demasiado, acerco a mi pezón la boca de mi
pequeña. En ese momento, es cuando la pequeña Cass, guiándose por
ese instinto primario del ser humano, busca con sus labios mi pezón,
rodeándolo con ellos, y atrapándolo con voracidad. En ese momento
en el que empieza a succionar con fuerza, hambrienta, cuando siento
ese dolor que no puedo dejar de sentir como algo agradable y
extremadamente dulce, las lágrimas vuelven a recorrer mis mejillas.
Acaba de establecerse ese vínculo único... Tan único como el
sentimiento que surge entre una madre, y su hija. En ese momento miro
a Scor. Con una sonrisa llena de esperanza, felicidad, y alegría, te
digo con una mirada, que nuestra eternidad ahora, es ella: nuestra
Cassiopea.
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