domingo, 7 de septiembre de 2014

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Nacimiento de una estrella

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La pequeña "Carolina" es una muñeca que vino el pasado viernes a la juguetería. Le faltaba un ojo, tenía el pelo enmarañado y sucio, y una sonrisa que no podía percibirse. Ahora, mientras paso por la máquina de cose el lazo de tela de cuadros que estoy terminando, la miro, abrazando su osito de peluche y con ese tierno gesto de niña, y me doy cuenta de que ahora, ya es feliz. Corto el hilo con la tijera cuando acabo de coser el lazo, y se lo pongo con cuidado, ordenando su nuevo pelo con cuidado
Cuando termino, me pongo de pie apoyándome en la mesa. He pasado una noche horrible, incómoda y molesta, y apenas he pegado ojo. Con la muñeca entre mis manos, salgo del taller, caminando despacio, poniéndome mientras tanto la mano en el bajo vientre, donde noto un gran peso. Retiro la cortina del escaparate y pongo a "Carolina" en este. Es tan bonita y especial que estoy segura de que no tardarán en querer llevársela a casa. De hecho, en ese momento, una niña de cabello color avellana pasa con su madre de la mano, y tira de la mano de este. Atenuada por el cristal, oigo su voz. "Mira papá, qué muñeca tan bonita". El padre mira hacia el escaparate y sonríe cuando me ve. Yo le saludo, devolviéndole la sonrisa. "Así es, Amy, es precisa. ¿Venimos luego a comprarla?" La niña asiente, y yo sonrío mientras les veo alejarse. La mirada de la pequeña Amy al escucharle decir a su padre que luego iban a venir a comprarla, es una de esas cosas que hacen que, ser juguetero, te de docenas de razones para ser feliz. Me yergo y vuelvo a echar la cortina del escaparate. Son algo más de las nueve y media de la mañana. Hace apenas media hora que he abierto, porque mi padre se ha ido muy temprano. Iba a ver una pequeña feria que había empezado ayer en Ivybridge, sobre casas de muñecas victorianas. Quería comprar algunos kits de luz, y de montaje para hacer una casa. Siempre había querido hacer una gran casa de muñecas, y decía que ahora era el momento perfecto para hacerla. Mi padre siempre sabe acertar cual es el momento perfecto para todo. Es lo que tiene ser él.



Voy hasta el mostrador y ordeno los folletos publicitarios amontonados en un lado de este, junto al expositor de yo-yós. Luego, bajo este,ordeno el cuaderno de cuentas, el bolígrafo, y todas las cosas que mi padre tiene por ahí de cualquier manera. Sonrío, mientras que miro a la puerta. Nadie pasa a estas horas por la calle Autumn, incluso siendo esta la calle principal, y menos ahora que ya ha empezado la escuela del pueblo, y el curso en Hogwarts. Pecas mordisquea su hueso de nervio en la puerta de la trastienda, en medio, como siempre.Comienza una larga mañana, en la que, como siempre, apenas entra gente. Así que creo que tendré tiempo para estar entretenida en el taller, haciendo los cañones de estrellas, o reparando el helicóptero teledirigido que la semana pasada, nos trajo Mike, el hijo del dueño de la marroquinería. Me doy la vuelta, y camino despacio hacia el taller, pasando por encima de Pecas, que sigue cómodamente tumbado mordisqueando su hueso. Y es entonces cuanto antes de llegar a la silla frente a la mesa del taller, siento como algo caliente y resbaladizo, empieza a deslizarse por mis muslos.

Al principio, me siento tan desconcertada, que llego a asustarme. Al sentir ese torrente de líquido caliente abandonar mi cuerpo de forma tan precipitada y repentina, creando un pequeño charco a mis pies que cada vez se va haciendo más grande, no soy capaz de relacionarlo con lo que de verdad es. Pienso, incluso, que no es posible que me haya orinado encima. Con la mano entre mis muslos, como si pudiera frenar esa imparable salida de líquido, me asomo para ver mis pies, sorprendiéndome de como se va agrandando. Y es entonces cuando me doy cuenta. No me he orinado encima, ni mucho menos: he roto aguas

Aquella certeza, me tambalea por unos segundos. Siento que de pronto el mundo se hace muy pequeño, o por el contrario, demasiado grande y yo demasiado insignificante en medio de su inmensidad. Me apoyo en el mueble que tengo más cerca, no solo porque tengo miedo de resbalar y tengo los pies en medio de un charco de un líquido resbaladizo, sino porque estoy absolutamente mareada. Haber roto aguas solo significa que mi parto ha empezado... Algunas semanas antes de lo que esperaba. Llevo mi mano a mi pecho, cogiendo aire despacio para no volver a sentir ese dolor que ha estado toda la noche rondándome, y mirando alrededor, como si no supiera ya que estoy absolutamente sola... Miro a mi perro, que sigue como si nada hubiera pasado. Ojalá supiera hablar y pudiera pedir esa ayuda que necesito pedir por mi, porque en este momento, estoy tan aterrada que ni siquiera puedo moverme.

Había tenido molestias en el bajo vientre toda la noche. No les di la menor importancia, pues había leído que eran normales. No tomé en cuenta la sensación de inflamación vaginal, ni la visible hinchazón de mi nariz y mis labios... Generalmente, nuestros mayores se fijan en esas cosas cuando alguien está en la fase final de su embarazo. Pero yo no estoy en la fase final de mi embarazo. Hoy se cumplenexactamente treinta y seis semanas de embarazo, y aunque había leído que era normal que un parto se produjera a partir de la semana 37, y que a partir de la 35 un bebé está totalmente formado como para nacer, no dejo de sentir algo de temor. Primero de todo, porque al parecer, un bebé no debe nacer hasta las cuarenta o cuarenta y dos semanas... Y segundo, porque ahora que mi padre no está, que Scor está con sus padres, y que nadie entra en esa tienda, estoy completa y absolutamente sola.

-Maldita sea, Dawson... ¿Por qué siempre tienes que elegir los mejores momentos para todo?

Me digo en voz alta mientras que me muevo despacio hacia la silla, sin apartar mis manos de la pared y pisando con mucho cuidado para no resbalar, sintiendo que parece que ya el líquido ha dejado de manar desde mi interior

-¿No te podías haber esperado a otro momento mejor para ponerte a parir? -me digo, y retiro la silla, sentándome despacio en ella.

Al hacerlo, noto que mi cuerpo está extraño, incluso me parece ver que mi tripa parece un poco menos grande. Tampoco sé si es obsesión mía, o si ahora siento que me empieza a doler la tripa, una molestia semejante al dolor menstrual, pero algo más intenso. Pongo las manos en mi vientre, y cierro los ojos. Respiro hondo, pero no demasiado, para no recibir de nuevo esa punzada. Suelto el aire despacio, y luego pienso en que no debo preocuparme.

Mientras que el dolor se va intensificando, noto como mi vientre se endurece. Pasan algunos segundos más hasta que desaparece del todo, y entonces me doy cuenta de que es una contracción. El parto ha comenzado y en ese momento, de repente, mi miedo y mis nervios son sustituidos por una sonrisa, una alegría indescriptible que llena mi pecho. Acaricio mi vientre, y abro los ojos mirando mi redondeado abdomen cubierto por el vestido blanco estampado con algunas florecillas rosas.

-¿Ya quieres venir, eh? -susurro, sintiendo una emoción que me llena los ojos de lágrimas.

Mi hija quiere nacer... Y por fin, hoy, veré su rostro. Siento un nudo en mi garganta. Sigo acariciando mi piel, como si pudiera sentir la suya.

-Hoy por fin voy a ver tu rostro... Por fin podré tomarte en mis brazos...-susurro, y me doy cuenta de lo feliz que estoy, de que llevo casi nueve meses esperando ese día, y que después de tanto esperarlo, el día que creía tan lejano, era hoy.

Vuelvo a cerrar los ojos. Mi vientre ha dejado de estar tenso y ahora noto que a pesar de que el corazón me late de forma muy acelerada, estoy tranquila. Miro la hora. Son casi las diez, y Scor debe estar con su padre en San Mungo. Tenían previsto que Scor empezara a trabajar la próxima semana y seguramente habría ido a que su padre le instruyera sobre como funcionaban las cosas en el hospital, para estar preparado cuando comenzara a ejercer. Tal vez si le llamo ahora solo le preocupe para nada. La contracción ha sido corta, aunque intensa, y eso quiere decir que esto solo ha hecho empezar, y que todavía me quedan muchas horas por delante. Mi padre ya estará en Ivybridge, a la que se había desplazado en el autocar muggle, y estará rodeado de estos como para mandarle un Patronus, contando con que tampoco es muy probable que en este momento encuentre ese momento de felicidad para poder conjurarle. Con la ayuda de mis pies, me quito las sandalias y veo que tengo todas las tiras de estas grabadas en mis pies, de tan hinchados que los tengo. Decido descalzarme porque las suelas deben estar manchadas de ese más de medio litro de líquido amniótico que ha encharcado mis pies y de los que aún tengo mojados los muslos y el vestido, y que principalmente está compuesto de la orina de mi hija, y podría resbalarme. Descalza me siento más segura al ponerme de pie, agarrándome a la mesa, y sintiendo que ahora al menos, no parece que nada de vueltas a mi alrededor. He leído mucho sobre el parto y sé que en la primera fase, las contracciones vienen hasta cadamedia hora, y que mientras tanto se puede dormir, comer, caminar... Así que salgo a la juguetería, y bajo las persianas, echo el cierre y pongo el cartel de cerrado antes de que entre alguien al que tenga que decirle "Lo siento, pero no puedo atenderle porque he roto aguas y me he puesto de parto", y luego voy a la trastienda de nuevo, donde cojo mi varita. Con un Evanesco, hago desaparecer el charco del líquido amniótico, y después, seguida de Pecas, subo a casa, despacio, sin hacer movimientos bruscos, nerviosa, pero tranquila al mismo tiempo. Una vez en casa, entro al cuarto de baño, y me aseo un poco, subiendo después a mi habitación, donde me cambio de ropa, poniéndome un camisón cómodo. Luego, me tumbo en la cama, de costado, y miro la hora, para vigilar cuando me viene la siguiente

Mientras tanto, espero. Canto en voz baja para mantenerme tranquila, sin dejar de acariciarme el vientre, como si también quisiera tranquilizarla a ella. Y así, pasan los minutos... Despacio.

Y entonces el dolor vuelve. Es más fuerte que la vez anterior, muy intenso, que radia hacia mi espalda. Es como un dolor fuerte durante la menstruación, pero como multiplicado por tres o más. Cierro los ojos, sintiendo como se endurece mi vientre otra vez, y cuento mentalmente hasta que desaparece del todo. Unos cincuenta segundos de un dolor intenso, que estoy segura de que debe ser una mínima parte de lo que vendrá después. Mi vientre se relaja y yo respiro fatigadamente, dándome cuenta de que había estado conteniendo la respiración todo lo que he podido durante esos cincuenta segundos. Luego abro los ojos, y siento que al respirar así, también siento el otro dolor. Miro la hora. Son las diez y once minutos. Respiro con cuidado tan hondamente como puedo sin llegar a hacerme daño en el costado y me relajo, a pesar de lo difícil que es, a la espera de la próxima contracción.

La próxima contracción aparece veintiséis minutos después. Dura más o menos lo mismo que la anterior, pero parece ser más dolorosa, y una capa de sudor empieza a cubrir mi piel. Aún así, sonrío, acariciando mi vientre mientras el dolor se manifiesta. Quiero decirle a mi hija que estoy aquí, que siempre, pase lo que pase, estaré aquí. Que desde antes incluso de que existiera, yo ya la estaba esperando. Que no debe tenerle miedo a nada, ni al miedo, ni al dolor, ni a la vida. Yo voy a mostrarla el mundo cuando vea la luz, pero voy a protegerla de todo lo malo que pueda haber en él. Sé que nacer debe ser aterrador, que ahora mismo, debe estar asustada, porque todo su mundo se está rompiendo y no sabe por qué está sucediendo todo lo que está sucediendo, pero entonces yo la transmito un sentimiento: "No temas. Estoy aquí. Siempre estaré aquí". Y así, tal vez, no tenga miedo cuando venga al mundo al que está a punto de llegar.

-No tengas miedo... Llevamos nueve meses siendo una misma persona. Ahora seremos tú y yo... Pero seguiremos siendo un único ser... -murmuro con los ojos cerrados mientras acaricio mi vientre-. Y yo voy a estar a tu lado, siempre... Y te querré hasta que me muera... Y aun después de eso... -siento las lágrimas arder en mis ojos-. Te seguiré queriendo como nadie nunca podrá quererte...

Han pasado unas tres horas desde que rompí aguas. Son casi la una de la tarde, y aunque no he estado así durante todo el tiempo, estoy tumbada en la cama, de costado. Tengo la piel brillante por el sudor, y mi última contracción ha sido hace unos cinco minutos. La última contracción, se distanció de la anterior unos quince minutos

Scor: Camino por las calles de Godric's Hollow, en dirección a la casa de Ever una vez más. El sol ahora calienta, debido a que es fuerte ver a mi amada Ever, pero esa sonrisa se borra de mis labios, cuando veo la juguetería cerrada. Me parece distinguir una hoja en la puerta de la misma, pero los nervios son tales, que sin mirar, doblo la esquina, y llego a la puerta trasera. Busco las llaves en el interior del bolsillo de mis vaqueros, y entro, dejando que se cierre por la inercia de un empujón, tras de mí, y subo con rapidez las escaleras, hasta la casa, haciendo lo mismo con la puerta de ésta tras abrirla. La casa está vacía, sabía que Edward se iba de la casa, pero ella tenía que estar en la Juguetería.

-¿Ever? -Pregunto alzando la voz, y sin más camino hasta su dormitorio. Abro la puerta asustado, y mi corazón se relaja cuando la veo, tumbada en su cama, pero su mirada no es la misma que vi ayer, y el sudor recorre su frente.- ¿Qué te pasa?-Pregunto asustado y camino hasta la cama.-

Ever: Cuando te veo a entrar, una sonrisa aparece en mis labios. Veo que estás asustado, por eso trato de calmarte con esa sonrisa en la que manifiesto toda mi emoción.

-Tranquilo, estoy bien... -murmuro. Luego trato de buscar las palabras más correctas pero en cambio, me doy cuenta de que no las hay-. Me he puesto de parto...

Scor: ¿QUÉ? -Exclamo dejando los labios abiertos, y sintiendo que todo da vueltas en mi alrededor. Llevo mis manos hasta mi cabeza.- Por Merlín...-Digo sintiendo un profundo mareo que me hace cerrar los ojos.

Ever: Me doy cuenta de que te has mareado. Me incorporo en la cama, semisentada.

-¿Te has mareado? Pero... Si estoy bien, Scor...

Scor: Muevo la mano izquierda tratando de restar importancia, y tras respirar muy profundamente, abro los ojos.

-¿Cuánto tiempo llevas así?

Ever: -He roto aguas a las nueve y media... Me están dando contracciones cada quince minutos, más o menos... -sonrío-. Todavía nos queda mucho... -Justo en ese momento, siento que el dolor empieza a manifestarse. Me encojo en la cama, abrazándome el vientre, y sintiendo como este se endurece-. Oh... Dios...

Scor: Tu gesto de dolor, me hace sentir lástima, lástima de no poder compartir contigo tu dolor, ese dolor que debería ser de dos, al igual que la criatura que ansía venir al mundo. En ese momento, que te veo encogida tumbada en esa cama en la que te leían cuentos de niña, esa cama en la que creciste, trago saliva porque mis ojos se llenan de lágrimas, y sonrío, acuclillándome frente a ti, y apartando las gotas de sudor que resbalan por tu sien, con las yemas de mis dedos.

- ¿Estás tranquila, verdad amor mío?
Ever: Al ver la ternura con la que me miras, tus ojos llenos de lágrimas, y la forma en que me secas el sudor, sonrío en medio de de ese inmenso pero dulce dolor.

-Lo estoy... -te digo, con una sonrisa complacida-.

Scor: Humedezco mis labios tragando saliva nuevamente.

-La pequeña Cass quiere venir al mundo... -Digo y apoyo mi mano sobre tu vientre.-Tenemos que ayudarla a venir... -Beso tus labios suavemente.- Deberíamos ir a nuestra casa, Ever. Allí hay más espacio.-Digo sintiendo que mis nervios van en aumento

Ever: Asiento con la cabeza.

-Si... -Me incorporo y señalo algo sobre una silla-. Coge eso, he preparado un pijamita y algunas cosas para ella... -digo, mientras me siento en la cama, con esfuerzo.

Scor: Miro hacia la bolsa, y asiento sintiendo mis ojos llenos de lágrimas. Tanto tiempo esperando y ya ha llegado el momento. Me incorporo.

-Espera que voy a avisar a mis padres... Necesitaré ayuda de mi padre.-Sonrío con tenuidad y saco mi varita.

Ever: -Si, claro... -digo-. Tienes que avisar a mi padre también, pero no le mandes un Patronus, está rodeado de muggles... -busco mis zapatillas, porque no tengo ninguna intención de vestirme y soy capaz de salir a la calle en bata.

Scor: Sigo el vuelo del halcón de luz, hasta que le pierdo de vista, y te tiendo la mano, para que te levantes, a sabiendas de que no perderás el tiempo en vestirte.

-Vamos hacia el viaje más inmenso de nuestras vidas... -Sonrío y agarro tu mano.

Ever: Sonrío, mientras me pongo de pie contigo, y dejo que me rodees con tu brazo, para sentirme segura mientras hacemos ese viaje tan inmenso, tan importante, el viaje en el que todo cambiará para nosotros

Llegamos a la casa y Scor me acomoda en la que será nuestra cama. Se ocupa de poner los suficientes cojines como para que, en el momento intensas, pero lentas y pausadas. Draco y Astoria llegaron poco después, y ella fue a buscar a mi padre, el cual, al llegar, lloró de de emoción y de nerviosismo mientras me abrazaba. Ahora, son las doce y veinte de la madrugada. Hace como dos horas que las contracciones empezaron a ser más fuertes, y ahora apenas se distancian cinco minutos. Aparte de los dolores del parto y de todas las molestias que este conllevaba, respirar cada vez me dolía más, pero yo seguía en silencio, sin decirle a nadie que cuando respiraba hondo sentía como si estuvieran dándome una puñalada en el pulmón. Ahora, tendida en la cama de costado, encogida todo lo que puedo, aprieto la mano de mientras que siento como llega otra contracción, hundiendo la cara en la almohada, y emitiendo contra esta un sonido ahogado.

Scor: Aprieto tu mano fuertemente, cada vez más nervioso, a sabiendas de que el momento está próximo, tan próximo que se me antoja que el dormitorio en el que nos encontramos, sobre la cama en la que tantas veces hemos hecho el amor, y en el hogar en el que una estrella fue concebida, huele ya a vida... Beso tu cabeza, sintiendo dolor al pensar que tú lo sientes.

Draco: Cuando recibí el patronus de mi hijo dándome el aviso de que Ever se había puesto de parto, no sabía ni qué hacer. Pero, sin embargo, no tardé nada en ir a buscar a Astoria e ir allí.Estar al lado de mi hijo en este momento es lo que más me importa. Va a venir mi nieta al mundo y aún no me lo creo... Y ahí está Ever, en la cama sufriendo unos dolores que solo las mujeres pueden saber cómo son. Y entonces recuerdo el parto de Astoria, cuando dio a luz a nuestro pequeño... Nuestro pequeño... ¿Dónde quedó ahora? Ahora es un hombre. Un hombre que siento que pierdo mientras le veo tan emocionado y cuidadoso con la mujer de su vida. Y siento que algo se rompe dentro de mí... Y siento que no puedo disimular. Yo que nunca pierdo la compustura, que siempre muestro mi lado más amargo, trato de disimular mi nerviosismo y mi emoción, pero no puedo.

Astoria: Fui a buscar a Edward Dawson a Ivybridge en cuanto llegué a la casa de Ever. Le encontré en una pequeña callejuela en la que había varios puestos de juguetes. El pobre hombre cas se desmaya cuando le dije que su hija se había puesto de parto. Ahora estamos dentro de la habitación, sentados en unos de los sillones que hay en esta. Mientras, veo a la muchacha, sintiendo compasión por el mal rato que sé que está pasando.

Edward: Apoyo mi mentón en mis nudillos mientras noto el sudor agolpado en la frente. Miro a Astoria de soslayo y en ella imagino lo que podría ser si Lyanna estuviera aquí.

Astoria: Pongo una mano sobre tu hombro.

-Tranquilo, señor Dawson. Ever es una mujer muy fuerte. Todo va a ir bien.

Edward: Sonrío asintiendo, agradecido por ese gesto que la distingue como una gran señora.

-Gracias señora Malfoy...

Astoria: -¿Quiere que vaya a buscar algo? ¿Un café o lo que necesite?

Edward: -No, estoy bien. Solo necesito lo mismo que usted. Que esto acabe pronto y acabe bien

Sonrio mirando su hermoso semblante y en sus ojos leo la mirada de una futura abuela deseando ver a su nieta

Ever: Aprieto la mano de Scor con más fuerza, tanta que sospecho que pueda hacerle daño. Respiro de forma contenida para no sentir ese dolor, al menos, no tan fuertemente, y cuando la contracción va cesando, aparto el rostro de la almohada. Tengo los labios secos, mucha sed, y molestias en las piernas.

-Tengo sed...-susurro

Scor: Nervioso, trago saliva, y cojo el vaso con agua que hay sobre la mesilla. Coloco una mano tras tu nuca, y acerco el vaso a labios resecos.

-Bebe...

Ever: Siento que estoy mareada, que estoy a punto de desvanecerme. Los dolores son intensos, los más dolorosos que he sentido jamás y cada vez son más continuos. Sintiéndome ayudada por tu mano en mi nuca, bebo agua, aunque algo de ella se me derrama por la comisura izquierda de los labios.

Scor: -Oh...

Digo y sonriendo, dejo el vaso sobre la mesilla de noche, secando con la yema de mi pulgar ese agua derramada por la comisura de tus labios. Beso tu frente.

Ever: Dejo escapar una sonrisa, al sentir como cuidas de mí. Vuelvo a dejar caer mi cabeza sobre la almohada, sintiendo que no me quedan fuerzas, y que todavía me queda mucho que hacer.

-Gracias...

Astoria: -Bueno, es algo que cuesta un poquito -digo, recordando mi propio parto-. Yo también tarde muchas horas en traer al mundo a mi hijo... -miro a mi marido, de soslayo. Parece emocionado, y eso, me emociona a mí

Edward: Busco con la mirada a ese hombre que por mucho que se haga el duro tiembla como yo, aquel que fue un muchacho quisquilloso con el cual se peleaba todo el mundo.

-Se está haciendo eterno. Por cierto -Humedezco mis labios.- No la he dado aún las gracias.

Astoria: -¿A mí? -me señalo a mí misma, estupefacta.

Edward: -Si a usted, por muchas cosas pero hoy se las daré por una en concreto, por haber ido a buscarme -Miro a Ever, Scor la atiende con desmedido cuidado y amor

Astoria: -No tiene que dármelas por nada, señor Dawson -digo, cogiendo tu mano, la que tienes sobre tu rodilla- Somos familia, no lo olvide -sonrío.

Edward: Aprieto esa suave mano que aprieta la mia, una mano suave, cuidada, de un ser humano magnifíco. Aprieto los labios

Astoria: -No me ponga esa cara, señor Dawson -sonrío-. No le quiero ver triste.

Edward: -No estoy triste, señora Malfoy, estoy emocionado de contar hoy con alguien como usted

Digo emocionado y sinceramente.

Astoria: Trago con fuerza, porque ambos compartimos la misma emoción

-Y sabe que contará conmigo toda la vida...

Edward: -Lo sé desde hoy.

Scor: Miro a mi madre, al lado del padre de Ever, ese segundo padre para mí, que tanto me ha dado. Sonrío al verles, y trago saliva cuando miro a mi padre. Le veo caminar de un lado a a otro, con el semblante serio, pero la mirada emocionada, y eso me calma. Su presencia, lo hace, me hace sentir más tranquilo y seguro.

-Ever... He de comprobar la dilatación.

Draco: Asiento con la cabeza a las palabras de mi hijo sin dejar de caminar de un lado a otro y de mirar ahora al suelo porque prefiero reservar las lágrimas para cuando puedan ser lloradas.

Ever: Asiento con la cabeza. Aunque es algo que me avergüenza incluso siendo tú quien lo hace, me pongo bocaarriba, sintiendo que así estoy mucho más molesta. Miro de soslayo a mi suegro. No quiero ni ver que mira también, si lo hiciera, lo cual es muy probable, así que miro hacia otra parte.

Scor: Algo avergonzado por tener que hacer algo así frente a mis padres, aunque sea por atender a un parto, porque es mi novia, me pongo de pie, y me coloco de rodillas en la cama. Introduzco ambos dedos y se me antoja que aún falta más o menos un centímetro para que esté completamente dilatado, pero decido asegurarme, por lo que digo.

-Papá, ven... Creo que aún falta un poco...

Draco: Tomo aire deteniendo mis pasos y apoyando las manos en los pies de la cama. Dedico un mirada de soslayo a mi esposa y al juguetero, pues están sentados juntos. Aún así, atiendo a mi hijo y vuelvo con avidez a él cuando me llama.

-A ver... -Carraspeo antes de acercarme al lado de la cama y apoyar mi mano en la rodilla de Ever para comprobar la dilatación con mi mano diestra.- Un centímetro... -Afirmo.

Ever: -Oh, Señor... -murmuro en voz muy baja, con los ojos cerrados muy fuertemente, volviendo el rostro para que no me vean la cara

Scor: Escucho murmurar a Ever, aunque no logro entenderla. Me aparto después, y me siento de nuevo a su lado.

-Ya falta muy poco, Ever, es ahora cuando más tranquila tienes que estar.-Cojo su mano.

Ever: -Lo estoy, lo estoy... -murmuro.

Pero es mentira. No lo estoy porque estoy deseando que todo acabe, ver que está sana y salva y dejar de sentir ese dolor en el pulmón que cada vez parece más persistente. Siento las lágrimas llegar a mis ojos.

-Tengo miedo... -susurro, componiendo una mueca de debilidad y temor.

Scor: En ese momento en el que me dices esas dos palabras, todo a mi alrededor se derrumba un poco, pues temo que esas palabras sean en verdad una certeza de una madre que lo sabe todo, antes de que su hijo nazca. Aún así, trato de infundirte calma, y sonrío con tenuidad.

-No temas, amor mío, todo va a ir bien...-Acaricio tu rostro eliminando de éste los restos de sudor.- Solo tienes que relajarte. Coger aire muy despacio por la nariz, mientras haces listas de algo que te guste, y al llegar a una palabra en concreto, deja ir ese aire, también muy lentamente.

Draco: Dejo escapar un soplido cuando miro a Astoria queriendo encontrar en ella, tal vez, un poco del sosiego que necesito aunque intente disimularlo. Me tiemblan las manos cuando aparto el sudor de mi frente con el dorso y tomo asiento lo más al filo posible de la cama.

Ever: -¿Una lista...? -pregunto, pero mi voz se acalla cuando siento que otra contracción llega.

Cierro los ojos con fuerza, e intento no emitir ningún sonido. Pienso en cosas mientras inspiro por la nariz hasta que el dolor no me permite continuar haciéndolo, y pienso en estrellas. Cassiopea, Luyten, Miram, Alhena, Alzir... Luego dejo que el aire se vaya escapando muy despacio, mientras que emito un gemido, un quejido de dolor.

Scor: Tu gesto de dolor, hace que yo también ponga un gesto de dolor, un dolor que me hace ponerme cada vez más nervioso. Aprieto tu mano, y la suelto para ponerme de nuevo los guantes como la vez anterior, para comprobar la dilatación tras esta contracción que podría ser la última fase de transición del alumbramiento.

Draco: -Bien. -Asiento con firmeza y disposición recobrando de pronto toda la energía que antes creía perdida. Pero no soy yo quien más la necesita, sino mi hijo, a quien le aprieto el hombro con fuerza queriendo transmitirle apoyo.- Estoy aquí...

Ever: Echo la cabeza hacia atrás, y cojo dentro de mi mano un trozo de sábana. Gimo de nuevo, de dolor, aunque no sé por cual de esos dolores. Sé que el del parto es más fuerte, pero sé cual de los dos es el peor. Respiro fatigadamente, porque me doy cuenta de que me cuesta respirar

Scor: Asiento a mi padre, y pongo las manos sobre las rodillas de Ever.

-Nena, Cass está a punto de venir al mundo... No olvides respirar como te he dicho. -Digo, y nervioso, vuelto la vista hacia debajo, viendo como me tiemblan las manos.

Draco: -Bien.

Asiento con firmeza y disposición recobrando de pronto toda la energía que antes creía perdida. Pero no soy yo quien más la necesita, sino mi hijo, a quien le aprieto el hombro con fuerza queriendo transmitirle apoyo.

-Estoy aquí...

Ever: -Dile a mi padre que se acerque... por favor... -susurro con la voz entrecortada, sintiendo miedo.

Me incorporo, apoyándome en la cama, recostándome un poco más. Te miro a los ojos. Sé que tienes miedo, y te infundo valor con una sonrisa.

-N...No tengas miedo... Lo vas a... a hacer muy bien...

Scor: "Ojalá no te equivoques", pienso pero te sonrío, y miro hacia donde están mi madre y su padre.

-Edward, ven... -Miro a Ever de nuevo y trago saliva.

La mano de mi padre sobre mi hombro, me infunde valor, ese valor que aprendí de él cuando era niño, o desde antes incluso de nacer. Recuerdo todo lo que he estudiado tan recientemente, y me siento seguro de mí mismo, pero ante todo me siento seguro de mi padre.

-Ever, se ha demostrado últimamente que el momento más adecuado para empujar no es el que te ordenemos nosotros, si no el momento en el que tengas la necesidad de hacerlo... -Digo sintiendo que me tiembla la voz.

Edward: Humedezco mis labios. Me fijo en Ever el momento se acerca.

-Creo que deberíamos estar ahí junto a ella

Astoria: Miro hacia la muchacha

-Vaya usted, señor Dawson, usted es su padre...

Edward: Me pongo en pie sin soltar su mano instándola a que se ponga en pie usted también.

-Pero usted es de la familia

Astoria: Me emociono. Hoy va a llegar al mundo mi nieta, tu nieta. Asiento con la cabeza.

-De acuerdo -me pongo de pie.

Edward: Me acerco sin soltar la mano de Astoria. Al llegar a la cama me siento en ella. Me dirijo a mi hija.

-Ever, apoyate en mi...

Astoria: .Me quedo de pie, junto a la cama. Estoy nerviosa y no puedo estarme quieta. Contemplo la escena con absoluta emoción y antes de darme cuenta, ya estoy llorando

Ever: Asiento a Scor, mientras que tomo la mano de mi padre, que se sienta a mi lado, junto a mí. Es en ese momento cuando viene de nuevo otra contracción. Esta es, tal vez, más dolorosa que ninguna otra de las anteriores. Aprieto la mano de mi padre y entonces, haciendo caso de lo que me has dicho, empujo. Empujo con fuerza, conteniendo la respiración, empleando en ese empujón la fuerza de todo mi cuerpo, toda mi energía, todo mi dolor, e incluso toda mi rabia. No quiero gritar ni tengo la necesidad de hacerlo, solo emito un gemido contenido, ahogado, casi un gruñido, más por el esfuerzo que por el dolor

Scor: Sintiendo que me arden los ojos por la emoción, permanezco observándolo todo, atento a todo lo que vaya a suceder.

-Vamos, lo estás haciendo muy bien.-Digo tratando de infundirte calma, mientras acaricio una de tus piernas.

Ever: Mantengo toda la fuerza, siento una fuerte presión en mi cuerpo, sobre todo en la parte baja de la espalda. Suelto el aire que contenía, y siento como si este fueran cientos de alfileres en mi costado... Emito un quejido de dolor, pero no digo nada, solo me quedo exhausta, rendida, agotada, sujeta por el brazo de mi padre, que rodea mis hombros. Jadeo, mientras que el dolor se va desvaneciendo, tras más de un minuto quemándome las entrañas

Scor: Aparto el sudor de mi frente con el dorso de mi brazo izquierdo, mientras noto el pulso acelerado de mi corazón. En apenas unos minutos, ya estarás aquí... A mi lado, después de todo este tiempo en el que te hemos esperado mientras tú nos esperabas a nosotros, Trago saliva, ansiando poder ver la cabeza de la que será mi primera hija.

Draco: -Le vendrá bien que estéis a su lado...

Les digo a Astoria y a Edward viendo como el juguetero le da la mano a su hija mientras ella emplea todas sus fuerzas en traer a su hija al mundo. Es hermoso... es hermoso ver cómo el fruto del amor se torna carne, cómo nace cual si fuera una melodía... Y huele a vida, y se respira vida. Con la mirada, temeroso de errar a causa de los nervios y la emoción de ver por fin a la nieta que tanto me negué a querer, compruebo que tengo todos los útiles necesarios.

Edward: Asiento a las palabras de Malfoy. Siento el dolor que siente la care de mi carne en cada momento, su sudor se mezcla con el mio. Su mano aprieta mi mano y yo respiro a su ritmo y aprieto los labios a cada gemido de dolor.

-Hija mía...Vamos

Astoria: Me fijo en mi hijo. Médico, esposo y padre al mismo tiempo, de rodillas ante ese inminente alumbramiento. Las lágrimas no dejan de brotar de mis ojos.

Ever: Siento nauseas. Los sudores son cada vez más intensos y a veces percibo escalofríos. Tras la contracción, no hay apenas tregua: poco más de un minuto después, o tal vez menos, no es fácil discernir el tiempo en medio el dolor, este regresa. Siento como si mi cuerpo quisiera abrirse, y tengo la necesidad de volver a empujar, como si eso pudiera aliviar mi dolor. Haciendo fuerza con todo mi cuerpo me echo hacia delante cerrando los ojos, mientras que mi cuerpo es sostenido con la fuerza de mi padre, que está junto a mí, esa fuerza que me ha sostenido siempre. Al tomar todo el aire que puedo en mis pulmones siento el fuerte dolor que lo atraviesa, pero ya no me importa... Solo hay un dolor que ocupa ahora todo mi tiempo y todo mi espacio. Contengo ese aire para hacer más fuerza, para hacer que mi hija salga de mí, porque siento la necesidad de enseñarle el mundo.

Edward: Cuando Ever empuja con todas sus fuerzas me echo hacia delante contra su cuerpo y cuando las fuerzas por traer a su hija al mundo se agotan se deja caer contra mi. Beso su cabeza, canturreo una canción que solo ella oye, de su infancia. Miro Scor, es solo un crío esperando que nazca su estrella

Astoria: Me fijo en ese padre, en esa mujer, en ese hombre: mi hijo. Casi puedo verme a mí misma, trayéndole al mundo a él

Draco: La respiración agitada y los jadeos de la muchacha se escuchan en toda la estancia y, a cada segundo que pasa, más ansías siento de que el llanto de Cassiopea irrumpa con fuerza.

Scor: Me percato de que la zona perianal está mucho más inflamada que antes, y es entonces cuando me acerco un poco más, y logro distinguir algo... Entre la oscuridad del cielo del que viene mi estrella, puedo distinguir algo que se me antoja un cabello muy fino, y oscuro debido a todo lo que desde el interior, viene con ella. Nervioso, humedezco mis labios.

-¡Veo la cabeza! -Exclamo riendo feliz, y miro a mi padre.- Dame el bisturí.- Digo pues he de practicar una episiotomía.

Edward: Escucho a Scor y sonrío. Una lágrima se desliza por mi mejilla. Beso la cabeza de Ever

-Hija, ya viene...

Astoria: Vamos, Ever... Tranquila... Lo estás haciendo muy bien -digo, mientras río emocionada por lo que ha dicho mi marido

Draco: Me fijo en el gesto de mi hijo, preocupado y espero atento a que hable, pues le conozco lo suficiente como para saber que va a hacerlo.

-¡La cabeza! -Exclamo entonces con una sonrisa que, en el momento en que me doy la vuelta para coger el bisturí, me arrepiento de haber dejado escapar.

Pero tal vez no haya que arrepentirse de las cosas que nacen sin que lo esperemos, como ese milagro que ahora viene a mi cielo, brillando más que la mismísima Cassiopea que ilumina las noches aún después de su último aliento. Con un ligero temblor en en mi mano, le tiendo el bisturí a mi hijo. No puedo creerlo, pero las lágrimas me nublan la vista y casi temo errar cuando acerco la jeringuilla con la anestesia a la zona perianal, agachándome para poder verlo.

-Recuerda, hijo... Corta hacia un lado unos dos o tres centímetros. -Digo en el momento en que empujo la aguja introduciendo la anestesia con suavidad.

Ever: Oigo lejanamente tu voz. Oigo que dices que ves su cabeza, y yo no puedo evitar llorar de emoción. La contracción cesa y y dejo de empujar, cayendo de nuevo rendida sobre mi padre, que me susurra al oído que ya viene. Ya viene... Viene y yo estoy deseando que esté entre mis brazos. Por eso me da igual el dolor de ese maldito pulmón, me da igual todo... Solo quiero que el dolor vuelva para volver a empujar

Edward: Miro a esa madre que trata a mi hija con tanto cariño. Pienso en Lyanna en como secaría el sudor de la frente de nuestra hija.

Astoria: Cubro mi boca con mis manos, nerviosa, emocionada, esperando a que todo acabe

Scor: Asiento a las palabras de mi padre, y tras tomar el bisturí entre mis dedos, espero a que la pongo la anestesia local, para que la episiotomía, no duela. Una vez lo hace, tras unos segundos, corto muy despacio el periné, haciendo una pequeña incisión de unos dos centímetros, hacia un lado tal y como me ha dicho mi padre, para evitar desgarros.

Ever: El dolor de ese pinchazo, o la sensación de ese indoloro corte en mi carne, son nada comparado con toda la emoción que tengo dentro de mí. Siento a mi hija, puedo sentir su presión, su cuerpo, y tengo la necesidad en mi cuerpo de que salga... Por eso, cuando llega el dolor otra vez, me agarro con fuerza a la sábana, y con la otra mano aprieto la de mi padre. Tomo un puñado de ese doloroso aire y aprieto los dientes hasta sentir dolor de mandíbula. Empujo. Empujo con tanta fuerza que me tiemblan las manos, que siento calambres en las piernas, mientras ese indescriptible dolor ocupa todo mi cuerpo, sin dejar espacio para nada más. El quejido contenido se alarga tanto como dura esa contracción, todo lo que aguanto sin respirar, y luego mientras suelto el aire, pienso en estrellas... Cassiopea, Luyten, Miram, Alhena, Alzir, Liesel, Lyanna, Scorpius, Astoria, Draco, Edward... Estrellas encendidas en mi vida, en el cielo de mi existencia... Jadeo, y vuelvo a coger aire, empujando de nuevo con fuerza, sintiendo que un gruñido me araña la garganta al hacerlo.

Draco: Ever empuja. Empuja con la misma fuerza con la que lo hacía mi Astoria el día en que nuestro pequeño vino al mundo. Sus gritos de dolor casi me duelen también a mí y, ahí junto a mi hijo, contemplo cómo mi nieta se abre paso en este mundo.- Vamos... vamos... -susurro queriendo que sea un susurro que tenga la repercusión de un grito. La misma repercusión del eco en el vacío. Y entonces, como si el cielo me hubiera oído, puedo verla viniendo despacio a nosotros, casi como si le costara, casi como si le doliera separarse de su madre tanto como le duele a ella traerla a la luz. Y siento mis lágrimas. Ahora más pesadas. Se congelan en mis ojos y es como si me cegaran. Pero tal vez no sean las lágrimas las que me ciegan, sino el resplandor de la luz de mi pequeña estrella. Porque también es mía.

Scor: Y al fin la cabeza de mi pequeña estrella, se deja ver, asomando muy lentamente, hasta la altura de las sienes. Ahora puedo distinguir mejor, su cabello envuelto en la vida de la que viene... De su cielo a nuestra tierra, para alumbrarla desde más cerca. Sintiendo las lágrimas que resbalan por mi rostro a causa de la emoción, apoyo mis dedos con sumo cuidado en la cabeza de mi hija, para ayudarla a salir si hace falta.

Ever: No dejo de empujar, hasta que la contracción termina y me quedo sin fuerzas. Rendida caigo sobre los brazos de mi padre. Siento que no puedo más, que respirar cada vez me cuesta más, que el dolor en el pulmón es cada vez más intenso, que todo mi cuerpo está temblando de debilidad, empapado en sudor, que apenas percibo sensibilidad en mis piernas... Pero no puedo rendirme. Siento que mi mano alrededor de la sábana se queda laxa, y que las luces en el techo se hacen muy blancas. Hago un gran esfuerzo por mantener los ojos abiertos, y poco después de que el dolor se vaya, vuelve. Vuelve con ferocidad, con intensidad, con fuerza, y yo saco fuerzas de donde ya no me quedan, y me olvido de todo, porque lo único que quiero es darle mi vida

Edward: Siento el cuerpo de mi hija contra el mio. Su cabello humedecido por el sudor del dolor que trae una vida.

-Vamos Ever

Astoria: -Vamos, hija... -digo a la muchacha, viendo su sufrimiento y sintiéndome identificada con ella por ese dolor

Scor: Las lágrimas inundan mis ojos al mismo tiempo que se desbordan, pero no me ciegan, porque nada en este mundo podría cegarme ahora que mi propia vida echa carne, llega al mundo, desnuda y temblorosa. Siento en mis dedos, como su pequeña cabeza se desliza despacio, cuando Ever empuja... Se me antoja una constelación que abandona a su estrella para darle un mundo aún mejor que el maravilloso mundo que le ha dado durante estos nueve meses. Ahora puedo ver su cabeza al completo, colocada correctamente, mirando hacia debajo. La agarro con suavidad aunque algo más fuerte, para girarla en el momento justo en el que Ever, vuelva a empujar.

Draco: El tembloroso pulso de mi hijo sosteniendo con suavidad en sus dedos la cabeza de su hija, me hace llevar una mano a su rodilla para infundirle todo mi amor y toda mi compañía para siempre. Aunque sienta que se me va un poco con la llegada de Cassiopea a nuestro mundo. Y le sonrío tras mirar a mi esposa a los ojos y sonreír con tenuidad al juguetero.

Edward: El rostro de Scor anuncia la llegada al mundo de nuestro mundo. Sostengo a Ever. Sufro con ella. Pienso en como seria su nacimiento. Cómo lloraría o temblaría al nacer. El llanto me venceSigo canturreando en voz muy baja, sintiendo el sufrimiento del cuerpo de Ever en el mio, su fuerza, su agotamiento. El cuarto huele de una manera extraña, pero a mi me huele a vida

Astoria: Lloro. Lloro de emoción mientras contemplo la emoción en mi marido, en mi hijo, en Ever, en Edward... Veo a mi hijo llorar porque está naciendo su hija, y el llanto me abruma. Me recuerdo, cuando me le dieron tembloroso y desnudo en mis brazos... Y siento que no hay ninguna diferencia entre ella y yo en este momento, Me acerco a Edward cuando le veo llorar y pongo mi mano sobre su hombro

-Tranquilo, señor Dawson...

Edward: Miro a Astoria. Con sinceridad la sonrío.

-Ya nace...Nuestra nieta.

Esta vez será el último empujón. El cual traerá una estrella a nuestro mundo. Sonrío emocionado a Malfoy. Hoy nos une nuestra estrella lo demás no importa. Scor está trayendo al mundo a mi propia carne. Lloro mirando lo que ya nunca dejaré de recordar

Astoria: Asiento llorando

-Ya nace... -le susurro, y miro a mi hijo, al que puedo ver por encima de las rodillas de Ever, llorando. Siento el corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Ya llega ese momento... Al ver la sonrisa de mi marido y la de Edward, lloro de emoción mientras sonrío

Ever: Siento que está saliendo, puedo sentirlo, y aquello hace que la emoción, las ganas de tenerla, sean más fuerte que todo dolor, que toda debilidad. Respiro, fatigada, sin fuerzas, y miro a mi padre, al que le sonrío con tenuidad, distinguiendo apenas su rostro borroso. Luego miro a Scor. Lleno de nuevo mis pulmones de aire. Y entonces empujo, con más fuerza que nunca, para darle esa fuerza que va a necesitar toda su vida para enfrentarse a este mundo al que yo la traigo en este instante, en medio de este dolor que simboliza esa unión única, sagrada, universal, en la que una madre y su hijo son una sola persona. Cerrando los ojos con fuerza, sigo empujando mientras siento a esa criatura que ha estado en mi cuerpo durante casi nueve meses, saliendo de mi cuerpo.

Scor: Y entonces llega el momento. Con cuidado, con ternura, con desmedido amor, tratando de no hacerla daño, giro muy despacio el cuerpo de mi hija, al mismo tiempo que ella ansía nacer... Y entre mis manos siento su pequeño cuerpo, cuyas piernas diminutas caen por la inercia de ser arrancada del vientre de su madre. Mis manos tiemblan ahora más que nunca, mis lágrimas lloran más que nunca... Ya está aquí: mi primera hija, mi estrella, mi Princesa, mi tiempo, mi vida, mi todo... Siento que soy yo mismo el que nace, porque en ella nazco de nuevo. Tiro de ella, hacia arriba, y entonces la escucho... Llora, llora porque ha nacido, llora porque ha abandonado la tierra en la que ha crecido. Su llanto se escucha en la habitación, y tal vez en los confines del mundo, porque es el llanto de una estrella. Lloro al ver su pequeño rostro, sintiendo una dicha que jamás antes había sentido, y entre un hilo de voz, logro decir mientras la observo:

-Feliz Cumpleaños, Cassiopea. -Inmediatamente después, la deposito sobre el pecho de Ever, llorando.

Draco: Cuando mis latidos se desbocan, ya nada tiene más importancia que el tesoro que mis ojos contemplan y que se lleva mis lágrimas con su llanto. Es una estrella. Es una Malfoy. Preciosa, temblorosa, desnuda e indefensa...

Astoria: Tiemblo de emoción cuando tras escuchar el último gemido de Ever, su última exhalación, sé que ya ha nacido

Edward: Ever cae a mis brazos. Cassipoea ya está en el mundo.

Ever: Cuando siento como nace, como abandona mi cuerpo deslizándose entre mis muslos, saliendo de la tierra en la que ha morado por nueve meses, siento que me quedo vacía... Pero solo cuando caigo rendida sobre mi padre, puedo darme cuenta de lo equivocada que estoy: estoy más completa que nunca. Ya no me acuerdo de ese dolor, ni de nada... Solo me acuerdo de ella. Y entonces, aparece ante mis ojos, temblorosa, llorando, diminuta... mi pequeña estrella, mi pequeño ángel. Aquella a la que tuve entre mis brazos antes de que naciera, la que había sido yo por treinta y seis semanas, la que había oído mi voz desde su universo único e infinito... Cuando la veo, cuando Scor la deposita sobre mi pecho, lloro porque ya la tengo entre mis brazos, porque es la criatura más hermosa que he visto, y ante todo, porque ha sido su padre quien la ha puesto sobre mi pecho... Sonrío, mientras lloro, y poso mis manos sobre su espalda:

-Cassiopea...

Astoria: Las lagrimas recorren mi rostro cuando veo a mi hijo con su hija en brazos, poniéndola sobre el pecho de su madre. Yo, al verla, siento una emoción indescriptible. Busco a mi esposo con la mirada

Scor: Tembloroso, pero orgulloso como en mi vida lo he estado, me aparto de la cama, sintiendo que me tiemblan las piernas, y tras coger una pequeña manta que había traído mi madre, me siento a tu lado, y cubro con cuidado la diminuta espalda, de la diminuta estrella que ya ha encontrado su cielo, pues que mejor cielo en el que vivir, que en el que moran en los brazos de una madre.

-Enhorabuena, mi amor...-Digo llorando como si aún fuera un niño.

Ever: No puedo dejar de mirar a mi hija, mientras lloro. Busco con mi mano su pequeña mano, húmeda del interior de mi cuerpo, y cuando encuentra mis dedos, ella cierra los suyos alrededor de uno de ellos, mientras que llora con fuerza. Miro a Scor, sin poder dejar de llorar.

-Enhorabuena, cariño... -susurro, y beso tus labios, antes de volverme a mi padre-. Papá...

Edward: Miro a Ever cuando me dice papá. Beso su mejilla sudorosa

-Hija mía....

Draco: Mi preciosa nieta reposa en el pecho de su emocionada madre. Mi hijo tiembla y sé lo que siente porque yo lo sentí con él. Cuando la arropa con tanta ternura, me acerco a él rodeando su espalda con mi brazo.

-Enhorabuena, hijo mío... -Digo antes de acariciar brevemente el pelo de la muchacha exhausta.- Tenemos que cortar el cordón... -Tomo aire, pues lo necesito.

Edward: Temblorosa, recién nacida, hermosa, así es la hija de mi hija: mi nieta. Con mi mano temblorosa acaricio su pequeña manita

Scor: -Gracias, mi vida...

Digo con una sonrisa, bebiéndome mis propias lágrimas, y miro a mi padre. Veo en sus ojos la misma dicha que todos experimentamos.

-Gracias, papá...-Lloro aún más por la emoción, cuando veo que acaricia el sudoroso cabello de Ever, y mientras acaricio la espalda de mi recién nacida estrella, a través de la manta, miro a mi madre.

Astoria: Enhorabuena, tesoros... -digo, echándome sobre ellos, para besar la cabecita de mi nieta. Miro a mi hijo, y acaricio su mejilla. Miro a mi marido- Has estado estupendo, mi amor...

Draco: Niego con la cabeza.

-No... ha sido la madre y mi hijo... -Le guiño un ojo a mi esposa volviéndome a Ever, dispuesto a tomar a la niña, aunque casi me hiere arrebatársela.- Ever, tienes que dármela... -Digo ya después de secar el rastro de mis lágrimas.

Ever: Miro a mi suegro cuando este me pide a mi hija. Sigue llorando, sobre mi pecho, y bajo la manta con la que le ha arropado su padre, parece temblar un poco menos Beso su cabeza, húmeda y cálida, y asiento con la cabeza.

Draco: Con una sonrisa muda de palabras, tomo a mi pequeña en brazos, porque también es mía, y la envuelvo con la misma ternura con la que recuerdo haber envuelto a Scorpius cuando le tomé por primera vez y me alejo de ellos fijándome en su dulce rostro.

Scor: Miro a mi padre sin poder dejar de llorar, al ver que enjuga sus lágrimas. Siento dolor cuando apartan a nuestra pequeña de su pecho, pero sé que estará en buenas manos.

Ever: Una sonrisa permanece en mis labios mientras veo como Draco Malfoy, se aleja de allí con mi hija en brazos. Miro a mi padre, y beso su mejilla. No sé como darle las gracias por haberme convertido en quien soy: la madre de Cassiopea Malfoy

-Gracias, papá... -susurro, y luego me vuelvo a Scor.

Siento en mi garganta un nudo, y siento que el llanto me supera. Recuerdo ese mundo en el que Cassiopea nació en un mundo sin Scorpius Malfoy, y siento que ese mundo que ya destruí, todavía me duele.

-Gracias a Dios que estás aquí... -luego miro a Astoria-. Gracias a Dios que estáis todos aquí... -sollozo, con la respiración aún jadeante, aún dolorosa.

Astoria: Me seco las lágrimas, mientras rodeo la cama para acercarme a mi hijo, al que rodeo con mis brazos al mismo tiempo que a Ever. Entre lagrimas, beso las mejillas de ambos-. Enhorabuena, hijos míos...

Edward: Astoria abraza a su hijo y a mi hija. Yo los abrazo también, y sostengo la mano a Astoria agradecido.

-Felicidades hijos, es preciosa.

Astoria: Sonrío, sentándome al filo de la cama, cogiendo una de las manos de mi hijo. Miro a mi esposo, pero en ese momento sé que debo dejarle con la niña, a solas, pues está trabajando

Draco: Es un ángel. O eso me parece cuando la sostengo y su peso me recuerda que es real, porque casi parece un sueño. Con cuidado, mientras su llanto sigue sin cesar, me siento con ella en la silla en la que antes estaba sentado Edward y tomo la jeringuilla extrayendo con precisión una muestra de sangre del cordón umbilical para poder realizar las pruebas pertinentes. Un test que recibe el nombre de test de coombs y que es necesario en casos en los que el bebé tiene ascendencia muggle. Comprobaré los niveles del PH, el grupo sanguíneo...Y todo es poco...

-Ssssh... no llores, pequeña... -le susurro, tomando la pinza que coloco en el cordón. Con fuerza, lo sostengo y lo corto.- Ya está... -Le digo como si pudiera entenderme. Con cuidado, la envuelvo en la manta y acaricio su suave mejilla.- Hola, Cassiopea... -Le digo sin poder evitar sonreír.- Soy tu abuelo...

Scor: Miro a mi padre con mi pequeña estrella, y casi se me antoja un sueño. Recuerdo el miedo que pasé al principio, cuando pensaba que jamás la aceptaría, y ahora le veo, con su nieta en brazos. Lloro aún más y miro a Ever: mi Ever.

-Gracias a ti por habérmelo dado todo, mi amor...-Beso tu mano.

Ever: Tomo aire despacio, y trato de disimular el dolor en mi cara, aunque estoy tan dolorida que parece imposible que alguien pudiera sorprenderse de un gesto de dolor

-¿Está bien? -pregunto,levantando la cabeza hacia donde está Draco con mi niña, aunque lo he dicho en voz tan baja que ha sido imposible que me oiga. Siento que tengo frío.

Scor: Mi padre, observa anonadado a su nieta, y yo aún sigo llorando de la emoción.

-Claro que sí, Ever... -Digo y me pongo de pie, caminando hasta donde está mi padre.

Astoria: Miro con orgullo a mi hijo, mientras va hacia donde está su hija, y me pongo más cerca de Ever. Tomo de la mesilla una toalla de tocador, y seco con esta su frente y su rostro.

-¿Tienes frío, Ever?

Edward: Su gesto maternal hace que piense de nuevo en Lyanna. Me levanto y arropo un poco a mi hija, que aún debido al parto y la suciedad siente más frio.

-Ahora te asearemos y te sentirás mejor, hija mía.

Scor: Me acerco a mi padre, aún tembloroso, y la miro:

-Es preciosa, ¿verdad?

Humedezco mis labios, y me tomo la libertad de apartarla de tus brazos para llevar a cabo el Test de Apgar, algo que se hace a todos los recién nacidos. En mis brazos, pesa muy poco, pero su peso se me antoja enorme: tan enorme como ella.

Draco: -Es una Malfoy...

Digo orgulloso y feliz, queriendo decir así que no me importa su sangre, que no me importa nada más que tengo un hermoso regalo, entonces te tiendo a la pequeña cuando te acercas y me pongo en pie, sin dejar de mirar su rostro. Veo como la coge con cuidado y la tumba a los pies de la cama. Yo me quedo a la espalda de mi hijo.

Scor: Cuando escucho decir a mi padre, "es una Malfoy", con tanto orgullo y tan feliz, me creo que estoy viviendo un sueño, y me doy cuenta de que este es el día más feliz de toda mi existencia. Con cuidado, la tumbo en los pies de la cama donde ha nacido, y compruebo su respiración. Respira rápido y profundamente, para luego realizar una respiración más pausada, en la que como todo recién nacido, hace una pausa de unos 15 segundos.

Draco: Tomo mi varita de mi bolsillo y, con magia, cierro la herida de Ever, pues aún la tiene abierta y podría infectarse.

-Luego te haremos las curas... -Le digo a Ever volviendo después los ojos a mi nieta y a su padre.

Ever: Os miro a ambos, complacida. No puedo evitar sentir un escalofrío al sentir en los ojos de mi padre el vacío de la pena por la ausencia de mi madre. Luego miro a Draco, que se acerca y cierra mi herida.

-De acuerdo -le respondo cuando me dice que luego me hará las curas-. Enhorabuena, por cierto... -le digo, con cierta sorna.

Astoria: Sonrío por las palabras de Ever, mientras miro a mi marido.

Edward: Sonrio y miro a Malfoy por si responde algo.

Scor: -Su respiración es correcta, papá.

Después cojo el estetoscopio, y lo deposito en la palma de mi mano para aportarle algo de calor, pues está muy frío, y después lo dejo con cuidado sobre su pequeño pecho, como si cualquier cosa pudiera hacerle daño. Cuento sus pulsaciones... 180 latidos que se me antojan 180 promesas, 180 bendiciones, 180 regalos, 180 vidas, pues gracias a ella, podré vivir por mil años, cuando mi historia pase de generación en generación. Sus pulsaciones, también son correctas. Recuerdo la postura de sus piernas al nacer, perfectamente flexionadas, garantizando así un estupendo "tono muscular". Acerco a su diminuta nariz, la yema de mi dedo, para provocar un pequeño cosquilleo, que hace que gire el rostro y estornude, rompiendo a llorar aún más fuerte, y arrancándome una sonrisa, al comprobar que sus reflejos, también son estupendos.

Draco: Asiento con la cabeza cuando mi hijo me refiere las pulsaciones de la niña y confirmando que todo está bien.

Scor: Observo el tono de su piel, pálido, con las mejillas sonrosadas, al igual que el vientre, las palmas de las manos y pies, el color de sus mucosas... Todo es perfecto. Cojo del maletín un colirio y estiro su párpado superior con cuidado, para dejar caer sobre sus hermosos ojos, una gota, algo que se debe de hacer a todo recién nacido.

-Todo está correcto en este Test, papá. Recuerda pincharle luego la vitamina "K". -Sonrío a Ever, y miro a mi padre, esperando a que termine de comprobar conmigo, para proceder al que será el último reconocimiento por hoy.

Draco: Tomo aire asintiendo con la cabeza a las felicitaciones de Ever.

-Enhorabuena a ti... -Digo prestando total atención a mi trabajo, pues debo comprobar todo. Río cuando la pequeña estornuda y me dirijo a mi hijo.- Es gracioso el estornudo, ¿a qué sí?

Pregunto sonriendo y fijándome en la manera que tiene mi hijo de hacer las cosas. Se parece a mí. Mucho. Y eso me enorgullece. Compruebo el color de la piel del bebé, sus ojos y todo y asiento con seguridad.

-Todo va perfecto. Ahora le inyecto la vitamina... -Tomo mi maletín, para prepararlo.

Scor: Río por las palabras de mi padre.

-Sí, ha sido muy graciosa cuando ha estornudado. -Sonrío mirando a mi hija, y me dispongo a realizar el siguiente reconocimiento. He visto antes que ha reaccionado ante el dedo de su madre cuando éste ha rozado su mano, pero aún así, con desmesurado cariño y desmedida ternura, apoyo mi dedo índice en la palma de su mano, sintiendo como sus dedos se aferran con tanta fuerza a mi dedo que hasta se me antoja que duele, un tierno dolor, donde conecto con mi hija por primera vez, más de lo que podré hacerlo en mucho tiempo. Lloro de la emoción, cuando interpreto en ese gesto: "No voy a irme nunca de tu lado." Con cuidado, tomo a mi pequeña entre mis brazos, y la vuelco despacio, poniendo mi mano sobre su vientre, cálido y diminuto, comprobando que ésta, sin dejar de llorar, porque la estoy molestando, agita las piernas en el aire. Sonriendo, la coloco de nuevo sobre mis brazos, y acerco mi dedo a sus labios. Mueve la cabeza buscándolo y lo atrapa, succionando suavemente.

-Tienes hambre, ¿eh?

Bromeo sonriendo a mi hija, tomándola después por los costados, inclinándola con dolor bruscamente hacia delante pues así lo requiere el reconocimiento. Asustada, abre los brazos, reaccionando correctamente ante el reflejo. Despacio, la siento sobre la cama, dejándola caer hacia detrás sobre mis viendo como abre los brazos.

Draco: Mientras dejo a mi nieta en manos de mi hijo, preparo la inyección de vitamina K con la que haré posible evitar la enfermedad hemorrágica. Pero no puedo perderme la visión de la pequeña agarrando el dedo de su padre y miro un instante para grabar a fuego en mi memoria ese dulce recuerdo. Y una sonrisa nace de nuevo. Con la inyección ya lista, me detengo junto a mi hijo, enternecido por cómo atiende a su niña queriéndola ya con su vida.

-Habrá que darla de comer... -Digo pensando en dársela a su madre en cuanto terminemos.

Scor: -Sí, habrá que darla de comer...-Respondo a mi padre con una sonrisa, y tumbándola en la cama, rozo con la yema de mi dedo índice, la planta de su pie izquierdo, viendo como ésta encoge sus diminutos dedos reaccionando ante el estímulo. Giro su pequeña cabeza con cuidado hacia un lado, escuchando su llanto.

-Shhh, ya termino, deja de llorar, canija...

Ever: Cierro los ojos. Siento que mis pechos están muy calientes, y noto hasta cierto dolor en ellos

Astoria: -¿Te encuentras mejor ya, querida?

Edward: Escucho con atención.

-Creo que está muy cansada

Ever: Estoy bien... -susurro, con una sonrisa tenue en los labios-. Y muy feliz...

Draco: No puedo evitar reír. Cassiopea siente cosquillas y es tan diminuta que es imposible no enternecerse.

-Está asustada... -Digo escuchando su llanto.- Poco a poco reconocerás cada llanto y sabrás qué quiere decirte...

Scor: Sonrío y compruebo que inmediatamente, estira su brazo hacia el lado al que la he obligado a mirar, flexionando el contrario, en el conocido como "reflejo del espadachín". Tomo a mi pequeña bajo sus axilas, riendo por su llanto.

-Acabas de venir al mundo, y ya no me aguantas...

Astoria: Miro a Edward, asintiendo a sus palabras y luego miro a Ever.

-Es normal que estés cansada, y también que que estés feliz. Hoy es el día más importante de tu vida

Edward: -De nuestras vidas...-Beso la sien de mi hija.

Ever: Miro a mi padre sonriendo.

-¿A que es preciosa...? -me emociono solo de mencionarlo.

Astoria: Asiento

-Si que lo es... Se parece mucho a ti.

Edward: -Si -Rio mirando a Astoria.- Tiene tus mofletes -Señalo los tuyos.

Ever: -Oh, ella es mucho más guapa que yo... -miro a Astoria, agradecida por sus palabras, y cojo su mano-. Gracias por estar aquí...

Astoria: Niego con la cabeza, emocionada

-Sois mi familia...

Edward: Agradezco con la mirada las palabras de Astoria.

Ever: Me emociono. Sonrío y aprieto su mano dentro de la mía. No dejo que la fatiga que siento se me note. Y si se me nota, seguro que piensan que es por el esfuerzo del parto

Draco: Esa es la parte del reconocimiento que menos me gusta, al igual que el análisis de la sangre extraída para la comprobación del hierro, las vitaminas y las posibles enfermedades.- Bien... -Digo sonriendo cuando la pequeña reacciona a la perfección.

Scor: La coloco sobre el suelo, y veo que estira las piernas y el tronco, elevando la cabeza hacia arriba, también correctamente. Después la elevo un poco, deseando ver este último acto reflejo que tantas ganas he tenido de ver, desde que me acepté que iba a ser padre. Dejo que apoye un solo pie en el suelo, el derecho, y compruebo como sin dejar de llorar, echa el izquierdo hacia delante, como si quisiera caminar... Está sana, y está perfectamente.

Draco: Y me fijo en ella. Eso es casi el primer paso. Un paso en el mundo. Un paso con un llanto. Un paso que no duele, pero que ya comienza a doler porque la vida duele...

Scor: Lloro de nuevo por la emoción, y tras llevarla contra mí, beso su frente, acercándome después a una báscula para recién nacidos que ha traído mi padre, y depositándola en ella con cuidado.

Draco: No me separo de mi hijo, ni cuando lleva a la pequeña a la báscula que he traído. Estoy ahí. Y voy a estar siempre. Quiero protegerle con mi vida, como juré que haría cuando le tomé en brazos por vez primera. Como juro ahora que protegeré a mi nieta.

Astoria: -¿Quieres que te traiga algo, muchacha?

Edward: -Si, ¿quieres un vaso de leche o algo hija?

Ever: -No, no tengo hambre... Solo sed...

Astoria: Señalo la mesilla junto a Edward.

-Creo que ahí hay un vaso de agua...

Edward: Cojo el vaso de agua y ayudo a Ever a incorporarse para acercar el filo de cristal a sus labios resecos.

-Bebe hija

Ever: Con cuidado, bebo un poco de agua. Siento que mi cuerpo tiembla de debilidad, y que de vez en cuando siento calambres en mis miembros. Cuando dejo de beber, te miro.

-Gracias...

Scor: Compruebo el peso, y después la mido, llevándola de nuevo contra mí, y caminando con ella hasta la cama donde se encuentra Ever. Sonriendo la dejo con cuidado sobre su pecho.

-Pesa 2 kilos, 800 gramos, y mide 49 cm... Está perfectamente, amor mío- Miro después al resto con una sonrisa orgullosa en mis labios.

Astoria: Emocionada, miro a mi hijo, y alargo mi mano para acariciarle la mejilla.

-Que bien te sienta ser padre... Estás guapísimo.

Edward: Tiene el guapo subido es verdad -Rio.

Ever: Sonrío, sintiendo ese escalofrío cuando dejas a mi hija en mis brazos. Con cuidado, la apoyo sobre mi brazo izquierdo, sintiendo su leve peso, pero que tanta huella deja en mí. Las lágrimas ruedan por mis mejillas mientras la miro, tan hermosa, tan dulce, tan mía. Miro a Scor, con una sonrisa llena de lágrimas.

-Es tan guapa como su padre...-susurro.

Scor: Miro a mi madre y la sonrío, haciendo lo mismo después con Edward. Después miro a Ever sin dejar de llorar aún por la emoción que me causa, no solo el hecho de haber traído una estrella al mundo, si no a mí estrella: nuestra estrella. La miro y acaricio la suave piel de su mejilla.

-Sí, es preciosa... Y creo que tiene hambre.-Te miro sonriendo.

Astoria: Miro a la niña, contemplando sus sonrosadas mejillas.

-Si, eso parece, Ever...

Draco: Me siento cansado... Y no quiero ni imaginar cómo se siente Ever. Exhalando mi respiración, me permito la libertad de sentarme en la cama.

-Y... tiene los ojos claros... -Comento orgulloso.- Todavía no está muy definido el color, pero los va a tener grises...

Digo mirando a Astoria y luego a mi hijo, alzando el mentón sonriente.

-Hay que lavarla en cuanto coma y ponerla un pijama...-Le digo a la madre.- Y lo mismo contigo... -Acaricio cuidadosamente la suave cabeza de la pequeña estrella.- Y tienes que estar cómoda y en reposo, ¿de acuerdo?

Ever: -De acuerdo, señor Malfoy... Muchas gracias -digo.

Estoy tan feliz, que hoy soy hasta capaz de sonreírle. Luego miro a Scor.

-¿Puede comer ya? -pregunto. Hace días que mancho mi ropa de lo que es conocido como calostro, y ahora siento tanto calor en los pechos que deduzco que ha debido de aumentar la cantidad.

Scor: -Claro...

Digo con una sonrisa al ver la tuya, enjugo mis lágrimas, besando después tu mejilla, y agarrando la mano de mi pequeña recién nacida estrella.

Astoria: Sonrío, haciéndome a un lado por si necesitas un poco de intimidad para ese momento.

Ever: Siento que me emociono. Con cuidado, desabotono mi camisón y con cuidado de que no se me vea el pecho demasiado, acerco a mi pezón la boca de mi pequeña. En ese momento, es cuando la pequeña Cass, guiándose por ese instinto primario del ser humano, busca con sus labios mi pezón, rodeándolo con ellos, y atrapándolo con voracidad. En ese momento en el que empieza a succionar con fuerza, hambrienta, cuando siento ese dolor que no puedo dejar de sentir como algo agradable y extremadamente dulce, las lágrimas vuelven a recorrer mis mejillas. Acaba de establecerse ese vínculo único... Tan único como el sentimiento que surge entre una madre, y su hija. En ese momento miro a Scor. Con una sonrisa llena de esperanza, felicidad, y alegría, te digo con una mirada, que nuestra eternidad ahora, es ella: nuestra Cassiopea.





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