Y el Tiempo, se paró
Posted in Edward Dawson, Lyanna Valdemar, Roles
Una fotografía, una fotografía no es solamente la imagen que se quedó parada para la eternidad, una imagen es aquello que podemos volver a contemplar cuando la memoria no nos permite hacerlo con la misma nitidez que nos lo permite una fotografía. Ahora sostengo esa foto en mis manos, la foto que Ever ayer duplicó mediante un hechizo para que yo me pudiera quedar con ella para siempre. Ahora la tengo en mis manos en dentro de un marco que he comprado esta mañana, saliendo un momento de la juguetería aprovechando que está junto a mí todo el día, Adriel, para comprarlo. Le he comprado sencillo, como ella se me antojaba, pero a la vez hermoso y que se mereciese ser quien guardase su inmortalizada imagen para siempre. Lyanna, ese nombre sigue clavándose en mis labios como diminutos alfileres, noche tras noche la he pedido perdón por hacerla culpable de un crimen que jamás cometió, el de abandonar a su hija, la mía, y ahora sé que lo que hizo fue salvarla. Salvarla en mis brazos, ponerla a salvo.
Ahora mis manos tiemblan, tiemblan porque su imagen parece querer decirme que no nos abandona nunca, que siempre vela por nosotros, que nos cuida desde ese trocito de cielo que Scorpius puso en el universo para ella, dando nombre, su nombre a una estrella que brillará para siempre o por siempre como ella se merece.
¿Quién no se merece un trocito de cielo? Nadie, todos aquellos a los que amamos siempre se merecen ese trocito donde vivir tan lejos de nosotros. Y yo me siento orgulloso de ser el padre de corazón de ese hijo que mi hija puso en mi camino. Las lágrimas resbalan por unas mejillas maltratadas por la edad y el dolor que han hecho huella en mi piel como la escasez de agua lo hace en la tierra.
Acaricio con las yemas de mis dedos ese hermoso rostro de ese ángel que ahora me observa desde ese trocito de cielo con su nombre propio.
No puedo evitar que esa imagen congelada traiga a mí el recuerdo de ese primer día...No recuerdo que día en concreto era, pero si recuerdo que se acercaba el final de un agosto que me cambiaría la vida para siempre, el día que Lyanna, cruzó el umbral del baluarte de los Dawson, esa juguetería que hacía pocos años había logrado abrir para que a ningún niño le faltasen juguetes como a mí me faltaron.
El día en que una mujer se llevó para siempre el corazón de un humilde juguetero...
Agosto de 2005
Los juguetes están despiertos a esta hora de la temprana mañana, las muñecas, juegan entre ellas a las palmas, y los trenes han comenzado su recorrido diario por las vías de un tren en el cual siempre hacen el mismo camino. Todo esta en silencio, pero para mí todo tiene vida desde que la juguetería es abierta por las mañanas
Un tren emite un silbido, y yo contemplo como el payaso de la estantería de la esquina golpea sus platillos, sonrío en medio de esa ensoñación, pues para mí ellos tienen su propia vida, la de la ilusión de quienes le contemplan.
Lyanna: Si alguien me preguntara qué es la vida, yo solo podría responderle una cosa: la vida es vivir... Sí, eso es la vida, vivir, pero no todos podemos vivirla de la misma manera. En este tiempo que corre sobre mis relojes, solo podría definir mi vida con la palabra "huir". Esto es lo que llevo haciendo ya varios días, desde que abandoné el circo que me daba la vida. Me fui con la ropa que vestía mi cuerpo y con las escasas monedas de mi abrigo, que afortunadamente pudieron dar pago a la habitación de la posada en la que me hospedo, en un pequeño pueblo del condado de Devon, llamado "Godric's Hollow"
Pero huir se convierte en un tormento mucho más grande, cuando huyes de la persona que comparte tu misma sangre, de esa persona que deberías ser tú mismo en otro cuerpo... Huyo de mi hermana, de quien debería ser mi mitad, de quien debería ser el hombro en el que apoyarme a llorar. Hundo los dedos en el bolsillo de mi abrigo, y lo encuentro vacío... Ya no queda ninguna moneda.
Y mis pasos, los pasos de mi huida, los pasos de la huida de mi vida, me llevan hasta las calles del valle. Algunas miradas se posan sobre mí, parecen mirarme como si les pareciera extraña, tal vez porque soy una forastera, tal vez por mis rasgos, que nada tienen que sobre mí, parecen mirarme como si les pareciera extraña, tal vez porque soy una forastera, tal vez por mis rasgos, que nada tienen que ver con los suyos. Bajo la cabeza mientras camino, en busca de esa limosna que pueda darme alimento, y es entonces cuando algo llama mi atención a mi izquierda... Elevo el rostro, y me detengo frente a una juguetería. El viento acaricia mi rostro, peinando mi cabello, y yo detengo mi huida sobre el escaparate de aquél lugar, tal vez porque los niños no necesitan huir, y abro la puerta.
Edward: El ruido de la campanilla que anuncia la entrada de algún cliente no me saca de mi ensoñación, todos los juguetes están vivos y el tintineo delicado de la campanilla me hace girarme. Cuando la vea entrar, todo se duerme, las muñecas dejan de jugar a las palmas, el payaso no golpea sus platillos, los trenes se paran en las vías, el tiempo....se para.
Lyanna: Cuando cruzo el umbral de aquella juguetería, un cálido aire envuelve todo mi cuerpo, penetrando en mi alma. Huele a niñez, a juguetes, a tiempo, a historia tras todas esas sonrisas pintadas. Cierro la puerta despacio, y miro hacia el frente. Mis ojos se encuentran con los ojos de un hombre, y con la mano aún en mi bolsillo, me pregunto cómo pide limosna alguien que no tiene voz para pedir auxilio...
Edward: Camina despacio...Tan despacio que parece no hacerlo, parece etérea, dentro de una bola de cristal secuestrada por la inmensidad del tiempo. Parece que sus labios no quieren despegarse para hablar y se me antoja que a pesar de que no hace frío, lo tiene. Su semblante no es demasiado saludable, como si las noches la pasasen factura al no poderlas soñar. Trago saliva: -Buenos días...
Lyanna: La voz del juguetero llega hasta mí con suavidad
-Buenos días... -Digo con mi particular acento, ese que no podrá jamás dejar ir de mis labios, porque es la reliquia de ese idioma que mis padres pusieron en mi garganta. Me acerco hasta el mostrador- Necesito... -Digo y cuando te miro, mis ojos se llenan de lágrimas- Limosna...
Edward: Se me antoja que su acento al darme los buenos días es originario entre Alemán y algún país de Europa del Este, pero cuando me dice que necesita limosna mi baluarte cae...Cae porque nunca había creído que los ángeles pudieran pedir limosna, ni que pasasen por penurias terrenales. La miro, tragando saliva y voy hacia la caja para sacar unas monedas y tendérselas con la mano temblorosa sin dejar de mirar sus misteriosos ojos
Lyanna: Tu silencio cobra vida en tu garganta, pero es un silencio que hace que el mundo se silencie, mientras tus ojos se posan en los míos. Es un silencio que se respira, igual que el miedo que late en lo más profundo de mi corazón. Recibo esa limosna, convertida en dinero, y siento que una lágrima cae con fuerza contra el dorso de mi mano. Cierro los ojos.
Edward: Llora porque alguien ha puesto en su mano una misera moneda que no la podrá apartar de la humillación y de la angustia. No la podrá apartar del golpe dado por las miradas de quienes te desprecian. Esa lágrima parece caer con lentitud en mi tiempo parado
-No llore...¿Tiene hambre?
Logro preguntar sabiendo que mis muñecas han empezado a llorar conmigo
Lyanna: Me muerdo la lengua, pues no debería decir a quien me ha dado limosna que tengo hambre, pero es la verdad... Ayer ya no tuve nada que llevarme a la boca, y el cansancio hace mella en mí
-Sí...
Digo y abro los ojos para posarlos de nuevo en los tuyos. Miro alrededor, para ver todos esos rostros llenos de inocencia, todas esas sonrisas eternas que ni el paso del tiempo podrá borrar de sus labios
Edward: Un nudo en mi garganta cuando unos labios sentencian que tiene hambre, ningún ser humano debería de sentir esa angustiosa sensación de necesitar un alimento que llevarse a los labios. Sin decir nada me dirijo a mi trastienda, ese taller donde paso tanto tiempo de mi vida. Cojo una lata de galletas y al salir la destapo para dejarla en el mostrador
Lyanna: Abres una caja de galletas que dejas sobre el mostrador. Su dulce olor llega hasta mí, haciendo que mi estómago duela mucho más. Cojo una de las galletas con premura, y cerrando los ojos, la llevo a mis labios, sintiendo dolor al dar el primer bocado, pues comer duele cuando el hambre lleva horas doliendo...
Edward: Cierras los ojos cuando llevas esa galleta a tu boca, siento que el dolor del hambre duele en tu estómago tanto como en todo tu cuerpo y hasta en tu alma. Trago saliva con fuerza
Lyanna: Como esa galleta con rapidez, con tanta rapidez que me avergüenza, cuando tomo otra de las galletas
-Gracias... -Digo con un hilo de voz- Es usted un ángel...
Digo y trato de sonreír, pero me duelen los labios. Todas las sonrisas que he sonreído a lo largo de mi vida, me han dejado sin fuerza en los labios, cuando ella me ha hecho recordar todas las veces que la sonreí, ignorando que un día tendría que huir de ella
Edward: Su voz diciéndome que soy un ángel resuena en el baluarte en el que me encuentro. Ya no distingo las risas de las de las muñecas pues ellas solo lloran porque un ángel ha caído en su hogar pidiendo limosna. Me encojo de hombros
-Se equivoca, solo soy un juguetero...
Lyanna: Sonrío dulcemente, sintiendo que ahora al menos puedo sonreír, y me reprimo de comer más galletas
-Ser juguetero, es otra forma de obrar milagros, señor...
Edward: Esas palabras me dejan sin las mías. Dices que obro milagros y tú desconocida has obrado el milagro de parar mi tiempo desde que has cruzado el umbral de mi juguetería y además las muñecas se han callado al verte. No sé que decirte ni como hablarte
-Puede llevarse estas galletas -Las señalo con la mano.
Lyanna: Te miro, y me dejo caer en el claro azul de tu dulce mirada. Eres la primera persona que me trata con dulzura desde que huyo de mi vida, el primero que no me mira con reproche, quien me está cuidando sin conocerme, y me brinda su ayuda. Hace apenas unos días que dejé de creer en los ángeles, pero ahora la vida me demuestra que éstos existen. Trago saliva cuando las lágrimas tiemblan de nuevo en mis ojos
-No sé como darle las gracias...
Edward: Veo como ese ángel se derrumba ante un humilde juguetero y la congoja se aposta con fuerza en mi garganta
-No me de las gracias, no tiene porqué hacerlo.
Salgo del mostrador y me acerco un poco hacia ti, pero solo muy poco.
-Si necesita cualquier cosa me lo puede decir...
Lyanna: Te acercas a mí mientras yo levanto la mirada de la caja de galletas que cierro. Veo en tu mirada, las melancólicas notas de un pasado triste. Me pregunto cómo es posible que se le permita tener la mirada tan melancólica a un hombre que hace posible las sonrisas de tantos niños
-Se lo diré. -Digo cuando encuentro voz con la que poder dar forma a mis palabras. -Miro a mi alrededor sin poder reprimirme de hacer una pregunta- ¿Hace mucho que es juguetero?
Edward: No sonríes pero yo me imagino que lo haces cuando esa parte de niña que aún no ha muerto en ti deja que pienses en esos juguetes en vez de en tu angustia y hambre. Meto mis manos en los bolsillos de mi pantalón y sigo tu mirada para encontrarme con mis juguetes
-Hace algunos años abrí esta juguetería, me juré a mi mismo que mientras yo viva, ningún niño crecerá sin juguetes...-Te miro.
Lyanna: Siento un escalofrío que serpentea por mi entristecido alma, y te miro
-Qué promesa tan hermosa...
Edward: Me robas el aliento a la vez que las palabras que no logran desprenderse de mis labios. Vuelvo a mirar esas estanterías llenas de la ilusión de un hombre que tuvo las manos vacías de ilusiones:
-Yo crecí sin juguetes, mis padres no podían permitirse poner ilusión en mis manos -Saco las manos de mis bolsillos y te las muestro- Ahora están llenas depegamento, barniz...pero me siento muy feliz de hacer esto
Lyanna: Miro tus manos. En ellas se dibujan líneas, suaves curvas que viajan hasta un mismo destino: el de la niñez. Me pregunto cómo es posible que alguien como tú, que tan bondadoso parece, pudiera crecer sin juguetes, pero después me doy cuenta de que los ángeles, no tienen juguetes, y tú eres un Ángel. Trago saliva, mientras siento como las lágrimas pugnan por abandonar mi mirada
-Es usted un hombre muy valiente entonces... Pone en la vida de otros niños, lo que nadie pudo poner en la suya.
Edward: Las lágrimas se agolpan en mis ojos al escuchar esas dulces palabras, esa desconocida que ha irrumpido con hambre en mi juguetería y me está hablando de que soy un ángel:
-No, no soy valiente, solo soy un niño que vive en un cuerpo de hombre y que disfruta haciendo su trabajo. -Sonrío y trago saliva- ¿Quiere conocer a Beatrice?
Lyanna: Mientras te miro, dejando que todas y cada una de tus palabras, se alojen en lo más profundo de mi corazón, me pregunto quién será Beatrice, pero aún así asiento, y dejo que mis labios sean surcados por una sonrisa suave, que sabe a melancolía y lágrimas
-Claro...
Edward: Echo a andar hacia un lado de la juguetería y de una repisa cojo a Beatrice por debajo de sus axilas, la acerco a ti
-Ella es Beatrice, un día fue hermosa y querida, llena de vida y de ilusiones, pero alguien se olvidó de ella, dejándola abandonada a su suerte, entre frío y montones de basura -Trago saliva- Un día la encontré y la recogí para llevarla conmigo y ahora, ella está esperando que alguien la vuelva a querer
La bonita muñeca de porcelana tiene el cabello oscuro al igual que los grandes ojos, se me antoja tu espejo de porcelana.
Lyanna: Trago saliva, sintiendo el temblor de las lágrimas en mi rota mirada. Además de dar vida a los juguetes, también les das mundo
-Seguro que encuentra a alguien que la quiera... -Digo y fuerzo una sonrisa, mientras siento las lágrimas rodar mundo- Seguro que encuentra a alguien que la quiera...
Digo y fuerzo una sonrisa, mientras siento las lágrimas rodar por mis mejillas, cuando llevo las yemas de mis dedos hasta su frío rostro de porcelana. La muñeca jamás pudo llorar su abandono, y no dejará de sonreír... Yo en cambio, ya lo he hecho.
Edward: -Ya ha encontrado quien la quiera...
Susurro cuando veo como la historia de Beatrice te ha roto el corazón. Te la tiendo despacio
-Quiero que usted sea quien la cuide...
Lyanna: Te miro, mientras me quedo sin aire. Me pides que cuide de una hermosa muñeca de porcelana, pero alguien que no sabe cuidar de sí misma, no puede cuidar un juguete. Aún así, la miro, y siento como esas palabras rompen mi ya roto corazón. Lloro ahora con desconsuelo, cerrando los ojos, mientras pienso en esa hermosa muñeca de porcelana. Como toda mujer han sido muchas las veces en las que he soñado con ser madre, y ahora se me antoja que la única manera de ser madre, será aceptando esa muñeca que le ofreces a mis desnudos brazos, por eso la cojo y la llevo contra mí, como si Beatrice fuera esa hija que la vida no me dejará tener, porque quien huye de la vida, no puede condenar a su vida a huir...
Edward: Llevas a la fría niña de porcelana a tu pecho, mientras las lágrimas te derrotan, la abrazas y yo sé que ella te llenará de calor y amor en las noches venideras que serán solitarias y frías. No sé como actuar delante de una desconocida que llora con desconsuelo y que ha parado la vida de mis juguetes cuando a entrado a su hogar. Mi mano diestra, temblorosa y fría se aprieta tu hombro
-¿No tiene donde vivir?
Lyanna: Siento tu mano en mi hombro, y ese trato me reconforta, mientras que yo beso el suave cabello de la muñeca de porcelana, que aprieto contra mi pecho, queriendo refugiarme en ella, a sabiendas de que gracias a ti, ya no estaré tan sola. Abro los ojos para mirarte, y hablo con la dificultad propia del llanto
-Estoy viviendo en la posada...
Edward: Un ángel ha caído en Godric's Hollow y ha dejado sus alas posadas en la posada de los que van y vienen, errantes de un mundo que no está hecho para ellos
-Está noche, cenaré una sopa, si quiere, puede venir y yo la daré la cena.
Lyanna: No solo me has dado limosna, alimento, una muñeca para que no me sienta tan sola, ahora me ofreces cenar en tu hogar, en un hogar donde no existirá el frío gracias a las memorias de todos esos juguetes
-No me de tanto... -Digo llorando- No puedo corresponderle...
Edward: Se equivoca, si me puede coresponder...-Sonrío- Todo el mundo puede hacerlo, no hacen falta riquezas ni monadas para algo que se hace de corazón -Sonrío apretando mucho los labios y después alzo ambas cejas- Solo el día que se vaya, despídase de mí y así sabré que va a ir hacia algún lugar mejor.
Lyanna: Puede que no haya mejor lugar en el que vivir, que en el propio corazón de uno mismo, o en el corazón de la persona que te abriga con sus alas cuando un abrigo ya no es suficiente para abrigar tanto frío. Trago fuertemente saliva
-No creo que encuentre mejor lugar que el que he encontrado hoy. -Digo y abrazada a la muñeca, miro a mi alrededor. Después te miro- Aunque si algún día me voy de aquí, -digo secándome las lágrimas con las yemas de mis temblorosos dedos- déjeme al menos el recuerdo de su nombre, para poder escribirle.
Edward: Río, dándome cuenta de que aún no la he dicho como me llamo, quizá haya sido porque mi corazón te ha hablado antes de que lo hiciera yo
-Me llamo Dawson, Edward Dawson -Aparto mi mano de su hombro y la extiendo hacia usted
Lyanna: Edward Dawson. Tu nombre me hace sentir un sutil escalofrío que roza mi alma tiernamente, hasta besar mi ajado corazón. Extiendo mi mano hacia ti, y cuando agarro la tuya, siento que me he encontrado con alguien que jamás saldrá de mi vida
-Lyanna... -Digo con la voz aún rota por el peso de las lágrimas en mis labios resecos
Edward: Las lágrimas quieren besar tus labios y así lo hacen cuando pronuncias tu nombre. Un nombre hermoso, un ángel bautizado con el más hermoso de los nombre que he escuchado nunca. El tacto de tu mano es suave, una mano que no parece haber maltratado tu piel, qué habrá podido pasar a este ángel que me regala su nombre para que le hayan echado del cielo
-Bonito nombre...
Lyanna: -El suyo lo es más.
Digo y aprieto tu mano fuertemente, tal vez porque necesito aliento y tú me lo estás dando, o porque siento que me estoy despidiendo de alguien del que no quiero despedirme nunca. Aprieto la pequeña muñeca de porcelana contra mí, con mi brazo izquierdo
-¿Por qué Beatrice? ¿Por qué ese nombre? -Pregunto con una triste sonrisa en los labios
Edward: Con su mano en la mía y la emoción en su voz ahogando la mía, respondo
-Dante, infierno, purgatorio y paraíso, por eso se llama Beatrice, no encontré para ella nombre que darla mejor que ese.
Lyanna: Siento un escalofrío cuando me hablas de la Divina Comedia. El nombre de "Dante", hace que el frío de mi huida, se haga haga aún más intenso, y empalidezco, tragando saliva mientras que mis lágrimas se detienen en mi rostro
Edward: Veo su rostro paralizado y no entiendo que he podido decir para que eso ocurra, he roto tu sonrisa cuando empezaba a nacer y me maldigo para mí mismo, por ello
-¿Ocurre algo?
Lyanna: Te miro y mientras que mis labios tiemblan por ese congelado llanto, estoy dispuesta a contarte la verdad, cuando pienso que podría traerte problemas, por lo que niego con la cabeza
-No, nada... Es solo que me encanta esa historia. - Fuerzo una sonrisa-
Edward: Sonrío aliviado
-Por eso Beatrice está tan cómoda en sus brazos...Mire, ya tiene más color en sus mejillas -Señalo con mi dedo índice el rostro de porcelana
Lyanna: Miro a la muñeca entre mis brazos y sonrío, mientras me digo a mí misma lo fácil que es hacer sonreír a un juguete, cuya sonrisa es imperecedera. Has pintado muchas sonrisas a muchos rostros de porcelana, pues eres juguetero, pero la que has pintado en mi alma, ya no va a irse nunca de mis labios
-Cuidaré de ella, mejor que de mí misma...
Edward: Siento que se acerca la hora de que te alejes, pues ningún desconocido se queda tiempo en un lugar desde el primer minuto, aunque no se vaya ya nunca de un corazón, no sé el motivo pero se me antoja que se va aquedar para siempre mi vida. No me aventuro a preguntar si vendrá a cenar esa sopa calienta por temor a que me diga que no, sonrío
-Sé que se va a quedar para siempre en mi corazón Sé que lo hará
Lyanna: Trago saliva fuertemente, y me doy cuenta de que aún tengo tu mano enredada a la mía. La aparto suavemente y te miro
-¿A qué hora cena? -Pregunto tras rodear a mi muñeca con mi brazo derecho
Edward: Sonrio, miro un momento hacia esas muñecas que se me antojan están felices porque su creador lo está
-A las ocho más o menos
Lyanna: Miro hacia donde miras, y me encuentro con todos esos rostros inmortales, esos niños que jamás dejarán de ser niños, y después te miro
-Volveré a las ocho entonces.
Edward: Aparto mi mano de la suya, sintiendo que la he tenido presa demasiado tiempo. La noticia de que vendrá a la cena me arranca una sonrisa
-Entonces ese plato de sopa la estará esperando, Lyanna -Me atrevo a decir.
Lyanna: Lyanna... Mi nombre en tus labios, cobra la vida que un día me dio mi madre, esa vida por la que hoy vivo, y que hoy tú pones en tus labios, y es en ellos donde me siento más viva que nunca, cuando me das el nombre que me dio la vida
-Hasta las ocho entonces, Edward...
Digo apreciando la suave sensación en mis labios de pronunciar el nombre de un ángel
Edward: Te miro cuando etérea avanzas hasta la puerta, saldrás como entraste, pero de una forma diferente, porque aunque tú no lo sepas, te llevas en tu corazón, el mío
-Hasta las ocho...-Susurro.
Y cuando abro los ojos de esa ensoñación ya no soy el mismo, ahora el dolor es más agudo pues su recuerdo ha dolido siempre, pero hoy pero hoy el ayer duele más que nunca.
Rol entre @EdwardDawson_ y @AryaDabney (@OcasionalSHPF) el 16 de Enero de 2015
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