Summertime Sadness
Posted in Diario, Recuerdos
El amor es mucho más que una emoción, mucho más que una sensación, o un sentimiento. El amor, ES. Leí esa cita en un libro, hace mucho tiempo, cuando todavía no sabia que el amor era ese sentimiento que ya existía en mí y que yo camuflaba con odio.
Pero, ¿cómo se puede camuflar al amor? Ni siquiera el odio puede hacerlo. Siempre he pensado que el odio es un sentimiento muy débil comparado con el amor. Después de todo, solo hay odio si antes ha habido amor. Sin amor, solo existe la indiferencia.
Era mi ultimo día de vacaciones. Contemplaba el crepúsculo sentada en una roca, observando como el sol se fundía con el mar, mientras mecía mis pies descalzos dentro del agua cristalina y fría. De pronto me sentí observada, y allí estaba él, mirándome. Sentí una breve oleada de celos por ese aire que le estaba tocando el cabello, tan lejos de mis manos en ese instante, pero esos celos se acabaron después, cuando se sentó a mi lado, a contemplar como se moría el día.
Conversar con él, verle de cerca, tocarle cuando me apeteciera sin tener que pedirle permiso con esa sensación de orgullo de saberle mío, eran emociones indescriptibles, que hacía apenas unos meses jamás habría podido ni imaginar.
Los dos estuvimos conversando, jugando... Intercambiamos la magia de nuestras varitas en duelos en los que las risas lo eran todo. Los dos acabamos en la orilla, acariciados por el mar, su cuerpo sobre el mío, y las manos de sal y arena traída por la marea, tocando...
nuestras pieles al mismo tiempo. Su lengua acariciaba la mía, y sus dulces labios sabían a sal. Mi cuerpo respondía a esa caricia, a esa dulce emoción, y la respuesta fisiológica a tanta pasión empezó a manifestarse dentro de mí, quemando mis entrañas con un fuego transparente, obligándome a apretarme contra él, buscando un roce que pudiera salvar mi cuerpo de esa lenta tortura a la que se enfrentaba.
nuestras pieles al mismo tiempo. Su lengua acariciaba la mía, y sus dulces labios sabían a sal. Mi cuerpo respondía a esa caricia, a esa dulce emoción, y la respuesta fisiológica a tanta pasión empezó a manifestarse dentro de mí, quemando mis entrañas con un fuego transparente, obligándome a apretarme contra él, buscando un roce que pudiera salvar mi cuerpo de esa lenta tortura a la que se enfrentaba.
Su mano, perdida entre las olas y mi muslo, solo acrecentaba esa sensación, sin ayudarme a calmarla. Clavando los dedos en su nuca, le susurré al oído lo que necesitaba de él:
-Hazme el amor...
Mi voz es casi una súplica confundida con el rumor del mar. Sus ojos se clavan en los míos y veo como estos arden de deseo. Se pone de pie y tira de mi mano ayudándome a levantarme. Mi vestido empapado deja ver mis senos desnudos a través de la tela blanca mojada, y me cubro con mis brazos mientras su mano me llevaba hasta la casa, donde estábamos a salvo de las miradas de Albus y Alhena, a los que no encontramos en nuestro camino.
Antes de entrar en casa escurro mi vestido con la mano, dejando un charco en la entrada. Corro hasta las escaleras y me detengo, poniéndome contra la pared. Él llega sonriendo, su camiseta también mojada dibujando sus músculos bajo esta, pone sus manos a cada lado de mí, y me atrapa con un beso que juego a seguir hasta que finalmente me escapo, huyendo por debajo de sus brazos y corriendo escaleras arriba, jugando a que me persiga.
Tanto empeño pone en alcanzarme que se cae en la escalera, y yo regreso a rescatarle entre risas, tirando de su mano para levantarle y guiarle hasta nuestro pequeño rincón sagrado. Es en ese momento cuando me rodea por detrás, apretándose contra mí. Puedo sentir en mis nalgas la firmeza de su erección a través de la fina ropa. Ahogo un gemido de placer, mientras me empuja a seguir hacia delante. Cojo su mano izquierda, posada en mi vientre, y la llevo hasta mi pecho. Él responde a mi urgente deseo, apretando mi seno con sus delgados dedos, produciéndome un escalofrío de placer, al mismo tiempo que avanzo casi a tientas por el pasillo. Con la otra mano rodea el pomo de la puerta y yo la empujo con mi otra mano, mientras él me empuja hacia dentro y yo avanzo. Mientras él cierra la puerta con su espalda y besa mi cuello, yo hago que su mano descienda más abajo de mi vientre, y él me agarra con fuerza entre los muslos, clavando sus dedos en mi sexo a través de la ropa mojada.
Un gemido se escapa de mi garganta. Sostengo su mano, apretándola más fuerte contra mi sexo, sintiendo el calor que se concentra entre mis muslos, y el placer profundo que me produce su mano apretándolo con fuerza, casi con violencia. Vuelvo mi rostro hacia él, busco sus labios y los encuentro, mientras su sexo excitado sigue rozándome los glúteos, bajo mis manos por mi cuerpo, tirando del vestido.
Sigue mi juego. Me suelta para coger mi vestido y tirar de él hacia arriba. Se despega de mi piel mojada como si fuera otra piel que mudo entre tus brazos, y levanto los brazos para darle mayor facilidad. No me doy la vuelta, y si hubiera querido, tampoco me habría dejado. Nada más apartarme el vestido, vuelve a abrazarme por detrás, se aprieta contra mi y sus manos vuelan por mi piel húmeda, apretando ambos pechos, empujándome contra él mientras que con su fiera boca me besa de forma salvaje. Una de sus manos sigue en mi pecho, pellizcando con sutileza mi pezón erecto y dolorido por la excitación, mientras que la izquierda desciende, abriéndose paso a través de mi ropa interior. Ahogo un gemido en sus labios cuando noto sus dedos rozando mi interior húmedo y caliente, deslizándose por la zona más sensible de mí, produciendo un placer sin precedentes. Me libero de sus labios para gemir, apoyando mi cabeza en su hombro, echándola hacia atrás todo lo que puedo, mientras su dedo se desliza en mi interior, moviéndose con experta precisión, y yo contraigo mi pelvis contra su mano, sintiendo como todo mi cuerpo tiembla de placer ante tan íntima caricia. Mi mano izquierda se posa sobre la suya, rodeando su muñeca, la derecha la echo hacia atrás para posarla en su nuca. Me vuelvo para encontrar sus ojos ardientes, jadeando sobre su boca mientras muevo su mano más deprisa, pidiéndole más ritmo, y él entiende ese lenguaje, moviendo su mano por si mismo más deprisa. Gimo a mayor volumen y con mayor frecuencia, acorde con mi placer. No dejo de mirarle mientras este crece a pasos de gigante, conduciéndome al éxtasis en apenas dos minutos, y el orgasmo me obliga a cerrar los ojos mientras mi cuerpo es sacudido por su fuerza, apenas 21 segundos de furia salvaje desatándose en mi cuerpo, convirtiendo este en un terremoto.
Es en ese momento cuando él me da la vuelta cogiéndome de la mano que estaba sobre la suya. Lo hace con tanta fuerza que estoy a punto de perder el equilibrio. Me atrae contra su pecho cual si yo fuera una muñeca frágil, indefensa, aún temblorosa por el delirio del orgasmo que todavía late entre mis piernas, deshaciéndome por dentro. Me besa con tanta fuerza que me hace daño en los labios, mientras sus manos buscan el botón de su pantalón. Me ocupo de su camiseta, se la aparto, arrojándola arrugada a un lado mientras el olor a mar invade mi ser, llegado del aire que surge al hacerlo. Se baja deprisa los pantalones, apartándolos de una patada, y en lo que él tarda en deshacerse de sus calzoncillos, me deshago yo de mis bragas, apartándolas con el pie cuando caen a mis tobillos. Me besa tras lanzar una mirada a mi cuerpo ya desnudo, disponible en su totalidad para el, solo para él... Me empuja mientras me besa, acariciándome las nalgas, la espalda. No tiene control ni de donde estamos, ni a donde me lleva, solo avanza, a pasos torpes, empujándome hasta la pared contra la que me doy sintiendo el golpe en la espalda y en la cabeza. Esa violencia me excita más, sé que el orgasmo que acabo de sentir no ha terminado de saciarme y necesito más...
Me coge de los muslos para alzarme, me aferro a sus hombros y rodeo sus caderas con mis piernas. Siento su lengua recorriendo mi garganta, llegando al mentón y colándose en mi boca de nuevo entre gemidos. Siento como mueve sus caderas buscando el lugar acertado, y noto el caliente y húmedo extremo de su sexo rozando mi intimidad, situándose en el lugar adecuado, y deteniéndose ahí. Aparta sus labios de los míos.
-Mírame a los ojos...
Me susurra, con voz entrecortada por la pasión. Le obedezco. Le miro fijamente, evitando parpadear. Noto la lascivia en su gris mirar, una lujuriosa sonrisa cruzando sus labios cuando empuja hacia mí, llegando a lo más hondo de mi cuerpo en décimas de segundo, clavándome en la pared contra la que me sostiene con la violenta embestida que me corta la respiración, arrancándome un gemido profundo, de liberación, tortura, placer... Cierro los ojos un instante y echo mi cabeza hacia atrás, clavando mis dedos en su espalda. Siento como sale de mí para volver a entrar, así una vez, y otra... Se mueve hacia delante y detrás, saliendo y entrando de mi cuerpo, de forma precisa, despertando un placer que no puede compararse a ningún otro. Su deseo es urgente, busca el placer haciendo que yo encuentre el mío. Aprieto sus nalgas contra mí con mis talones, me muevo al compás de sus caderas, me contraigo con todos los músculos de mi cuerpo, jadeo y gimo, toco todo su cuerpo, le miro y miro entre nuestros cuerpos en el pequeño espacio que queda entre ambos para ver como su sexo entra y sale de mi interior, puedo sentir como me arden las entrañas, y mi cuerpo responde con furia a ese placer desmesurado, contraigo mi vagina alrededor de su sexo robándole un gemido de placer, sintiendo que el mío se hace más fuerte... Pongo mis manos en sus nalgas y en su espalda, busco su oído, mordisqueo su oreja, le susurro que siga, le pido más, más fuerte... Sus caderas se mueven tan deprisa que soy incapaz de seguir su velocidad, susurro en un gemido lo que me va a ocurrir en un lenguaje vulgar mientras le miro a los ojos, y noto que le ha gustado en su lujuriosa mirada, en su lasciva sonrisa, en la forma en que se muerde el labio mientras gime, moviéndose cada vez más deprisa, más fuerte, más violenta y salvajemente... contengo la respiración echando la cabeza hacia atrás, abriendo los labios, cerrando los ojos, concentrando todos mis sentidos en mi ardiente sexo, y entonces alcanzo el orgasmo gimiendo alto, con voz ronca, soltando todo el aire que guardaba en mis pulmones, como si hubiera querido reservarlo en ese instante para gritar a pleno pulmón aunque ese grito se acorta a un gemido ronco y profundo. Aún siento los latidos de mi orgasmo muy dentro de mí, cuando noto el suyo, me aprieta contra la pared con una embestida violenta mientras eyacula en mi interior, gimiendo con voz rota por el placer contra mis labios sin dejar de mirarme a los ojos, en los que puedo ver el paroxismo final de nuestro salvaje encuentro sexual. Deja de moverse dentro de mí para verterse hasta la ultima gota en mi interior, y yo puedo sentir el cálido elixir llenándome, mientras que aún mi orgasmo me nubla la vista.
Algunos segundos transcurren... es difícil definir el tiempo cuando este transcurre en el placer o en el dolor. Solo sé que transcurrido el tiempo suficiente para recuperar el control de nuestros propios cuerpos sacudidos por el placer que los ha transformado, los dos nos seguimos mirando. Sus dedos temblorosos rozan mi mejilla, y los míos ascienden por su espalda y se pierden en su pelo mojado por el mar y por el sudor.
Sus labios encuentran los míos, en los que he reservado para ese instante el más dulce de mis besos. Le recibo con mi lengua, abrazando la suya, dándole todo mi amor, toda mi candidez, toda la inocencia robada, la cual asesinó con esa misma espada con la que hoy ha vuelto a asesinarme, atravesándome con una herida letal, imposible de curar.
-Te quiero...
Me murmura al oído cuando deja de besarme en los labios para seguir besando mi cuello y mi rostro. Sonrío cuando lo oígo. Lo he oído muchas veces, pero no quiero que nunca deje de decírmelo.
-Te quiero... -le respondo-
Noto que va a soltarme y yo poso mis manos en las suyas, aún en mis muslos.
-No me sueltes...
Te suplico, y recuerdo aquél día, nuestro primer día, cuando mi inocencia murió en aquél árbol, asesinada por tu cuerpo bajo la lluvia. Me sonríe dulcemente y se aparta de mí, levantándome más, rodeándome con firmeza sus brazos, y caminando así, conmigo en brazos, hasta la cama en la que me deposita con dulzura, aún atado a mí.
Me besa de nuevo.
-No te voy a soltar nunca... Ever
Me sonríe. Giro hacia un lado, rodeándole. No quiero desunirme de sus brazos. Le lleno de besos y de caricias, abrazada a él sobre la cama. No dejo de mirarle, de decirle palabras, hacerle promesas... Y así, finalmente, nos alcanzó el sueño.
No tengo conciencia de las horas de sueño, en las que no hubo espacio ni para soñar.
La alarma del despertador me arrancó del plácido sueño en el que me encontraba, y el sol me encontró desnuda abrazada a su cuerpo desnudo. No quería despertar, me abracé a su cuerpo, deseando que el reloj dejara de sonar, y que el tiempo se detuviera. Fue él quien apagó el despertador, desenrredándose de mí. Yo me puse bocabajo, destapada sobre la cama que olía a nosotros, observándole mientras apagaba el reloj. No eran ni las ocho de la mañana,no había dormido ni cuatro horas, y lo peor: no quería irme de allí.
Tras apagar el despertador, se giró hacia mí. Me abrazó y besó mi hombro. Yo cerré los ojos, y protesté, mientras su mano acariciaba mi espalda ligeramente sudorosa, con el vello erizado por la sutileza de sus caricias. Empezó a dejar besos sobre mi rostro, y me susurró aloído:
-Es hora de irnos, Bella Durmiente.
Yo abrí los ojos, sonriendo, mirándole. Hasta ahora, recién arrancado del sueño, con el pelo revuelto y los ojos enrrojecidos, estaba hermoso. Me quedé unos minutos contemplándole, y él a mi... Y descubrí que no había nada comparado con despertar a su lado. Tras dedicarme una maravillosa sonrisa, besó mi espalda y se levantó, caminando hacia el cuarto de baño, mientras que yo no me perdía detalle de su perfecto cuerpo desnudo desde la cama.
Salí de la cama, resentida por la noche rebelde y con un humor que iba haciéndose más insoportable por minutos. Busqué por el suelo mi ropa y cogí su camiseta, que olía a mar, poniéndomela después. Esperé a que saliera de la ducha y tras ducharme yo, me vestí y recogí todo lo que quedaba por recoger. Después bajamos abajo, donde compartimos un breve desayuno con Alhena y Albus. Parecía mentira,ella y yo nos habíamos llevado bien estas vacaciones, habíamos compartido confidencias y hasta habíamos sido cómplices. Me pregunto que pasará ahora, cuando ella y yo volvamos a nuestra rutina normal. Una vez dejamos todo recogido, cogimos nuestras cosas. Me despedí de Dabney cordialmente. "Ya nos veremos", la dije, y ella sonrío. Luego me despedí de Scor. Me prometió que vendría a verme cada mañana y que no le echara tanto de menos como él a mi porque si no iba a sufrir mucho y él no quería que eso fuera así. Sonreí tras darle un beso. No era una despedida, solo un "hasta mañana", pero aún así, un nudo seguía atado a mi garganta.
Potter me dejó en Godric's Hollow, enfrente de casa, y tras despedirse de mí, se fue caminando hasta su casa Reencontrarme con mi padre en la juguetería me devolvió la sonrisa tras la apatía de la despedida. Nos contamos como habían sido nuestros días por separado y después me reinstalé en casa. Mis muñecas seguían ahí, en el estante. Al verlas me pareció que sus expresiones eran mas tristes que cuando me fui, pero al cabo del rato me pareció que sonreían de nuevo. Alucinaciones mías, claro.
O no, nunca se sabe.
Volvía a casa. Adiós, dulces vacaciones. Hola, dulce rutina.
0 comentarios: