Estrellas en la Oscuridad
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Esta mañana, por fin, salí de la enfermería. Con mi ramo de rosas, todas las chucherías que había ido atesorando y mi libro de "hongos", salí sonriente siendo acogida por todos mis amigos con entusiasmo, y soportando las mofas y burlas de los que no lo eran. Las clases han sido raras, no me sabía nada y tuve que pedirles apuntes a todos y de todo. He tenido que soportar que todos aquellos a los que no le importo una meiga frita, se acercaran a preguntarme como estaba, solo para cerciorarse de que no estaba embarazada o algo así.
Tras cenar en el Gran Comedor, fumo un cigarro fuera, el más delicioso tras una semana sin fumar, y voy deprisa a mi Sala Común. No me detengo allí. Voy directamente a mi dormitorio, aprovechando que está vacío. Me siento en la cama y saco de debajo de la almohada mi detengo allí. Voy directamente a mi dormitorio, aprovechando que está vacío. Me siento en la cama y saco de debajo de la almohada mi libro de hongos. Le apunto con la varita
-Illusio -murmuro, y el libro empieza a transformarse en "La Ciencia de las Sibilas".
Me descalzo, me recuesto en el cabecero, tumbándome en la cama sin destapar esta, y abro el libro por el punto de lectura, donde me quedé este mediodía.
Dejo la lectura. Tras realizar el hechizo, dejo el libro de nuevo sobre la almohada. Apoyo mi cabeza en los almohadones que he colocado contra el cabecero. Cierro los ojos y tomo aire. No puedo esperar más tiempo porque no sé cuanto tiempo tengo... ¿De que sirve esperar? Tengo miedo al Tiempo, pero más miedo tengo a que el Tiempo cumpla su voluntad. Cierro los ojos, y tomo aire. Ya me he cambiado de ropa y estoy dentro de la cama... Dispuesta a dormir para viajar. Recuerdo lo que he leído en ese libro, y poco a poco, lo voy poniendo en práctica.
Con los ojos cerrados, imagino que sostengo entre mis manos un inmenso reloj de arena. Estoy a solas con el mundo en un espacio negro,un negro tan infinito como el universo, a solas con el tiempo y la inmensidad del cosmos. Poco a poco, lo voy girando, y veo como la arena cae... Cae... Lentamente, más lentamente que el resto del mundo, avanza despacio, volcando el tiempo, vertiéndolo en el vacío inmenso de la parte inferior de la crépsida. Por mucho tiempo que caiga, nunca se llena. Siempre hay una nimia cantidad de arena en el fondo del reloj de arena. Siento como yo misma me voy vaciando poco a poco con ese reloj que sostengo en las manos. Y aunque nunca llega a llenarse, cada vez pesa más. Los brazos me duelen, y siento que me pesan, tanto como el resto de mi cuerpo. Mientras tanto, lo voy pensando, me visualizo a mi misma sosteniendo ese reloj, y pronunciando en voz alta "Dos mil treinta y cuatro", vocalizando despacio, con calma, pero con autoridad... Yo estoy por encima del tiempo. Yo le ordeno. Y él cumple mi voluntad. En la inmensidad de la nada, mi voz se pierde en el universo. Solo escucho el siseante sonido de la arena del reloj cayendo a ninguna parte... Y en medio de ese inmenso vacío hay cada vez menos fuerzas, más debilidad. Mi cuerpo empieza a desaparecer de la cama en la que está tumbado. Ya no puedo sentirlo. Soy yo, a solas con el Tiempo en el firmamento oscuro, y en ninguna parte, yendo hacia delante... hacia el futuro
Y en ése momento en el que mi cuerpo es solo aire...
...Abro los ojos abruptamente sintiendo que me falta el aire y abriendo los labios para llenar de estos mis pulmones. Por primera vez, al despertar, estoy de pie, y tengo que agarrarme al borde del mueble que tengo delante, un lavabo de mármol color caramelo, bajo un espejo en el que me encuentro con mi rostro demacrado y apenas reconocible. Una vez he recuperado el equilibrio y el control de ese cuerpo que el tiempo ha convertido en un desconocido, aparto mis ojos de mis ojos en el espejo. Miro alrededor. Estoy en un cuarto de baño, llevo ropa sencilla, y zapatillas de estar por casa. Por mi aspecto, por el pelo aún húmedo, peinado tras las orejas, un poco más abajo del mentón, juraría que acabo de despertarme. En el espejo me veo como si no fuera yo. Qué mal me han tratado los años...
Cuando recupero el ritmo cardiaco, salgo del cuarto de baño. Estoy en la planta superior de una casa que no es la casa de siempre. Con el ceño fruncido, bajo las escaleras despacio, dirigiéndome al lugar del que provienen las voces, y un agradable olor muy familiar para mí. Una sonrisa se aparece en mi rostro a pesar de mi preocupación y mi miedo. Es el olor de las tortitas de Arya... Camino hacia allí, nerviosa de lo que pueda ver, deseando verla, diez años después... Mi pequeña Arya. Mi niña. Mi hermana. Mi todo. Temerosa, nerviosa y sonriente, me asomo a la cocina, muy despacio, viendo una estampa familiar que hace que en mis ojos, de pronto aparezcan lágrimas, pero no de dolor... Esta vez no. Me quedo ahi de pie, mirándoles.
Agarro la sartén por el mango y miro a mi pequeña sonriendo.
- 1, 2 y ...-Levanto la sartén del fuego para lanzar la tortita al aire bajo la atenta mirada de mi primogénita.-
Sonrío por la forma en que mi mujer bromea con nuestra pequeña, la cual sonríe dulcemente mientras tanto. En la puerta, veo que Ever ya ha despertado
-Buenos días, Ever.
-¡TREEEES! -Grito finalizando la cuenta que ha empezado mi madre.
Miro hacia la puerta cuando mi padre dice "buenos días" y amplío aún más mi sonrisa al ver a Ever.
-¡Buenos días, tita! -Exclamo al verla, a la vez que agito la mano a modo de saludo.
Mientras juego con la ropa de papá que me tiene en sus brazos, giro la cabeza para sonreír a Ever
-¡Hola ita Ever! -Digo agitando mi manita en el aire
No tengo palabras para describir lo que siento al verles. Las lágrimas agolpadas en mis ojos, el vello erizado de mi piel... Oigo sus voces dulces, inocentes, sus palabras aún párvulas en el prólogo de sus vidas... Sus ojos, sus caritas... Son hijos de Arya... de mi Arya. Y no puedo dejar de mirarles
-Hola... -susurro, con un hilo de voz. Gabryel apenas ha cambiado, apenas la barba que le hace más maduro, y Arya... me vuelvo para mirarla, junto a la cocina. Su cabello, tan corto como el mío es ahora, me sobrecoge
Vuelco la tortita en el plato donde ya hay muchas de ellas y giro el rostro para mirar a mi amiga.-Buenos días cielo...
-Sonrío dulcemente y apago el fuego.Me acerco a ti y beso tu mejilla apoyando mis manos en tus hombros.- ¿Has dormido bien?
Me fijo en la expresión de Ever, que parece que hubiera visto un fantasma. Miro a Anser,le sonrío, y le cojo la pequeña manita, alzada para saludar a su tía
-Saluda a la tía.
Aprovechando que mi madre ha ido a darle un beso a la tía, cojo el plato de las tortitas y voy rápido a su lado.
-Mira qué bien huelen las tortitas. -Cojo la mano de Ever.- Vamos a desayunar -Digo con una sonrisa dando suaves tirones a su mano.
Papá mueve mi mano para saludar a la tia. Sigo sonriendo mientras la llamo
-Ita Ever,ve aqui co nosotos! -Agito la mano mientras muevo mis pequeñas piernas
El beso de Arya, la mano de la niña en la mía, la voz del pequeño en su lenguaje infantil e incompleto... Todo es demasiado hermoso. Demasiado perfecto. Una sonrisa me ilumina el rostro, una sonrisa feliz, porque mi amiga va a ser feliz. Me dejo llevar por la niña que me guía hasta la mesa, y tomo asiento en la silla, junto a Gabryel y el hermoso niño que sostiene, hacia el cual extiendo una mano para pellizcar suavemente su moflete
-Hola, pequeño... -murmuro, sin apenas contener mi emoción
Me percato de la emoción que nubla los ojos de mi amiga.
-Ara reparte las tortitas.-Digo con una sonrisa mientras cojo la jarra con la leche caliente para verterla sobre las tazas.
Dejo la jarra en la mesa junto a un bote de cacao y unas cucharas y me siento al otro lado de Gabryel.
-Que aproveche chicos
Miro a Arya con una sonrisa, ésa sonrisa que la dedico cada mañana cuando despierto a su lado, y cada noche al acostarme junto a ella. Beso la cabeza de nuestro hijo y miro a Ever
-No te veía sonreír así desde que tenías diecisiete años... -murmuro
Cuando termino de repartir las tortitas, me acomodo en la silla. Doy un trago a la rica leche y miro a mi padre cuando comienza a hablar.
Cojo un trozo de tortita con el tenedor y soplo porque quema un poco. Se la acerco a los labios a Ever
-¿Ieres ita? Está muy guena -Sonrio con la cabeza ladeada
Las palabras de Gabryel me recuerdan por lo que estoy ahí. Murmuro:
-Digamos que algo dentro de mí, sigue teniendo diecisiete años... -miro a la pequeña Ara, cuyo nombre de estrella me resulta tan hermoso.
Sonrío a la niña, y miro al pequeño, que me ofrece la tortita
-Pues claro que quiero... Ya sabes como come tu tía Ever...-sonrío mientras empiezo a comer con gran apetito las tortitas, sonriendo al pequeño. En ese momento me doy cuenta de que me falta alguien. Miro a Arya, y con la boca llena, pregunto- ¿Y mi hija?
Trago el sorbo de leche que tenía en la boca y dejo el vaso sobre la mesa. La forma en la que Ever come las tortitas, sus palabras sobre su apetito hacen que me quede pensativa.
-Vaya... Pues si que tienes hambre si... Miro a Gabryel y frunzo el ceño nuevamente-Está durmiendo Ever, como siempre -Río
Correspondo la mirada de Arya y me encojo de hombros ligeramente. Me fijo en la expresión de Ever, y en su forma de comer. Desde la muerte de Scor, jamás había vuelto a verla comer de esa forma
-Tu hija es la persona más dormilona del mundo, y esta señorita -señalo a mi hija- debió de tenerla despierta hasta tarde, que cuando entré a darles las buenas noches estaban en medio de una guerra de almohadas...
Iba a partir mi tortita en dos partes cuando escucho a mi padre y me detengo. Miro a Ever y después a mi madre y luego de nuevo a mi padre.
-Pero ella también quería, papá... -Compongo un gesto triste.- No es mi culpa es que no teníamos sueño
Miro a mi hermanita mientras dejo el vaso de leche después de beber en la mesa y estiro mi manita hacia ti
-Tata! Tata!-Río para que te rías, tienes la cara triste
Miro a Arya y a Gabryel, un poco incómoda. Trago lo que tengo en la boca y aparto el plato
-En realidad no tengo tanta hambre... -murmuro, y miro a la pequeña Ara, extendiendo la mano para coger la suya-. No te preocupes, yo y tu madre también hacíamos guerras de almohadas en Hogwarts -miro a Arya, sonriendo-. Y con su hermana también... Pero ella si me las tiraba de mala leche -bebo un trago de leche.
Miro el reloj colgado de la pared. No sé cuanto tiempo tengo, ni sé como actuar, ni qué poder hacer para averiguar algo
-Pues... ¿Por qué duerme tanto? ¿Es que está...? -quiero preguntar si estará enferma, pues eso me preocupa, pero en seguida cambio de opinión para no parecer una loca-. Me preocupa que le pueda pasar algo... -me rasco la nuca, nerviosa.
Sigo queriendo comer las tortitas, pero no quiero hacerlo, decido beber la leche y mirarles a todos, y la forma en que me miran. Hasta el pequeño parece mirarme extrañado
Mastico el trozo de torta que tenía en la boca y trago mientras observo con detenimiento a mi amiga. Las palabras que dice sobre su hija, la pregunta a medio formular que ha dejado en el aire.
-Ever.... ¿Te pasa algo? Estás muy rara...
Sin dejar de observar a Ever, escucho las palabras de mi esposa. Si, es cierto, está muy rara. Se toca la nuca nerviosa, como hacía antes, cuando era más joven. Mi pequeño alarga la mano para coger el vaso de leche
-Cuidado, Anser... No vayas a tirarlo- miro a Ever de nuevo- ¿Te encuentras bien?
El gesto de todos se vuelve diferente. A mí también me extraña ver a Ever tan distinta a como es siempre, por eso, la miro esperando que hable. Siempre está muy triste y la cuesta sonreír, pero ahora es diferente e incluso parece nerviosa.
Me giro para poner mi mano en los labios de papá. Después estiro los brazos hacia Ever
-Aupa ita! -Digo riendo e inflando los mofletes
-Estoy perfectamente... -digo muy deprisa, algo nerviosa.
Me gustaría cogerle, pero no puedo hacerlo... En cualquier momento puedo irme y temo que le pueda hacer daño. En ese momento, me levanto de la mesa. Me agacho para dar un beso al pequeño en la cabecita. Huele a colonia de bebé, a amor y a vida.
-Luego te cojo enano, ahora voy un momento a... -miro alrededor, buscando una excusa, algo que hacer para poder averiguar algo. Veo en un mueble una cajita, de las típicas que se usan para guardar cigarrillos, y yendo hacia ella, concluyo- ... fumar un cigarrillo -me detengo junto a la caja y la abro.
Mientras cojo uno de los cigarros con una nerviosa mano temblorosa, les miro. Me miran atónitos
-¿Qué pasa?
Miro a mi marido y tras mirar a mi hija miro a Ever. Trago saliva.
-Ever... Llevas sin fumar casi once años... No me digas que vas a volver a fumar...
Atónito, observo a Ever, mirándonos inmóvil con el cigarro en la mano, mientras que todos, incluído Anser, la observamos
Nerviosa, sin comprender la reacción de Ever, miro a mis padres y a Anser.
-Tita... Hace ya tiempo que eso no te gusta... -Ya hasta se me han quitado las ganas de comerme las ricas tortitas de mamá.
Ever no me ha cogido en brazos y eso me ha puesto triste. Miro a la tia porque todos la miran y hablan de que quiere fumar. Pongo mis manos en la cara de papá y le beso la nariz
-Papá...quiero volar! -Digo intentándo morder su nariz
-Joder... -murmuro en voz baja, y dejo el cigarro en su sitio, cerrando la caja- Si, si, no es buena idea que vuelva a hacer esto... -os miro y sonrío- Pero tampoco lo hagáis vosotros, ¿eh? -río nerviosa sin saber muy bien que decir
Río ante el gesto de mi amiga aunque segundos después se me borra la risa Ever... Esos cigarros no son para nosotros, son para mi padre, para cuando viene de visita, ya lo sabes.
-Siento un escalofrío y miro a mi marido nuevamente.
Miro a mi mujer. Intento decirle con mis ojos que no entiendo nada. Me pongo de pie y coloco una mano en el pecho de Anser, y la otra a través de sus piernas, en su barriga y hago como si volara
-¿Qué quieres volar? ¿Así o más alto? -río, acercándole a su su hermana, mientras río con su risa, pero sin perder de vista a Ever
Jugueteo con mis dedos ante Anser cuando parece volar hasta a mí. Las miradas de mis padres me preocupan más por eso, pienso que sería mejor dejarle con Ever a solas o quedarme un poco aparte distrayendo a mi hermano.
-¿Jugamos, pequeño? Pregunto entonces mirando a mi padre con una sonrisa.
Mis brazos van abiertos a ambos lados cuando papá hace que vuele. Al ver como mi hermana sonríe y juguetea con sus dedos en mis manitas las cierro a su alrededor río
-Aya, Aya, juega conmigo- Digo intentando acercarme a ti
Me quedo de una pieza cuando dices que los cigarros son para tu padre. Debo palidecer al menos dos o tres tonos y abro mucho los ojos abriendo la boca en un gesto de infinita sorpresa. Mi corazón late en mi pecho
-¡Pero no me digas que tu padre...! -me muerdo la lengua para no terminar mi frase y la concluyo- ... fuma! -digo finalmente, atropelladamente.
Estoy nerviosa, y no sé si es por todas las cosas maravillosas que estoy sabiendo o porque ya llevo más tiempo allí del que he estado nunca, pero empiezo a marearme y temo que esto acabe sin que sepa nada. Miro a todos, los que me miran atónitos, y después a Arya. Me acerco a ella, y la cojo la mano
-Por favor... Necesito hablar contigo un momento...
Miro a Ever atónita sin comprender sus palabras. ¿Acaso no recuerda que mi padre fuma? No entiendo nada. El corazón me late con fuerza. Miro a Gabryel que juega con los niños y aprieto la mano de Ever para ponerme de pie.
-Claro, vamos...
Miro a Arya. No entiendo muy bien la conducta de Ever y trato de decirle a mi mujer que esté atenta con la mirada, no porque piense que su mejor amiga vaya a hacerle ningún daño, sino porque temo que la ocurra algo... Las pociones que lleva tomando tantos años deben estar perjudicándola
Cuando veo que se van tras seguir sus pasos hasta que les veo desparecer juntas, me inclino para hablarle a mi padre en voz baja sin soltar la pequeña mano de Anser.
-Papá, ¿qué le pasa a la tía Ever?
Agarro con fuerza la mano de mi hermana y giro el rostro hacia papá
Antes de salir, cogida de la mano de Arya, sonrío mirándoles. Les dedico una mirada llena de amor, una sonrisa de despedida, con la que les quiero decir "Os quiero, porque antes de que existiérais, ya os quería".
Tras mirarles una última vez, salgo de la cocina guiada por Arya, y llegamos a un bonito y sencillo salón, en el que se respira un ambiente familiar. Ella se detiene junto a un mueble en el que puedo ver una fotografía... La miro con los ojos llenos de lágrimas, y una sonrisa llena de ternura en mis labios
Veo que tu mirada se llena de lágrimas y mi mirada siguiendo la tuya se encuentra con la fotografía.
-Orión debe de estar por el jardín porque no se ha dejado ver el pelo en toda la mañana...-Río y te miro.-Bueno Ever... Dime qué querías decirme
Sonrío, mirando a la niña, la inocencia que aparenta con el pequeño conejito entre las manos, y a ese perro grande y negro que debe ser Orión, ya que el otro es Pecas. Te miro. Sonriendo, acaricio tu pelo. Voy a decir que se me hace muy raro verla con el cabello corto, pero entonces me corrijo antes de cometer otro accidente
-Todavía a veces se me sigue haciendo raro verte con el pelo tan corto...
Sonrío ante tus palabras y la caricia de tu mano a mi cabello.
-A mí también me sigue pasando a veces cuando me veo en los espejos... Igual que me pasa contigo... Pero si tú lo hacías yo tenía que hacerlo-Te guiño un ojo y beso tu mejilla
Me emociono. Así que es por eso... Yo me corté el pelo, y tú también lo hiciste. Me siento tan arropada por ti, que por un momento, solo me importa lo importante que eres y te abrazo con fuerza. Te estrecho contra mí, con lo que te quiero ahora, y con lo que te querré dentro de diez años. Luego te miro, y acaricio mi mejilla. Me duele la cabeza y cada vez me siento más mareada, más débil
-Arya... Necesito que me lleves al cementerio... -te digo- Por favor...
Claro. En ese futuro ya debo saber Aparecerme. Niego con la cabeza, improvisando
-No tengo fuerzas suficientes para aparecerme... Necesito que me lleves. -Pongo mis manos en tu rostro- Por favor, Arya... Necesito ir... -mis ojos se llenan de lágrimas, pues ahora de nuevo, vuelve la desesperación por saber lo que va a ocurrir-. Confía en mí, Arya... por favor
Un velo de frías lágrimas ensombrece mi mirada al ver las lágrimas nublar la tuya. Siento que las fuerzas me fallan nuevamente al verte tan frágil frente a mí. Yo ahora lo tengo todo, a mis padres conmigo, a mis hermanos, a mis sobrinos, a mi marido, a mis hijos, a mis amigos pero a ti te falta él. No deberías ir ni yo debería llevarte al ver lo mal que aún sigues después de casi once años y más aún hoy que pareces desconcertada pero entonces tus palabras se repiten en mi memoria: "Confía en mí, Arya" Eso es lo que hiciste tú un día conmigo. Aprieto tus manos y asiento.
-Está bien... Iremos juntas.
Beso tu mejilla, sonriendo. Por fin podré saber cuando ocurrió, por fin podré salvarle. Abrazo a Arya, con fuerza
-No sabes cuanto vas a ayudarme con esto, Ary... No lo sabes... -vuelvo a mirarla a los ojos, mientras las lágrimas, esta vez de felicidad, corren por mis mejillas.
Cojo su mano, fuertemente, esperando a que nos aparezca en tan triste lugar, y antes de que lo hagas, miro hacia atrás, hacia esas voces que provienen de la cocina y que han llenado mi corazón de amor, y a la foto en la que estoy con mi pequeña. Miro a Arya, y asiento con la cabeza
-Adelante...
Cierro los ojos, noto el fuerte tirón del efecto de la aparición, y a nuestro alrededor, todo cambia. El frío viento en mis mejillas, hiela mis lágrimas, y un sol tenue atraviesa la piel de mis párpados. Poco a poco, abro los ojos. Una sensación de vértigo me invade al ver la tumba que hay frente a mí. Blanca y pálida como un amanecer de invierno, fría como la nieve eterna. Siento que mis fuerzas flaquean ante el monumento al dolor que hace diez años debió alzarse en su nombre, y un escalofrío me alcanza, atravesando mi alma. Aquella tumba, un tributo a la tristeza insomne y eterna... resplandece como un sol letal en el triste lugar... Sé que bajo ese mármol estÁn sus restos, tan cerca, pero tan lejos... observo la figura con Las lágrimas abrasando mis ojos, mientras leo el epitafio, un sencillo y único "SIEMPRE" mayúsculo, bajo un nombre y una fecha.
"SIEMPRE"
Scorpius Hyperion Malfoy.
Julio de 2005, Enero de 2024
La desesperanza nubla mis ojos de nuevo, mis rodillas se doblan y me agarro a Arya para no caer. Desesperada, murmuro
-No... No puede ser... -murmuro- El día...-sollozo desesperada-. Falta el día... -susurro, mientras noto como el dolor de cabeza se hace más fuerte, y la sangre que empieza a deslizarse por mi labio superior
Oigo su voz mientras caigo al suelo poco a poco, porque tú me sostienes. Mi cuerpo es cada vez más pesado, cada vez más débil, pues ya ha dejado de pertenecerme. A pesar de mi dolor, de mi desesperación, de mis lágrimas, extiendo una mano para acariciar su mejilla con los dedos ya helados y temblorosos. Si fuera yo la que muriera, moriría feliz sabiendo que tú vas a tener una vida tan feliz, con tu capitán, tus hijos, y tu padre...Aún me queda un hilo de voz, un último intento de saberlo e irme sabiendo que podré salvarle
-Qué... ¿qué día murió...? -Pero no sé si tú me escuchas, o sí soy yo la que no llega a oírte, solo te veo llorar, mover los labios pero sin escuchar lo que dices, y poco después, todo se hace silencio, vacío, negrura, y tiempo...
Y en medio de esa tempestad, el tiempo me abraza, me lleva a con él a su inmensa inmensidad, a su profunda lejanía ...
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