viernes, 31 de enero de 2014

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A las cinco de la tarde...

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Salgo de la Oficina de Correos, tras dejar aquellas cartas que he escrito. No quiero fatigar a Dido con tanto trajín. Una sonrisa cruza mi rostro cuando salgo a la plaza y miro al cielo, en el que brillan millones de estrellas. Incontables. Estoy en casa... Estoy en casa y  aunque echo mucho de menos a mis amigos, estoy feliz. Sé que a ellos los veré cada semana, y que cuando estén fuera de la escuela estaremos juntas todo el día.Y la felicidad ya será absoluta. Pecas, sujeto a la correa, camina conmigo por la acera de aquella calle con nombre gris que es para mí la mismísima representación de una amplia paleta de colores que muestran la felicidad de una vida llena de luces y sombras.

Meto las manos en los bolsillos de mi cazadora, con la correa de Pecas en mi muñeca. Aún es un cachorro travieso que olisquea todo dando tirones bruscos, tanto como los que le tengo que dar yo cuando tiene la ocurrencia de comerse cualquier porquería que se encuentra en su camino. Suspiro, recordando la carta que le he enviado a Liesel. En mi mente, aún relampaguea la última frase que le puse en esta.

"... Y por favor: ten mucho cuidado" Un escalofrío recorre mi cuerpo de pies a cabeza mientras camino por la calle hacia el parque, donde quiero llevar a Pecas a que corra un poco antes de volver a casa. Aún tengo muy vívido en mi mente lo que viví en la Clase de Defensa Contra las Artes Oscuras. Ese Boggart... un banco vacío. Ese banco vacío. Ahora entiendo cual es mi mayor terror y por qué. No temo un banco vacío, sino su ausencia. La ausencia de Liesel en aquella cita, en aquél banco... Con un escalofrío que no solo es de frío, voy dando alcance al parque, atravesando su pequeña verja, y recorriendo la primera plazuela en la que una bañera de pájaros cuya agua se ha congelado, no emite el peculiar sonido del agua cayendo por esta que es tan característico en aquél parque. Me dirijo hacia el camino de la izquierda

Mis pasos me llevan hasta la zona de juegos. Ya no quedan niños en los columpios, ni en la rueda giratoria, ni en el tobogán... Hay un un siniestro silencio flotando por encima de la ligera niebla. El banco, sigue vacío. Me acerco a este. "Liesel Lehner y Ever Dawson estarán aquí el  8 de Mayo de 2030". Leo en el respaldo. Frunzo el ceño. No sabía que esa palabra, ya había sido escrita por Liesel. No se por qué, pero siento pánico. Me acerco al banco mientras que Pecas tira de mi mano hacia el árbol más cercano, y acaricio la superficie de madera. El banc sigue vacío... Seguirá vacío dentro de seis años... Trago saliva con fuerza y miro alrededor antes de sentarme, como si quisiera ocupar ese vacío que ella dejó

O que ella, va a dejar...

"Liesel Lehner y Ever Dawson estarán aquí el 8 de Mayo de 2030" Pero no... No estarán aquí el 8 de Mayo de 2030... Solo estaré yo. Trago saliva mirando al cielo mientras que mi perro ladra para que le suelte y me agacho para soltar el mosquetón de su collar. Pecas corretea sin alejarse demasiado, mientras que yo miro al cielo en busca de respuestas, cuando la única que las tiene, soy yo

¿Cómo será ahora el 8 de Mayo de 2030? ¿Y si volviera a ir al futuro, a ése mismo día? ¿Seguiría viendo a Elizabeth en aquellos columpios con aquél hermoso niño de ojos azules? Yo ya no tendría el pelo corto... Y, ¿el banco seguiría vacío? Cuando tiras una ficha de dominó todas se derriban. Pero... ¿que ocurre cuando quitas una de ellas en ese imparable efecto dominó? ¿Siguen derribándose las mismas que se hubieran derribado de seguir esa ficha ahí, o tal vez caigan algunas que no habrían tenido que caer, o no caer las que deberían haber caido? Si volviera a ese 8 de Mayo de 2030 a las cinco de la tarde... ¿Seguiría estando ese banco vacío? Solo hay una forma de saberlo

Ahora entiendo que le tengo pánico al futuro. Que mi terror más terrible es ese banco vacío... Porque sé lo que significa. No sé si tengo valor de volver al futuro... Que ahora temo que siga faltando Scor porque Betsabé Valdemar sigue estando viva y él sigue siendo su presa más ansiada. Tengo miedo de que ese banco siga vacío, de que ahora no esté Cass... O de que no haya futuro porque la que no esté, sea yo

Pero sé que tengo que volver. Tengo que volver al futuro y saber por qué Liesel no estaba en ese banco. Y puede que si fuera por lo que tanto me aterra... Pueda evitarlo también. Pecas ladra, y me despierta de mis pensamientos con un respingo. A mis pies ha dejado un palo y me pide que se lo tire. Me levanto, cogiendo el palo chupeteado y lo arrojo tan lejos como puedo, mientras él sale como un cometa en su búsqueda. Miro a las estrellas mientras decido que el 8 de Mayo de 2030, volveré a estar en este banco

Pecas regresa al poco con su palo y vuelve a dejarle en el suelo-. Una vez más, que tenemos que ir a casa, hace mucho frío, Pecas... -le explico mientras me agacho a coger el palo para arrojarlo lejos. Vuelve al poco, pero esta vez no se lo tiro más. Le pongo la correa y no se resigna a dejar el palo ahí. Lo coge entre sus pequeñas fauces, y lo lleva entre estas todo el camino

Junto a Pecas, entro en casa. Mi padre ha hecho una deliciosa cena y solo con olerla se me hace la boca agua. Le ayudo a poner la mesa aunque desde que he llegado solo hace decirme "No hagas esto" o "No te muevas" o "Siéntate, ya me ocupo yo"... Parece que no acaba de entender que estoy embarazada, no lisiada. Tras cenar con él, como algunas nueces sentada en el sillón mientras que charlamos

Tras cenar y darle las buenas noches a mi padre, subo a mi dormitorio y me cambio de ropa poniéndome un camisón de franela. Cuando me quito el sujetador me quedo tan gusto que no puedo evitar dejar en el aire una exhalación de alivio. Me suelto el pelo y antes de meterme en la cama, cojo un rotulador permanente de mi escritorio, y lo destapo con los dientes para escribir en mi antebrazo "8 de Mayo de 2030 a las 17:00" mientras sujeto con la boca el tapón del rotulador. Después, cuando ya lo he escrito, lo tapo y lo dejo sobre el escritorio de nuevo

Ya en la cama, me tumbo, e intento relajarme. Lo intento, puesto que lograrlo, es imposible. Pensar en ese banco, en esa cita a la que mi gran amiga no acudió, hace que mi corazón lata con tanta fuerza que hasta yo misma puedo escucharlo. Es un redoble que anuncia el preludio de un instante al que temo tanto como al futuro. Pienso en aquellas cosas que puedan calmarme. La sonrisa de mi padre, saber que ella está ahí, dentro de mí, el tacto de los labios de Scor cuando los rozo con las yemas de mis dedos, su sabor en mis labios... Pienso en Arya, en Adrian, en Liesel... Sobre todo en Liesel. Mantengo su imagen, limpia y pura, sus ojos brillantes y dulces... Tengo  que saber por qué mi amiga no llegó a esa cita en el tiempo. Un escalofrío recorre mi cuerpo mientras me quedo en silencio con los ojos cerrados. El sonido de mi corazón se va apaciguando y empiezo a poner en marcha aquél mecanismo secreto del misterio del tiempo

Engranajes tan inmensos como el mundo, oxidados por ser más antiguos que el mismísimo universo, empiezan a moverse. Escucho ese sonido confundiéndose con el sonido de aquella arena del reloj que visualizo en mi mente. Cada grano, ínfimo, parece estar hecho de roca pura al caer. Cada uno de ellos hace un gran estruendo al precipitarse al vacío. Se funde con el desierto de arena que va cayendo al vacío del tiempo. Liesel. El banco del parque. 8 de Mayo. Año 2030. Las cinco de la tarde... Lo demás era muerte y sólo muerte, a las cinco  de la tarde. viento se llevó los algodones a las cinco de la tarde. Y el óxido sembró cristal y níquel a las cinco de la tarde... Ya luchan la paloma y el leopardo a las... 

...  cinco de la tarde.

Abro los ojos. Los pájaros cantan alrededor de mí. Escucho sus joviales cánticos y levanto el rostro para ver las nubes sobre mí. Miro el reloj. Las cinco de la tarde. Lo primero que hago, es mirarme. Mi atuendo es distinto al que llevaba la otra vez. Pero apenas quiero moverme. No quiero ver si mi pelo es largo o corto... No quiero saberlo. Pero tengo que hacerlo. Necesito hacerlo. Cierro los ojos con fuerza y muevo mis manos hacia mi cabeza. Toco mi pelo y voy bajando por este, y conforme voy comprobando cuan largo es, mi sonrisa se va desplegando... Mi pelo es largo. Scor está vivo. No puedo contener la emoción. Los ojos se me llenan de lágrimas, lágrimas de emoción y de felicidad. Sí. Ahora mi cabello es largo, porque esa promesa, no tiene sentido... Lo he logrado. Logré salvarle. Miro a mi alrededor. El atardecer besando las copas de los cerezos japoneses, apenas queda ya luz en el día. En los toboganes y columpios hay niños que juegan. Son los mismos niños que vi la otra vez. Y juraría que están diciendo hasta las mismas palabras. Cerca, en un banco, una madre con un cochecito... Es Lizzy, la hija de la dependienta de la tienda de ultramarinos. Recuerdo que la otra vez, también estaba allí. Sonrío y miro la hora. Las 17:01... Miro hacia la derecha, la entrada del parque. Al cabo de unos segundos, distingo una figura en la lejanía que se acerca hacia mí, con un niño de la mano. Ahora sé que no es Liesel, sino Elizabeth. Una sonrisa se posa en mi rostro mientras que la veo acercarse

La chica del parque lleva a su niño de la mano. Esta vez, me fijo en él más que la anterior. Ella le lleva hacia los columpios con una gran sonrisa, y le sienta con delicadeza en uno de ellos. Le empuja despacio, con suavidad, mientras que yo miro al hermoso niño y sus preciosos ojos

Yo les observo, esta vez, sentada. Sé que Elizabeth me verá y me saludará... Y segundos después de pensarlo, ocurre. Al verme, sonríe y me saluda agitando la mano. En sus labios leo  "Hola, Ever" y yo sonrío al saludarla de nuevo. En ese momento, miro la hora. Las 17:18.

Miro hacia el camino. Una enorme desazón detiene mi corazón en mi pecho. Abro los labios en busca de aire, pero apenas encuentro oxígeno que llegue a mis pulmones. No puedo quedarme ahí a esperarla. Esta vez, tampoco va a venir. Camino por el camino, y al pasar por delante de Elizabeth y su niño, les despido

   -¡Adiós, Elizabeth! -exclamo, al pasar. 

Cuando ella me oye, se vuelve. Curiosamente, aunque esta vez soy yo la que se va en lugar de ella, me responde lo mismo

   -¡Adiós Ever, os veo mañana! -sonrío mientras me alejo. Me alejo apresurada, hacia el final del parque. Necesito ir a la casa de Axel Hoffman. Necesito saber porque Liesel no ha llegado a su cita

Cruzo el pueblo tan aprisa como puedo. Recorro las calles sin detenerme a mirar nada, haciendo incluso una leve carrera a pesar de mis zapatos. Cuando alcanzo la parroquia, giro hacia la derecha. La casa de la esquina, la de Axel Hoffman, parece silenciosa, pero al menos, está habitada. Me acerco a la puerta, y golpeo esta

Llamo con fuerza a la puerta cuando veo que no me responden. Golpeo la puerta como si esta fuera responsable de tanto vacío... En el banco, en la casa... Siento que me quedo sin aire
   
   -¡Liesel! -grito, al mismo tiempo que llamo de nuevo con ambas manos cerradas en puños.

 El mundo nunca es igual. La vida cambió para Angela aquella fría noche de enero en un 2024 que casi parecía ilusorio. Y por un momento, parecía que la luz iba a llenarlo todo para siempre. Pero siempre hay algo que apaga las llamas de las velas. Angela baja por la calle en la que lleva años viviendo, creciendo, sintiendo. La llave de la casa de su madre quema en el bolsillo trasero de sus pantalones, mas no llega a abrir la puerta. En esa casa, la última casa de la calle, una voz se alza llamando un nombre que Angela no ha vuelto a decir en voz alta. Frunce un poco el ceño y mira hacia las ventanas. No hay nadie en casa. Y mucho menos, está la persona a la que la mujer llama con tanto ahínco. Duda si acercarse o no. Pero se encuentra a sí misma exhalando un suspiro y bajando por los adoquines hasta ella, como se supone que debería hacer una buena ciudadana.
   - ¿Qué estás haciendo?

Me vuelvo al escuchar una voz desconocida. En medio de la calle, una muchacha hermosa a la que nunca antes he visto ni relaciono con el rostro de ninguna de las niñas del pueblo, me mira como si no comprendiera mi actitud. Me vuelvo. Por su forma de hablarme, parece que en cambio, ella si me conoce
   -Estoy buscando a Liesel... -pregunto con una sonrisa que no esconde mi temor

Los labios de la joven se entreabren. No sabe si preocuparse, si sentirse ofendida, o si directamente ignorarla. Pero no se ve capaz de hacer eso último. De modo que simplemente frunce el ceño y chasquea la lengua.
   -No tiene gracia, Ever.

Sus palabras se clavan en mi corazón como un dardo envenenado. Ahora lo entiendo... Pero no puedo creérmelo. No quiero creerlo  y bajo los escalones acercándome a ti. Las lágrimas arden en mis ojos
   -¿Por qué...? ¿Por qué me dices eso...? -pregunto con  la voz temblorosa

Sus orbes azules la siguen con fijeza. Cada paso, cada gesto queda grabado en la mente de la que fuera una extraña en este pueblo. Casi parece confusa y perdida de verdad. Angela la mira con seriedad, preguntándose internamente cuándo se dará cuenta de que los calmantes no son la solución.
   -Lie... Ella... No está -no puede llamarla en voz alta. No cuando ya no la va a ver volverse en su dirección con una sonrisa en los labios.- Hace seis años que no está. No sé qué intentas, Ever, pero no es divertido. Mejor será que vuelvas a casa.

Las lágrimas caen por mis mejillas... No. No puede ser. Niego casi imperceptiblemente con la cabeza al oír eso. Mi Liesel. Mi pequeña Liesel... Mi luz en la oscuridad, aquél angel que siempre vivió por todos. No. Ella no puede faltarme ahora que no va a faltarme él... Ella no puede dejarme, ella le salvó a él. Me salvó a mí. Ella no puede estar muerta... Mientras que   las lágrimas ruedan por mis mejillas, voy hasta aquella muchacha desconocida que tanto parece querer a Liesel. La cojo por  los hombros con desesperación
   -Dime qué le pasó... Por favor... -digo con un hilo de voz

No se puede creer que esté llorando. Como si acabara de enterarse. Angela siente el deseo de negar con la cabeza y alejarse, pero entonces ella hace algo que no debería haber hecho: sujetarla. Los ojos de la joven se abren y su rostro se desencaja en una mueca de pavor y angustia. El asco, el miedo, son olas que regresan para golpearla. Otra fuerza, otro lugar, otro tiempo; pero el resultado es siempre el mismo.
   -¡No me toques! -aúlla tensando los dedos como si fueran garras.


 Camino por las calles de Godric's Hollow buscando a Ever, pues hace tiempo que ha salido y aún no ha regresado. Levanto la vista del suelo y la veo, junto a Angela Salem.

   -¡Ever!-La llamo mientras me acerco.

La reacción de la muchacha me sorprende tanto que no sé que hacer. Me quedo con las manos alzadas, en actitud inofensiva. Y cuando oigo aquella voz, mi corazón da un vuelco. Miro hacia allí, y le veo. Está ahí. Seis años que han madurado su rostro, pero que apenas le han rozado. Un escalofrío recorre mi cuerpo... Está ahí. Es el futuro, y él está en mi futuro...
   -¡Scor! -exclamo, mientras corro hacia él y le rodeo con mis brazos al llegar,sollozando amargamente- Scor... estás aquí...

Está loca. Definitivamente, si alguna vez tuvo dudas, ahora acaban de despejarse. Angela se toma unos segundos para calmarse, apoyada en el muro de la calle, tensando y destensando los dedos. No pasa nada, suele decirle su madre, ya nunca nadie te hará daño. Inspira hondo y mira a Scorpius con un gesto de seriedad poco acorde a sus dieciocho años.
   -En serio que debería dejar los calmantes -masculla empezando a caminar hacia su casa.- Buenas tardes, señor Malfoy -murmura, bajando los ojos para no tener que mirarla a ella. Su dolor por Liesel revive el propio... Y no se lo puede permitir.


Buenas tardes, Angela, que te vaya bien el día.-La despido y rodeo con mis brazos a Ever, llora, tiembla entre mis brazos.
   -Shhh...-La susurro.-No llores...-Pero en ese momento al ver como te aferras a mí llorando, empiezo a sospechar que no eres tú, si no tu pasado.

   -Dime que no está muerta... -susurro, escondiéndome en tu pecho- Dime que es mentira que Liesel está muerta... -sollozo-.


Siento un escalofrío. Liesel Lehner, la muchacha que un día me salvó la vida desde su futuro, murió hace ya algunos años. Ahora me doy cuenta de que la persona que sostengo entre mis brazos, es tu pasado. Trago saliva.
   -Liesel murió, Ever...

   -No... No...-mi voz se rompe. Siento que mi garganta se quema y que mis rodillas se doblan incapaz de sostenerme por mi misma


Noto que tus piernas flaquean y te sujeto con firmeza.
   -Ever...-Siento un escalofrío y te aprieto contra mí.

Pero no puedo hablar. No puedo decir nada... Solo puedo sollozar, llorar, sentir un escalofrío que rompe mi alma en dos... Tus brazos son ahora los que me sujetan. Mi pequeña... Mi niña... Aquél ángel de luz que tanta luz le dio a mi oscuridad

   -Vamos a casa, Ever...-Agarro tu mano separándome y tiro suavemente de ti



Apenas te oigo... Tu voz llega lejana, como si apenas te escuchara. Me agarro a ti para poder caminar, mientras me guías. No. Liesel no puede morir


Tiro de ti muy suavemente comenzando a caminar hasta casa. Cuando la luz de Liesel Lehner se apagó, el mundo se quedó a oscuras.
   -Estoy aquí...-Susurro.

Te miro, mientras camino, sostenida por tu fuerza. He podido salvarte, he podido mantenerte a salvo del tiempo, pero ahora es quien te salvó la que no está. Me apoyo en tu hombro, donde sigo llorando

Paso mi brazo por tus hombros, y sujeto tu mano con mi otra mano. Beso tu cabello mientras camino contigo hasta la casa de Bathilda Bagshot: nuestra casa.


Miro la casa a la que me llevas. La casa de Bathilda sigue siendo nuestra casa. Todo parece igual, cuando entramos allí, pero dentro, la casa parece diferente, porque ahora también tú formas parte de cada cosa que hay en ella. Una sonrisa triste se abre paso entre mis lágrimas cuando me suelto de ti para ir hacia ese salón. Allí, en aquél sillón que ahora es diferente al que la otra vez vi, espero ver a mi niña... Pero ella no está. Me vuelvo
   -¿Y Cass?

Sonrío, sintiéndome dichoso de poder hablarte de ella a ti, que eres el pasado de mi Ever.
   -En casa de Arya...


Sonrío, me llevo por instinto las manos al vientre, pues en mi presente, ella está ahí, pero no en este cuerpo. Me acerco a ti y pongo mis manos en tu rostro. No sé si voy a pedirte demasiado. Si querrás hablar... Tus palabras romperán tu propio  futuro, y nuestra vida
   -Dime que le pasó a Liesel... -las lágrimas surcan mi rostro

Me fijo en tu mirada, triste, rota por el dolor... Lloras un dolor que carece de nombre porque ya no puedes nombrar a la persona que sin querer te lo ha causado. Pienso en Cass, en este nuestro futuro, ¿y si hoy lo rompo y por cambiarlo, ella nunca llega a nacer? Pero no, no puedo callarme, porque gracias a Liesel, yo pude conocer a mi hija. Siento las lágrimas agolparse en mis ojos, por lo que puede pasar: romper este futuro, pero después sonrío por lo que voy a hacer: salvarla la vida. Trago saliva.
   -Liesel fue asesinada... En las vacaciones de semana santa, en el mes de abril de 2024.

Tus palabras, tu expresión... Tu dolor... Las lágrimas caen por mis mejillas, mientras acaricio tus mejillas con mis pulgares mientras asiento con la cabeza
  -¿Quién puede matar a un ángel...? -susurro-. ¿Quién?

Trago saliva por lo que voy a decirte. La persona que mató a Liesel, fue capaz de matar a un ángel, porque ella, es un demonio.
  -Verónika Lynch, la madre de Vera...-Siento un escalofrío al pronunciar ese nombre, pues un nombre lo es todo.

Mi corazón se para. Puedo oír el sonido de su chasquido al partirse en dos. Inexpresivos, mis ojos se detienen en los tuyos, fijos, buscando una razón a esa afirmación que no llego a entender
   -Pero eso... Eso es imposible...

Trago saliva.
   -Todos dijimos lo mismo...Verónika Lynch es una Aeterna...-Siento un nudo en la garganta


Una Aeterna... Un escalofrío sacude mi cuerpo. Siento miedo. Miedo a esa certeza, miedo a esa verdad. Niego con la cabeza levemente...
   -No... -las lágrimas caen por mis mejillas-.

Apoyo mis manos en tu rostro y beso tu frente, mientras cierro los ojos, después los abro y siento que las lágrimas tiemblan en mi mirada.
   -Si... Ahora ella está en Azkaban... Y Liam Lynch... Él huyó y nunca han dado con su paradero.

Pienso en Vera. En Damen. En lo que tengo que hacer ahora que sé quien y cuando. Una Aeterna... Sus padres, ambos aeternos ella, la asesina de Liesel en Azkaban, él... huyendo de la ley y escondido en el mal. Acaricio tu rostro mientras te miro
   -No... No voy a dejar que muera. Esta vez no va a morir...

Trago saliva sintiendo que las lágrimas ruedan por mis mejillas.
   -No puedes dejar que se vaya... Ella me salvó un día... No puede irse...


Asiento con la cabeza, con una sonrisa llena de tristeza
   -La salvaré, mi amor... Te lo juro... -apoyo mi frente en la tuya, sintiendo el roce breve de tus labios al tocarlos-. Habrá otro futuro en el que también esté ella... -cierro los ojos con fuerza mientras mis manos tiemblan- Y en ese futuro volveremos a estar juntos... -te miro, sintiendo miedo a que tal vez no pueda impedir otro designio del tiempo- Te lo prometo...

Asiento y trago saliva. En ese momento en el que te despides de mí siento miedo, un miedo intenso a esta despedida. Miedo al futuro que me deparará después... Ojalá en el futuro Liesel esté viva y junto a ella, pueda reír yo también. Ahora ya está todo hecho y no me arrepiento de ello, pero tengo miedo, miedo a que algo falle y Cass no llegue a nacer o sea yo quien muera. Sonrío y beso tus labios.
   -Te quiero Ever Dawson... Gracias por haberme dado a lo más maravilloso del mundo...



Siento la debilidad abrazarme. Te beso suavemente en los labios, quedándome ese beso que todavía no te he dado, para quedármelo para siempre. Mis dedos se enrredan en tu suave pelo, mientras que busco en tus labios la paz. Al apartarme de ti, una infinita paz duerme en mi pecho, y un oculto temor vive en mi alma
   -Te quiero porque te he querido, porque te quiero, y porque te voy a querer...

La sangre empieza a brotar de mi nariz y a recorrer mis labios, mientras mis manos siguen en tu rostro. Me voy... Me voy queriendo creer que ese banco, no estará vacío la próxima vez que vea el atardecer del 8 de Mayo del año 2030... Caigo en tus brazos, sintiendo que son el abismo en el que me perderé para siempre...





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