viernes, 31 de enero de 2014

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Partida y regreso

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Aquella habitación en la que había vivido tantas cosas, se ha quedado vacía. La mesilla de noche vacía, el arcón vacío, y en mi mano, el baúl que lo contiene todo. Arya ha estado a mi lado mientras guardábamos en el baúl todas esas cosas que habían estado ahí desde que tenía once años. 

Muchas cosas han pasado en esos seis años. En aquella cama he llorado la ausencia de mi padre en los primeros meses tras mi llegada a Hogwarts. He reído confidencias contadas a la luz de una varita encendida bajo las sábanas. He ahogado mis lágrimas cuando ocultándome en la almohada lloraba mi amargura cuando veía los desprecios de Scor. E incluso dejé que mi imaginación volara, dejando que de la cohibida y abnegada niña que un día fui, surgiera la mujer que soy ahora. Ahí quedan, los sueños soñados en silencio, las pesadillas sufridas a gritos. Ahí quedan todos esos años.

En la Sala Común de Hogwarts se quedará para siempre la memoria de mi paso por aquella escuela. El sillón en el que siempre se sentaba, y el sillón desde el que siempre le espié. El reloj al que miraba cuando cada viernes se iba a Hogsmeade mientras yo moría de celos por nadie. El tablón de anuncios en el que tantas notas me encontré. La mesa en la que se quedó aquella tarta que no quiso aceptar, o el trozo de suelo en el que dejé caer mi cuaderno de apuntes de herbología. Hogwarts me ha dejado tantos recuerdos buenos como malos. Pero en Hogwarts conocí a la persona que hoy es mi vida, a mis mejores amigos, y en ese castillo he vivido mis mejores sueños.

Arya y aquella soledad que la esclavizaba y que yo quise curar estando siempre a su lado. Liesel y sus lágrimas por aquellos niños que tanto quería que yo siempre quise secar. Adrian y su apoyo, siempre incondicional, en lo bueno y en lo malo. Brand y su ayuda cuando más lo necesité. Emerick y su silencio, ese hermético silencio. La pequeña Katniss y su inocencia. Leyre y aquél consuelo que quiso ofrecerme. John Martins, Leise Farquharson y sus flores de papel... De todos me llevo algo. Un recuerdo que no se irá nunca de mí.


Ya está el equipaje hecho. Ahora solo queda partir.

Mi padre vino esta mañana temprano. Yo ya le estaba esperando en el banco junto a la puerta del despacho del profesor Kedward. Los dos entramos juntos a charlar con el profesor, el cual informó a mi padre sobre todas las cosas que estaban ocurriéndome. Las notas. Las burlas. Los insultos. Kedward le dijo a mi padre que la situación para mí era insostenible, y que no podía tomar la decisión de expulsar a todos, pues sería medio colegio. Fue entonces cuando yo lo dije:

   -He decidido irme de Hogwarts...

Mi padre me miró, asombrado, aunque no tanto como esperaba. Mi profesor, en cambio, ya se lo esperaba.

   -Era justo de lo que iba a hablarle, señor Dawson. Tal vez lo mejor para su hija fuera dejar la escuela.

Tuve un nudo en la garganta durante todo el rato que estuve ahí. Mi padre parecía consternado, frustrado. Repitió más de una vez que era muy injusto que tuviera que irme para que me dejaran en paz, que tuviera que echar a perder mi vida, mi futuro, por culpa de que la gente no aceptara que en este mundo, también hay sitio para una madre de diecisiete años. Pero cuando hablé, con las lágrimas a punto de abandonar mis ojos, pareció entenderlo.

   -No voy a echar a perder mi vida. Voy a tener una vida, el futuro que quiero junto a mi padre, el hombre de mi vida, y mi hijo. Durante todos estos años en Hogwarts solo he descubierto que no sirvo para hacer buenos hechizos, que solo se me da bien Herbología y Cuidado de Criaturas Mágicas, que habría sido Veterimaga de poder serlo, pero que nunca habría conseguido los Extraordinarios necesarios para serlo... -trago saliva-. Pero... En realidad mi sueño no es ser Veterimaga. Mi sueño en realidad siempre ha sido ser como mi padre: juguetera, pues ese es el oficio más hermoso del mundo.

Cuando miré a mi padre, estaba llorando.

Sí. Un veterimago salva vidas de animales. Un juguetero, le da vida a los niños. Y los niños, son la vida del mundo. Cogí la mano de mi padre, el cual me miró sonriendo, orgulloso de mí, dolido por lo que me hacían en Hogwarts, y le sonreí. Fue entonces cuando mi padre preguntó que cuando podía irme de Hogwarts. Dorian Kedward, sonriendo y visiblemente emocionado, dijo:

   -Hoy mismo.

Hoy mismo. Mi padre solo tuvo que firmar un papel autorizando mi partida definitiva de la escuela. Antes de irse, me dio un fuerte abrazo y me dijo que hablaría con Scor para que viniera a recogerme en su coche esta noche. Le susurré las gracias al oído, antes de reunirme con Arya, y contarle que esta noche me iría. Mi amiga se alegró por mí, aunque cuando nos abrazamos, ambas lloramos juntas.

La noticia de mi partida había corrido como la pólvora. Casi tanto como el rumor sobre mi embarazo. La directora McGonagall habló conmigo en su despacho y me deseó la mayor de las suertes, lamentando al mismo tiempo lo que había ocurrido, y su desazón por no haber podido hacer nada. Durante la comida, ella misma comunicó mi partida a todos los alumnos en el Gran Comedor, diciendo que agradecía a todos los que se habían comportado de ésa manera tan vil, que una alumna tuviera que dejar la escuela.

Irse de Hogwarts es difícil. Difícil porque no es como tendría que haber sido. Y ahora quedaba la parte más difícil.

Había pedido a la directora que por favor, me dejara dar un discurso de despedida en el Gran Comedor, para dirigirme a todos los alumnos. Aceptó de buen grado y se fijó una hora para que todos se reunieran allí, tanto profesores como alumnos. A las siete, estaría ahí, dispuesta a decirles a todos lo que quería decirles antes de irme para siempre, y no me daría vergüenza hablar delante de todos manteniendo la frente bien alta.

Y esa hora, era ahora.

Cuando entro al Gran Comedor, todos están sentados en sus respectivas mesas. Dorian, el Jefe de mi casa, me acompaña hasta el atril tras el cual, Minerva McGonagall da sus acostumbrados discursos de cada principio o fin de curso, o al inicio o final de cada trimestre. Al atravesar las hileras de mesas, busco a mis amigos en las mesas de Slytherin y Ravenclaw. Me encuentro con la sonrisa de Arya, que me infunde ánimo. Me emociono solo con verla. Ella ha sido quien me ha ayudado siempre, incluso a dar este paso final.

También veo a Liesel, Gabryel, Eithne... Aquellos Ravenclaw que han estado a mi lado en algunos de esos dificiles momentos, presentes y futuros, y en el caso de Liesel, siemplemente siempre. Les sonrío al pasar por sus lados.

Cuando subo los escalones, miro a los profesores, de pie en sus mesas. Me miran con una sonrisa que no soy capaz de definir, aunque parecen decirme que se sienten orgullosos de mí. Cuando me detengo frente al atril y los miro, a todos los que están allí sentados, no sé como empezar. He escrito en mi mente un guión perfecto, pero ahora que estoy ahí, ya lo he olvidado. No sé ni por donde empezar ni qué decir. Pero finalmente, me encuentro de nuevo con la mirada de Arya. Y vuelvo a recuperar el valor.

   -Hoy me marcho para siempre de Hogwarts. Aún me faltan cinco meses para finalizar Séptimo Año, pero mi viaje en este castillo, finaliza hoy. Las clases de Defensa Contra las Artes Oscuras, Herbología, Pociones... Se han quedado demasiado grandes para mí. 

» Como ya todos sabréis, voy a ser madre. Estoy embarazada de cuatro semanas, aunque una alumna ya se ocupó de que todos os enteraseis. Por fin ahora puede decirlo la única persona que tenía derecho a hacerlo: yo. Sí, estoy embarazada. Y por eso me voy de Hogwarts. Parece que en este castillo no hay sitio para alguien que va a tener un hijo a una edad que, para algunos, tal vez sea demasiado pronto para ser madre. 

» Muchos de vosotros lo estaréis pensando: qué manera de echar su vida a perder. Pero a todos los que pensáis que por el hecho de ir a ser madre voy a echar mi vida a perder, estáis muy equivocados -sonrío-. Estar embarazada es lo más hermoso que me ha pasado nunca -digo,emocionada, posando mis manos en mi vientre-. Y algún día, cuando vosotras lo estéis o vosotros veáis embarazadas a vuestras mujeres... Os acordaréis de mí y pensaréis: "Ever Dawson tenía razón" No he echado mi vida a perder: he empezado a construirla junto al hombre que quiero y mi futuro hijo. Y respecto a mi futuro en la vida, ya tengo uno hace mucho tiempo: ser lo que he sido siempre, lo que era incluso antes de nacer. No necesito un Extraordinario en Pociones ni un Supera las Expectativas en DCAO para alcanzar mi sueño y ser lo que siempre he querido ser: juguetera -sonrío-. Quien pone un juguete en las manos de un niño y hace que este sonría, es la magia más bonita que un ser humano puede hacer.

» Hoy quiero despedirme de todos vosotros. Y digo de todos porque este adiós no es solo para los que me habéis querido, apreciado o respetado, sino también para aquellos que nunca han cruzado media palabra conmigo o para los que lo han hecho solo para insultarme. De todos he aprendido algo, incluso de mis enemigos. Nadie aprende a levantarse si no cae primero, y en mi caso, muchos de vosotros me habéis tirado. Por eso os quiero dar las gracias. Me habéis convertido en alguien valiente que sabe levantarse después de caer. Y por eso os quiero dar las gracias, porque también he aprendido de vosotros a no ser como vosotros sois. 

» A mis amigos, en cambio, les quería decir que gracias. Gracias por haber sido mi apoyo aquí, en Hogwarts, cuando me sentía perdida sin mi padre. Gracias por haberme arropado cuando el frío de la soledad me atenazaba, haber secado mis lágrimas, soportado mis locuras, y enseñarme a reír mientras luchaba por mantener vuestras sonrisas -hago una pausa, trago saliva y continúo. 

» A mis profesores, por su cariño, su paciencia, su amor... En especial Dannika, por lo gentil que ha sido conmigo, Dorian, por todo lo que me ha ayudado, a la directora, por su comprensión, y a la señorita Silverstone, por ayudarme a aprender lo que más me ha gustado siempre siendo como una amiga. Gracias a todos.

»  Y a los que no he tenido oportunidad de conocer, también os quiero dar las gracias. Habéis sido esos rostros anónimos que pasaban por mi lado cada día, caras desconocidas, pero que de alguna manera, han formado parte de mi vida desde siempre.

» De todos vosotros me voy a quedar un recuerdo. Me llevaré todo vuestro amor, pero el odio lo dejaré aquí, pues el odio es un sentimiento que se muere si no se alimenta mientras que el amor vive para siempre en la memoria. No os guardo rencor a ninguno de los que me habéis humillado, vapuleado, vilipendiado y golpeado: solo os deseo que el mayor error de vuestras vidas, sea el de tener un hijo a la edad que lo voy a tener yo.

» Antes de terminar quería deciros algo más: quedarse embarazada no es un error, sino un milagro. Y he aprendido que el amor, es lo más poderoso que tenemos, y lo que más inmensos nos hace. Al principio de nuestra existencia, cuando somos como es mi... hijo ahora -vuelvo a poner mis manos en mi vientre- tenemos corazón antes que cerebro...  Eso significa que para el ser humano, es más importante amar que pensar, porque puede que el pensamiento te haga libre, pero el amor te hace eterno, y no hay mayor libertad que la eternidad. Por eso, pensad esto: amar es lo más grande que puede sucederte. 

» Hogwarts... enséñanos algo, por favor... Así dice nuestro amado himno, el himno de nuestra amada escuela, la cual hoy, por culpa de los prejuicios de muchos, me veo obligada a dejar... Espero que Hogwarts, os enseñe también a amar...

» Adiós a todos...

Y en ese momento, con la vista nublada por las lágrimas, bajo la vista, incapaz de mirar a nadie, sintiendo como algo se rompe dentro de mí, al decir la palabra definitiva.

Volví a abrir los ojos cuando escuché los aplausos emocionados de más gente de la que esperaba. Eithne Campbell, mi amigo Adrian, Wendy Marie Barrie, la pequeña Katniss Rose, Emerick, Leyre Daher e incluso Blair Waldorf, se acercaron a despedirme. Esta última, incluso me pidió perdón. Pero perdonar no es tan fácil para mí.

La despedida que más dolió fue la de Arya y la de Liesel. A ambas las pedí que me prometieran que se cuidarían. Dejarlas atrás fue como dejar media vida en Hogwarts.

No me fui sola del castillo. Emerick Meunier, se vino conmigo. Decía que necesitaba huir... Y que solo yo le podía ayudar.

Scor nos recogió a ambos en su coche volador. Mientras nos elevábamos en las alturas miré hacia aquél castillo en el que viví tantas cosas. Atrás queda el viejo árbol del Bosque Prohibido en el que perdí mi inocencia, el banco en el que siempre suelo sentarme, la Torre de Astronomía donde tantas veces Arya y yo mirábamos las estrellas, el árbol caído en el que me sentaba junto a Liesel en el lago...

Una parte de mi historia terminaba. La otra, comenzaba.

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