jueves, 2 de enero de 2014

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El banco del parque de Godric's Hollow

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Una vez estoy en la habitación, me cambio de ropa rápidamente y me pongo un cómodo pijama azul. Estoy nerviosa, pero me siento segura, dispuesta a alcanzar esa meta. Tras soltar mi trenza y meterme en la cama, cojo el rotulador que he dejado en la mesilla y me subo la manga del pijama. Destapo el rotulador con los dientes, y escribo en mi antebrazo con letra clara "8 de Mayo de 2030"

Me tumbo en la cama mientras lleno de aire mis pulmones. Cierro los ojos con fuerza. Si consigo llegar al 8 de Mayo de 2030, lo conseguiré. Una sonrisa cama mientras lleno de aire mis pulmones. Cierro los ojos con fuerza. Si consigo llegar al 8 de Mayo de 2030, lo conseguiré. Una sonrisa ilumina mi rostro. Por fin podré saberlo todo, tener en mi poder la manera de salvarle. Cierro los ojos con fuerza, mientras conjuro todas esas imágenes que consiguen calmarme, suavizar mis nervios, mis emociones. Recuerdo sus labios en mi boca, su mano sosteniéndome y apretándome contra su cuerpo mientras me hacía el amor, ese "Te quiero, Ever Dawson" que susurró aun exhausto cuando derrotado se posó sobre cuerpo tras verter su vida dentro de mí... Y después ese reloj de arena que pesa en mis manos, que cae al vacío, a la nada, ese reloj que simboliza el tiempo al que voy, el que aún no he vivido, el que algún día deberé vivir, de esta forma o de otra. "Ocho de Mayo de 2030...", pienso, rozando la tinta del rotulador en mi brazo, recordando a Dorian Kedward cuando me dijo que una palabra escrita pesaba más que una palabra dicha, porque las palabras escritas, pueden verse.


"Ocho de Mayo de 2023..." El reloj pende en mis manos en medio de un polvoriento paraíso de tiempo gris oscilando en un firmamento en llamas. La arena cae pero la parte inferior nunca se llena. En cambio, cada vez pesa más. Mis brazos duelen, mi cuerpo pesa, cada vez más... Más... Más... Y en ese momento oigo pajarillos cantando, el sonido de la brisa, el zumbido de algún tipo de...


... insecto a mi alrededor, y percibo en mi rostro el azote de una brisa cálida, fresca... Abro los ojos y puedo ver ante mí el parque de Godric's Hollow, con un rumor primaveral recorriendo por doquier mi mundo. Sonrío al ver que he llegado al lugar, a ese parque, a ése banco en el que estoy sentada, el mismo en el que Liesel y yo nos sentamos siempre. Miro alrededor. Nada ha cambiado en seis años en el parque de Godric's Hollow, excepto yo. Miro la ropa que llevo puesta, un vestido estampado, que nada se parece a la ropa que llevo puesta siempre, tanto como nada me parezco yo a quien fui, o mejor dicho, a quien sigo siendo. Me llevo las manos al pelo, aquella melena midi que hace que no me reconozca. Observo el banco mientras cojo entre mis dedos uno de mis mechones, y sonrío al ver que hay algo escrito en el respaldo del banco: "Liesel y Ever, estarán aquí el 8 de Mayo de 2030". Reconozco la letra de Liesel, y me emociono al verlo, mientras miro el reloj. Son las 16:56. Dentro de cuatro minutos, Liesel estará aquí.

Los pájaros cantan, se arremolinan en el cielo buscando cobijo para la noche que se cierne sobre el Oeste. Miro hacia arriba, a las copas de los árboles. Me doy cuenta de que ellos, también han cambiado, que ahora se me antojan más frondosos y altos de lo que les recuerdo. A aquella hora del atardecer, cuando el sol empieza a ponerse en el horizonte, el parque de Godric's Hollow, con sus cerezos japoneses, sus almendros en flor, y los sauces reverdeciendo en primavera, se llena de luz y color. Esa es una de las pequeñas cosas que no han cambiado nada.

En los columpios y toboganes, hay algunos niños. No los he visto nunca, o tal vez me cueste reconocerlos. Algunos tal vez no hayan  nacido aún, y a otros que son más mayores, debo estar acostumbrada a verles como niños de tres años o menos. También hay una madre con un cochecito de bebé. Tardo tiempo en darme cuenta de que es Lizzy, la hija dependienta de la tienda de ultramarinos, que ahora tendrá mi edad o algo menos. Sonrío al ver el futuro. Miro la hora. Las 17:01. Miro alrededor sonriendo. Liesel tiene que estar al llegar.

Miro hacia la derecha, el camino desde el cual debería llegar Liesel, ya que su casa está en esa dirección. No puedo hacer otra cosa que  impacientarme... Tiene que estar a punto de llegar

A lo lejos, por el camino, veo una figura. Me pongo de pie al ver la forma femenina en la distancia, con una sonrisa vibrando en mi rostro. La persona lleva a un niño de la mano, y yo me impaciento esperando a ver a mi pequeña Liesel, con un pequeño inocente a su lado. Pero cuando la distancia me permite ver, me doy cuenta de que no es ella, sino una muchacha morena. La sonrisa se me va borrando del rostro... No es Liesel.

Empiezo a sentirme nerviosa. Miro la hora. Las 17:07. Tiene que venir... Estoy segura de que solo se ha retrasado. Miro a la chica, y la distancia ahora me permite reconocerla. Sonrío de nuevo, al descubrir que la muchacha que lleva a su hijo de la mano, es Elizabeth De Bruym, la hija del amigo de mi padre.

Elizabeth va directamente hacia los columpios. Sienta a su hijito, un precioso niño de unos cinco o seis años, y se pone tras él con una resplandeciente sonrisa, empujándole con cuidado. Mientras tanto, yo les observo, de pie delante del banco. Al cabo de unos minutos, ella me ve y me saluda con una amplia sonrisa. Por el movimiento de sus labios, deduzco que me ha dicho "Hola, Ever", y elucubro que tal vez en el futuro, seamos amigas, tal y como mi padre desea. Yo le devuelvo el saludo y la sonrisa, aunque la mía no es tan resplandeciente, pues cuando miro el reloj, ya son las 17:18.

Me siento de nuevo en el banco, abrazándome a mí misma. Susurro- Liesel... Por favor... -empiezo a desesperarme,mirando la frase del banco que Liesel ha debido grabar en algún momento. "Liesel y Ever estarán aquí el 8 de Mayo de 2030" Pero no están. Son las 17: 27, y Liesel aún no ha llegado.

Espero.. Espero un minuto más, hasta que oscurece... Pero oscurece y Liesel no ha venido. Liesel Lehner, nunca llegó a ese 8 de Mayo de 2030... La última vez que miro la hora, son las 17:36. LLevo más de media hora en el futuro y aunque aún me encuentro bien, en cualquier momento me iré de allí con las manos vacías de nuevo. Elizabeth se va, con su hijo de la mano

   -¡Adiós Ever, os veo mañana! -me dice de lejos, en un tono jovial que indica que hay empatía entre nosotras. 

Sin embargo, y aunque me agrada esa certeza, no puedo responder a su jovialidad. Liesel me ha abandonado... Pero yo sé que jamás me abandonaría. Me levanto del banco y camino, abrazada a mi misma, porque el fino vestido de manga larga apenas me protege de la brisa que se ha levantado al oscurecer. He debido equivocarme de día, estoy segura. Recorro las calles hacia la plaza, y al llegar me acerco al kiosco de prensa, para ver el periódico muggle de hoy. El periódico sensacionalista que alcanzo me revela la desconcertante verdad: "8 de Mayo de 2030". No puedo creerlo, ni entender que demonios ha pasado. Dejo el periódico de nuevo junto al resto mientras me alejo, caminando con un fantasma por las calles solitarias del valle. Sin demasiado rumbo, camino, mientras pienso en por qué Liesel, que nunca me había fallado, olvidó su cita en el tiempo.

Mis pies acaban llevándome a la casa de Bathilda Bagshot. Ahora, mi casa. Sé que en cualquier momento las fuerzas me fallarán y el viaje habrá terminado. Por eso, entro al que va a ser mi hogar del futuro, encontrando en este un silencio cálido, y una luz acogedora. Avanzo pensativa por la casa, esperando encontrar algo que pueda ayudarme a volver al presente con algo que pueda ayudarme, y al llegar al salón, me quedo quieta, inmóvil, cuando veo que en el sillón, con un cuaderno sobre las rodillas, y llenándolo todo con su luz, está ella: mi hija.

Un pájaro en un cielo azul plagado de nubes blancas que parecen algodón. Una casa roja junto a un árbol y un perro sentado al lado de un buzón. Deslizo el lápiz marrón pintando más pajarillos cuando escucho los pasos de mi madre entrando. Alzo la mirada sonriendo.


Cuando sus ojos grises me miran, siento un escalofrío recorriendo todo mi ser. Es la criatura más hermosa que he visto en mi mi vida, tan mía, tan suya... La emoción llega a mis ojos, manifestándose en forma de lágrimas. Me acerco despacio al sillón y me siento a su lado
   -Hola, pequeña... -murmuro, con una sonrisa emocionada en mi rostro

   -Hola, mami... -Digo con la sonrisa entre los dientes a la vez que dejo el lápiz sobre el cuaderno.- ¿Te gusta mi dibujo?



Su voz, tan musical e inocente, aún más dulce de lo que la recordaba, llega a mi corazón como una caricia. Asiento con la cabeza
   -Es... Es precioso... -murmuro, mientras la miro. Debe tener seis años, y es tan dulce, tan hermosa...

   -¿Sí? -Pregunto emocionada por saber que te ha gustado.- Pues es para ti.
Comienzo a arrancar la hoja con cuidado de no romperlo, pero parto una esquina sin querer
   -Toma, mamá...


Aquél dulce gesto me conmueve. Cojo el dibujo, ese tesoro tan suyo, lo más grande que un niño le puede regalar a su madre, porque en la infancia, un dibujo es lo único que podemos regalar. Trago con fuerza, fijándome en el perro blanco y negro
   -Pecas te ha salido muy favorecido... -río suavemente, y acaricio con las yemas de mis dedos los pájaros que surcan el cielo- ¿Para mí? -murmuro, llevándome la mano al pecho, sin poder contener la emoción y sin que se me borre la sonrisa

Asiento con la cabeza repetidas veces, sin borrar mi sonrisa ni apartar mis ojos de los tuyos.



   -Muchas gracias... -murmuro, mientras miro esa esquina rota, el inocente error que demuestra que cuando somos niños, nuestra grandeza radica en aquellas cosas que hacemos mal, y no en las que hacemos bien. Te miro y una idea sobrevuela mi cabeza- Pero se te ha olvidado algo... -le digo.

Al escuchar eso, poso los ojos en mi dibujo.
   -¿Sí? -Busco entre esos colores eso de lo que me he olvidado, pero no se puede saber lo que se ha olvidado si no se ha dibujado.- ¿El qué? -Pregunto algo triste por no haberlo hecho bien.-

Te entrego el dibujo, con una mano temblorosa
   -Tu nombre...


   -Oh... -Llevo mis dedos a mi boca mirándote cuando cubro una risa traviesa que quieres escaparse. Cojo el dibujo y lo coloco sobre el cuaderno para apoyarme.- Entonces es fácil... -Busco el lápiz negro en el estuche y escribo en la esquina: "Cass"

   -Cass... -murmuro en voz alta, mientras el escalofrío recorre mi espalda.
Ése es tu nombre, aquél con el que seguramente te bauticé entre lágrimas. El nudo que cierra mi garganta apenas me permite que haya voz en mí. No es el nombre con el que siempre he soñado, ni siquiera es el nombre de una estrella, o sí, y yo no la conozco. Pero estoy segura de que ese nombre tiene algún significado importante para mí... O para él
   -Qué nombre tan bonito... -murmuro, cogiendo el dibujo de nuevo, mirando tu letra infantil. 
Te miro a los ojos. Esos ojos grises... sus ojos grises ¿Cuántas veces le voy a recordar mirándote? Sintiéndome un poco más débil, me apoyo en el sillón y extiendo el brazo
   -Ven conmigo, Cass...

Obedeciéndote como siempre hago, me apoyo en ti dejando que me abraces y me envuelvas en tu amparo



Cuando te apoyas en mí, te rodeo con mi brazo, apretándote contra mi cuerpo. Te siento muy pequeña, muy frágil y delicada, como si fueras las alas de una mariposa que pudiera dañar al tocarte. Apoyo mi mejilla en tu cabeza, sintiendo tu perfume, tu vida, tu pureza y tu belleza. Las lágrimas se asoman al balcón de mis ojos, y miro alrededor, deteniéndome en una foto en la pared, donde puedo verme con mi padre, y sonrío mientras mis lágrimas empiezan a verterse por mis mejillas.

No voy a estar sola en ese futuro. Le tendré en ella, tendré a mi padre conmigo, pero no estará él. Siento que as fuerzas me empiezan a fallar 
   -Cass... -murmuro, acariciando su bracito, con el cual me rodea

   -¿Sí, mami? -Pregunto alzando la vista para mirarte.
Siempre me has parecido muy guapa y me gusta acariciar ese bonito pelo, tan suave. Entonces tomo entre mis dedos uno de tus mechones mientras espero oírte hablar.

Un escalofrío recorre mi cuerpo cuando me tocas el pelo. Siento que lo haces de la misma manera que lo hace él. El nudo me cierra la garganta. Con mi otra mano, busco tu pequeña mano. La cojo, entrelazo mis dedos a tus deditos, sintiendote mi propia carne. Trago saliva mientras el cosquilleo de una lágrima recorre mi mejilla. No sé si preguntarle lo que voy a preguntarle, pero entonces me doy cuenta de que ya es 28 de Diciembre, que en tres días será enero, y que tal vez yo tarde mucho más en tener fuerzas para volver al futuro. Entonces, pidiéndote perdón porque probablemente te haga daño, pregunto: 
   -¿Qué le pasó a papá, Cass...?

Esas palabras parecen herirme dulcemente con su recuerdo. Tu voz se hace un aguijón aunque tiemble en tu garganta y me haga mirar hacia abajo cuando, con un hilo de voz débil, murmuro con dolor:
   -Le mataron...

   "Le mataron".
Aquellas palabras son como un puñal hiriente, que también me mata a mí. Matarle... Alguien le apartó de mi lado, cerrando los ojos con fuerza, y las lágrimas me ruedan por las mejillas, mientras siento como algo me perfora el pecho.Ella no me ha hecho preguntas, no me ha preguntado porque le pregunto algo que ya sé. No me preocupo en saber porque no lo hace, simplemente le pregunto
   -¿Quién...?

Esa pregunta me extraña, pues siempre hemos vivido sin saber quién le apartó de nuestro lado, quién hizo que yo no pudiera conocerle, quién no le dejó acunarme cuando tenía miedo o no podía dormir. Veo nublado y la visión de tu bonito vestido estampado se difumina ante mis ojos. Aún así, no pregunto el por qué de esa duda y respondo sin mirarte.
   -No lo sé... No lo sabemos, mami... -Cuando te miro siento que una lágrima cae. Recuerdo la cara de mi padre en las fotos y que siempre me has dicho que tengo sus ojos.- ¿Me abrazas?

Mientras lloro con desconsuelo, te abrazo con fuerza entre mis brazos. Pero empiezo a sentir que ya no tengo suficientes fuerzas para hacerlo. Intento ser fuerte, apretándote contra mi cuerpo, queriendo salvarte del miedo, del dolor, de cualquiercosa que pueda hacerte daño. El fuerte dolor de cabeza empieza a ocupar todo mi espacio, y siento que mi tiempo me arranca lentamente de tus brazos
   -Cass... Dime qué día fue... -murmuro, con voz tan débil que ya no sé si me oyes, mientras percibo el reguero de sangre que cae de mi nariz hasta mis labios y resbalando hasta el mentón, goteando en tu pelo, mientras yo te sigo abrazando con las pocas fuerzas que me quedan ya

Escucho un murmullo débil escaparse de tus labios entre las lágrimas que resbalan por tu mejillas hasta humedecer mi pelo. Amparando el llanto, que hace temblar mi cuerpo, en tus brazos, pregunto entrecortadamente porque no te he entendido: 
   -¿Qué?

Oigo tu voz lejana, tan lejana que ya no puedo alcanzarla. Te abrazo, como si quisiera quedarme contigo para siempre. Pero el el Tiempo, es el Tiempo, y poco a poco, me aparta de esos dulces brazos, de ésa única luz en la oscuridad de ese futuro del que cada vez estoy más cerca, y de ese 8 de Mayo de 2030, en el que Liesel Lehner, nunca llegó a ese banco en el que alguien había escrito "Lisel y Ever, estarán aquí el 8 de Mayo de 2030..."


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