viernes, 10 de enero de 2014

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Nuestra historia al final del Tiempo

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Aquél día fue un día como todos. Pasé el día sola en casa, ya que mi padre se tuvo que ir a una feria de Juguetes, y no volvería hasta por la mañana. Me dediqué toda la tarde a hacer una empanada, con la intención de llevársela a los De Bruym.

Se que es una tontería. Pero no sé como entablar conversación con ellos, y quiero que se queden en Godric's Hollow. Por eso, tras hacer la empanada, me fui a llevársela. Estuve con Elizabeth un rato, ya que su padre no estaba en casa. La muchacha parecía cohibida, tímida, pero aún así estuvimos hablando durante un largo rato. Poco después, llegó su padre, y al rato me marché, llevándome de allí un trozo de pastel de manzana que me había dado Elizabeth.

Salí al exterior, tras despedir a Andel de Bruym en la puerta. El amable hombre me seguía inspirando esa sensación de paz y de protección que me transmitió cuando le conocí. Ojalá se quedara en Godric's Hollow, así mi padre estaría acompañado y tendría un amigo a quien contarle las cosas que no se atreve a contarme a mí.


Tras dejar la barrera, tomo el botón traslador y me aparezco tras la casa que le compré a mi madre como regalo de Navidad. Al llegar, como si lo llevara haciendo toda la vida, echo a correr rumbo a la casa de Ever Dawson. El suelo está mojado y entonces me doy cuenta de que ha llovido cuando a mis piernas salta el agua helada de un charco. Al dirigirme hacia allí, veo salir a Ever de una casa cuyos anfitriones creo desconocer aunque les atisbe en la lejanía. Fatigada y tratando de recuperar la respiración, me paro cerca pero manteniendo una distancia prudente.

Camino por la calle con la cabeza agachada, una mano en el bolsillo, y en la otra el pastel de manzana bajo el brazo.


   -¡Ever! 
Grito cuando te veo caminar echando a andar rápido hacia ti


Me sorprendo al oir la voz de Alhena en mitad de la calle. Levanto el rostro y me vuelvo. Frunzo el ceño, viendo que vienes hacia mí
   -¿Dabney?

Asiento logrando mantener la respiración.
   -Eso parece... -Poso la mano en tu hombro.- Tenía algo en casa y me he acordado de ti... -Te miro a  los ojos.- Creerás que estoy como una cabra... Sí... -Busco en mi bolso y te tiendo la caja de madera caoba en a que lo he guardado envuelto en terciopelo rojo.- Creo que tú necesitas más que yo... -Te insto con los ojos a cogerlo

No comprendo en absoluto lo que me dices, ni menos entiendo lo que quieres decirme con eso de "tú lo necesitas más que yo". Con el paquete de pastel bajo el brazo, cojo la caja, y la abro. Tardo algunos segundos en identificar el líquido dorado,  y brillante en la pequeña redoma de cristal. Con un vuelco en el corazón, levanto la vista, nublada por las lágrimas, y te miro susurrando
   -Félix Felicis...

Asiento tragando saliva cuando el velo en tus ojos se me contagia como la lastimera melancolía de la tristeza.
   -Yo no necesito suerte y he tardado un año en darme cuenta de ello, Ever... Mi padre no va a volver por mucho que yo me tome eso... Y es todo lo que quiero, pero para ello, quizás solo necesite tiempo y esperar... -Siento que si no guardo silencio ahora, las lágrimas me traicionarán entonces bajo la mirada.- Tú necesitabas suerte, Ever...

No digo nada. No puedo decirlo porque no tengo palabras. Simplemente te rodeo con mi brazo atrayéndote hacia mí, quizá con demasiada fuerza, mientras lucho por no llorar, cerrando mucho los ojos

Ese abrazo tan imprevisto, me sorprende tanto que apenas me da tiempo a cerrar los ojos hasta que me decido a rodear tu espalda y apoyar mi frente en tu hombro pensando en lo ingenua que fui cuando me ilusioné pensando que tal vez era suerte lo que necesitaba para volver a ver a mi padre.
   -Aprovéchalo... -susurro para que no notes que estoy llorando.

   -Lo haré, Alhena... -murmuro. Me aparto de tu abrazo, y sonrío- Lo haré... -no escondo mis lágrimas. Retrocedo un paso alzando la caja con la poción- Esta vez no voy a fallar, Alhena... -vuelvo a retroceder, pues no puedo perder tiempo. Ya es enero- Vamos a salvarle la vida... -digo sin más, y sonrío, a punto de llorar con desconsuelo

Tras despedir a Alhena con una sonrisa, corro hacia casa. Entro como un vendaval, dejo el pastel en la cocina, la trenca y el gorro  tirados en el sillón, y subo las escaleras muy aprisa. Una vez en mi cuarto, abro la caja que contiene la poción de Félix Felicis. Una afortunada sonrisa invade mi rostro, recorriendo mis labios, contagiando mis ojos. Siento un escalofrío mientras me siento al filo de la cama. Cojo la poción y la destapo. Acerco su contenido a mis labios, y en ellos, poco a poco, cerrando los ojos y con una sensación de triunfo, la vierto hasta vaciar el pequeño frasco. Tardo algunos segundos en abrir los ojos y mirar entre mis dedos el frasco vacío. Me recuerdo a mí misma, diciéndole a Alhena ayer que lo que necesitaba era suerte. Suerte para llegar al día correcto, a la hora corecta y con la persona correcta. Y ahora, la suerte corre con mis venas, fundiéndose con mi sangre. Decidida, me levanto de la cama. Cojo un rotulador y vuelvo a sentarme en la cama. Levanto la manga de mi jersey y escribo en mi antebrazo izquierdo la palabra "Liesel". Esta vez no escribo fechas. No necesito una fecha. La necesito a ella. Y ahora que la suerte está de mi parte, sé lo que hago.

No me preocupo ni siquiera en descalzarme. Ni tampoco en tumbarme. Me mantengo sentada al borde de la cama, con la espalda muy recta. Me siento capaz, y por eso, me siento fuerte. Cierro los ojos tras bajar de nuevo la manga de mi jersey. No pienso en ninguna fecha. No quiero ir a ningún día. Quiero ir a un futuro que me de las claves que necesito para salvarle. Solo eso. Por eso empiezo a dejar que mi Gran Reloj del Tiempo se vacíe entre mis manos, en medio del firmamento. Escucho la voz de todos los relojes del mundo convergiendo en un mismo punto en el que el Tiempo se confunde y es ayer y hoy al mismo tiempo que mañana. Un escalofrío me arranca del presente, me envuelve entre sus brazos desconocidos y fríos, y dejo que me lleve a donde la suerte quiera que vaya a través del tiempo y el espacio. Y por eso, apenas unos minutos después de haber puesto en funcionamiento el mecanismo del tiempo, siento que ya no soy yo, que soy la que voy a ser yo, y cuando tomo conciencia de mi cuerpo, el cual siento de pie, firme, pero a punto de desvanecerme...

... Abro los ojos poco a poco.

Lo primero que veo cuando abro los ojos, es mi rostro. Jamás lo había visto tan pálido, tan demacrado, tan hundido. Mis ojos hinchados y enrojecidos brillan por las lágrimas que también manchan mi cara. Puedo ver algunos mechones cortos cayendo hacia delante. Desiguales, amorfos... Trasquilones que demuestran que también mi alma está hecha pedazos. Siento que tengo las manos ocupadas, y miro hacia la  izquierda. En ella, sostengo mi trenza. En la otra, unas tijeras. Vuelvo a mirar mi rostro en el reflejo. En él quedan las lágrimas que mi yo futuro estaba vertiendo antes de que yo llegara. Me fijo en que mi ropa es negra. Que todo en mí es oscuro. Miro a mi alrededor, un lujoso cuarto de baño de mármol color caramelo y algunos adornos de bronce. Nunca había estado en una casa tan lujosa... Y por eso me doy cuenta de donde estoy. Dejo las tijeras en el cajón que hay abierto, y lo cierro. Pero mantengo mi trenza en mi mano izquierda, con firmeza. Casi con rabia. Miro hacia mi izquierda. Una puerta blanca con un elegante manillar dorado me aguarda cerrada. Y hacia ella me dirijo con un escalofrío, pues sé hacia donde voy.

Salgo del cuarto de baño a un pasillo ancho, lleno de cuadros y candelabros, con un suelo de mármol. De la izquierda, me llegan voces. Todas esas voces hablan un mismo idioma: el del dolor. Huele a flores y a cirios quemándose, y siento que en mi pecho se aposta un peso que no me permite respirar. Aún así, no me impide continuar. Avanzo con pasos frágiles hacia ese salón, ese lugar en el que tantas personas lloran. Alguien recita algo con voz lúgubre. Una elegía cuyas palabras no reconozco aunque sé que se trata de una elegía... De lejos veo a algunos de los enlutados presentes. Un elfo pasa por mi lado, alicaído y triste. Todos parecen llorar en aquella mansión en la que de pronto, la luz se ha apagado aunque esta siga encendida.

No hay luz entre tanto dolor ni oscuridad que pueda llevarse nada. Ahí, en el silencio roto por el lamento y el dolor, todo duele más que cualquier dolor

Siento que estoy agarrada por las manos de Albus porque sino, no podría estar de pie. Ahí, al lado de mi madre y mis hermanos.

Alzo la vista entre lágrimas cuando escucho unos pasos y entonces me encuentro la fantasmal figura de Ever con su peo destrozado y el  dolor quebrando su rostro. En su mano, la larga trenza dorada pende en el espacio. Todo es vacío.

Aparezco en el umbral, y se hace el silencio. Todos me miran, a mí, llegando con el cabello destrozado a tijeretazos llenos de rabia y la larga trenza pendiendo de mi mano. Observo a los presentes, entre los que hay rostros conocidos, y otros desconocidos. Veo a Rose, destrozada, con el cabello liso enmarcando su demacrado rostro, abrazada a un muchacho que intenta consolarla a duras penas. A Harry Potter y su esposa, a Azariel Blair, apoyado en una columna, con la mirada perdida en ninguna parte, Adrian Popp sentado en un sillón, con el rostro sepultado entre las manos... Veo a Narcissa y Lucius Malfoy, inexpresivos. Veo a mi padre, junto a Arya, Gabryel, y Alzir Dabney, Alhena junto a Albus,  cerca del féretro rodeado de coronas y ramos de flores, ante el cual están sentados Draco y Astoria Malfoy. En ése momento, muchos de los presentes, me están mirando. Yo no sé que decirles, ni qué hacer. Tan solo les devuelvo mi mirada,llena de ese dolor futuro que ya siento mi propio dolor

Sus pasos se arrastran hasta el ataúd y entonces aparto la vista. Dejo que corran por mis mejillas las lágrimas que nunca creí derramar por quien tantas risas me dió

Cierro los ojos al no poder soportar la visión. Todo parece romperse. Todo se ha roto. Sus padres, ausentes... Él fue alegría una vez. Tiñó todo de ilusión y de magia y ahora se ha llevado todo consigo. Todo en esa oscuridad perpetua que se lo ha llevado por siempre separándole de donde tendría que estar.

Me encuentro con la mirada de Alhena Dabney cuando la miro. Su rostro ha parecido envejecer diez años de golpe. Con miedo y con temor avanzo hacia ese féretro que tanto miedo me da enfrentar, pero al que necesito acercarme. Siento como mi corazón se rompe conforme doy un paso más. Ahí está... Parece dormir, pero no es así. Tan pálido como una mañana de invierno, con los ojos cerrados, cerrados para siempre. Las lágimas ruedan por mis mejillas cuando me detengo junto al féretro y le miro. Con mi mano derecha, acaricio su pelo, su suave pelo rubio. Mientras lo hago, miro de soslayo a Draco y a Astoria. Ella parece no ver nada. Él me mira con una mezcla de dolor y desprecio, pero ahora solo siento dolor por esa expresión rota de padre destrozado. Miro a los ojos cerrados de Scorpius Malfoy, dentro de ese féretro ante el cual Albus y Alhena, rodeados de sus familias, sollozan. Cojo mi trenza dentro de mi mano izquierda. Ahora sé por qué lo he hecho y para qué. Con cuidado, la dejo entre sus manos entrelazadas, mientras el frío que hay en su piel me sobrecoge. Algunas de mis lágrimas caen sobre sus manos. Se quedarán ahí para siempre, igual que mi pelo. Le miro y me inclino para apoyar mi frente sobre la suya.

   -No voy a permitir que te pase esto, mi amor... Siempre es poco para todo el tiempo que vamos a querernos... -murmuro entre lágrimas, sin importarme si me han oído o no. Dejo un beso en sus labios,tan fríos y silenciosos como su callado corazón. 

No... No voy a verte así. Nunca. Me yergo y miro alrededor, tratando de ser más fuerte que mis lágrimas. Busco a alguien con mi mirada. Entre los dolientes enlutados, veo a Vera Lynch, con un velo de tul cubriendo la mitad de su rostro y un tocado negro. Veo a Axel Hoffman, cerca de Harry, junto a otro hombre al que no conozco y una mujer peliroja. Pero no la veo a ella

   -¿Dónde está Liesel? -pregunto en voz alta.

El murmullo roto de Ever a esos oídos que ya no escuchan, me rompe el alma en añicos demasiados pequeños como para volver a ser unidos. Sus ojos perdidos y colmados de lágrimas hirientes buscan algo entre nosotros y no puedo ni mirarla. Su pregunta me confirma que estaba en lo cierto. Decido dar unos pasos hacia delante aunque apenas la debilidad de mis piernas me permita caminar. Armándome de valor, tomo las manos de Ever entre las mías.

   -Ha salido antes de que volvieras... Creo que iba con Damen a tomar un poco el aire... -le digo en voz baja para no romper la dolorosa calma que se respira y es tan palpable.

Asiento con firmeza cuando Alhena me dice esas palabras. Miro por última vez su cuerpo en el ataúd... Retrocedo más, mirándole. Me juro a mi misma que la única vez que le vea así, será hoy. Sin decir nada más, corro por aquél salón hacia las puertas de cristal que hay en la sala contigua, y que había visto desde allí.

Dejando que Ever se vaya, sintiendo mis manos vacías, llevo las manos a mi cabello recordando la promesa que una vez le hice a mi mejor amigo. Entonces vuelvo al lado de Albus, apoyándome en su brazo y dejando que me abrace.

Abro la puerta de golpe. El Jardín parece también languidecer a aquella hora de la  que será la noche más larga de mi vida. A lo lejos distingo unas figuras de Damen y Liesel. Corro hacia ellos
   -¡Liesel!

La voz de Ever me hace volverme. Cada vez que veo ese rostro pálido, esas ojeras... se me antoja demasiado fantasmal. Miro su cabello y el dolor en su rostro me hace derramar todas las lágrimas que jamás pensé derramar por alguien. Pero ella duele. Duele la ausencia y duele el adiós...
   -Ever...

 Me giro para mirar a Ever, esa muchacha de la que Liesel tantas veces me ha hablado y quien no tiene nada que ver con quien un día fue pues este día ha matado su vida.


Me detengo frente a ella. Cojo sus manos
   -Liesel... Soy yo... -siento un nudo en el pecho y las palabras apenas me salen- Quedamos en aquél banco... ¿te acuerdas? -sonrío entre lágrimas- Pero no viniste... Por eso te he encontrado hoy... -las lágrimas ruedan por mis mejillas- Ayúdame a que esto no se cumpla... Dime qué le pasó

"Quedamos en aquel banco. No viniste. Por eso te he encontrado hoy". Esas palabras bastan para que, a pesar de tanta tristeza, en mitad de tata negrura y dolor, pueda sonreír y secar mis lágrimas. Ahora lo entiendo todo y vamos a salvarle. Vamos a cnseguir que este día nunca vea nacer la luz del sol.
   -Le encontraron muerto en una aldea de Canterbury... Hornhill... -Tomo aire, pues siento que me falta y sé que tiempo es lo que no puede faltarte a ti.- Entre las ruinas de un viejo circo, la madrugada del cuatro de enero de 2024. -Te miro a los ojos deseando ver que te estás enterando bien de todo.- La última persona que le vio fue Azariel, poco después de medianoche... -Sosteniendo la mano de Damen, le miro un momento, pues él no comprenderá de qué estamos hablando.

 Escucho las palabras de Liesel y Ever sin dar crédito a lo que oigo. Ni siquiera me salen las palabras.  Entonces pienso que ambas han perdido la cordura por el dolor de la muerte de Scorpius Malfoy y siento una profunda lástima. Me mantengo en silencio.

Cuatro de enero de 2024... Hoy. Ahora. La sonrisa se borra de  mi rostro
   -No puede ser... -exclamo, sintiendo que este es el fin del camino. Qué después de todo, he llegado al día correcto, y he hablado con la persona adecuada. Pero demasiado tarde...

Contemplo el atónito rostro de mi amiga y entonces miro la hora en mi reloj. Curioso... el tiempo pasa. Mi tiempo pasa y, sin embargo, tu reloj no cuenta las mismas horas que el mío. Aunque en tu rostro hay muerto tu sonrisa, la mía nace radiante en mi rostro porque todavía hay una victoria que alcanzar. Y pienso hacerlo a tu lado. Sin nunca soltar tu mano.
   -Corre, Ever... Corre y no dejes pasar el tiempo. Ahora es tuyo.

 Miro a Liesel atónito, sin siquiera parpadear pues no comprendo absolutamente nada de lo que dicen.


Desesperada, aterrorizada, pero aún confiando en esa suerte líquida que corre por mis venas. asiento con la cabeza. Beso tus manos
   -Desde mi tiempo, siempre te recordaré hoy... -cierro los ojos, con fuerza, concentrándome en volver. Volver. Volver.... Volver a casa... Volver a mi Tiempo

Sostengo con fuerza tus manos sabiendo que es verdad, que recordarás siempre este recuerdo que, aunque también mío, es solo tuyo porque serás la única en recordarlo. Ahora, cuando me evapore en tu tiempo, dejaré de existir para volver a ser yo como tú me conoces y como siempre tuvo que ser. Beso tus manos deseando que todo salga bien.
   -Tú puedes, Ever. Acaba con esta pesadilla... -digo como única despedida.

"Tú puedes, Ever. Acaba con esta pesadilla". Su voz es lo último que oigo cuando sintiendo como la sangre brota de mi nariz, me desprendo del Tiempo que quiero romper y...


Hornhill, Canterbury (00:46 A.M.)


Llego a Hornhill, lugar nacido de las entrañas de Canterbury y comienzo a caminar hacia el lugar de mi destino. Llego a un valle... La niebla lo abraza enredándolo en ella, el viento le hace el amor casi en silencio... El lugar es tétrico, hace frío y huele a miedo. Camino por el valle donde yace la vía de un tren, cuyo tren está sobre las mismas, un tren que ahora es se me antoja el esqueleto del que fue su último viaje. muy cerca diviso la fantasmal carpa del circo "Imaginaerum," ese del que tanto he oído hablar en tan poco tiempo... Ando por el tenebroso valle fantasmagórico mientras mi vista se pierde entre los diferentes puestos fantasmales que yacen allí... Puestos de caramelos, donde imagino que aún hay de restos de estos, puestos de títeres, de peluches... Hay muchos puestos, yo diría que de todo un poco. Siento un escalofrío mientras miro a mi alrededor, en el medio de una nada que lo significa todo.



Avanzo entre todos esos puestos fantasmagóricos, donde cualquier crujido se me antoja el lamento de todos los espectros que imagino vagar por aquí. Hundo las manos en mis bolsillos cuando siento una caricia en una de ellas, solo es el viento pero decido resguardarla.


Detengo mis pasos al vislumbrar una silueta caminar por aquel lugar tenebroso e hiriente. Siento una punzada de dolor en el pecho y sin saber aún si es o no ella, pues no la distingo, decido susurrar su nombre, pues no puedo llamarla de otra manera que no sea con un susurro.

   -Lyanna...

Entre las sombras de la sepultura en la que yace abandonado el cadáver de aquél viejo circo donde tanto tiempo llevo errando distingo su forma. Floto a través de la oscuridad, dejando que la luz deje que me vea. Mi alma, translúcida y etérea, se queda delante de ti
   -Vete...

Siento un escalofrío cuando el fantasma de Lyanna, la madre de mi amada Ever, se detiene frente a mí. Trago saliva sin poder evitar que las lágrimas se aposten en mi mirada. Cuando tras unos segundos, me siento un poco más fuerte, hablo.
   -¿Irme? No puedo irme... Tengo que hablar contigo...-Trago saliva nuevamente.

Niego con la cabeza. Mi cabello fantasmal se mueve como si estuviera siendo acunado por el viento
   -Ella vendrá...Vete

Trago saliva quedando paralizado ante tu alma, ese alma que se me antoja un alma roto... Te miro a los ojos, esos ojos tan lleno de todo y de nada al mismo tiempo.
   - ¿Quién es ella?

La inquetúd hace temblar mi alma. Mis ropas flotan en el aire, me elevo en este y siento que lágrimas inexistentes recorren mis mejillas translúcidas
   -Mi hermana...

Siento un escalofrío, pero no sé si es causado por sus palabras o por su dolor. Ese dolor que debería estar prohibido para las almas.
   -Ella no sabe que estoy aquí...

   -Está aquí... -murmuro. Mi expresión se vuelve dura, intento inspirarte terror- ¡VETE!



Siento un escalofrío nuevamente recorrer mi cuerpo y retrocedo un paso hacia detrás. Miro a mi alrededor en silencio mientras veo el vaho partir de entre mis labios.


Miro a mis espaldas. Detrás de mí, en una de las columnas de la gran carpa que se pudre en el tiempo, hay un cartel. Me aparto ligeramente para que lo veas




Al ver que te apartas, miro hacia donde miras y veo un cartel. Es el rostro de Perséfone pero en el cartel reza otro nombre.
   -¿Ophelia?-pregunto incrédulo. Mi voz retumba en la negrura del fantasmagórico escenario.

   -Ophelia... Ella no es mi hermana... -suplico- Te ha estado persiguiendo desde ése día... Y ahora está aquí... -oigo un sonido entre las sombras. Detrás de ti- Está aquí... -vuelvo a mirarte- ¡TIENES QUE IRTE!

Escucho un ruido y siento un escalofrío, te miro sin dar crédito a lo que escucho, ni siquiera sé si entiendo tus palabras, pero tu miedo, me da miedo, tu miedo me asusta. Me giro para mirar al lugar de donde proviene el ruido.

No tengo tiempo de hacer nada. Una voz surge de las tinieblas. La voz de mi hermana. Perséfone. Ella...
   -¡Expelliarmus! -dice, aún entre sombras.
La varita desaparece de la mano del muchacho
   - ¡No! -grito.

Siento un escalofrío y ahora tal vez por primera vez en la noche, siento miedo. Miro mi mano ahora vacía y comienzo a retroceder hacia detrás sin dejar de mirar al lugar de donde proviene la voz.

Salgo de entre las sombras, enarbolando mi varita. Una sonrisa triunfal se dibuja en mi rostro
   -Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí?


Mi hermana aparece entre las sombras. Siento que mi corazón, el cual ya se paró hace mucho, se rompe de nuevo
   -Betsabé... Te lo suplico... No le hagas daño...

¿¡Túi!?-Grito sorprendido al ver a la historiadora Betsabé Von Deckem junto a mí. Dejo de retroceder.


Hago un gesto de suficiencia, sin dejar de apuntarte con mi varita, y la tuya aún en mi otra mano
   -¡YO!, si, Yo soy Perséfone. Betsabé Valdemar... -sonrío, acercándome a ti- Fue muy fácil mentirte, contarte que Perséfone se llamaba realmente Kore. Fuiste muy ingenuo. ¿No sabías que Kore era el nombre de Perséfone antes de ser secuestrada por Hades? -chasqueo la lengua- Para ser un Malfoy has sido muy lento... -miro a mi hermana. Su fantasma compone un gesto patético de súplica- ¡Cállate, traidora! -grito, y apunto con mi varita, haciendo un hechizo, el único que puede hacérsele a un fantasma.

Mi muerte. Una y otra vez, mi mente recuerda mi muerte. La rememoro como si la estuviera volviendo a sentir, y entre gritos de dolor, víctima de esa cruel tortura, retrocedo, volviendo a las sombras, ocultándome en ellas, sintiéndome demasiado débil

Siento un profundo dolor por el dolor de Lyanna y sin poder controlar mis instintos hablo.
   -¡DÉJALA! ¡A ELLA NO LA HAGAS DAÑO!-Mi voz retumba en la quietud de la noche.- ¡YA ESTÁ MUERTA!

   -Pues por eso... -murmuro, alzándome de hombros- ¿Qué más da? Lo que está muerto ya no puede morir... -sonrío-

Trago saliva al quedarme a solas frente a ella, la presencia de Lyanna Valdemar me calmaba pero ahora ella ya no está a mi lado. Empiezo a sentir miedo, pero no retrocederé y no te lo mostraré.
   -Fuiste tú, tú la mataste.-Te acuso sintiendo miedo y dolor al mismo tiempo.

   -Se mató a si misma cuando nos traicionó, querido. Ella, y esa sucia criatura muggle que trajo al mundo. Nos engañó diciendo su "ángel" había muerto... Pero Dante y yo siempre dudamos eso. Y ahora vienes tú, apareces de la nada interesándote por las Sibilas... -mis ojos se llenan de odio- Y entonces supe que esa sucia bastarda no estaba muerta.

"¿Yo?" Me pregunto a mi mismo en silencio, yo he sido quien ha dado pistas sobre la vida de Ever a la mujer que llena de odio y rabia se encuentra frente a mí. No sé que responderla, lo que si sé es que jamás la mostraré el miedo que ahora fluye intensamente por mis venas. Deseo que Lyanna vuelva a aparecer, que llegue a mi lado. Sé que moriré esta noche, pero al menos si ella está a mi lado, moriré un poco más feliz.
   -Acabo de conocerte y ya te odio.-Digo con rabia.

   -Vaya, qué lástima. Pensé que te había caído bien. Fui amable cuando viniste a mi casa, hasta te enseñé una foto en la que salía mi hermana con la estúpida de Ophelia. Si hubieras sido un poco más listo te habrías dado cuenta de que esa foto estaba cortada, que había un vestido en el borde de la izquierda... Esa era yo. La tercera chica del número de los Caballos. Fue tan fácil mentirme como matar a esa estúpida chica-señalo el cartel en el que, a pesar del tiempo y la erosión del mismo, se siguen percibiendo los rasgos de Ophelia- Al igual que tu, ella metió las narices donde no debía. Supo más de lo que debía.

Tengo miedo, el miedo que puede sentir alguien cuando está frente a su muerte, pues sé que esa mujer que porta una varita en la mano además de la mía, acabará con todo mi tiempo. Mi viaje ha sido corto en esta tierra, tal vez demasiado, pero al menos me iré con la cabeza alta, pues siempre he vivido así y así terminará mi vida.
   -Eres una maldita asesina sin escrúpulos.

   -Todos somos unos asesinos, querido... -elevo una ceja- Todos somos despiadados, todos. Nacemos ya corruptos y el mundo y el Tiempo terminan de pudrirnos... -sonrío- Hasta Lyanna se dejó corromper aunque después se arrepintiera... Pero... -niego con la cabeza- Llevo muchos años escondiendo mi verdadero nombre del mundo, para que de pronto aparezcas tú y lo arruines todo... -elevo mi varita- ¿Quién es la sibila?

Miro tu varita alzada frente a mí y siento pánico, un pánico que estoy seguro de que no podré esconder de tu mirada. Trago saliva fuertemente.
   -Mátame porque no pienso decírtelo.

   -Oh... Qué bonito... -sonrío- ¿Es eso amor? Qué fácil me lo has puesto... Te llevo siguiendo desde que viniste a mi torre, te he visto ir por Godric's Hollow... Godric's Hollow está tan cerca de Ivybridge, que seguramente ese será el sitio en el que mi hermana retozó con ese muggle que mancilló nuestro nombre... Que fácil va a ser encontrarla ahora. Es una lástima que tenga que matarte, Malfoy. Has echado a perder tu vida por una repugnante sangre sucia tanto como mi hermana... Pero no me dejas otra opción. Lo único que lamento es que no tenga tiempo de matarle a ella delante de ti también antes de quitarte la vida... -sonrío- Espero que hayas disfrutado de este amanecer. Porque ha sido el último de tu vida... -alzo mi varita de nuevo- ¿Tienes alguna última voluntad? -ironizo-.

El abandonado lugar huele a miedo, mi miedo, y a dolor, ese dolor que siento tan grande que temo no poder controlar frente a ti, pero ese dolor no es el dolor a perder la vida, si no el dolor a saber las vidas que de alguna manera se perderán con la mía. El dolor es cada vez más grande, cada vez más inmenso, ahora siento más dolor que miedo, pero entonces su rostro aparece en mi memoria, el rostro de Ever y me doy cuenta de que el amor puede con todo, hasta con la muerte, su amor me ha salvado de la vida y hoy me salvará de la muerte, pues al recordarla, sentiré que está a mi lado. Trago saliva.
   -Ninguna... -Respondo con voz firme.

   -Me alegra ver que eres valiente... Esto no va a ser rápido... -Con un movimiento conciso y elegante, mi varita vibra en mi mano diestra cuando a viva voz exclamo- ¡Sagitta!


No cierro los ojos ni siquiera cuando veo venir hacia mí varias flechas de luz. Parece mentira lo hiriente que puede llegar a ser la luz... Siento que esas flechas de luz se adentran en mi carne produciéndome un terrible dolor, un dolor punzante y agudo, tan intenso como nunca antes he sentido el dolor... Ese es el dolor de la muerte, lo que más duele, lo que más daña. Me miro al vientre de donde empiezan a manar sangre y me llevo la mano izquierda hasta el mismo.

Godric's Hollow (01:15 A.M.)

... vuelvo a mi presente. Abro los ojos de par en par. Aún sigo sentada en la cama, tal y como me quedé. Miro al reloj: la 1:15... Cojo mi varita. Cierro los ojos con fuerza para conjurar un Patronus pero no puedo conjurarle. Estoy demasiado débil como para poder convocar un Patronus. No puedo quedarme ahí. Me levanto de un salto y siento que todo se tambalea a mi alrededor. Me agarro al mueble para no caerme. Pero no puedo detenerme. No puedo parar... El tiempo corre, me persigue... Oigo su tic tac...

Avanzo, a pesar del mareo. Pero aunque tropiezo varias veces, y caigo otras más, vuelvo a levantarme. Me arrastro hacia la escalera, la bajo y continúo hasta salir de casa. Tengo que ir a buscar ayuda. Yo sola no podré salvarle... Bajo las escaleras y salgo a la fría noche, deambulando por esta, asiéndome a las paredes de las fachadas de las casas y las verjas de estas para seguir hacia delante. La se desdibuja. Se hace borrosa. Mis rodillas se doblan y caigo de nuevo al suelo. Sollozo, sintiéndome débil, demasiado débil para lograrlo... Pero no puedo rendirme ahora. No hoy. Ya sé todo lo que llevo tanto tiempo persiguiendo. Lo he conseguido y la suerte está de mi parte. Me llevo una mano al vientre, para sentir su vida, en el inicio de la misma...- Dame fuerzas... por favor... -susurro, mientras vuelvo a ponerme en pie haciendo un gran esfuerzo, y recorriendo la calle hasta alcanzar la calle Winter

Las luces de aquella casa están aún encendidas. Llego a la puerta sintiendo que mis fuerzas se agotan, y llamo a la puerta con fuerza, con las pocas que me quedan, deseando que Elizabeth o Andel acudan pronto a mi llamada.

Escucho que llaman a la puerta con fuerza y extrañado por la hora, aparto el brazo de la espalda de mi hija y camino con rapidez hacia la puerta. Al abrir, veo a Ever Dawson, pálida y demacrada
   -Ever -Exclamo asustado- ¿Qué te ha pasado? -Agarro sus hombros con mis manos fuertemente.

Me agarro con fuerza a tu camisa
   -¡Van a matarle! Está en un circo abandonado en Hornhill... una aldea de Canterbury, le van a encontrar muerto de madrugada... ¡Necesito que me lleve para poder evitarlo! ¡Por favor! -suplico llorando

Siento la fuerza con la que la desesperada muchacha se aferra a mi camisa. El dolor de la hija de mi mejor amigo se hace mío, tan mío que ni siquiera le pregunto de quién me está hablando. Solo me aseguro de que llevo mi varita en el bolsillo de mi pantalón y tomo tu mano fuertemente para sostenerte
   -Vamos...-Murmuro

Aliviada, dejo escapar un suspiro cuando  aferro con fuerza tu mano. Cierro los ojos esperando a que me salves salvándole a él


Cierro los ojos sin soltar tu mano, la cual aprieto tan fuertemente que temo hacerte daño. Conjuro en mi mente el lugar al cual me has pedido ir. Abro los ojos cuando respiro el aroma de un lugar que parece estar fuera de este mundo. Frente a nosotros puedo ver a una mujer con una varita en la mano y a un muchacho que se lleva la mano al vientre, el lugar por el que se le está yendo la vida.

Cuando abro los ojos, no veo a la mujer. No veo lo que hay a mi alrededor. Tan solo le veo a él, de pie, con la mano ensangrentada en su vientre. Un escalofrío recorre mi cuerpo. El dolor es tal que siento que algo se rompe dentro de mí. Me da igual todo lo demás, solo me importa que él  está herido y que he llegado demasiado tarde- ¡NO! -grito, y suelto la mano de Andel, corriendo hacia ti
   -¡Scor!

Siento a mis espaldas una presencia, la vibración inconfundible de una aparición. Me doy la vuelta al ver que un hombre ha aparecido junto a una muchacha de cabello rubio. Me fijo en sus ojos, en su rostro, en aquellos rasgos que tanto me recuerdan a mi antepasada, Medea Valdemar. Es ella: la hija de mi hermana, la que abandonó para ponerla a salvo de nosotros. Mi odio es tal, que con rapidez, dirijo mi varita hacia ella

Al ver que apuntas a la muchacha, saco mi varita y te apunto con ella
   -¡Protego! -Exclamo con firmeza


Siento la luz de tu hechizo fusionarse con el mío, esa conexión que hace que mi varita tiemble. Temo que esta se quiebre, se rompa y quede indefensa ante ti. Recuerdo que tengo en mi otra mano la varita del chico. Con ella en mi mano siniestra conjuro un hechizo
   -¡Chiropterus! -al igual que en Avis, varios murciélagos abandonan mi varita, yendo hacia ti

Deshago el encantamiento que unía mi varita a la tuya mediante un halo de luz y conjuro un encantamiento que hace que todos esos murciélagos desaparezcan tras ser besados por una densa capa de niebla.


Escucho tu voz y elevo la vista para mirarte. Al principio pienso que ya he alcanzado el paraíso, que estás aquí porque podré verte ahora que ya me he ido, pero entonces veo a la mujer a lo lejos y a un hombre desconocido y me doy cuenta de que estás aquí, a mi lado y de que moriré feliz. Te sonrío antes de caer al suelo de rodillas pues me fallan las fuerzas.

   - ¡Scor, no! -grito sollozando, arodillándome delante de ti. Cojo tu rostro entre mis manos- Scor... -miro tus ojos. Hace unos minutos los he visto cerrados, y no quiero volver a verlos así- Scor por favor... No me dejes... -sonrío, mientras te envuelvo entre mis brazos- No me dejes, por favor...

El hechizo me es devuelto. Me fijo en el rostro del hombre, en sus ojos azules infinitos, y en su rostro lleno de nobleza. Retrocedo. Intento desaparecerme pero has debido de hacer algún hechizo para que no pueda hacerlo. Eso solo lo puede hacer un auror... Blandiendo mi varita, exclamo una maldición con la que trato de alcanzarte

Me percato de la luz opaca naciente de tu varita, y muevo mi varita con un ágil movimiento mientras murmuro un encantamiento En ese momento una inmensa luz blanca comienza a nacer de mi varita para fundirse con la luz de la tuya

Siento un escalofrío cuando pronuncias esas palabras que tanto dolor me causan. Te rodeo con mis brazos pues aún me quedan fuerzas y esas fuerzas son ahora mucho más intensas al tenerte a mi lado. Cierro los ojos pues por primera vez desde que empezamos nuestra vida juntos, siento que te he fallado.
   -Perdóname... Porque he faltado a mi promesa.-Murmuro.

Las lágrimas ruedan por mis mejillas. Pongo mi mano en tu vientre. La sangre abandona tu cuerpo lentamente. Te miro a los ojos, esos ojos grises que no quiero dejar de ver. Intento sonreír para darte fuerzas
   -No vas a faltar a tu promesa. Siempre es poco para todo el tiempo que vamos a querernos... -presiono mi mano contra tu vientre- Aguanta, mi amor... Aguanta, por favor... No me dejes... No dejaré que lo hagas -susurro sollozando

Trago saliva.
   -Y no lo haré...-Fuerzo una sonrisa y acaricio tu dorado cabello sintiendo que lo hago por última vez.
En ese momento, el rostro de mi madre sonriéndome el otro día, su promesa, sus abrazos, vuelven a mí, al mismo tiempo que la última caricia paternal de mi padre y de mi abuelo. En ese momento, toda mi infancia se pasa por mi mente, incluso esos momentos que nunca había recordado o ya había olvidado.
   -¿Sabes una cosa?-Murmuro con la voz rota.- Alguien ha estado conmigo antes y  me ha hablado de ti...-Digo sin dejar de acariciar tu suave cabello.

Siento que tiemblo, que me quedo sin fuerzas. Te estoy viendo morir entre mis brazos sin poder hacer nada por evitarlo, y  lo único que puedo hacer es poner mi mano en tu herida, como si pudiera detener tu sangre
   -¿Quién...? -pregunto, entre  lágrimas, con apenas un hilo de voz

Siento tu mano en mi vientre, esa mano que detiene mi muerte porque mientras tú estés a mi lado, ni nada ni nadie en este mundo podrá matarme. Paso la yema de mi tembloroso dedo pulgar por tu mejilla para apartar las lágrimas que sin mi permiso besan tu mejilla.
   -No llores...-Acaricio de nuevo tu cabello.- Tu madre ha estado aquí, conmigo...-Siento que debo contártelo pues si he de morir, tú has de saberlo.-Ella solo quería protegerte...-Murmuro con la voz rota, sintiendo que mis labios tiemblan por todas esas lágrimas que me niego a verter.

Mi madre... Un nudo en mi garganta hace que apenas pueda respirar, miro alrededor, como si quisiera buscarla, mientras te sostengo entre mis brazos. Te miro a los ojos, sollozando. En ellos, cada vez queda menos vida. Me inclino sobre ti para besar tus labios. Me niego a creer que ese va a ser nuestro último beso
   -Mi amor... ella no me abandonó. Y tú tampoco me vas a abandonar... -acaricio tu rostro- Hay alguien que te va a necesitar... -sollozo- ¿Me oyes? No puedes dejarnos...

Siento que no puedo sostenerme más tiempo de rodillas, que mis piernas tiemblan y acabarán fallando. Tengo muchas cosas que decirte, que mi madre ha accedido a conocerte, que tu padre es muy especial para mí, que les digas a mis amigos lo mucho que les quiero pero no podré decir muchas más cosas por lo que solo acierto a decir una.
   -Te quiero, Ever Dawson, eso que no se te olvide nunca...-Digo con una sonrisa al mismo tiempo que siento un cosquilleo recorriendo mi mejilla.

Siento que caes entre mis brazos. Te arropo con los míos, abrazándote con fuerza, mientras rompo a llorar al oír ése último  "Te quiero"
   -Nunca voy a olvidarlo... Siempre es poco para todo el tiempo que voy a recordarte... -sollozo, abrazándote, sosteniéndote entre mis brazos, resistiéndome a dejarme vencer por mi mayor enemigo: El Tiempo

La rabia me invade. La varita del muchacho me ha fallado, y si sigo ahí acabaré siendo atrapada
   -¡Después de todo, ya está muerto! -grito, y con un movimiento de mi capa, desaparezco de allí-

La mujer desaparece del lugar envuelta en su capa y yo corro hacia donde se encuentran los dos muchachos. Me arrodillo frente a ellos y siento un escalofrío al ver el vientre herido del muchacho. Agarro el brazo de Ever con cuidado
   -Vamos, no tenemos mucho tiempo... -Murmuro mientras que tiro de la camisa del joven hacia arriba para apartarla de su vientre-

Escucho la voz del hombre como un susurro, un susurro lejano el cual ni siquiera entiendo lo que dice. miro a Ever y vuelvo a sonreírla.


Miro sus ojos, cada vez más lejos de mí. No le suelto, dejo su nuca descansar sobre mi brazo izquierdo, sosteniéndole. No le soltaré. No dejaré que se vaya
   -Por favor... Sálvale, te lo suplico... -le digo a Andel

Las muertas palabras de la muchacha me hacen sentir un escalofrío. Salvarle... Hasta yo mismo me suplico que así sea, pues he visto miles de cosas en mis años como Auror pero jamás he tenido la vida de un muchacho en mis manos. Apunto con mi varita al vientre herido del joven intentando que ésta no tiemble entre mis dedos. Cierro los ojos mientras concentro en mi mente toda la fuerza del encantamiento que pronuncio en voz alta. Un encantamiento que detendrá su hemorragia y cerrará sus heridas aunque quizá no del todo

Escucho la voz lejana del hombre, fuerte y dulce al mismo tiempo y siento la suave fuerza de ese encantamiento adentrarse en mi cuerpo. Ese encantamiento del que nace una luz.


Observo entre lágrimas aquel encantamiento. La luz. Finalmente la luz al fin de todo... Entre mis brazos le siento cada vez más débil... Pero veo los ojos azules del amigo de mi padre y siento que con él nada malo le podría ocurrir a nadie. Jamás había sabido que un auror supiera hacer tal magia... Tal vez él, sea especial
   -¿Se va a salvar...? -sollozo-

Observo que el flujo de la sangre que brotaba de su vientre, se detiene lentamente hasta parar. Después de todo hay veces en las que el tiempo detiene aquello que pensamos no poder detener jamás. Observo las profundas heridas en el vientre del joven, esas heridas que poco a poco se van cerrando aunque no lo hacen del todo. Siento un cosquilleo en la nariz y me doy cuenta de que estoy sangrando por la fuerza que he empleado en conjurar tal encantamiento. Miro a Ever y logro sonreírla
   -Si... -Digo deseando pensar que así será- Pero hemos de llevarle a San Mungo

Escucho la voz del hombre y ese si me llena de fuerza, esa fuerza que había perdido entre los brazos de la mujer que me ha robado el corazón que yo la dejé robarme. Cierro los ojos y respiro como respiran los recién nacidos, pues hoy siento que mi vida comienza de nuevo.

Me doy cuenta de que Andel está sangrando. Sonrío feliz, a pesar de las lágrimas, cuando me dices que sí, que se salvará. Entonces le miro, ha cerrado los ojos, pero está vivo. El futuro al que he estado a punto de ir, acaba de romperse. Esta vez no se irá de mi lado, estará aquí, siempre, y sonriendo, pero sin poder dejar de llorar, saboreo el triunfo. Mi pulso contra el tiempo ha terminado. Y esta vez, he ganado. Abrazo al auror al mismo tiempo que a Scor
   -Gracias... -susurro- Gracias por ayudarme a salvarle la vida...

El abrazo de la joven cuyo cuerpo tan frágil se me antoja, me reconforta. He podido salvarle la vida al joven que nunca debió de ser herido. Dejo mi varita en el suelo un momento para rodear a ambos con mis brazos
   -No me des las gracias por esto, Ever... Lo haría mil veces más.

Abro los ojos al sentirme arropado por tan cálido abrazo. Todo en mi rededor da vueltas, incluso la oscuridad.


Allí, al final del tiempo que no viví, reparo en que tenemos muchas vidas. Las que podríamos haber vivido, las que vivimos, las que podremos vivir, y las que nunca llegaremos a vivir. Y todas esas vidas, son nuestras. Hoy le he ganado la batalla al Tiempo, y con él entre mis brazos, arropada por el que se ha convertido en nuestro salvador, puedo sonreír pensando que mi hija, conocerá a su padre.

FIN


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Agradecimientos

Gracias a todos los que habéis colaborado en esta trama:

Brand Farquharson
Eithne Campbell 
Dorian Kedward
Alhena Dabney
Rose Weasley
Edward Dawson
Arya Dabney
Gabryel Solomon
Liesel Lehner
Damen Lynch
Elizabeth De Bruym
Andel De Bruym
y por supuesto, Scorpius Malfoy, sin el que esta trama no habría tenido sentido

Gracias a Vera Lynch por llevar la cuenta de Anser Solomon,
Gracias a Alhena Dabney por llevar la cuenta de Ara Solomon y Cass Malfoy
Gracias a Arya Dabney por llevar la cuenta de Lyanna Valdemar 

Y gracias a todos los que me habéis leído, por vuestros aplausos, vuestros Favoritos, y vuestro entusiasmo. Hacéis que cada día esto merezca la pena.

GRACIAS

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