Ahora que he bajado a la tierra, no me dejes volver al cielo
Posted in Edward Dawson, Lyanna Valdemar, Roles
Edward: En mi casa, hay silencio, un absoluto silencio, ya que los juguetes están dormidos. Solo hablan los recuerdos despiertos que en mi mente se amontonan por doquier. Recuerdos que un día fueron vida y que ahora se han convertido en el bálsamo para seguir viviendo cuando no hay nada más que silencio.
Los juguetes yaces dormidos, las muñecas acostadas, y mis recuerdos amontonados en esa caja llamada memoria.
¿Qué sería de nosotros si no tuviéramos memoria? Seríamos seres inertes, vacíos y huecos porque somos todo lo que fuimos y esos recuerdos nos ayudan a seguir hacia delante por mucho que también nos atormenten. Buscamos en lo que fue lo que ya no es y esperamos a lo que vendrá siempre pensando en que sea mejor que lo que ya no está. Esos días que se marcharon para un para siempre dejándonos de algún vacíos e inertes.
Ahora un café con leche me acompaña en mi dormitorio mientras lo una carta que nunca he olvidado. La leo siempre una vez al mes y es un secreto que nunca he compartido con nadie ni siquiera con mi propia hija. Es una carta ya antigua, con el pape amarilleado, y la tinta algo borrada por el paso de un tiempo que ya no volverá. Es una carta que yo escribí siendo diferente, siendo un juguetero lleno de ilusiones porque aún no le habían roto el corazón, es cruel que yo, que reparaba corazones y lo sigo haciendo, nunca haya sido capaz de reparar el mío, mi corazón se fue con ella, ya que fue a quién se lo entregue, para que nunca más volviera a pertenecer.
Esa carta es mía pero habla de ella, la escribí al día siguiente de una noche donde alumbrados por una inmensa luna, nos juramos amor eterno como se lo juran los amantes, amándose.
En esa carta, la escribía a ella, pues ella era esa carta, porque ella fue, es y será solo ella.
Octubre de 2005
Los días junto a ella han sido los más hermosos de mi vida, creo vivir en un sueño del cual ni quiero despertar. Ahora cojo su mano entre las mías y la dejo muchos besos en su dorso.
Lyanna: Siento un cosquilleo en mi piel cuando tus labios se posan en ella. Te miro sonriendo con debilidad, pero llena de dicha, porque eres el hombre que ha reparado mi corazón.
Edward: Te miro a los ojos, esos ojos que aunque están llenos de tristeza se me antojan ahora un poco más brillantes
-Quiero enseñarte algo ¿quieres?
Lyanna: Aprieto tus manos y asiento con la cabeza
-Puedes enseñarme lo que quieras, ángel... -Sonrío observando tus hermosos ojos.
Edward: Me llamas ángel, tú que me has traído las alas, tú que eres el ángel desterrando de un cielo que te vio nacer. Me pongo de pie y de mi mano te llevo a mi dormitorio, al entrar enciendo la luz:
-Es algo que hice hace algún tiempo...
Lyanna: La luz de tu dormitorio se enciende cuando aprietas el interruptor, y yo siento que estoy en el baluarte de un juguetero, un atesorador de recuerdos. Te miro
-Seguro que es maravilloso, sea lo que sea, Edward...
Edward: Suelto tu mano y siento que dejo parte de mi piel en ella, ahora en tu mano llevas mis huellas. Me agacho frente al armario y saco una caja. Me siento en el filo de la cama y con un movimiento de cabeza te digo que te sientes a mi lado.
Lyanna: Cierro la puerta de tu dormitorio como si fuera el mío propio, tal vez es considerar como tu propio dormitorio, al lugar donde duerme el hombre, en cuyo corazón te has mudado a vivir... Camino hacia tu cama, y tomo asiento a tu lado, mirando la caja que sostienes entre tus manos.
Edward: Abro esa caja y de su interior saco un objeto que no sé si sabrás de que se trata:
-Mira...
Lyanna: Miro con curiosidad el objeto que sacas de aquella caja, y llevo mis manos hasta el mismo. Te miro
-¿Es un proyector?
Edward: -Eso es...Es un proyector mágico lo hice hace algún tiempo, ¿sabes como proyecta estrellas?
Lyanna: Observo el proyector. Ya me había dado cuenta de que podía proyectar estrellas, pero ahora que lo miro, me pregunto cómo es posible que un objeto sin corazón, pueda proyectar las mismísimas estrellas. Sonrío y te miro negando con la cabeza.
Edward: -Debes de desear con todas tus fuerzas ver esas estrellas -Te digo en voz muy baja y dejo el proyector sobre la mesilla.Apago la luz del dormitorio y me vuelvo a sentar a tu lado- Desealo, Lyanna.
Lyanna: Miro hacia ese proyector de estrellas en tu mesilla de noche, y conjuro que dentro de éste hay un corazón. Un corazón lleno de vida, hecho con los trozos de los corazones rotos del mundo, pues eso son las estrellas... Los trozos de los corazones rotos de los seres vivos, que en la tierra ya no saben cómo brillar. Te miro sonriendo, y después vuelvo a mirar a ese proyector: "Quiero ver las estrellas", deseo con todas mis fuerzas.
Edward: Y tu deseo se hace una orden para ese proyector que mis manos dieron vida. El dormitorio se llena de estrellas, al igual que el techo, convirtiendo nuestro dormitorio en un cielo. Nuestro cielo:
-Mira Lyanna, estamos en el cielo.
Lyanna: Miro hacia el techo cuando me dices que estamos en el cielo... Mis ojos se llenan de lágrimas cuando ven todas esas estrellas que no son más que el beso de una ilusión, que hace que los deseos se conviertan en estrellas
- Es precioso...
Edward: Miro tus ojos llenos ahora de ilusión contemplando el cielo que te vio nacer:
-El cielo ha venido a verte porque tú eres uno de sus ángeles...El más hermoso que ha habitado en él...-Agarro tu mano de nuevo entre las mías.
Lyanna: Tus palabras acarician mi alma... ¿Cuánta magnitud pueden poseer unas palabras que son capaces de acariciar un alma? Tu mano atrapa la mía, y yo te miro con los ojos llenos de lágrimas. No puedo responderte porque ese cielo que has creado para mí arranca mi voz, por eso acerco mis labios a los tuyos, esperando que me beses. No hay mejor pregunta para quien ama, que preguntar con unos labios mudos, ni mejor respuesta para su amante, que responder con un beso.
Edward: Suelto tu mano que yace entre las mías, y las llevo a tu rostro, allí en tus mejillas las poso y me siento afortunado por poder besar a un ángel con el cielo de testigo. Me has robado el corazón desde aquél día que mi tiempo se paró porque tú etérea y hermosa errante de un tierra que no te pertenece caíste del cielo para robarme el alma.
Lyanna: Tu beso me corta la respiración... Me estás matando para darme la vida, y por eso yo te entrego mi alma, en ese dulce beso en el que me dejo caer, con un cielo sobre nosotros, como testigo. Llevo mis manos hasta tu rostro para atraparlo entre ellas
Edward: Son tan cálidas las palmas de tus manos que me roban el frío que se había posado en mis mejillas por besar a un ángel.Son tan suaves que se me antojan que así serían tus alas si no te las hubieran arrancado al desterrarte. Te beso con tanta dulzura que hasta tus labios me saben ala más dulce de las mieles. Mis manos se posan en tus brazos.
Lyanna: Siento tus manos en mis brazos, y una dulce sacudida de un viento cálido recorre mi cuerpo, pero ese cálido viento no está en tu dormitorio, está dentro de mí... Acaricio tu mejilla con mucha ternura y pasión al mismo tiempo.
Edward: Esa caricia llena de dulzura y pasión, te envuelvo en mis brazos y a la vez envuelvo tu alma. No sé desnudar a un ángel no sé como se le puede desprender de unas vestiduras, pero aún así quiero tenerte entre mis brazos y si no sé como despojarte de tus ropas lo haré despojándome yo de mi alma en la tuya.
Lyanna: Siento la dulzura de tu beso, acariciada a su misma vez por la pasión, y me separo de tus labios solo para sonreírte, para decirte con esa sonrisa en mis labios, que quiero ser tuya, tuya y de nadie más...
Edward: Me dices tantas cosas con esa sonrisa que siento como mi sangre fluye por toso mi cuerpo. Mis manos se pierden en la cremallera de tu vestido para bajarlo muy despacio, sin dejar de mirar tus ojos, ahora brillantes por el brillo de las estrellas de nuestro cielo, testigo único de nuestro gran amor.
Lyanna: Siento tus dedos en la cremallera de mi vestido en mi espalda, y bajo los hombros ligeramente y con sutileza moviéndolo ligeramente hacia los lados, para que éste caiga sobre mi cuerpo. Siento que me quedo sin aliento, porque te lo estoy regalando a ti que me lo has devuelto.
Edward: Cae, el vestido cae opor tus brazos al igual que hasta tu cintura, trago saliva contemplado tu rostro pues no me atrevo a contemplar tu desnudez, no me atrevo a contemplar a un ángel sin alas y sin ropas que lo cubran. Mis manos se posan en las tuyas para ponerme en pie y que tú lo hagas.
Lyanna: Me pongo de pie cuando tú te levantas, sintiendo que puedo volar por primera vez, y notando como el vestido cae por mi cuerpo, hasta caer al suelo. Llevo mis temblorosos dedos hasta los botones de tu camisa, comenzando a desabotonarlos, mientras busco tus labios.
Edward: Me besas y no encuentro mi Norte, pues tú eres la te pones en pie y te tomo en mis brazos. Te cojo por debajo de la espalda y tus piernas para tumbarte con sumo cuidado en mi lecho quisiera que esté fuese de algodones para que tu piel no se dañase por la aspereza de la colcha que el lecho cubre.
Lyanna: Me tumbas en la cama con tanta delicadeza y ternura, que me estremezco. Entreabro los labios para encontrar la respiración, mientras sobre ti, encuentro ese techo lleno de brillantes estrellas. Pongo mis manos sobre tus hombros, para hacer descender la camisa por tus brazos, mientras te sonrío, acercando mis labios a los tuyos una vez más para que me beses
Edward: Me tumbo a tu lado y antes de besarte te sonrío, me despojas de las ropas y me siento afortunado por ser el hombre al que ha elegido un ángel. El ángel al que ahora acaricio con una mano inexperta en la piel de una hija del cielo.
Lyanna: Tu caricia me estremece, haciendo que deje escapar la respiración que no podía respirar, por mis labios entreabiertos. Deseo que me lleves al cielo del que me dices que caí, por eso con ternura, deslizo las yemas de mis dedos por tu torso ahora desnudo.
Edward: Cierro los ojos ante esa caricia y te me antojas bajo el cielo estrellado el más hermosa de todos los ángeles y me siento orgulloso de ser tu poseedor. Ahora ya no queda nada más que piel entre tu cuerpo y el mío. Ahora las vestimentas caen de nuestros cuerpos. Me tumbo con suavidad sobre tu cuerpo tembloroso y te miro para volver a besarte.
Lyanna: Te tumbas sobre mi cuerpo desnudo, y yo acaricio tu espalda con torpeza. Torpeza porque mis manos son torpes al amar, pues jamás antes han amado, ni tocado un cuerpo amado. Beso tus labios cuando tú lo haces, sintiendo que estoy bajo el mismísimo cielo.
Edward: La luz de las estrellas en mi espalda no quema, no quema porque me bendicen por amarte, me iluminan para guiarme en como se acaricia la piel de un ángel. Me bendicen para decirme como se le hace el amor a alguien que no es de este mundo para regalarme a una de sus hijas predilectas. Entro en tu cuerpo sintiendo que tus alas invisibles me arropan.
Lyanna: Arqueo la espalda cuando entras en mi cuerpo, con tanta ternura que de no ser por el placer que causas en mi vientre, jamás podría haber sentido, y clavo las yemas de mis dedos en tu espalda húmeda por el sudor que la viste, al mismo tiempo que rodeo tus caderas con mis piernas, llevándote hacia mi cuerpo lentamente, mientras que dejo que la respiración caiga de mis labios contra los tuyos, mientras busco cómo besarte ahora que me estás besando con tu cuerpo.
Edward: Rodeas con tus piernas mi cuerpo mientras el placer que siento me estremece. Te bebes mis gemidos cuando encuentro calor en el cobijo de tu vientre ahora que en él buceo. Las estrellas me sirven de guía para hacerle el amor al ángel que yace bajo mi cuerpo. Beso tus labios encontrando el alimento de los dioses antiguos en ellos
Lyanna: Tu lengua se hunde en mi boca, mientras tu cuerpo lo hace en mi cuerpo... Perdido en mí, siento que te encuentro, mientras que yo me pierdo en ti. Beso tus labios, recorriendo tu espalda con las yemas de mis dedos, hasta llegar a tu nuca, donde las dejo, y muevo mis caderas lentamente, en una danza celestial, dulce, calmada, tierna, bajo esas estrellas que me hacen recordar que he encontrado el cielo en tus brazos
Edward: Me muevo dentro de tu vientre con suavidad y pasión. Besarte es respirar cuando sientes que no puedes hacerlo. Encontrar el placer dentro de tu vientre es una bendición. Me aparto de tus labios apoyando mis manos en el colchón para mirar tu rostro, hermoso y pleno porque alguien que le ama le hace el amor bajo las estrellas de un cielo propio.
Lyanna: Sonrío sintiendo una dulce y ardiente sacudida de placer, mientras que navegas en el cálido océano que se encuentra tras mi vientre. Siento tus brazos como si fueran las alas de un ángel, de ese ángel que siempre me ha faltado. Beso tus labios sintiendo las mejillas arder, y el sudor resbalar bajo mi largo cabello, mientras mis manos resbalan de nuevo por tu espalda
Edward: Las yemas de tus dedos resbalan por mi espalda salpicada de sudor mientras en el océano de tu vientre se desata un placer que envuelve mi cuerpo desde dentro del tuyo. Poco a poco esa sacudida me vence llegando así a derramar mi cálido placer dentro de tu vientre recibiendo un placer del cual nunca había recibido tanto porque hacer el amor a la mujer que amas no es comparable con ninguna otra sensación. Te beso mientras mi deseo llena tu vientre
Lyanna: El cálido océano de mi ardiente vientre, recibe un cálido oleaje, un oleaje lleno de pasión y calor, que llena mi vientre de vida. Dejo escapar un gemido contenido, en tus labios, mientras el océano de mi vientre, lidia contra ese oleaje de desmesurado placer.
Edward: Hago mío tu placer mientras tú haces tuyo el torrente de placer que tu ardiente vientre me ha causado. Me bebo tu gemido que agoniza en mis labios mientras mi cuerpo sigue siendo sacudido por esa inmensa sensación que provoca tu vientre. Cuando poco a poco el fuego se va apagando me separo de tus labios para contemplar tu rosto sudoroso y exhausto mientras Humedezco mis labios resecos porque te has llevado en los tuyos el agua que los vestía y mi mano derecha aparta de tu mejilla los mechones de cabello que besados por el sudor de tu rostro ahí reposan.
Lyanna: Sonrío, sonrío dulcemente mientras el corazón de mi volcán sigue latiendo, por esa dulce sensación de placer que has causado en él. Llevo mi temblorosa mano hasta tu sudoroso cabello, acariciándolo con suavidad, colando mis dedos entre el mismo
-Te quiero... -Digo sin apenas voz.
Edward: Trago saliva mientras respiro el aroma dulce de tu sudor, mientras me brindas esa caricia y esas palabras que me hacen temblar sintiendo que tiemblo dentro de tu cuerpo. Me has robado esas dos palabras porque yo te las quería dedicar. Apoyo mi frente en la tuya y ambas son recibidas por el sudor que las viste:
-Ha sido muy fácil quererte, mi vida.... Te quiero...
Lyanna: "Mi vida", así me llama el hombre que me ha devuelto la mía. "Mi vida", así me llama el juguetero que ha reparado mi roto corazón. Lágrimas de dicha, recorren mis mejillas, cuando te miro sin dejar de sonreír. ¿Qué he hecho yo por el mundo, para que el mundo me regale un ángel y un cielo lleno de estrellas. Sin dejar de acariciar tu rostro con devoción, te miro- Ha merecido la pena encontrarte, para que tú te encontraras en mí... -Digo y beso tus labios.
Edward: Me besas antes de que pueda responderte y te respondo con un beso y una lágrima quiere brindar con tu rostro cuando aventurera resbala por el lateral de mi nariz para acariciar tu mejilla. Me separo de tus labios de esos que ya no quiero dejar de besar:
-Has caido del cielo para llenarme de vida...
Lyanna: Acaricio tu mejilla sudorosa con desmedida ternura y amor, y sonrío
- Ahora que he bajado a la tierra, no me dejes volver al cielo...
Enero de 2025
"Ahora que he bajado a la tierra no me dejes volver al cielo" Con esa frase empecé la carta que ahora leo, lleno de dicha y de felicidad por haber tenido entre mis brazos a un ángel. Rogué al cielo que no se la llevase nunca que no la devolviese las alas que le habían sido arrebatadas. Tiempo después pensé tantas cosas que no recuerdas cuantas fueron y ahora solo sé que el cielo se la llevó porque la quería de ángel en él. Trago saliva mientras recuerdo esa noche. Esas palabras. Esa carta. Y ahora me la imagino sonriendo en ese trocito de cielo que Scorpius la ha regalado. Ahora me maldigo por no haberla podido salvar.
(Rol del 30 de Enero de 2015)
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