Hijo de la Muerte
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Betsabé: La niebla es el aliento del Tiempo, y me envuelve como si quisiera protegerme de la noche con la que me fundo. Mientras camino por el suelo empedrado, húmedo por ese sensual beso de la fría niebla gris, ajusto mi capa de terciopelo negro, mientras una nube de denso vapor se dibuja delante de mi rostro, fundiéndose después con la noche. Me detengo un instante, solo para mirar hacia atrás, para ver a lo lejos la solemne imagen de aquél lugar en el que pasé aquellos años de mi infancia y adolescencia, ambas carentes de toda inocencia,pues esta jamás habitó en mí: Stabfeuer, mi escuela y orgullo alemán. Recuerdo mis años de estudiante, con mis atavíos púrpuras recorriendo aquellos pasillos oscuros iluminados por las lámparas de fuego, admirando cada figura de Mefistófeles, ansiando más y más saber en sus frías estancias y en sus aulas siempre oscuras y lóbregas, pero iluminadas por una luz mucho más significativa que todo lo material. Ahí, tras los muros de ese castillo abrazados por la niebla alrededor del pantano en el que se alza, se forjó Betsabé Valdemar, Perséfone, la Aeterna. Una sonrisa más fría que el invierno que me muerde el alma con un reverencial temor, quiebra el perfecto carmín rojo que cubre mis labios. Reanudo mi camino a través de la calle principal de Talfeuer, la aldea que es a Stabfeuer lo que Hogsmeade a Hogwarts. Mi corazón hoy no es tal vez el corazón de Betsabé Valdemar, la Perséfone, la Señora de Lux Aeterna. Hoy tal vez sea un poco más Betsabé Valdemar, la que huyó en busca de un circo lleno de leyendas, la mujer. Por eso parece que aquella calle me convierte en aquella Betsabé Valdemar que caminaba hacia la misma casa hace dieciocho años, y que dejaba atrás muchas cosas: pero ante todo una.
Me detengo ante la puerta de aquella casa, y abro esta con la varita. Con esta, enciendo también las velas y las luces, mientras adentro en la estancia cálida. Hago que el fuego del hogar se recobre, y que este lama con su languidez anaranjada el frío que se ha colado por una ventana entreabierta que cierro con mi varita al mismo tiempo que dejo caer mi capa sobre una butaca. Me vuelvo hacia la puerta, mientras me recuerdo llegando a aquella casa, hace dieciocho años, con mi hijo entre mis brazos...
Tuvo que nacer a la sombra de todo. Nadie le advirtió. Nadie supo que mi vientre crecía. Ni siquiera su padre supo ver lo que estaba sucediendo en mi cuerpo, tan ciego como estaba. Nadie supo que una noche, en una fría casa de Praga, mi hijo vino al mundo sin llorar, porque sabia que ninguna guerra, se ganaba con lágrimas. ¿Y qué tuve que hacer yo? Yo, su madre... Su querida y amada madre, la que habría dado toda su sangre, toda su vida, toda su muerte por él, tuvo que ser Aeterna antes que mujer. Porque él no podía ser uno más. habría dado toda su sangre, toda su vida, toda su muerte por él, tuvo que ser Aeterna antes que mujer. Porque él no podía ser uno más. que fuera el mejor en la vida, el mejor en la muerte, el mejor en la guerra, el mejor en el amor. Y ahora, dieciocho años después, sabía que estaba orgullosa. Que mi hijo no solo era mi hijo. Que era el hijo de Lux Aeterna... Y mientras le espero en aquél salón, miro por aquella ventana.
Mihail: Abro la puerta a mi pasado, con mi varita, y entro en la casa, sintiendo que la sonrisa late en mis labios al ver a mi madre.
Betsabé: Me vuelvo al escuchar el sonido de la puerta, y al verte, siento que todavía estás en mis entrañas, como si estas, al verte, se retorcieran de ese amor maternal que te profesé desde que te sentí llenando estas. Voy hasta ti, hacia el invierno al que me acerco, y desciendo a mi infierno al reunirme contigo... Mi hogar. Nuestro hogar.
-Hijo mío... Mi amado hijo...
Mihail: Ahora que te veo frente a mí, siento que vuelvo a tu vientre, que el infierno en el que me encuentro ahora, no es más que el Averno que se haya en tus entrañas. Las lágrimas arden en mis ojos, esas lágrimas en las que tanto tiempo llevo echándote de menos. Eres mi madre, mi Reina, mi Luz, mi vida, y mi muerte.
- Madre... -Digo rodeándote con mis brazos, para fundirme contigo en un abrazo, y siento que ni siquiera así dejo de echarte de menos
Betsabé: Siento ese calor tuyo, el que nació de mi, ese calor que dio calor a mi vientre durante nueve meses en los que solo me tuviste a mí. Huelo tu piel, que tan diferente es ahora de la del niño recién nacido que sostuve ensangrentado entre mis brazos.
-Hijo mío... Luz de mis entrañas... -me aparto un poco para poder verte, con las manos en tu rostro, ese hermoso y perfecto rostro.
Mihail: Sonrío sintiendo que solo con mi rostro entre tus maternales y cálidas manos, puedo sonreír con sinceridad y plenitud. Solo ahora siento que estoy en el mundo, ese mundo en el que crecí y del que nací. Te miro a los ojos, percibiendo en ellos el infinito, la continúa espiral de la vida, y la muerte
-Te he echado de menos, madre...
Betsabé: -Y yo a ti, hijo mío... -sonrío-. Mucho ha pasado desde nuestro último encuentro, demasiadas lunas alzándose en el cielo sin el amparo de tu cercanía... Mi niño... -acaricio tu rostro, rozándolo con mis largas uñas-. Ansiaba tanto volver a verte...
Mihail: Te llevo echando de menos tanto tiempo que no soy capaz de discernir cuánto ha sido. Tal vez te llevo echando de menos, toda la vida, desde aquél momento en el que fui arrancado de tu vientre. Tal vez un hijo nunca deje de echar de menos a su madre, pero tuve que separarme de ti para estar apartado de tus brazos, para estar solo y fortalecerme en mi propia fortaleza, para lidiar con la vida en soledad, sin que tú estuvieras a mi lado, aunque tú siempre guías mis pasos. Acaricio tu mejilla sonriendo
- Madre... Ya estoy entre ellos, ya soy uno de sus hermanos... -Digo hablándole de la orden en la que me inicié el otro miércoles
Betsabé: Mis ojos se agrandan, extasiados por la sorpresa, por lo gratificante que se me antoja ser testigo de esas palabras. Con manos, ahora maternales, desabrocho tu ropa de abrigo
-Debes contármelo todo... Todo.
Mihail: Miro tus manos desabotonando los botones de mi abrigo y sonrío complacido por ese maternal gesto
-Lo haré madre... Estoy deseando hacerlo... -Digo mientras sigues desabotonando mi abrigo- Sé lo que persiguen...
Betsabé: Alzo mis ojos desde mis dedos en tus botones hasta los tuyos. Siento un escalofrío y mientras resbalo tu abrigo por tus hombros para quitártelo
-¿Qué persiguen, hijo de mi coraón...? ¿Qué buscan...?
Mihail: Giro cuando me quitas el abrigo para que puedas hacerlo con facilidad, y saco mi brazo derecho tras haber sacado el izquierdo
-Buscan el disco de Arcadia, el que contiene la obra "El Libro de los Jueces". -Te miro, digo sintiendo un escalofrío, propio de la dicha que siento por haber llegado tan lejos
Betsabé: -Ese disco está destruido... Jano mató a Barrow. El miserable lo había quemado también... -giro para ponerme por delante de ti. En tu expresión hay algo que me dice que no todo está perdido
Mihail: Niego y tomo tu mano tirando de ti con suavidad para sentarme en el sofá. Mientras lo hago, tiro de tu brazo ligeramente para que te sientes conmigo
-Albus, el bastardo de Potter, contó que Barrow había puesto a salvo ese disco...
Betsabé: Te miro con la sorpresa en mis ojos
-Entonces nuestro Señor tenía razón... Él no estaba equivocado cuando dijo que ese bastardo andaba detrás de algo... -trago saliva y te miro, emocionada, cogiendo tus manos-. ¿Dónde está?
Mihail: Sentado a tu lado, con tus manos rodeando las mías, puedo sentir que estoy sentado en tu regazo como cuando era niño. Emocionado por esa energía de dicha y orgullo que recorre mis venas, niego
- Aún no sé su paradero, pero lo que si sé, es que se encuentra en algún lugar de Praga, la ciudad de las cien torres...
Betsabé: -Praga... -susurro, como para mi misma, pero con una sonrisa de triunfo en los labios-.Donde te traje al mundo, amado hijo...Parece que estabas destinado para esto... -susurro, acariciando tu mejilla, sintiendo tu energía y su calidez-. ¿Y ellos? ¿Tienen alguna pista sobre donde está?
Mihail: Praga... La ciudad de las 100 torres que me vio nacer, la dama de las ciudades, la madre de todas las ciudades, la ciudad dorada que alcanzó su época dorada cuando nací, o la ciudad de los mil nombres como yo la llamo desde niño
- No dijo absolutamente nada... Solo que sabía que estaba en Praga.
Betsabé: -Pero confían en ti... -digo, orgullosa- La historia de tu falsa tragedia les ha conmovido, ahora eres para ellos alguien importante... Alguien más... -afirmo con una sonrisa-. Nuestro Señor estará tan orgulloso de ti...
Mihail: Asiento esgrimiendo sin esfuerzo alguno, una sonrisa llena de dicha. Aprieto tus manos entre las mías, recordando las vidas de esa familia, las cuales yo mismo arrebaté con mis propias manos, para hacerme pasar por el hijo mayor de los Strauss
-Lo encontrarán, y lo pondrán en mis manos... -Digo pensando en ese disco- Sé quienes están en esa orden, se hacen llamar "Los hijos de Kain"...
Betsabé: Elevo una ceja, pero el resto de mi rostro permanece estático-. ¿Hijos de Kain? -tardo algunos segundos en reaccionar ante ese nombre. Al principio creo que se hacen llamar así por el desterrado hijo de Adán y Eva, el primer asesino, el primer pecador. Luego recuerdo al bastardo que se quitó la vida en el más vil acto de cobardía, y no puedo reprimir una sonora carcajada-. ¡Ilusos!
Mihail: Río al verte reír, sintiéndome pleno de volver a escuchar tu risa
-Bastardos ilusos, todos ellos, desde el primero hasta el último...
Betsabé: -¿Quiénes son? ¿Cuántos? -pregunto, queriendo saber todo sobre esa Orden de Kain, mientras aprieto tu mano entre mis dedos, esa carne de mi carne que tan mía siento...
Mihail: -Son catorce. -Digo con total seguridad, mientras que te miro a los ojos- Albus Potter y su ramera, Alhena Dabney, Roxanne y Fred Weasley, Dominique y Victoire Weasley, Adrian Popp, Scorpius Malfoy y la bastarda de Dawson, Rose Weasley, Blake Ryman, Alzir Dabney, y ... -Iba a decir el catorceavo nombre. El de la menor de los Dabney, pero me es imposible, porque me es imposible enviarla a morir- yo... -Acabo por decir.
Betsabé: Mientras que me hablas, asiento con la cabeza cada vez que dices esos nombres. Cuando mencionas a esa mujer
- Dawson... murmuro, mientras que te miro a los ojos-. ¿Cómo está ella...? -entrecierro los ojos, mientras sigo pensando en todos los nombres.
Mihail: -Muriéndose... -Es algo que ella no me ha contado, pero puedo verlo en su moribunda mirada, en su fingida sonrisa, en su roto semblante aunque intenta ser fuerte- O al menos eso es lo que parece...
Betsabé: Sonrío cuando me dices eso. Es lo que esperaba escuchar, lo que quería oír...Lo que ya sabía, pero que ahora me confirmas. Acaricio tu mejilla
-Siento tanto que tengas que cargar con el tormento de oler su nauseabunda sangre sucia...
Mihail: -Todo sea por Lux Aeterna, madre... -Respondo aunque odio oler su sangre, odio sentir sus abrazos, la odio tanto como podría haberla querido. Y siento que estoy traicionando a Lux Aeterna, por no haber mencionado a la estrella rutilante
Betsabé: -Solo son un grupo de necios que se creen héroes... -susurro- Y todos los héroes acaban cayendo, incluso los que lo son de verdad. -Trago saliva mientras que te miro a los ojos- Ellos confían en ti...
Mihail: Confían en mí. -Afirmo orgulloso, tras humedecer mis labios
- No imaginas cómo lloraban todos el otro día cuando Albus les habló de mí, ni cuando rubriqué mi firma en su absurdo pergamino... -Río- Malditos necios... Malditos ilusos.
Betsabé: -Mejor, hijo mío, mejor... Si ignorancia será nuestro triunfo. Ellos estarán contigo, tú estaras a su lado hasta que tengan en sus manos esa clave, y entonces tú la pondrás en las nuestras... -sonrío- ¿Entiendes lo que significa eso? -te pregunto, poniendo mi mano sobre tu nuca.
Mihail: -Que someteremos al mundo. -Alzo el mentón sonriendo, complacido por el calor de tu mano en mi nuca- Pondré sobre vuestras manos lo que siempre debió haber sido nuestro.
Betsabé: El orgullo hierbe en mi sangre. Mi hijo... Mi hijo, el que nació de mis entrañas, el que me juré que sería tan grande como nadie lo había sido, está a punto de alcanzar la más magna obra a la que Lux Aeterna podía aspirar
- No, hijo. No solo significa eso... Significa algo más...
Mihail: En este momento, tal vez por la emoción de mi encuentro contigo, no encuentro la respuesta a tu pregunta, por eso, mientras que llevo mi mano a tu cabello como tantas veces hice de niño, te pregunto
-¿Qué más, madre?
Betsabé: Miro tus cristalinos ojos, tu mirada llena de perfección, esa perfección que Quirón y yo hemos hecho en ti. Con orgullo, profiero:
-Hijo... Serás grande en esta Orden. Serás historia en la Luz Eterna.
Mihail: Cuando pronuncias esas palabras llenas de orgullo, una corriente del mismo recorre todo mi cuerpo. Por mis venas corre la sangre que tú pusiste en ellas, mis músculos son recubiertos por la carne que tú les distes, mi alma se ha forjado con la tuya, mi corazón late porque late el tuyo. Mis ojos ahora llenos de lágrimas de orgullo, te miran
- Seré historia porque tú antes me hiciste leyenda, madre.
Betsabé: Tus palabras me estremecen... Porque no hay nadie más allá de ti, ni por encima de ti. No hay nadie, tan solo la Luz, solo nuestra amada y venerada luz. Las lágrimas arden en mis ojos. A ti que te di mi sangre, mi calor, mi vida... Mi muerte. A ti que te lo di todo y que incluso te daría más... Porque derramaría hasta mi última gota de sangre por la tuya-. Si fui leyenda, fue mientras estabas en mi vientre...
Mihail: De nuevo esa sensación que solo tú desatas en mi corazón. Solo contigo, mi corazón late con tanta fuerza como debió latir por primera vez. Es curioso que nuestros corazones empiecen latiendo mucho más rápido de lo que latirán después, es tal vez porque vamos perdiendo la vida mientras la vivimos. Pero mi corazón cuando estoy contigo, late tan fuerte como latió por primera vez, porque tú me diste ese latido
- Madre... No imaginas cuan orgullo me siento de ser tu hijo. Muchos en el mundo querrían ser los hijos de la muerte, para no perder jamás la vida...
Betsabé: -Tú nunca vas a perder la vida... -mascullo, aferrando entre mis dedos tu ropa. Te sostendré en el mundo sea como sea, hasta cuando este no nos pertenezca... No puedo imaginarme la muerte si se trata de ti, no la quiero ver si es contigo- La muerte no teme a la muerte...
Mihail: -Nunca... -Digo recordando aquellas palabras que me dijiste tantas veces de niño, y también antes de enviarme a cumplir el destino por el que nací- "La muerte es solo un viaje más, al final de nuestra vida, pero la muerte no puede perder la vida"
Betsabé: -No...Porque la muerte, hijo mío, simplemente ES enfatizo, mientras que acaricio tu mejilla, esa mejilla que es mi propia carne, lo más mío, lo más amado... - Hijo de mis entrañas y de mi alma... ¿Cuántos infiernos habría soportado contigo y cuantos paraísos habría odiado sin ti?
Mihail: Tu pregunta me estremece, tanto que temo llegar a fallarte, tanto que me odio por estarlo haciendo al no revelarte el nombre de esa maldita mujer que ha despertado mis instintos más humanos, esos que un despiadado ser inventó para un mundo de marionetas
- Los mismos que yo sin ti, madre... No podría vivir en un paraíso en el que tú no estuvieras, no podría siquiera besar las llamas del infierno si tú no ardieras conmigo en ellas, sin ti no podría morir. -Digo sonriendo con orgullo.
Betsabé: -Que hermoso martirio debe ser penar una eternidad contigo en el infierno del que venimos, hijo mío... Yo te daría mi vientre para que pudieras habitar en él de nuevo si en algún momento te superara el temor...
Mihail: Y yo habitaría de nuevo en él... -Enredo un mechón de tu cabello negro en mi dedo, sin borrar mi sonrisa- Volvería a mi particular Averno, solo mío, mi particular paraíso convertido en infierno... ¿Qué mejor forma de morir en el infierno, que volviendo a él?
Betsabé: Siento un nudo en la garganta. Las lágrimas ardiendo en mis ojos, lágrimas de orgullo, de un incomparable orgullo. Tú: mi más perfecta obra, la más bella poesía que compuse, la más bella canción que canté, la más bella historia que conté... Tú eres mi principio y mi final, porque en mi vientre, fuiste el origen de mi propia vida- Te quiero tanto, hijo... Que no hay en el mundo suficiente tiempo para contarlo
Mihail: De nuevo tus palabras chocan contra mi corazón, con tanta fuerza que lo paralizan, para después hacerlo resurgir con tanta fuerza que puedo escuchar su fuerte latir en mis propios oídos
- Lucharé en mil guerras, siempre que tú estés a mi lado para celebrar mis victorias. -Acaricio la suave piel de mi mejilla, sintiendo que acaricio mi propia mejilla, tanto que puedo sentir un cosquilleo en la misma- Porque libré mi primera guerra en el interior de tu vientre, y aún la sigo librando, madre...
Betsabé: -Y la libraremos por mil años... -digo, mientras que con mi mano sobre tu nuca, te llevo contra mi pecho, rodeándote con mis brazos cual si estos fueran alas negras, y empiezo a cantar en voz baja
- Are you going to scarborough fair...
Mihail: Cierro los ojos, con el rostro apoyado contra tu pecho, escuchando el sonido de tu voz, al mismo tiempo que la melodía que produce el latido de tu corazón... Así es como late el corazón de la muerte, así es como late el corazón de mi madre...
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