domingo, 15 de febrero de 2015

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Cartas a mi futuro.

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La oscuridad me asfixia mientras que con los ojos abiertos de par en par, miro al techo. Aquella cama parece un lodazal en el que me hundo de forma inevitable, estando cada vez más lejos del techo. En él puedo ver algunas de las sombras de los árboles de la calle dibujándose en este por las luces de las farolas. De nuevo, las sombras parecen estar vivas, como lo estaban cuando era niña. Se mueven, se hacen inmensas, casi las puedo ver respirar... Recuerdo que mi padre me calmaba diciéndome de que las sombras eran la falsa ilusión de cosas que no tienen vida para parecer que están vivas. Me dijo que cualquier objeto simple, a la luz adecuada, parecía ser más grande, y estar vivo, al reflejarse en una pared. Aquél día me hice una pregunta que no llegué a hacerle a mi padre. Si la luz es el bien, ¿por qué produce sombras? Ahora me doy cuenta... Todos tenemos sombras en nuestro interior.

Siento que no puedo respirar. Que me hundo en aquella cama como si pesara más que mis pensamientos. Me incorporo hasta sentarme y salgo de la cama con cuidado de no despertar a Scor, que duerme plácidamente. Mientras que busco la bata y me calzo aquellas cómodas y cálidas zapatillas rosas de suave felpa, intento ser lo más silenciosa posible y dejo que solo la débil luz que entra por la ventana, me ilumine.Después salgo de la habitación y cierro la puerta sin hacer ruido. Me mareo un poco, tal vez porque me he levantado demasiado rápido para llevar tanto tiempo en la cama y sin poder conciliar el sueño. Voy hasta la habitación de Cass, me aseguro de que duerme plácidamente, y de que está bien arropada. Después, bajo al piso inferior, entro en la cocina, busco en la caja de las infusiones una bolsita de tila y caliento una taza de agua en el microondas.



Hay veces que una simple taza de tila no sirve de nada. Los pensamientos humanos de carácter tan nefastos, son como un anatema para la mente de los hombres. Cuanto menos queremos pensar en algo, más lo pensamos. Debe tratarse de una especie de absurdo mecanismo de defensa al que nos abrazamos desesperadamente cuando ya no tenemos ninguna vía de escape más allá de gritar a pleno pulmón por puro desahogo y sin esperar el auxilio de nadie. Porque cuando no hay ninguna salida, la única salida es aceptar que no la tienes.

Mientras que saco esa taza del microondas, y meto en esta la bolsita de tila, pienso en las palabras de Scorpius acerca de V.B. Y siento que mañana mismo, esa persona podría estar muerta y que volvería a ser mi culpa. ¿Podría soportar de nuevo esa culpabilidad? Pasan algunos minutos en los que me consumo de la misma manera que se consume el calor de aquella taza entre mis manos. Mantengo mis ojos clavados en la superficie líquida de la oscura infusión. Tomo aire y siento una angustia de la que sé que no podré librarme, porque vivir, morir... A veces todo depende de un instante.

¿Y si dentro de dos meses, alguna situación en mi vida o en la vida de otros hace que el curso de los acontecimientos cambie de tal modo que hasta yo, pueda encontrar un destino mejor al que me enfrento? ¿Es posible? Parece como si aquella taza y su contenido no tuviera fondo y que en su profundidad pudiera ver todo un amalgama de posibilidades. Había oído hablar sobre la conexión inevitable entre los seres humanos, el efecto dominó, el efecto mariposa... La parábola del hombre que tiene en su futuro la salvación de la humanidad y la cura definitiva del cáncer, pero que al salir de casa se cruza con un conductor borracho que le atropella y muere con las cientos de millones de personas que no podrá salvar. ¿Y si ese hombre ese día se hubiera despertado con un resfriado, y se hubiera quedado en casa? ¿Y si ese conductor no se habría emborrachado ese día? ¿Cuántas personas habrían vivido? ¿Cuántas no habrían muerto? La vida no solo depende de nuestras vidas. Nuestras vidas son eslabones que penden de transparentes cadenas sostenidas por las manos de otros. Y esos eslabones son a menudo tan frágiles como hilos de telaraña tejidos en invierno.

Sé que no podré dormir durante esa noche, ni tampoco durante la siguiente. Porque ese anónimo que parece haberse enfrentado con un admirable valor a los Aeternos, depende de mí. Yo sostengo entre mis manos los frágiles hilos que sujetan su vida. ¿Y si mañana no puede celebrar San Valentin? ¿Y si no hay una próxima Navidad? ¿Y si no vuelve a casa y sus padres le esperan durante toda su vida aún sabiendo que nunca volverá? Suelto el aire que debo llevar reteniendo durante varios segundos mientras fluctúo en esos pensamientos hecatómbicos. Dejo mi mano sobre mi costado cuando siento el dolor en el pulmón y cierro los ojos como si así, al no ver el dolor, pudiera no sentirle.Pero el dolor, como el amor o la muerte, son algunas de esas cosas de las que no nos podemos escondernos cerrando los ojos. Abro los ojos y vuelvo a tomar aire, despacio. Mi rostro debe reflejar ese dolor que siento, no solo el físico, sino también ese dolor psíquico,  tal vez mucho más doloroso y difícil de enfrentar que cualquier dolor físico, por doloroso que sea.

¿Se puede morir estando vivo? ¿Se puede vivir estando muerto? Sé que si esa persona anónima muere estaré menos viva y moriré un poco más con su muerte. También sé que si le salvo, sea quien sea, viviré un poco más en él, aún cuando ya no esté viva. Pero hay algo en los seres humanos que por poderoso que sea el destino o las leyes sobrenaturales de las fuerzas naturales, no nos pueden arrancar: la esperanza. Puedo viajar al futuro, salvar a V.B, que mueran cinco en su lugar,culparme por ello el resto de mi vida y vivir pensando que yo solo quise hacer un bien. O puedo ir al futuro, salvar a V.B. Y quién sabe: incluso ver que esa persona que tiene en sus manos el descubrimiento maravilloso contra el cáncer sale a la calle y no es atropellado porque el conductor que conducía ese día no se había emborrachado. Y... ¿Quién sabe? Puede que ese conductor borracho, al no salir, se metiera en su casa a estudiar aquello en lo que llevaba tanto tiempo trabajando, porque ahora la muerte de un ser humano no pesaba en su conciencia. Ese hombre era un mago. Y algunos  meses después descubrió una poción, milagrosa, panacea de todos los males y maldiciones, incluso la mía.

El aleteo de una mariposa en occidente, es a veces un huracán en oriente. Miro la hora. Ya pasan de las dos de la mañana, pero el Tiempo jamás se esconde en los relojes.

Me levanto de la mesa de la cocina sin terminar esa tila. Voy hasta uno de los armarios colgados y lo abro. Hay varias cajas de lata, en las que suelo guardar galletas y otros dulces. Cojo la que sé que está vacía y la dejo sobre la encimera, abriéndola. Abro uno de los cajones y saco la libreta en la que Scor y yo apuntamos la lista de la compra. En la primera hoja, escribo una frase. "14 de Febrero" Doblo aquella hoja, y la meto dentro de la caja vacía. En ese momento ya lo he planeado. Meteré en esa caja todo aquello que tenga que saber. Todo lo que haya cambiado. Todo lo que haya perdido. Todo lo que haya ganado. Desde ese 14 de Febrero de 2025, hasta el 14 de  junio. Cuatro meses. Cuatro meses y muchos acontecimientos... ¿Habrán cambiado algunos? ¿Se mantendrán los mismos? Mientras coloco la  caja en su lugar y cierro la puerta del armario, me pregunto que si de la misma manera que Scor me pidió matrimonio después de diciembre y en el futuro que yo vi lo había hecho antes de que este mes acabara... Habrá podido cambiar algo más

Tal vez es ilusión lo que me mueve hasta el salón. Ni siquiera me acuerdo de aquella tila que dejo enfriarse en la mesa. Me tumbo en el sillón, cierro los ojos, y poco después ya estoy sosteniendo de forma imaginaria ese gran reloj que tanto me pesa en las manos, mientras que suspendida en un polvoriento universo gris, me fundo con el cosmos.

El Tiempo. ¿Qué es el Tiempo sino una quimera? El Tiempo no existe para los enamorados ni para los tristes, no existe para los que sufren ni para los que viven en el mágico mundo de la felicidad. Yo puedo sentir el Tiempo fluir a través de mi cuerpo mientras que con los ojos cerrados me fusiono con aquellos hilos que el universo ha tejido alrededor del mundo. Y todo cambia. Todo se transforma...

...Y todo cambia. Todo se transforma. Al abrir los ojos me doy cuenta de que ha pasado el tiempo. Y no solo en la luz, no solo en el color, no solo a mi alrededor. El tiempo me ha cambiado a mí.

Estoy en el mismo sillón en el que me he tumbado, recostada sobre un cojín y cubierta por una manta polar.Siento en mis orejas la incómoda sonda de esas gafas de oxígeno conectadas a la burbuja cuyo particular frío puedo percibir en un bolsillo. De la misma manera que percibo el alivio que me proporciona ese oxígeno es casi tan intenso como la extraña sensación en los pulmones y el frío en las manos. Draco ya  me lo explicó la última vez que me habló de esa burbuja de oxígeno. La oxigenación asistida siempre enfría las manos. Miro alrededor mientras que siento la frustración en mi corazón, tratando de incorporarme. Hay luz, debe ser mediodía. La casa huele a un agradable estofado y a suavizante de ropa de bebé. Al pensar en ella, miro alrededor. Hay un parque infantil en un rincón, lleno de peluches y de juguetes, pero Cass no está. Me destapo y me miro a mi misma. Un pijama veraniego que me recuerda que estamos en junio, a pesar de que estoy cubierta con una manta. Pero mientras miro aquella manta que arrugo en el sillón, me doy cuenta de que esa prenda es parte de la triste existencia de los enfermos. Cierro los ojos, frustrada. No. Aquél hipotético conductor borracho no había decidido quedarse en su casa a seguir con su proyecto de química mágica. Había salido a beber un poco de más y en su camino mató a un hombre que tenía en sus manos el destino de mucha gente. Tras ese accidente, aquél mago decidió encerrarse en su casa, a ahogar sus penas en el alcohol... Y yo seguía aquí, muriéndome, con una burbuja de oxigeno que me enfriaba las manos y me ayudaba a sobrevivir, o simplemente a alargarme un poco más la vida.

Me pongo de pie. Mediados de junio... Apenas cuatro meses, y yo parezco haber envejecido diez años. Siento que todo me da vueltas, que no puedo mantenerme en pie sin un punto de apoyo al que asirme, que me duelen las articulaciones y que respirar es doloroso y difícil incluso con esa burbuja. El mínimo esfuerzo me produce tos, y al hacerlo siento un profundo dolor entre las costillas. Siento un nudo en el pecho mientras avanzo por el salón, sujetándome a la pare dirigiéndome hacia la puerta. Una deshilachada trenza se balancea cuando me agacho para tomar un poco de aire al asirme al marco de la puerta cuando alcanzo esta. La puerta de la cocina está abierta, y en el piso de arriba se escucha jaleo, y la contagiosa risa de Cass junto a una voz también familiar: la de Liesel. Sonrío con tristeza al saber que ella está allí, pero también siento dolor, pues ya ni siquiera soy capaz de cuidar a Cass. Con cuidado, despacio, y temiendo caerme, avanzo hacia la cocina. Liesel ha debido de poner ese estofado al fuego, y al ver la cacerola humeando sobre el fogón, casi puedo lograr sonreír. Me dirijo hacia el armario en el que hace unos minutos, cuatro meses antes, dejé una nota dentro de una caja de galletas vacía. A duras penas, y sin poder avanzar sin sostenerme, sintiéndome débil y angustiosamente enferma, me dirijo hasta ese armario. Abro este y con esfuerzo, alzo los brazos buscando la caja en el estante superior, en la parte de atrás. Al cogerla me doy cuenta de que dentro de esta, se mueven varias cosas que parecen papel.

Dejo la caja sobre el armario. Abro la caja y encuentro papeles dentro de esta. Busco entre ellos uno con un solo doblez, el que acabo de hacer hace unos minutos. Lo abro y sonrío al ver ese 14 de Febrero que acabo de escribir. Luego abro otra nota. Una al azar. "El día de mi boda ha sido uno de los días más felices de mi vida" Me llevo los dedos a los labios sintiendo una sútil emoción extenderse por todo mi cuerpo. Abro otra nota. "A Draco le ha gustado mi pastel de manzana verde"-. Vaya... -sonrío. Me doy cuenta de que no han pasado muchos acontecimientos maravillosos en nuestra vida, sobre todo teniendo en cuenta que no hay muchos papeles. Sé que ninguno de ellos rezará "Me he curado y ya no voy a morirme", pues sé lo enferma que estoy. Por eso decido no abrir ninguna de esas notas, al menos, no antes que esa hoja de periódico doblada entre todas aquellas notas.

Desdoblo aquella hoja de periódico. Se trata de un recorte de El Profeta. Tal y como planeé antes de iniciar este viaje, esa debe ser la noticia que he venido a buscar.

Se trata de la primera plana de una página de "El Prófeta" publicada el domingo 22 de Febrero de 2025. El titular simplemente reza la escalofriante frase "Joven asesinada" junto a una fotografía de una muchacha de pelo oscuro y flequillo cubriendo su frente. Leo por encima los titulares de la página, pero poco me interesan los conflictos en Alemania, o el mago escandinavo detenido.

Leo la noticia que ocupa la primera plana. 

"Viena, Austria. Una joven es hallada muerta en la madrugada tras precipitarse al vacío desde lo alto del teatro "Paradiso", en Viena. Al parecer, según algunos testigos, la muchacha huyó en mitad de un recital de violonchelo que esa misma noche ofrecía. Nadie volvió a verla hasta que su cadáver fue encontrado en una callejuela trasera del teatro. Todo indica a que fue asesinada al ser arrojada desde lo alto del edificio, ya que encontraron signos de la maldición Cruciatus en su cuerpo. La muchacha ha sido identificada como Valerie Barrow, nieta del recientemente fallecido Jonas Barrow. Interna del Conservatorio de Música y Danza Mágica de Viena, Valerie ofrecía su primer recital la noche de ayer en el teatro donde encontró su muerte, bajo el nombre artístico de Valkirya, e interpretando temas de Tchaikovski, Bach, o la desaparecida banda de metal sinfónico Arcadia, cuyo líder fue asesinado en el Teatro Ítaca de Londres, y cuya vocalista sigue en paradero desconocido. Continuaremos informando sobre el esclarecimiento del supuesto crimen"

Vuelvo a doblar aquella hoja de periódico y a dejarla en la misma caja, entre aquellas notas dobladas-. "V. B."... -Susurro, sintiendo que aquella muchacha de la fotografía todavía tiene tiempo, el mismo que empieza a faltarme a mí cuando siento un fuerte dolor de cabeza y un caliente líquido denso abandonando mis fosas nasales. Una gota de sangre oscura cae sobre la encimera. Me pregunto que habré escrito en aquellas notas que aún no he abierto, mientras que me siento en el suelo de la cocina, apoyando mi espalda en los muebles de esta, y dejándome ir de vuelta a mi tiempo...

... al que regreso sintiendo que apenas tengo aire en los pulmones. Miro hacia el techo, donde solo encuentro sombras. Sombras que se proyectan desde las luces que entran por la ventana, que parecen vivas, enormes en el techo. Mientras que siento un escalofrío por aquél tiempo que aún no he vivido, por aquella muchacha muerta en una calle, por aquellas notas que aún no he escrito... Me pregunto por qué... ¿Por qué puedo salvar a todo el mundo y no puedo salvarme yo?

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