El rapto de Demeter
Posted in Alec Bennet, Lyanna Valdemar, Roles
Llueve sobre la sombría Anderen. Y miro al cielo tras el cristal de mi ventana. No sé si es cielo o infierno. Ni siquiera sé si alcanzo a distinguir la fina línea etérea y vaporosa que debe ser el comienzo de ese paraíso al que solo he llegado algunas veces para volver a caer después.
A veces me gustaría que fuera al revés y así lo imagino. No sé cómo la lluvia se atreve a caer sobre Anderen. Debería huir... Deberían deshacerse los charcos en gotas que subieran al cielo como si fueran atraídas por su magnetismo. Betsabé dentro. A mí espalda. Betsabé en el infierno. Betsabé en el purgatorio. Betsabé en el paraíso... Y la miro al darme la vuelta y ni siquiera recibo el choque frío de los idolatrados ojos que odio. Ni siquiera me mira con los amados ojos que odio. Y eso me hace tomar aire y salir fuera anunciándola que iré a dar un paseo. Por si la interesa. Y no sé si me responde porque prefiero escuchar el sonido de la puerta al cerrarse cuando salgo, que el silencio de su respuesta.
Así es ella. Tormentosa y pasional. Distante y atenta. Extraña, irracional, persuasiva, prepotente, lujuriosa, adictiva, odiosa, ardiente,pérfida, sensual... Demasiado. Demasiado pero nada la define. Única. Tal vez esa es la palabra que mejor lo hace. Tal vez es la palabra que más dice de ella callándolo todo.
Al salir, apenas doy dos pasos adelante en la calzada y hundo las manos en los bolsillos de mi abrigo alzando después el rostro para dejar que las diminutas gotas de agua caigan sobre mí.
Las calles oscuras me envuelven. La bruma se adhiere a mí. Su hálito mortuorio me perfora la piel y cualquier fantasma podría ser simple vaho mecido en el húmedo frío cortado por la lluvia. Puede que yo sea ese fantasma. Y, al girar la calle, veo un movimiento tras una de las ventanas. Es Leda, con ese gesto hipócrita pintado en la cara.
Apenas un ademán con la cabeza como saludo antes de ver cómo responde elevando el rostro y dejando ir la cortina de sus dedos. Y una sombra se mueve más allá. La sombra de Elain. ¿O la sombra de Elizabeth? La chiquilla enloquecida, la oculta, la de la Luz Eterna... Némesis. Me recuerda tanto a Elizabeth aun en su locura agónica que eriza mi piel cuando la veo. Y vuelvo a agachar la cabeza desviando la vista de la ventana de esa su habitación.
Continúo caminando haciendo eco en la noche, rompiendo el silencio de la vacía Anderen. Siento la caricia fría de una gota de agua resbalando por mi nuca. Siento frío o el frío me siente. Y a mí me gusta más que me sienta el frío.
La lluvia no cesa. Y me pregunto si tantas veces me acompañará al igual que las lágrimas. Entonces recuerdo a Lyanna... Lyanna y Deméter. Demeter y Lyanna. La misma persona con dos nombres. Dos cuerpos en uno. Un ángel terrenal o la misma tierra angelical. Sea como sea Lyanna es mi Beatrice perdida en el Paraíso.
Y la luz de Lyanna me llega desde el recuerdo en aquellos días que duraban apenas un suspiro. Días que se me escapaban persiguiéndola hasta con mi sombra. Hasta que se me escapó y mi sombra no pudo aferrar la suya, ni convertirse en la suya reflectada por la luz. Pero la encontré... La encontré. Solo recuerdo que llovía y que la encontré.
Septiembre de 2005
Despertar, muchas veces, no es despertar. Es vivir. Y hoy siento que vuelvo a poner en marcha el vacío de mi vida porque la he encontrado. Lyanna. Mi amada en el silencio, mi amada en la vida y en la muerte, en la luz y en la sombra... Mi amada en todos los paraísos de mi Infierno y en todos los infiernos de mi Paraíso. Lyanna me hace purgar mis pecados... Me castiga y yo acepto con orgullo ese castigo porque su amor es puro. La última calada a mi cigarro me llena los pulmones de brío. No me importa estarme matando mientras ella lo hace al entrometerse en mi ocupado corazón a cada instante más y más. Aunque quiera a Rebecca... Y lanzo la colilla al suelo húmedo.
Godric's Hollow no espera mi llegada. Ni Lyanna tampoco pero comienzo a andar hasta la posada El Dragón Errante y miro a los lados. Los transeúntes vienen y van... Sus rostros se me olvidarán, pues apenas les miro pero ellos no se olvidarán de mí si me ven desaparecer y no conocen la magia. Por eso, apresuro el paso hasta la callejuela junto al muro de la posada y, ahí, me desaparezco llegando a la habitación en la que se hospeda.
Lyanna: Me encuentro sentada en el filo de la cama, con un libro entre las manos, cuando siento la energía de una aparición, dentro de la habitación en la que me hospedo. Doy un respingo, y sobresaltada, miro hacia detrás. El libro que leía, cae de entre mis manos, y la sangre de mi cuerpo deja de fluir, congelada por tu presencia. El vello de toda mi piel se eriza, y me pongo de pie, retrocediendo hacia la pared
- Dante... -Digo casi sin voz.
Alec: Al verte, tan asustada como un animal que huye de su cazador, casi siento que se me encoge el corazón dentro del pecho. Casi. Porque ahora que te miro a los ojos, siento rabia. Rabia porque me has abandonado. Porque nos has abandonado. Doy un paso hacia delante alejándome de la pared en la que he aparecido apoyado.
- ¿Creías que te ibas a librar de mí?
Lyanna: Apoyo ambas manos en la pared contra la que choca mi espalda, como si así pudiera empujarla y seguir retrocediendo, pero es en vano, ¿por qué los seres humanos, nos empeñamos en hacer cosas que son imposibles, cuando tenemos miedo? Los ojos se me llenan de lágrimas, y titubeo
- Dante, y... Yo no...
Alec: Sigo caminando sintiendo la rabia llenándome. Tienes miedo. Lo dicen tus ojos. Lo dice la decadencia de tu voz. Lo dicen tus palabras entrecortadas. Lo dicen tus lágrimas. Lo dice tu cuerpo... ese que tanto anhelo.
- Tú... -Digo a escasos pasos de ti.- Tú... -Repito cuando me detengo y aprieto la mandíbula antes de tomar aire y golpear con los puños cerrados la pared a ambos lados de ti.- ¿¡Cómo te atreves!?
Lyanna: Doy un respingo de nuevo, apretando la espalda contra la pared, y cerrando los ojos, mientras giro el rostro hacia mi derecha
- Dante, por favor... -Suplico rompiendo a llorar porque siento miedo. Miedo de ti, miedo de que fueras tú quien me enseñó la luz eterna.
Alec: Me duele... Me duele tu miedo. Me duele tu sufrimiento. Pero más me duele vivir sin ti.
- ¿Por favor? -Ladeo el rostro dejando que el tono de mi voz suene burlesco.- ¿Te atreves también a suplicarme, osada? -Pregunto tomando tu rostro por la barbilla con una sola mano y apretando con mis dedos en tus mejillas volviéndolo hacia mí. Quiero que abras los ojos, enfrentarme al dolor con tu dolor.
Lyanna: Me haces daño en el cuello cuando giras mi rostro con tanta fuerza. Recuerdo el día en el que me introdujiste en tu mundo, el día que me apartaste de la luz de este, dándome la luz eterna, y abro los ojos. Al mirarte recuerdo nuestras noches juntos, las cuales un día creí de amor- Me haces daño... -Me quejo, sintiendo que todo mi cuerpo tiembla, porque tengo miedo.
Alec: Las lágrimas se apostan en mis ojos como un velo tortuoso que me castiga con no ver la belleza de tu rostro. ¿Es ese el castigo por amarte? ¿Es esa otra manera de purgar mis pecados? Siento que mis dedos se relajan, que liberan toda la fuerza. Tu cuerpo tiembla y no es por amor, ni por pasión. Es por miedo.
- ¿Por qué te has ido? -Pregunto con la voz más calmada.
Lyanna: Tus dedos se relajan en mis mejillas, y yo cierro los ojos, sintiendo que apenas puedo respirar.
- Porque tengo miedo...
Alec: Las carcajadas me sobrecogen al oírte.
- ¿Miedo? -Suelto tu rostro.- No me hagas reír. -Digo casi en un susurro uniendo mi pecho al tuyo cuando apoyo mi diestra de nuevo en la pared, extendiendo las manos sobre el muro y sintiendo su aspereza en mi piel.- Pero ya no tienes miedo. -Tomo aire respirando tu aroma.- ¿Verdad?
Lyanna: Siento la presión de tu cuerpo contra el mío, y aunque siento miedo, quiero apartarte de mí. La sangre yace congelada en cada tramo de mis venas, y mi corazón late con desenfreno. El corazón odia tener miedo, pero sin embargo, late más rápido que nunca cuando lo siente. Apoyo mis manos en tus hombros para tratar de apartarte de mí.
- Vete...
Alec: La fuerza de tus manos en mis hombros logra apartarme de ti unos centímetros, pero rodeo tus muñecas con fuerza y avidez.
- Claro que me voy. -Afirmo. Siento el palpitar de tu corazón contra mí. Lo querría todo... Todo para mí para siempre... todo tu corazón, toda tu sangre... todo tu latido, todo el amor y toda la muerte. Toda la vida.- Pero contigo.
Lyanna: -No... -Digo negando atemorizada, sintiendo las lágrimas rodar con vehemencia por mi rostro- No... -Repito sintiendo la fuerza de tus manos rodear mis muñecas. No quiero volver al infierno en el que vivís tú y Perséfone.
Alec: -Sí... -Digo contra tu rostro. Me bebo tu miedo. Me alimento de esas lágrimas y cometo la locura de besarlas dejándome llevar por el amor en un momento en que la ira fluye por todo mi cuerpo con tanta fuerza como la que mana de mis manos aferrándote.- Sí. -Repito con rotundidad tirando de ti después para apartarte de la pared en la que pretendes cobijarte.
Lyanna: Besas mis lágrimas, y no puedo sentir nada más que repugnancia. Pienso en Edward, y deseo más que nunca, que no entre en esta habitación, pues sé de lo eres capaz. Me llevas contra ti apartándome de esa pared y trato de zafarme de esos fuertes brazos en los que un día quise refugiarme
- ¡NO! -Grito con rabia y miedo al mismo tiempo.
Alec: Se me acelera la respiración. En cada nueva bocanada de aire tomado con rapidez encuentro la rabia que me condena por odiar a tan celestial criatura. Con tanta luz que yo te he dado en tanta oscuridad y tú te empeñas en empequeñecerla con la tuya propia. Y odio que seas tan valiente y osada. Por eso, cierro los ojos con fuerza cuando me vuelvo y te rodeo con mis brazos tan fuerte que me hago daño.
- Quieras o no, ¡volverás conmigo al circo del que nunca debiste salir!
Lyanna: Un quejido de dolor mana de entre mis labios, cuando me llevas contra ti, apretándome con tanta fuerza que mis huesos parecen crujir bajo tus brazos. Tengo tanto miedo y dolor que apenas puedo defenderme, pero pienso en Edward, en todo cuanto me ha dado, en mi corazón el cual él ha reparado con su hermosa luz, y entonces, agito mi cuerpo con fuerza, echándome hacia detrás
- ¡No volveré a ese infierno! -Grito y te escupo en el rostro- ¡Os odio!
Alec: Te odio. En este instante te odio por revelarte contra mí. Limpio mi mejilla con la manga de cuero de mi cazadora sin poder evitar que la repugnancia me inunde.
- Juro por mi vida que vas a volver al Infierno, Demeter. -Pronuncio tu nombre con lentitud e ira.- ¡Juro que jamás saldrás de él y que morirás entre sus llamas! -Grito sintiendo arder toda mi sangre en el mismo momento en que pienso en el circo, en Diamondlake. Y siento como todo a mi al rededor se desintegra, se mezcla entre sombras y luces y se vuelve un caos embravecido en el que naufrago contigo llevándote de nuevo al infierno.
Lyanna: Y de pronto un caos de sombras, luces, un vértigo que me hace sentir que sostenida por tus fuertes brazos, caigo al vacío, y es que estoy cayendo al infierno, al que me estás llevando. Dante que subió a por su Beatrice al Paraíso, al Purgatorio, y que bajó al infierno por encontrarla, en cambio me lleva al mismísimo infierno. Reconozco el cambio de aire, el olor de aquél lugar, y tiemblo de miedo entre tus brazos. No puedo apartarlos con mis manos, porque mantienes mis brazos sujetos en tu abrazo. Abro los ojos, llorando con angustia, y revolviéndome entre tus brazos.
- ¡Te odio Dante! ¡Maldito seas por mil años! ¡Ojalá ardas eternamente en el infierno! -Exclamo sintiendo que el dolor me hace caer entre tus brazos porque pierdo la fuerza. Grito sintiendo que me arde la garganta.
Alec: Tu grito perfora mis oídos. No es solo un grito. Es dolor, rabia, odio, miedo, angustia... Son demasiadas juntas en palabras enmudecidas que no saben siquiera pronunciarse. Y me mata. Pero es más dulce porque estoy volviendo contigo a mi Paraíso infernal. Y abro los ojos porque aún los mantengo cerrados mientras tratas de zafarte de mí.
- ¡CÁLLATE! -Grito furioso llevando mi diestra a tu nuca para apretar tu boca contra mí y amortiguar tu voz.
Lyanna: Siento la fuerza de tu mano en mi nuca cuando me llevas contra ti para callarme, y lloro, lloro con rabia, grito con desesperación. No quiero volver a este infierno, donde hace un insoportable frío, no quiero volver a ver a Perséfone, no quiero pertenecer a la Luz Eterna, ni volver a formar parte de los números de este circo, donde trabajó mi madre
- Te odio... -Digo sin apenas voz, mientras lloro con desconsuelo, en este mismo instante en el que al no poder huir de ti ni de tus brazos, quisiera morir.
Alec: -Yo también, Lyanna. -Digo con tono apesadumbrado, respirando hondo porque sé que ya no vas a volver a irte y, eso, me alivia. Aflojo un poco la fuerza de mis brazos.- Bienvenida a Diamondlake... De nuevo, el infierno. -Miro a mi alrededor. Hemos llegado tras una de las carpas del Imaginaerum y algunas voces lejanas provienen de más allá.- Ya llevamos tiempo en este lugar... -Humedezco mis labios y busco tu rostro echándome hacia atrás.- Se van a alegrar de verte de nuevo...
Lyanna: Tu voz, el tono de tus palabras, me hacen levantar la cabeza. Siento las lágrimas bañando mi rostro, el sudor helado cayendo por mis sienes
- Ojalá la muerte te encuentre tan pronto como te mereces.-Espeto con rabia.
Alec: Esas palabras tuyas me hacen sonreír. Saboreo el sabor del odio que se escapa de tus labios. Y me gusta. Por eso sonrío mirándote a los oscuros ojos.
- Eso, querida Lyanna, es lo que te pasará a ti si vuelves a irte. -Respondo soltándote.- Has sido muy lista... -Coloco un húmedo mechón rizado de tu cabello por detrás de tu oreja.- Pero tú no eres la única sibila... -Digo recordando con orgullo cómo te hemos encontrado gracias a Betsabé, que se adelantaba al tiempo que tú usabas para tu huída engañando al futuro.- Has jugado bien... Pero nosotros jugamos mejor.
Lyanna: Aquella mención a las sibilas, me hace reparar en mi hermana. Siento un profundo dolor romper el corazón que un juguetero ha reparado hace tan poco tiempo, con su amor. Tiemblo de dolor y miedo entre tus brazos, cuando una sacudida de frío, irrumpe en mis venas- Perséfone... -Digo y la maldigo.
Alec: Oh, sí... Está deseando verte... -Digo con disimulo aunque sé que has pronunciado su nombre porque sabes que ha sido ella quien te ha encontrado. Cojo tu mano dejando ir tu cuerpo de entre mis brazos.- Deberías disimular un poco ahora... -Digo comenzando a caminar.- No te viene bien que te vean así.
Lyanna: Agarras mi mano, y yo trato de apartarme, pero sé que es en vano... Si volviera a irme, volverías a encontrarme, y si me encuentras, me matarás, y lo que es peor, si me encuentras con él, le matarás a él. Lloro, dejándome llevar por ti, de vuelta a ese infierno en el que jamás debería haber entrado, y mientras camino, cierro los ojos, recordando su rostro, y jurándome a mí misma, que pase lo que pase, jamás le olvidaré.
Alec: Camino contigo de la mano entre las carpas. Al fondo hay voces y yo me dirijo a una de ellas. El rumbo de mis pasos me llevaría ahí incluso a ciegas. es su voz. La voz de Betsabé. Victorioso. Así me siento al llevarte de la mano como mi más preciado tesoro. Con fuerza aferro tu mano como si así pudiera retenerte para siempre conmigo. Como si así pudiera robarte los latidos y fundirlos con los míos. Y escucho el sonido de la madera chocando entre sí. Aurel. El titiritero debe estar cerca y yo no me he dado cuenta. Por eso, giro hacia la derecha desviándome entre las carpas para tomar otro camino pero, mientras tanto, te llevaré a la tuya hasta que pueda avisar a tu hermana cuando se quede sola.
- Te vas a quedar aquí y vas a ser buena, ¿a que sí?
Lyanna: La voz de Betsabé, me arranca la respiración, la voz de Aurel me transmite calma, pero te desvías de ese camino, y me desvías contigo. Me muerdo la lengua para no volver a gritar, podría hacerlo, gritar ahora mismo, pero pondría en peligro mi vida, la de Edward si ella le encuentra, y tal vez la de mi querida Astrid, que siempre está a mi lado. Pienso en todos ellos, y cierro los ojos, maldiciéndome a mí misma, mientras asiento lentamente con la cabeza, a tus palabras
Alec: Al entrar al lugar donde tienes todas tus cosas, te suelto la mano y, con mi varita, cierro la entrada y hago que nadie pueda oír nuestras voces.
- Así me gusta. -Te miro a los ojos y alzo el dedo.- Te juro que no vas a volver a irte. Así que,más te vale no hacer ninguna locura. -Te miro escrutando tus ropas.- Aséate y cambiáte. -Digo volviéndome dispuesto a irme de ahí sintiéndome orgulloso de volver a tenerte. Feliz, por que estés a mi lado aunque en realidad no lo estés.
Lyanna: Las lágrimas se congelan en mi rostro, al igual que la sangre yace congelada hace ya tanto tiempo en mis venas. Cierro los ojos, antes de volver a abrirlos
- Dante... Jamás volverás a tenerme. -Espeto con rabia.
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