sábado, 30 de noviembre de 2013

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Las hermanas Valdemar

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Praga es sin duda una ciudad hermosa al mismo tiempo que fría y siniestra. Tras largo rato perdido por las calles de la Ciudad de las Cien Torres llego a Vila Zimní... A pesar de que tal y como indicaba la señora Von Dekem, su casa tenía la torre más alta de toda Vyšehrad, y a pesar de que me djio que una vez llegara a la estación sería fácil encontrarla me he perdido... Pero ahora ya la he encontrado. Nervioso frente a la puerta de su casa tomo aire y llamo golpeando con mis nudillos.

El silencio de Villa Zimnì se rompe con el sonido de unos nudillos tocando la puerta. Miro a mi elfina, la cual recoge una bandeja con un juego de té, y le digo 
   -Abre la puerta, Dora.

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viernes, 29 de noviembre de 2013

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La Desconocida

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El Tiempo es silencioso, gris... Una sombra fría e invisible que nos acecha a todos. Oigo tic-tacs aún donde no hay relojes, porque puedo percibir la amenaza del tiempo... Mientras camino hacia la Sala Común tras haber cenado, escucho el latido del mundo en el corazón de  todos los relojes del castillo... Corazones que laten hasta en los relojes parados. Y es que hasta un reloj, acierta en dar la hora  correcta todos los días.

En mi fuero interno, tengo miedo. Miedo a cerrar a los ojos para no volver a abrirlos más. Pero más miedo me da el tiempo... 

El tiempo es el mayor asesino del mundo. Mata el amor cuando a la pasión le puede la rutina. Mata a la belleza que oculta tras puñaladas de segundos que dejan cicatrices de arrugas en la piel. Mata a las personas, que tras el camino final solo encuentran una meta: la del fin del camino... Por eso hoy, a pesar de tener miedo, mi miedo al tiempo me infunde valor, pues un ser humano solo puede ser valiente cuando tiene miedo de verdad.

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domingo, 24 de noviembre de 2013

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La Ciudad de las Cien Torres

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[Rol de Betsabé Von Dekem]

En la región de Bohemia, se alza la Ciudad de las Cien Torres, Praga, también conocida como la Ciudad Dorada. Desde la ventana de mi casa, en Vyšehrad, observo el ambiente idílico de aquél entorno de ensueño bañado por una pincelada medieval que hace que aquella ciudad casi parezca un cuento de hadas.Las luces de un barco de pasajeros, cruzan el río Moldava, y desde la torre de mi casa, Vila Zimní, lugar en el que tengo mi máquina de escribir, mis libros, y el entorno perfecto para escribir mis poemas, libros, e historias, puedo observar las estrellas. En el cielo despunta una constelación, mi favorita: Sagitta, la cual observo brillar sobre mi pequeño paraíso. 

A lo lejos distingo algo moviéndose entre las sombras de Vyšehrad, sobrevolando el río Moldava. Una lechuza de gran porte y envergadura común, viene hasta mi ventana y se posa en el antepecho de mi ventana. Aparto el visillo rojo, y abro la hoja. Una ráfaga de aire frío  entra en mi casa y hace bailar las llamas anaranjadas de la chimenea de aquella sala de planta redonda. Con un gesto de mi brazo, hago que la lechuza se pose en este, obediente. Acaricio la cabeza del animal, cuya especie reconozco al instante, ya que se trata de un animal común en Inglaterra. Desde la jaula de forja negra, Pokojská, mi lechuza blanca, se agita y emite su particular sonido, al ver a la otra lechuza. Es natural en ella, dado su comportamiento celoso.

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viernes, 22 de noviembre de 2013

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Aire

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Tras ir al cuarto de baño, entro en mi dormitorio. Agradezco estar a solas cuando llego. Me quito la ropa y me pongo un camisón. Desago mi trenza y me meto en la cama, sentada sobre esta. Cojo el vial de cristal con el líquido que contiene: mi llave del tiempo al futuro.

Destapo con lentitud el vial. Aún está caliente. Suspiro y cierro los ojos, deseando que todo salga bien, y que esta vez, no vuelva con las manos vacías. Abro los ojos y miro el pequeño vial antes de acercar esta a mis labios.

En ése momento... Me siento más Julieta que nunca, y con una sonrisa, murmuro

    -Va por ti, Romeo...

 Dicho esto, me llevo el vial a los labios y derramo en estos el líquido, hasta acabar el contenido. El sabor no me desagrada, y cuando abro los ojos, lo veo todo borroso. Poco a poco, me tumbo en la cama. Me tapo, ocultando el vial vacío bajo la almohada. La sensación de sueño empieza a invadirme lentamente,un agradable abrazo que me sumerge lentamente en una cálida sensación. Mi cuerpo pesa. Siento como si se hundiera en el colchón, mis músculos se relajan... Y siento como mis párpados, pesan hasta que mis ojos se cierran. Todo se vuelve oscuridad, pero en la oscuridad...

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El Guardián de los Libros

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Camino por las oscuras calles de Londres en dirección a la biblioteca mágica a la cual nunca he ido pero de la que tantas veces he oído hablar. Sé que queda muy cerca de la Torre de Londres y que es un edificio muy pequeño que he visto miles de veces. Camino hacia allí mientras las palabras del señor Dawson se repiten una y otra vez en mi memoria.

Sentado tras el mostrador de la entrada, leo un libro. Tras el cristal de mis gafas de lectura, puedo ver las letras que, con la maestría propia de un escritor que quiere inmortalizar una historia, componen frases que ya han hecho historia en los corazones de muchos. Pues precisamente eso es un libro: una historia que formará parte de muchas historias Hoy ha sido un día largo. Pocos magos y brujas han querido perderse en este pequeño gran paraíso de historias que ya son inmortales, porque vivirán para siempre, atrapadas en el papel en que fueron escritas, y en las memorias de todos aquellos que las leyeron

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jueves, 14 de noviembre de 2013

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Un regalo entre la niebla

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Salgo del Gran Comedor con la cabeza agachada. Llevo mi capa del uniforme colgada del brazo. Cuando salgo del castillo, me la echo sobre los hombros y me la ajusto, enroscándome la bufanda de Slytherin al cuello. Saco del bolsillo el gorrito de lana y me lo pongo. El profesor Flitwick me dice que no tarde demasiado tiempo fuera, que hace frío y que está cayendo una intensa niebla. Le prometo que estaré fuera solo unos minutos y que no me alejaré. Por supuesto, le miento.

Una vez salgo del castillo, me dirijo disimuladamente al Sauce Boxeador. Me aseguro de que no me vea nadie, porque debo estar violando más de una docena de normas. Una vez llego al Sauce Boxeador, repito el ritual de siempre, en el que cada vez tengo más práctica. Mientras recorro el pasadizo alumbrada por la varita, recuerdo el día de hoy. Me quedé dormida, llegué tarde a clase de Transformaciones, estaba tan cansada durante esta que cuando McCarty me preguntó que había que tener en cuenta con respecto a las Transformaciones según  la temperatura, no supe que responderle y me restaron cinco puntos por los que Waldorf me miró indignada, a lo que yo la respondí  levantando el dedo medio de mi mano izquierda, sin que me viera el profesor.

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domingo, 10 de noviembre de 2013

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Instante

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Toda mi vida podría resumirse ahora a un solo instante: ése instante. Sus labios me hacen olvidar que todo lo que nos rodea es relativo y que nada de lo que tenemos nos pertenece, ni siquiera la propia vida. No somos nada en la inmensidad del Universo, ante las estrellas tan solo somos diminutos puntos en un hosco océano. Estamos de paso mientras que todo lo demás se mantiene: el mundo, el cielo, las estrellas. Ellas arderán para siempre mientras que nosotros ardemos muy deprisa, estallamos en llamas y nos reducimos a cenizas. Pero en ese instante, todo parece importarme un poco menos, porque todo se resume a él, yo, el fuego que arde en la chimenea, la Casa de los Gritos, y ésa extraña magia que surge de dos personas que se aman cuando están juntas y a solas. 

El gemido que mana de sus labios llega a los míos con una caricia, mientras su mano en mi pecho me causa un escalofrío. A través de la fina tela del sujetador, puedo percibir el roce cálido de la palma de su mano, la presión justa de sus dedos, encendiendo esa chispa interna en mi sangre, la que necesitaba para que comenzara el incendio. Sin dejar de besar sus voraces labios, llevo mis manos a mi espalda, en busca del cierre de mi sujetador, para liberarme de él. Lo aparto, y él lo agradece, acariciando mi pecho con mayor libertad, apreciando más su tacto. Me mira un instante a los ojos, un instante que parece ser capaz de detener el tiempo.

Todo en el mundo, depende de un instante, porque a veces en la inmensidad del Tiempo, un segundo, lo significa todo. 

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sábado, 9 de noviembre de 2013

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"No me dejes ir..."

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"No me dejes ir..." Aquella frase escalofriante se me ha aparecido en sueños toda la noche. En ella percibía miedo. Miedo a desaparecer,  a irse a ése lugar tan lejano al que nadie pueda seguirle... Era su voz, susurrante y cálida cerca de mi oído. "No me dejes ir..." Todos  mis sueños llevan puesta una capa negra y un nombre bordadado en ella: el suyo. "No... No te dejaré ir. Y si tienes que irte, entonces me iré contigo..." Pero entonces su voz regresaba. "No... Ella te necesita" 

"Entonces no te dejaré ir..." Pero en mis manos sentía las suyas, y la fuerza se iba de estas al sostenerme, mientras yo me quedaba sin ellas para seguir sujetándole. Entre mis dedos, los suyos se escurrían, y de pronto mis manos estaban vacías. Yo me las miraba, mientras gritaba desesperada... Todo estaba en mis manos. Y había fracasado. Todo era culpa mía...Y así despertaba de nuevo, con las lágrimas bañando mi cara, las cortas uñas clavadas en las palmas de mis manos, el cuerpo bañado en sudor, y aquella palabra en mi mente: "No me dejes ir..."

 Pero despertaba y segundos después, aliviada porque era solo un sueño, volvía a dormirme, para volver a soñar. A veces le abrazaba y al abrir los ojos ya no estaba. A veces le escuchaba pedirme ayuda a lo lejos y yo no podía encontrarle, a veces estaba muerto entre mis brazos... Pero fuera como fuera, en mis sueños siempre le oía suplicarme lo mismo: "No me dejes ir..."

Dormí hasta muy tarde. Arya, Herea y Waldorf me llamaron, pero aunque las oí, no pude hacerles casos. Estaba demasiado cansada. Me perdí  todas las clases de la mañana, y por suerte, Slughorn no fue muy duro conmigo cuando me llamó a su despacho. No me quitó puntos, pero mi...

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viernes, 8 de noviembre de 2013

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Luces del futuro

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La oscuridad es ése mundo incierto en el que nada es lo que parece. Sombras que se alargan y se extienden, cuyo significado solo lo puede entender la propia mente. Y para cada mente, para cada hombre, la oscuridad tiene una forma distinta. Su temor, su fe, su oscuridad o su conciencia. Todo depende del prisma con el que todo se mire. Anoche, observando las sombras acurrucadas en el dosel, pude ver la forma de mis propias sombras. Todas tenían el mismo rostro acechante y peligroso, ese rostro diabólico, macabro, que sonreía victorioso porque Ella, iba a ganar. 

La vida no es un juego entre negras y y blancas, sino un duelo entre la vida y la muerte, en la que, al fin, la muerte siempre acaba ganando. Pero... ¿hay que dejar que la muerte también gane cuando sabes cuando va a llegar, o hay que intentar impedirla que llegue y ganarle ese pulso al menos por ahora? 

Anoche miré a ese rostro afilado y cruel, ese rostro oscuro que sonreía diabólicamente, repitiéndome que por mucho que ahora fuera mío, su esposa final, sería ella. Fue en ese momento cuando decidí que no iba a dejar que la muerte me venciera ahora, ahora que por fin había cumplido mi gran sueño. Miré a la muerte imaginaria flotando sobre mi cama, con su espalda pegada al techo del dosel, entre las ideas temerarias y casi suicidas, venían a mi cabeza constantemente. Finalmente reparé en...

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sábado, 2 de noviembre de 2013

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Respirándote

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Hogsmeade se sumerge en un profundo silencio roto tan solo por el sonido de los animales nocturnos, como las lechuzas que surcan los cielos entre la lechucería de Hogwarts y de Hogsmeade. La Casa de los Gritos se alza sobre un espeso banco de niebla. Scor me coge la mano con fuerza, como infundiéndome valor. "No tengas miedo", parece decirme con sus grises ojos... No entiende que yo nunca tendría miedo por mi yendo de su mano, que el único miedo que tengo, es el de perderle. Yo le miro, mientras dentro de mí, el ansía de que llegue el momento de tenerle, se hace cada ves más fuerte. Hay en mi cuerpo una urgencia extrema por sentirle dentro de mí, aunque no tan fuerte como la que tiene mi alma. 

Cuando llegamos a la Casa de los Gritos, Scor tira de mi mano cruzando el jardín lleno de maleza y malas hierbas. Con la varita por delante de los dos, y con los cinco sentidos alerta, me guía a través de la oscuridad que tiembla bajo la debilidad de mi Lumos encendiendo mi varita en mi temblorosa mano.

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En aquél banco bajo una farola

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Tras pasar la mayor parte del día escondida en mi dormitorio, salgo de Hogwarts para dirigirme a Hogsmeade. No me he arreglado apenas, tan solo me he vestido con una sudadera, unos vaqueros desgastados, calzado deportivo, y un abrigo gris. Me he dejado la melena suelta, aunque no me la he arreglado apenas. Una vez llego al pueblo, me siento en el banco, por si viniera mi padre, aunque a lo mejor no se acuerda de su loca hija con una rara enfermedad de transmisión sexual contagiada por Scorpius Malfoy y llamada "sililismo"


Compruebo que llevo en el bolsillo la copia que el profesor Miller me ha hecho a la foto de Medea Valdemar en el libro de Las Sibilas. Si ve la foto, me creerá al ver el parecido. O eso espero, al menos. Me enciendo un cigarrillo, abrazada a mi misma, sentada en aquél banco

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